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    JIM HALL QUARTET
  • Fecha: 08 de Julio de 2005.
  • Lugar:Festival de la Guitarra de Córdoba.Gran Teatro de Córdoba.
  • Aforo: algo más de tres cuartos de entrada.
  • Componentes:
    Jim Hall (guitarra)
    Geoffrey Keezer (piano)
    Steve Laspina (contrabajo)
    Terry Clarke (batería)
  • Comentario: Una ciudad tan hermosa y con tanto calado cultural como es Córdoba se merece más conciertos con nombres como el que se pudo disfrutar el día 8 de julio. Sólo podría calificar de entrañable el encuentro del que reseña estas líneas con quien las protagoniza, ese genio que fue, es y será siempre Jim Hall. Entrañable quizás porque me pareció ver en él a una persona sencilla con ganas de contar historias a su público, dotándolas de un punto de vista tan complaciente y personal que, en ciertos pasajes, me hicieron soltar alguna lágrima de emoción que hube de disimular como buenamente pude.

    El caso es que el maestro Hall ciertamente no nos ofreció un espectáculo para recordar desde el punto de vista musical, y sin embargo fue uno de esos eventos que se quedan grabados en la retina. Poder ver a uno de los grandes en lo que parece ser el ocaso de su carrera, y poder contemplar cómo, pese a sus 75 años y a su lógica incapacidad para tocar como antaño, Hall mantuvo el tipo aunque escudándose en su grupo (atentos a Geoffrey Keezer, este joven pianista dará que hablar en un futuro no muy lejano) y sobre todo, poder ponerme en pie y aplaudir con todas mis fuerzas no sólo su concierto, sino como agradecimiento a toda su carrera. Sé de personas que han vivido una experiencia similar con Stéphane Grapelli en Granada, y sé de otras que lo habrán vivido también con el maestro Hank Jones en este mismo año en Vitoria. Por todo eso y mucho más me sentí un privilegiado aquella noche de intenso calor en Córdoba.

    Y no como quien colecciona piezas de caza y las embalsama y las contempla colgadas de la pared, sino como quien tiene la suerte de divisar, a lo lejos, un lince ibérico... ¿Alguno de ustedes ha visto alguna vez, de lejos, un lince ibérico corriendo entre encinares? Yo tengo la suerte de haberlo visto como una ráfaga, y me hechizó su majestuosidad, y me conmovió su inminente extinción… Algo así me sucedió aquella noche en el Gran Teatro de Córdoba…

    En el aspecto netamente musical, y seguramente debido a esa incapacidad física debida a la edad, se podría decir que Hall hizo lo que pudo, pero no alcanzó cotas de elevada calidad. Seguramente ni siquiera las buscó. Utilizando un pedal de distorsión que manejaba con la mano, el músico de Buffalo iba variando la sonoridad de su instrumento, quizás buscando aportar aquello que ya no podía conseguir por medio de su destreza. La cuestión es que, desde el primer momento, el peso musical recayó plenamente en el perfecto tándem que formaron el piano de Keezer, y el contrabajo de Laspina. La batería de Terry Clarke no terminaba de amoldarse a la sutileza de los anteriores intérpretes, cuyas notas flotaban por entre los escasos ecos de la guitarra de Hall como pez en el agua: la percusión sonaba demasiado seca, se apoyaba demasiado en la caja y el plato rítmico era, cuanto menos, soso, no terminaba de encajar en la estructura liviana de los citados intérpretes.

    En un principio se dedicaron a la interpretación de estándares, y cercanos al ecuador de la actuación Hall tocó en dúo con cada uno de los músicos por separado: comenzó con Keezer, un precioso tema con una intro y una coda del piano que levantaba los vellos, y que acentuaban la emoción que producía observar la figura de Hall. Posteriormente, Laspina salió a escena e interpretaron a dúo otro tema que, claramente (cómo no), nos traía a la memoria los magníficos duetos de Jim Hall con Ron Carter, incluso Laspina recordaba a este último en su forma de tocar (haciendo sonar las cuerdas del mismo modo, como si éstas golpearan en trastes). Por último, Terry Clarke se colocó al frente de su batería e interpretó junto al maestro Hall el dueto más frío de los tres, lo cual permitió, incluso, el lucimiento de Hall con pequeños atisbos de su añorada grandeza, apoyado por la sección rítmica de la percusión.

    Finalmente se marcaron un tema del propio Hall con aires africanizados, bien interpretado pero sin más dilaciones que las referidas al ceñimiento a la pieza sin ningún riesgo añadido. El público, más bien frío, pidió el bis como quien pide algo sólo porque es gratis… Y claro, el cuarteto salió a cumplir y nos lo concedió. Por la parte que me toca, he de decir que mis aplausos no fueron dirigidos solamente a ese concierto, sino a toda la entidad que, en el mundo del jazz, ha representado, y siempre representará, ese entrañable viejecillo de espalda corvada que hizo lo que pudo en el Gran Teatro de Córdoba.

    En referencia, desde un plano general, al Festival de la Guitarra de Córdoba, decir que sólo este concierto venía a representar a la guitarra del jazz, lo cual no deja de ser un poco triste. El otro concierto de un músico más o menos relacionado con el jazz era el de Egberto Gismonti, que por causas ajenas a la organización se demoró al menos una hora, y acabó siendo un recital de piano solo por parte de un Gismonti que parecía haber salido al escenario a fichar. Desde mi punto de vista de aficionado, la organización debería apostar más claramente por un cartel que hiciera honor al nombre y bagaje de este festival, centrándose en la guitarra, en todos aquellos ámbitos en los que este instrumento se inscribe con letras mayúsculas en el panorama no tanto musical, sino ARTÍSTICO, para poder mantener el nivel del que se puede vanagloriar durante años. Y con ello apunto a “pequeños detalles” como el hecho de que un Carlinhos Brown (¿guitarrista?…) aparezca como cabeza de cartel del evento, o que aparezcan en un mismo cartel nombres como Jim Hall Quartet y Mago de Oz… Como aficionado, les invito a plantearse si la elección de los participantes del festival merecen situarse en un mismo plano musical. Y con ello no quiero decir que una “tendencia musical” sea superior a otra (eso pasaría a aquello de “sobre gustos…”), sino, precisamente, a no tener que plantear un festival de tal calibre por tendencias, sino por pura y simple calidad.

    Diego Ortega Alonso.