>> VOLVER A TOMAJAZZ

 
 

 

   

KENNY GARRETT QUARTET
Jazz En la Costa

  • Fecha: 18 de Julio de 2005.
  • Lugar: Parque El Majuelo (Almuñécar), Granada, España
  • Componentes:
    Kenny Garrett : saxos tenor y soprano, voz, teclados.
    Roland Brunner: batería.
    Kristopher Funn: contrabajo.
    Carlos McKinney: piano, teclados


© Diego Ortega Alonso

  • Comentario: Comenzaba la semana de los platos fuertes en Almuñécar con el concierto del lunes de Kenny Garrett y su joven cuarteto. El comienzo del concierto fue realmente espectacular: un Garrett totalmente entregado imprimiendo una fuerza a su saxo que llevó de corrida a su acompañamiento, especialmente al batería, que golpeaba con una fuerza y ganas tales que le costaron el partir una baqueta en el primer corte. Una estupenda sesión de hard bop (acentuando el “hard”) que Garrett vivió balanceándose hacia delante y hacia atrás como entrando en un violento trance, al tiempo que la velocidad del tema iba desembocando en violentos gritos de puro free que terminaban, como hemos dicho, en rotura de baquetas y algún que otro accidente más, salvable por la entrega con la que comenzó el cuarteto (a Kristoffer Funn se le desenchufó el contrabajo pasado tan sólo un cuarto de hora de concierto… La verdad, poco importaba, un servidor no pudo dejar de saltar y mover las piernas en el reducido espacio que permiten las ristras de sillas de plástico gris…). He de decir que no esperaba ni mucho menos ese comienzo, nadie se lo esperaba, y tal fue la sorpresa que al acabar el corte la gente ya se levantaba gritando como posesos por una interpretación realmente sincera: a los músicos se les notaba que lo estaban pasando en grande, no importaban las minucias técnicas. El público se levantaba como poseído por la violenta belleza de aquella música que se estructuraba en torno a una base rítmica muy propia del sonido del cuarteto de Coltrane, con un piano con la mano izquierda suelta y abierta muy a lo McCoy, y un batería que, sin querer ser Elvin Jones, confiaba su violenta forma de tocar a los ritmos libres que se estructuraban a base de capas de sonido superpuestas de manera veloz, potente y algo brusca. Sin embargo, el bajo no sonaba ni a Garrison, ni a Chambers…

    El segundo corte partió de una composición de Charlie Parker que, por ser conocidísima, y por razones enmarcables en la ortodoxia más pura de la Ley de Murphy, no recuerdo su nombre ni dispongo de los datos en el momento de redactar esta reseña. Digamos que se trata del típico “lo tengo en la punta de la lengua…”, el caso es que el tema evolucionó hacia unos parámetros muy similares a los del primer tema, esto es: una pieza de hard bop cargado de improvisaciones in crescendo, repletas de recursos, hacedoras del genio creativo de un Garrett que nos demostraba lo gran músico que es. Su forma de enlazar unos fraseos con otros y su capacidad para hacer que una multitud de melodías se hicieran una sola, hicieron vibrar al personal allí presente. Además, el músico transmitía de manera sincera que se lo estaba pasando en grande, y, claro está, el contagio de esa sensación al resto del grupo y al público era coser y cantar. En total, entre los dos primeros temas, más de cincuenta minutos de jazz en estado puro, con todas sus virtudes y todos los defectos que un directo sin premeditación (en algunos pasajes aquello era casi free) y con mucha alevosía, nos podían deparar.

    Sin embargo, en el tercer tema del concierto, el cuarteto nos mostró su cara más Smooth: resulta increíble cómo puede llegar a bajar el nivel de un concierto en cuestión de minutos… Es comprensible que no se pueda mantener tan elevado nivel de calidad, o de frenesí creativo, pero lo que resulta sorprendente es la facilidad para saltar de registro, y más aún el conformismo de un público que, de repente, se puso a bailar como si aquello que estaba escuchando fuese tanto o mejor que el aluvión de música que habían presenciado en el primer set de la actuación…Y además, acentuado por otro conjunto de errores de sonido, como el hecho de que Garrett pretendiera introducir un wah-wah en su saxo, y no sonara como debiera, y hubiera de retomar de nuevo el sonido puro sin pedal. No serían éstos los últimos errores del músico de Detroit.

    Una vez acabado este tema, Brunner y Funn dejaron solos en escena a Garrett (que tomó para la ocasión el saxo soprano) y a McKinney ante su piano, y tras realizar un primer dueto meloso y suave, muy previsible en su forma, realizaron un segundo tema a dúo en el cual Garrett se quedó solo ante el silencio absoluto de la audiencia, e improvisando sobre un patrón muy simple y haciendo continuas idas y venidas, aportando pinceladas preciosistas de toque oriental (a modo de taragato), logró crear una atmósfera realmente hermosa bajo el Castillo de San Miguel. Muy bello instante, todo sea dicho.

    Después de este breve periplo de corte intimista, el cuarteto volvió a escena para interpretar una pieza de McKinney. Ésta partía con una estructura marcada por un ritmo base en el que se comenzaron a acumular notas de manera que la melodía se mantenía constante pero se iba enriqueciendo o suavizando según interesara al solista de turno. Aquí volvimos a apreciar errores de Garrett, cuando se dispuso a introducir el sonido del órgano Korg que tenía ante sí y que, tal y como sucedió con el wah-wah, no atinó a introducir y quedó como un borrón en el conjunto. Fue entonces cuando el piano, no sabemos si para tapar el infortunio de su líder, o para reivindicar su protagonismo en una pieza compuesta por el propio McKinney, comenzó a “aporrear” el piano, para deleite del público asistente, un gran sector del cual ya había ocupado los laterales del parque para poder bailar. Garrett, viendo lo caliente que estaba el personal pese a la extraña cantidad de errores que hubo de cometer, seguramente decidió compensar con una entrega menos musical, pero más cargada de espectáculo, y comenzó a pedir el acompañamiento de las palmas, a cantar extraños tarareos que la masa (ya levantada de sus asientos) repetía encantada, presentando a la formación una y otra vez, y despidiéndose ante los exagerados aplausos de un público totalmente entregado.

    Era lógico suponer que el cuarteto tardaría bien poco en aparecer para completar el aclamado bis, pero lo que era del todo impredecible fue que éste se alargara durante más de una hora, en los que Garrett se dedicó a rapear y a bromear con la gente que bailaba y disfrutaba de lo lindo, mientras que McKinney había dejado el piano de lado y tocaba melodías de marcados acentos groove con el órgano. Bajo un continuo “tic tac, no stop”, Kenny Garrett y los suyos se lo pasaron en grande haciendo disfrutar a todo el mundo, incluido un servidor, que tenía ganas de todo menos de hacerse cien kilómetros de coche para acostarse cinco horas antes de irse a trabajar.

    Por cierto, en el bis, Brunner se cargó su segunda baqueta…

    Texto y fotografías por Diego Ortega Alonso.