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DIEGO AMADOR TRÍO
XXII Festival de Jazz de Madrid

  • Fecha: 11 de Noviembre de 2005.
  • Lugar: Centro Cultural de la Villa (Madrid)
  • Hora: 21:00
  • Asistencia: Un tercio
  • Componentes:
    Diego Amador (piano, cante)
    Miguel Vargas (contrabajo)
    Luis Amador (cajón)
  • Comentario: La verdad es que tenía ganas de ver en directo a un artista que no sé si es muy conocido en la escena del jazz, aunque sí en el flamenco. Igualmente tenía ansias de comprobar que lo escuchado en su disco, Piano Jondo, no era un espejismo sino una realidad incontestable, y así fue.

    La salida al escenario de Diego -traje gris, camisa negra, pelo negro y ensortijado sobre su rostro- con puntualidad ferroviaria comenzó sin preámbulos, directamente, al grano. Tomó el piano como todo buen torero toma el estoque y entra a matar.

    El hermano pequeño de Raymundo y Rafael, empezó con lo previsto en el programa,: Taranta; un tema a piano solo y cante; arte y sentimiento desde el principio, voz profunda que cala el alma. Primeros aplausos y flamenco por tarantos.

    Continuó con La soleá del Churri, embrujo para duendes mudos, silencios para espectadores callados. La pasión en cada nota, en cada expresión facial, disonancias y piano de vanguardia, un artista más allá del flamenco.

    Las flores de tu jardín comienzan con unos versos que bien se pudiera aplicar a sí mismo -¿Dónde estabas metido?... que hasta ahora no te hemos conocido.

    El arte se lleva en las venas y la fusión de Diego es como un manantial de agua fresca y cristalina, que surca con pura naturalidad el cauce del jazz-flamenco; Diego no es Chano como alguien pudiera pensar, él es él, por pleno derecho y razón.

    El churri - que así le apodan- no es el mejor pianista que uno ha oído, pero pocos pueden sacar tanto partido como él lo hace, piensa en la guitarra y en los guitarristas cuando toca el piano, pero es con este como mejor se expresa. Amante del directo, donde práctica lo autentico, lo espontáneo y la pasión profunda por encima de lo doloroso que supone hacerlo en estudio -como él mismo expresa-, improvisa como lo haría un jazzman, y como un flamenco haciéndolo como lo siente, como le sale. Su piano danza, taconea, se hace grave, nocturno e intimista, intenso por momentos, dialogante con su sobrino Luis y hermanado con Miguel cuando la ocasión lo propicia.

    Y un tema tras otro van cayendo como las hojas en otoño, con pausada calma y silencio cómplice. El programa establecido se hace añicos.

    ¡Si la lluvia llora que no se repriman tus ojos! Que solo la magia sea rota por el aplauso fervoroso del que escucha y asiente. ¡Qué respeto, qué atenta escucha, reflexión de verdad y no de sueño de espectador adormecido! ¡Ole!, ¡ole! y ¡ole!.

    ¡Que se quiso ir por bujerías, que se quiso ir por bujerías... pero volvió por petición popular. En trío porque el arte se lleva dentro y no se va si no que se queda.

    El bis elegido ¡Vivan los gitanos!, sonidos de Caravan de Duke Ellinton y las cuerdas interiores del piano golpeadas con refinamiento por las mazas, como si fuera un salterio, más originalidad y creatividad no cabe y todo gracias a una idea de Chick Corea que quiso Diego probar. No podía faltar un solo de cajón del ”sobrinísimo” Luis, que terminó con delirio, gritos de emoción y exaltación. Duende, embrujo y genio.

    Diego se asemeja a Paco de Lucia, no en el instrumento, no en la técnica, pero sí en el genio: varios meses sin tocar un piano y sin embargo grabó Piano Jondo con maestría de maestros.