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FESTIVAL "JAZZ VIENE DEL SUR"
Sevilla

  • Fecha: 8 - 11 de Marzo de 2006.
  • Lugar: Teatro Central (Sevilla)
  • Grupos:

    Michel Portal & Diego Amador
    Atomic
    Carme Canela & Lluís Vidal Dúo
    Manuel Calleja
    Louis Sclavis
    Félix Rossy Sextet
    (jam sessions)
  • Comentario: Corta, pero intensa. Así podría definirse la programación que el Teatro Central ofrece, tanto en su ciclo Jazz en el Central (que tiene lugar en el mes de noviembre) como en el de El Jazz Viene del Sur.

    En esta recién terminada edición de El Jazz viene del Sur han sido cuatro las sesiones programadas; cuatro días en los que el Central ha arriesgado con el proyecto de producción propia de fusionar el flamenco del sevillano Diego Amador y el jazz del francés Michel Portal; ha prendido fuego a su patio de butacas con la presencia de los nórdicos Atomic; ha apagado las llamas del día anterior con la calma sosegada de Carme Canela y Lluís Vidal; ha reservado una butaca en primerísima fila para los músicos locales (el proyecto Callejeando del noneto de Manuel Calleja); y ha sorprendido a todos los presentes con la contundencia del directo de Louis Sclavis y sus descripciones urbanas de la cuidad de Nápoles.


    Fotografía: Luis Castilla.
    Imagen cedida por el Teatro Central. Consejeria de Cultura. Junta de Andalucía
    El Central llevaba tiempo macerando la idea de involucrar a Michel Portal en un proyecto que abrazase flamenco y jazz. A la inmensidad de la música de Portal (no tanto por la cantidad sino por la variedad de sus producciones), hemos de sumar que el músico guarda una estrecha relación con nuestro país, por lo que el implicarse en el proyecto era una simple regla de tres o, más bien, la compleja cuestión de ajustar el calendario. Esto por un lado. Por otro, a día de hoy, hablar de piano y de flamenco trae automáticamente los nombres de Chano Domínguez y Diego Amador a la cabeza. Y fue el segundo, Diego, quien se subió al escenario. Completaron la formación Luís Amador al cajón flamenco, y un seguro en la firma de este tipo de proyectos: Javier Colina al contrabajo, y el uruguayo Guillermo McGill a la batería. Las cartas estaban puestas sobre la mesa, pero la jugada no salió como estaba previsto. La formación no cuajó excepto en momentos muy puntuales de la noche. Portal hacía continuos gestos a la rítmica de Colina y McGill para dar velocidad e intensidad a los temas, pero ésta no respondía, manteniendo unos márgenes de seguridad demasiado amplios. Y si la rítmica no explotaba, entonces Portal tampoco (reconozco que el recuerdo del concierto que Portal ofreció hace unos años en el Central junto a Chevillon y Humair me hace ser aún más crítico). Muchas miradas de indecisión, de no saber el cuándo, el cómo y el dónde de cada miembro del grupo. Al piano, Amador tuvo buenos momentos, como el tema que presentó solo a piano y cante, y hubo pasajes aflamencados en los que el sevillano se creció, pero cuando el jazz se subía al escenario, Amador limitaba sus registros y sus recursos, y los temas se desaceleraban automáticamente. La presencia de Ana Salazar tampoco aportó demasiado a la noche: Portal se calzó el bandoneón, pero por tanguillos tampoco llegó a encontrar el asiento sobre el que desarrollar las ideas. Lástima que un tiempo de cocción insuficiente terminase por desdibujar el interés suscitado por la propuesta del teatro.


    Fotografía: Luis Castilla.
    Imagen cedida por el Teatro Central. Consejeria de Cultura. Junta de Andalucía
    De la falta de cohesión del miércoles se pasó a la precisión de la maquinaria nórdica: Atomic. Dos semanas después del concierto, el riego sanguíneo se me acelera cada vez que recuerdo el concierto. Es verdad que desde el primer disco, Feet Music (JazzLand, ref.038 264-2), este grupo no ha parado un solo segundo, y que la crítica especializada (con motivos más que justificados) no ha tenido reparos en cubrirlos de gloria; igualmente cierto es que The Bikini Tapes (JazzLand, 987 154-1,2&3) muestra que el potencial del grupo en estudio es sólo un reflejo del de sus directos. Impresionante; impactante; y toda una lista de adjetivos que se asocien a un recuerdo que quede grabado a fuego. Un concierto que, desde un planteamiento completamente cerebral, te agarraba las vísceras y te las descolocaba. Con el clarinete o el tenor a modo de batuta, Fredrick Ljungkvist iba marcando la evolución de los temas: los cambios de ritmo, las entradas, la conversión en música de figuras geométricas trazadas en el aire… Como buenos estrategas, Atomic atacaba los temas y los cerraba en formación de quinteto, pero una vez dentro del tema, el escenario se convertía en un tablero de ajedrez: jugadas maestras a trío de batería, contrabajo y saxo, trompeta, o piano; dúos de viento, o de rítmica, o de piano y saxo; solos de trompeta apoyados desde la retaguardia por el cuarteto… Toda una estrategia con la que el grupo consiguió poner en jaque a todos los presentes. Sin duda alguna, como formación, Atomic tiene a día de hoy una posición de privilegio ganada a pulso.

    Y de la intensidad de Atomic, el festival derivó el viernes hacia el proyecto Univers Miles del dúo de Carme Canela y Lluís Vidal. Las líneas que merece la noche están más destinadas a poner en duda el proyecto del dúo que a otra cosa: una sesión de estándares (Stella By Starlight, Someday My Prince Will Come, Old Devil Moon, Love For Sale…) justificadas como parte del repertorio de estándares que Miles Davis interpretó a lo largo de su carrera. Así, sin más. Y cuando digo sin más, he de añadir que las interpretaciones de los temas fueron planas, como si de un dúo de los años cincuenta se tratase. Ya puestos a homenajear a Davis, qué menos que hacerlo revisionando armónicamente temas que el trompetista hubiese firmado, o reinterpretando temas (a la manera de Davis) que éste hubiese incluido en su discografía. Dicho esto, queda añadir que el concierto no estuvo mal: la voz de Carme Canela, bien afinada y llena de sentimiento, estuvo acompañada por las precisas notas de piano de Vidal (no recuerdo una sola nota que se escapase de la estructura armónica de los temas). A destacar la versión a ritmo de pasodobles de My Funny Valentine, y una excepcional interpretación de I Loves You, Porgy. Pero poco más.


    Fotografía: Luis Castilla.
    Imagen cedida por el Teatro Central. Consejeria de Cultura. Junta de Andalucía

    Al igual que el año pasado con el onubense Antonio Mesa, el Central sigue buscando y encontrando un hueco para la proyección de los músicos regionales. Inicialmente programado para la noche del viernes, aunque finalmente incluido en la doble sesión del sábado, el sevillano Manuel Calleja presentó Callejeando, un noneto compuesto por un trío de cuerdas, un trío de percusión, dos vientos (saxos y trombón) y piano. El concierto comenzó con el lenguaje de una fábula para niños de un corte a dúo de chelo y violín. Pero la tónica de los temas cambió radicalmente, y éstos pasaron a desarrollarse a saltos bruscos entre el latin jazz, el flamenco y el swing (trío de percusión para la ocasión: batería para el swing, cajón para el flamenco y cajas para el latin). Las vetas de las composiciones quedaron demasiado expuestas, y aunque las interpretaciones fueron correctas, la excesiva duración de los temas terminaba por agotar las ideas de los músicos en sus solos.


    Fotografía: Luis Castilla.
    Imagen cedida por el Teatro Central. Consejeria de Cultura. Junta de Andalucía


    Fotografía: Luis Castilla.
    Imagen cedida por el Teatro Central. Consejeria de Cultura. Junta de Andalucía
    El mismo sábado, y como parte de la doble sesión de la noche, a la cimentada propuesta de Calleja siguió el torbellino de sonidos de Louis Sclavis y su Napoli’s Walls. El paisaje urbano como inspiración de la música; un concierto con un hilo argumental desde la primera hasta la última nota; un viaje con el ataque del rock, las bases y los efectos de la electrónica, y la complejidad del jazz como vehículos; sin tapujos ni prejuicios hacia las nuevas tecnologías, sino, al contrario, haciendo uso de éstas para proyectar los instrumentos hacia rincones escondidos del panorama musical actual. El chelo distorsionado de Vincent Courtois; los teclados, el theremin, la pocket trumpet y la percusión electrónica de Médéric Collignon; la guitarra de Hasse Poulsen (ésta la menos sorprendente de todos). Y sobre este telón rasgado de efectos, la limpieza y lo cristalino del soprano y los clarinetes de Sclavis. Una vez más, impresionante, impactante. Sorprendió la respuesta de un público que supo absorber la riqueza conceptual del arriesgado proyecto de Sclavis.

    Dos detalles más. Por un lado, las jam sessions organizadas en el bar del teatro. El Félix Rossy Sextet ha sido el grupo residente, un sexteto en el que encontramos al ahora pianista Jordi Rossy, pero en el que el verdadero centro de atención es el hijo de éste, Félix, que con doce años incluye en su repertorio piezas firmadas por Freddie Hubbard, Lee Morgan y Miles Davis. Es decir, tres de los máximos exponentes del jazz en la época de mayor esplendor. La habilidad de Félix con la trompeta ya da que hablar, y justifican de sobra el porqué Jordi ha abandonado la batería y se ha centrado en el piano (es de suponer que como soporte armónico para la trayectoria del chaval). De seguro, todos los presentes nos acordaremos de este nombre dentro de 10 años (o menos).


    Fotografía: Luis Castilla.
    Imagen cedida por el Teatro Central. Consejeria de Cultura. Junta de Andalucía

    Por otro, y aunque sea cerrar el artículo con mal sabor de boca, este año el Central ha prácticamente regalado (a un precio de 6 euros) las master classes ofrecidas durante la semana de conciertos. La, en algunos casos, nula asistencia de alumnos a las clases parece que definitivamente va a dar al traste con esta actividad extra ofrecida por el teatro en próximas ediciones. ¿Quizá falta de publicidad?

    Obviamente, cabe preguntarse el porqué, pero en cualquier caso, el resultado es una oportunidad que se les escapa de las manos a los futuros músicos de esta ciudad.

    Sergio Masferrer