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II FESTIVAL DE JAZZ DE EL PUERTO DE SANTA MARÍA, “BAHÍA JAZZ”

  • Fecha: 20 al 22 de julio de 2006.
  • Lugar: Bodega de Mora de Osborne, Puerto de Santa María, Cádiz
  • Programación:
    Jueves, 20 de julio: Uri Caine Bedrock3
    Viernes, 21 de julio: Atomic
    Sábado, 22 de julio: Bill Frisell Quintet
  • Formaciones:
    Uri Caine Bedrock3
    Uri Caine - piano
    Tim Lefebvre - bajo eléctrico
    Zach Danzinger – batería
    Atomic
    Fredrik Ljungkvist - saxo tenor, clarinete
    Magnus Broo - trompeta
    Håvard Wiik - piano
    Ingebrigt Håker Flaten - contrabajo
    Paal Nilssen-Love – batería
    Bill Frisell Quintet
    Bill Frisell - guitarra
    Ron Miles - corneta
    Greg Tardy - saxo tenor, clarinete
    Tony Scherr - contrabajo
    Kenny Wollesen - batería
  • Comentario: Dos ediciones han bastado para convertir el festival de jazz celebrado en la gaditana ciudad de El Puerto de Santa María en una referencia a tener en cuenta en el occidente andaluz. Si ya el festival apuntó maneras en su puesta de largo el pasado año con la presencia del Kenny Barron Trio, el cartel de la recién terminada edición puede calificarse como de una madurez prematura, empujando con la fuerza y la desvergüenza de un festival joven que apuesta por las tendencias vanguardistas de este estilo: Uri Caine y su digerible proyecto Bedrock Trío; el imparable e incombustible quinteto de escandinavos Atomic; y la guinda del pastel, servida con el nombre y el buen hacer del Bill Frisell Quintet. Y lo mejor de todo: ante tan arriesgada programación, el guitarrista norteamericano logró colgar el preciado cartel de “no hay entradas”, demostrando así el hambre de jazz que hay en Cádiz, una inquietud estomacal que, muy poco a poco, va encontrando dónde morder: el festival de jazz Ciudad de Sanlúcar o el ofrecido por la Universidad de Cádiz y que se celebra en el Teatro Real de Puerto Real; el seminario de jazz Ciudad de Cádiz de la mano del cuarteto de Jerry Bergonzi, o los talleres ofrecidos durante todo el año por la Universidad de Cádiz; el creciente círculo de músicos gaditanos, cuya cabeza visible es el saxofonista Pedro Cortejosa; y, ahora, este nuevo y fresco festival Bahía Jazz.

    ¡Más madera, por favor, más madera!
    Es un verdadero lujo que un músico de tan reputada trayectoria como Uri Caine experimente con la electrónica en la forma en la que lo hace. Su proyecto Bedrock3 es el más gamberro de cuantos lleva para adelante, y en él, el pianista se dedica a volcar con descaro sobre el jazz otros muy diversos estilos musicales. Y esto es precisamente lo que hizo en el concierto ofrecido en los jardines de las bodegas de Osborne en la noche del jueves. La puesta en escena del trío resultó muy llamativa: mientras que Lefebvre fue el foco de atención visual sobre el escenario, con una sonrisa de niño malo, con gestos que evidenciaban el humor con el que el trío giraba de un estilo musical a otro, y con el continuo trasiego de pedales y de samples programados en el portátil, tanto Uri Caine como Zach Danzinger permanecieron inmutables, con una pose característica del “humor inglés”, y como tomándose excesivamente en serio lo que sobre el escenario estaba ocurriendo. Caine pasó hábilmente desapercibido (a excepción del paréntesis forzado por la rotura de una cuerda del bajo, en los que dejó el Fender Rhodes y se sentó al piano para deleitar al público con fragmentos de piezas clásicas), haciéndolo todo sin aparentar, y Zach parecía no hacer nada cuando realmente estaba soportando la mayor parte del peso del concierto, con una habilidad sorprendente para adaptarse a los ritmos en los giros del grupo entre el jazz, el soul, el funk, el rock, el blues, el pop y la música disco de los 70 con tintes del Miles Davis de On the Corner.
    El quinteto escandinavo Atomic parece haber agotado el léxico de elogios en lo que se refiere a los críticos. La sorpresa del descubrimiento del grupo ha pasado ya a la historia para la mayor parte de la prensa especializada, que, ahora más que nunca, sigue muy de cerca la evolución de uno de los quintetos más sólidos de la actualidad musical.

    Y si en algo hay una clara evolución en el sonido del último trabajo del quinteto, Happy New Ears! (JazzLand, 2006) respecto a sus anteriores discos, ésta es que las composiciones buscan desarrollos más abstractos, con espacios mucho más abiertos que las explosiones de sonido recogidas en Feet Music (JazzLand, 2001) o Boom Boom (JazzLand, 2003). Este giro se hizo evidente en el concierto ofrecido por la formación en el festival, que comenzó con la exposición de tres temas en esta nueva línea (mucho más dura para el oído no encallecido), para, a continuación, dar paso a los ya himnos de la banda, tales como Boom Boom o Poor Denmark. Y entre tralla y tralla, el quinteto insertó algún corte con aire melancólico para dar un respiro a los presentes.

    El concierto fue impresionante desde el comienzo hasta el final, tanto en los pasajes melódicos como en los rítmicos; en el caos y en el orden; en los arreglos a trío, a cuarteto, a quinteto o a dúo. En todo. La única duda que queda abierta tras el concierto es, por definición, imposible de resolver: ¿hacia dónde se dirigirá ahora Atomic? ¿Qué campos decidirán explorar Ljungkvist y compañía?
    Uno de los recursos más potentes de la mente es que te permite viajar a cualquier lugar, en cualquier momento de la historia. La imaginación permite al artista transgredir el espacio y el tiempo sin necesidad de despegar los pies del suelo. Y, desde luego, imaginación no le falta a Bill Frisell.

    El quinteto del guitarrista estadounidense abrió el concierto con una versión del “Hard Times” de Bob Dylan, en una aproximación country con aires de la época colonial de EE UU. A renglón seguido, la formación pisó terrenos más arriesgados, repletos de silencio, y con elaborados arreglos en la sección de vientos. No contentos con haber pasado del country a la abstracción musical, la formación giró bruscamente hacia el swing y el bebop, con la yuxtaposición entre el fraseo dinámico del saxo tenor y las notas contenidas, mucho más pausadas de la trompeta. Y giro hacia el blues en la siguiente pieza; y paso a la música de raíces árabes con un tema extraído de The Interconnentals (2003); y cambio de tercio a la música de raíces mediterráneas, con Tardy al clarinete… Todo sucedía con naturalidad, de una forma suave pero, al mismo tiempo, imposible de predecir.

    Resultó loable la postura de Frisell, pues aún siendo la cabeza visible del grupo, se dedicó a repartir juego y a hacer que todos los músicos de la formación estuviesen en un mismo plano musical, echando así por tierra el típico tópico que establece una relación biunívoca entre todo guitarrista y su ombligo.
    Sólo queda cerrar esta crónica con la esperanza de que esta cita anual siga creciendo como lo están haciendo muchos festivales en la Península: desde el respeto por esta apasionante e inagotable música, y sin caer en la simplificación del evento a una herramienta más de reclamo turístico sin importar quién entre o no en el cartel.
  • © 2006