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PAT METHENY & BRAD MEHLDAU WITH LARRY GRENADIER & JEFF BALLARD
Córdoba

  • Fecha: 09 de julio de 2007.
  • Lugar: Gran Teatro (Córdoba).
  • Componentes:
    Pat Metheny: guitarras.
    Brad Mehldau: piano.
    Larry Grenadier: contrabajo.
    Jeff Ballard: batería.
  • Comentario:
    Tanto Metheny como Mehldau repetían en el festival de la guitarra de Córdoba, el primero tan sólo un año después de su anterior aparición (con el trío que forma junto con Christian McBride y Antonio Sánchez), y el segundo unos pocos años más, desde que visitase la ciudad califal en el grupo del guitarrista Kurt Rosenwinkel, en el que también estaba Larry Grenadier. La popularidad del proyecto Metheny-Mehldau desembocó en un aforo completo y una gran expectación.
     
    Brad Mehldau & Pat Metheny
     
    Las dos estrellas salieron al escenario en silencio, y comenzaron el concierto con un ensimismado diálogo entre sus respectivos instrumentos, fabricando cada uno de ellos improvisaciones melódicas que se van encontrando a través de acordes contados, en los que se alterna el protagonismo entre los músicos. Un hermoso tema de 10 minutos de duración.
     
    El segundo tema volvió a ser interpretado a dúo, bastante más austero que el primero, con un swing que aprovechó esa austeridad del formato a dúo, sin estirar las notas, seco, intercalando silencios y alternando notas de manera rápida y eficaz.
     
    El tercer corte lo comenzó Mehldau solo, y Metheny se sentó a escucharlo con los ojos cerrados. Cuando Mehldau toca, especialmente cuando toca solo, parece como si la música se metiera entre corchetes, su sonido es intimista y extrovertido a la vez, su música puede sonar como suena un arroyo, parece inmóvil pero fluye, y es que la sensación de escuchar su música es la de permanecer estático y, sin embargo, sabedor de que las cosas están pasando por una extraña lógica que nos cuesta entender. Metheny se unió a la música de Mehldau. Su carácer es absolutamente distinto, pese a que ambos compartan muchos aspectos dentro de sus respectivos lenguajes musicales. La música de Metheny es infantil, pero tan compleja de explicar también, como pretender explicarle a un niño una pregunta como ¿de dónde vienen los niños? Parece que Metheny con su música esté planteando continuamente esa pregunta u otra de similar calibre. Así pues, cuando suenan juntos, Mehldau suena como el arroyo, y Metheny como la pregunta de hacia dónde van las aguas que lo surcan. Ambos fabrican una música cargada de inocencia, tal vez no apta para oyentes mayores de edad.
     
    En el siguiente tema Pat Metheny cambió de guitarra y cogió una acústica, mientras Brad Mehldau esperaba observando. La música se configuró como una hermosa balada, en cuyo epicentro aterrizaba el pianista para copar el protagonismo lírico que su compañero había desarrollado a la guitarra, que ahora se dedicaba a acompañar, mientras Mehldau pisaba el pedal y estiraba la nota para llenar con su piano los escasos huecos que dejaba el pulgar de Metheny, que hacía las veces de bajo. Y por fin salieron a escena Larry Grenadier y Jeff Ballard para completar el cuarteto, después de una hora de dúo entre los líderes de la formación. Grenadier, como siempre, en su sitio, tocando con elegancia su contrabajo color caoba, y Ballard un tanto descompensado en su forma de tocar, abusando del charles y caja, con unas maneras que parecía que le estaban costando más trabajo de la cuenta.
     
    Brad Mehldau & Pat Metheny with Larry Grenadier & Jeff Ballard
     
    En el siguiente tema Mehldau dejó a solas a Metheny con Grenadier y Ballard, y fabricaron en trío un pasaje musical que para un servidor bien vale todo el concierto. Un swing pesado y austero, que dejó lucirse al solista, mientras la sección rítmica guiñaba los ojos y el público movía el cuello y el pie. Mehldau no desaprovechó su turno solista, y jugó con las mismas bazas que su compañero. Se agradeció este jazz tan nocturno, tan cargado de blues. Ballard construyó su solo a base de retazos de acá y de allá, como un collage que no hace sino reconciliarme con su sonido tras el desafortunado inicio (más adelante comprobaría que sólo se trataba de un agradable espejismo). Grenadier se lo pasó bomba; a este hombre hay que dejarlo funcionar, es grande. Sin duda, el mejor tema de la noche. A partir de aquí la música se iría “methenyzando” poco a poco, aproximándose continuamente al sonido de su Group, y prueba de ello fue el siguiente tema, tan “light” que la música y la estética de las palmeras en el escenario nos hacían sentir como si estuviésemos en una gala veraniega para turistas de la tercera edad. Menos mal que Grenadier se encargó con un solo de contrabajo de hacer que el respetable no se conformase con el mero entretenimiento. Pero no deja de ser una música carente de emoción, banal, exhibicionista.
     
    Ballard, tras el aplauso de un público encandilado con los fuegos artificiales musicales de sus ídolos, comenzó un frenético ritmo con un marcado acento pop, sobre el que tanto Metheny como Mehldau se movían como peces en el agua, desarrollando largas improvisaciones y dejando el ritmo a su amor. Mehldau y su impasibilidad, doblado como una “S” mientras sus dedos vuelan sobre el teclado, parecía estar a punto de alcanzar un orgasmo, pero prolongó ese éxtasis todo lo que duró la canción. Metheny con guitarra eléctrica y su pedal haciendo una exhibición de esas que tanto gustan a los aficionados a su instrumento...Y después, para regocijo de estos aficionados, le llevaron la guitarra Pikasso (era lógico que se luciese con tan llamativo instrumento en un festival dedicado a la guitarra como es el de Córdoba; ya el año pasado abrió con ella y este año no iba a ser menos). Un aclamado nuevo tema repleto de armónicos, tras el que volvió el cuarteto para tocar lo que parecía ser música de despedida.
     
    Tras la presentación de los músicos llegó el bis, que ni siquiera ha hizo falta pedir, porque los músicos estaban calientes y con ganas, y eso que ya llevaban más de dos horas en el escenario. Entonaron un frenético ritmo que obligó una vez más a unirse a ellos moviendo el pie y la cabeza, pero cuando llegó el solo de Ballard, interminable (casi veinte minutos de solo monótono y parco de ideas), Metheny, Mehldau y Grenadier esperaban a que terminara, pero no terminaba, golpeaba la caja, el charles y el pedal del bombo con una simpleza que la prolongación del solo consiguió exasperarnos, aunque parte del público lo aplaudía a rabiar. Un segundo bis sirvió para cerrar un concierto larguísimo, y repleto de altibajos de calidad musical, que tal vez sirva para demostrar, una vez más, que el tándem Metheny-Mehldau no termina de cuajar.

    Texto © 2007  Diego Ortega Alonso
    Fotos © 2007 Toñi González Gallardo