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SUSIE IBARRA TRIO
X Festival Internacional de Improvisación Hurta Cordel

  • Fecha: 1 de Febrero de 2006.
  • Lugar: La Casa Encendida (Madrid)
  • Componentes:
    Jennifer Choi: violín.
    Craig Taborn: piano.
    Susie Ibarra: percusión.

    © Pablo Neustadt 2006


    © Pablo Neustadt 2006


    © Pablo Neustadt 2006

  • Comentario: Para más de un aficionado al jazz, el Hurta Cordel 2006 quedará marcado por la reconfortante posibilidad de haber podido asistir a uno de esos conciertos que no suelen abundar en la mayoría de los festivales jazzísticos de nuestra geografía, en los que la programación parece estar más pendiente del nombre de los músicos que del carácter innovador que puedan llegar a tener sus propuestas.

    Con el Susie Ibarra Trio llegaron al auditorio de La Casa Encendida tres destacados integrantes de la escena neoyorquina del llamado jazz de vanguardia. Músicos que, como es habitual en estos contextos, participan también en otros proyectos muy variados.

    Ibarra ha tocado con gente como John Zorn, Dave Douglas, Yo La Tengo, Derek Bailey, William Parker, John Lindberg, Wadada Leo Smith, Mark Dresser, Pauline Oliveros o nuestro Agustí Fernández. Podemos encontrarla haciendo jazz, música de cámara contemporánea, improvisación libre, rock alternativo, música para niños, electrónica e incluso componiendo ópera (“Shangri-la”).

    Jennifer Choi, además de formar parte de este trío, colabora regularmente con destacadas orquestas sinfónicas y grupos de música de cámara estadounidenses. Siempre en la órbita del prestigioso sello Tzadik, ha grabado con Wadada Leo Smith, con Christian Wolf y, en varias ocasiones, con John Zorn.

    Craig Taborn, por su parte, ha colaborado con músicos como James Carter (donde se dio a conocer), Roscoe Mitchell, Tim Berne, también con Leo Smith, Dave Douglas o –¡vaya casualidad!- John Zorn, y sus discos como líder han sido muy bien recibidos por la crítica: “T.S.: Craig Taborn Trio” (1994), “Light Made Lighter” (2001) y el electrónico “Junk Magic” (2004).

    El concierto del pasado miércoles, que los músicos quisieron dedicar al recientemente fallecido Derek Bailey, dejó claro el impresionante potencial de esta formación cuyo sonido oscila entre el jazz y la música de cámara contemporánea.

    Su propuesta se diferenció bastante de las distintas actuaciones que le precedieron en este festival en el sentido de que, si bien hubo mucha libertad y mucha improvisación, se notó que el grupo trabajaba sobre una base preestablecida. Aquí había, por ejemplo, un repertorio largamente trabajado, una trayectoria común de más de cinco años y una dirección musical, por parte de Ibarra, con las ideas muy claras.

    Todo esto dio pie a que la interacción que surgía entre los músicos tuviese una fluidez muy intensa, destacando especialmente los contrastes que se establecían entre las cuerdas de Choi y la percusión de Susie, mientras Taborn, quizá sin tanta presencia como algunos hubiésemos deseado, actuaba generalmente como un habilísimo aglutinador. De más está decir que la técnica exhibida por los tres fue impresionante. No sólo por el dominio que ejercían sobre sus instrumentos, sino también por la personalidad con que lo hacían, confiriéndole al sonido del trío un carácter muy singular.

    Desde el solo con el que abrió el concierto, Ibarra se mostró como una gran batería sin necesidad de hacer alardes de velocidad, ni de dureza. Y dejó claro que para elaborar su música, tan importante es el uso de las baquetas como el de otros recursos. Percutiendo con las manos o las mazas su sonido adquiría por momentos un aire primitivo, casi ancestral. Algo que también podía sentirse cuando frotaba contra los platos y los parches sus pequeños címbalos o sus manojos de caracolas, o cuando entraban en juego sus escobillas. Texturas de una exquisita fisicidad en la que cada elemento parecía ser una extensión de su cuerpo uniéndose y separándose del cuerpo del instrumento. Susie toca la batería como si danzase con ella, como si celebrase un íntimo ritual que la colma de energía. Pero, por encima de todo, Ibarra fue un verdadero líder que, sin acaparar ni mucho menos el protagonismo, dirigió y marcó las direcciones musicales del trío, con gestos y miradas pero, sobre todo, con sus percusiones.

    Jennifer mostró ser una todo terreno apabullante. Situada en el centro del escenario, acaparó protagonismo –tal vez demasiado- a modo de “violin hero”. Montada en un virtuosismo implacable, esta violinista es capaz de llegar adonde haga falta. Choi conmovía con sus espaciados solos introspectivos, con sus perfumes orientales, con sus ataques desbordantes de frenesí o con sencillas notas espaciadas que modificaba en textura e intensidad. Y siempre con una seguridad y una variedad de recursos incontestables. Si bien al escucharla es evidente que posee una fuerte formación clásica, viéndola improvisar con esa libertad (a veces, de un modo casi salvaje), no era fácil pensar que tan sólo tres días antes había estado en una iglesia de Madrid interpretando obras de Vitali, Leclair o Bach.

    En cuanto a Taborn, se podrá decir que su trabajo no fue tan evidente, pero de ningún modo menos importante. Con una facilidad pasmosa, el pianista mostró un conocimiento musical enciclopédico, de jazz, clásica, funk, rock y folk, utilizado siempre con buen gusto. Taborn es de esos –escasísimos- músicos de gustos muy eclécticos que se atreven con diversos estilos y consiguen mostrarse convincentes en todos ellos sin dejar de anteponer siempre su propia personalidad.

    Destacar el alto grado de entendimiento entre los integrantes del trío es una obviedad, pero quizá no lo sea tanto señalar el contagioso ambiente de disfrute que se vivió entre ellos. Con Susie, Jennifer y Craig, la vanguardia no está reñida con la sonrisa.

    El trío presentó seis piezas cercanas al mundo de la música de cámara contemporánea, de las cuáles sólo en una de ellas recurrió a sonidos pregrabados: un suave tapiz de cantos de pájaros sobre el que se interpretó la sugerente “Songbird Suite”. Pero se trataba de piezas muy abiertas, con un amplio espacio para la improvisación y, pese a haber tan sólo tres músicos sobre el escenario, era tal la cantidad de cosas que ocurrían, tal el “flujo de información”, que uno podría escuchar varias veces este concierto y disfrutar cada vez de nuevos matices. Por ahora y hasta una próxima visita –no seamos demasiado optimistas, esto es Madrid-, nos quedan sus magníficos discos, “Songbird Suite” y “Folkloriko” (ambos publicados por Tzadik).

    Tras el último tema, los calurosos aplausos del público consiguieron dos jugosas propinas, más musicales, más rítmicas y, esta vez sí, con un mayor lucimiento de Craig Taborn que puso las simpáticas notas finales a un concierto memorable.

    Sergio Zeni y Diego Sánchez-Cascado.