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JAZZ EM AGOSTO
Lisboa, Portugal

  • Fecha: 03 al 11 de agosto de 2007.
  • Lugar: Fundación Calouste Gulbenkian (Lisboa).
  • Componentes:
    Muhal Richard Abrams - George Lewis - Roscoe Mitchell (EE.UU.)
    3 Agosto 2007 – 21:30 Grande Auditório
    Muhal Richard Abrams (piano), George Lewis (trombón, laptop), Roscoe Mitchell (saxo alto, soprano, percusión)

    Conferencia "Projecting Your Own Individualism"
    por Muhal Richard Abrams
    4 Agosto 2007 – 15:30 Auditório 3

    Hubbub (Francia)
    4 agosto 2007 – 18:30 Auditório 2
    Frédéric Blondy (piano), Bertrand Denzler (saxo tenor), Jean-Luc Guionnet (saxo alto), Jean-Sébastien Mariage (guitarra eléctrica), Edward Perraud (batería)

    Nik Bärtsch’s Ronin (Suiza)
    4 de Agosto 2007 – 21:30 Anfiteatrpo ao ar Livre
    Nik Bärtsch (piano), Sha (clarinetes, bajo y contrabajo), Björn Meyer (contrabajo), Kaspar Rast (batería), Andi Pupato (percusión)

    Carlos Zíngaro / Jorge Lima Barreto (Portugal)
    5 de Agosto de 2007 – 15:30 Sala Polivalente
    Carlos Zíngaro (violín), Jorge Lima Barreto (piano)

    Low Frequency Tuba Band (Portugal, EE.UU., Reino Unido)
    5 de Agosto 2007 – 18:30 Auditório 2
    Sérgio Carolino (tuba), Oren Marshall (tuba), Marcus Rojas (tuba), Jay Rozen (tuba), Alexandre Frazão (batería)

    Crimetime Orchestra (Noruega)
    5 de Agosto 2007 – 21:30 Anfiteatro ao ar Livre
    Vidar Johansen (saxo tenor, barítono, clarinete bajo), Jon Klette (saxo alto), Kjetil Møster (saxo tenor), Gisle Johansen (saxo tenor), Øivind Brekke (trombón), Sjur Miljeteig (trompeta), Mats Eilertsen (bajo eléctrico), Per Zanussi (contrabajo), Anders Hana (guitarra eléctrica), Christian Wallumrød (piano, teclados, efectos), Eudun Kleive (batería), Stig Henriksen (diseño de sonido)

    "Ornette: Made In America"
    9 de Agosto 2007 – 18:30 Sala Polivalente
    Documental de Shirley Clarke 1985 (80’)

    Joe Fonda’s Bottoms Out "Loaded Basses" (EE.UU., Alemania)
    9 de Agosto 2007 – 21:30 Anfiteatro ao ar Livre
    Joe Fonda (contrabajo), Claire Daly (saxo barítono), Joe Daley (tuba), Gebhard Ullmann (clarinete bajo), Michael Rabinowitz (fagot), Gerry Hemingway (batería)

    "My Name Is Albert Ayler"
    10 de Agosto 2007 – 15:30 Sala Polivalente
    Documental de Kasper Collin 2005 (79’). Con la presencia del director.

    Conferencia por Ornette Coleman
    10 de Agosto 2007 – Auditório 2

    Quartet Noir (Suiza, EE.UU., Francia)
    10 de Agosto 2007 – 21:30 Anfiteatro ao Ar Livre
    Urs Leimgruber (saxo tenor, soprano), Marilyn Crispell (piano), Joëlle Léandre (contrabajo), Fritz Hauser (batería)

    Joëlle Léandre (Francia)
    11 de Agosto 2007 – Sala Polivalente

    Timbre (EE.UU., Alemania, Austria)
    11 de Agosto 2007 – 18:30 Auditório 2
    Lauren Newton (voz), Elisabeth Tuchmann (voz), Oskar Mörth (voz), Bertl Mütter (voz, trombón)

    Ornette Coleman Quintet (EE.UU.)
    11 de Agosto 2007 - 21:30 Grande Auditório
    Ornette Coleman, (saxo alto, violín, trompeta), Tony Falanga (contrabajo),Charnett Moffett (contrabajo), Al Macdowell (bajo eléctrico), Ornette Denardo Coleman (batería)

  • Comentario:
    Comenzó muy bien la edición de 2007 de Jazz em Agosto.

    Reunir en un escenario a Muhal Abrams, Roscoe Mitchell y George Lewis, tres de los músicos más importantes vinculados a la AACM de Chicago es un acontecimiento musical de gran relevancia y garantía de un buen espectáculo.

    En efecto, los músicos abrieron el festival con un concierto excelente, que hizo vibrar al gran auditorio prácticamente lleno. Escuchamos una música improvisada, organizada en secuencias fragmentadas, en la que cada músico sabía exactamente cuál era su papel, ya que estábamos ante tres veteranos. Salta a la vista el respeto que en el escenario tienen los unos por los otros. La forma en que interactúan es sencilla, siempre con los oídos bien abiertos, de forma que no dejan escapar la más sutil de las ideas. A partir de esas pequeñas aportaciones se desarrolla la música, en algunos momentos más orgánica, en otros más textural, pero siempre con un sentido de la unidad realzado y común a toda la acción. Sobre el escenario, tal y como en el cd Streaming (Pi Records, 2005), el trío desarrolla secuencias de improvisación abierta confrontando instrumentos acústicos con registros electrónicos, añadiendo otro instrumento (electrónica) o procesando el sonido del trombón para modificar su registro.

    Una última nota para señalar la inteligencia de los tres músicos que supieron sacar provecho de la excelente acústica de la sala, logrando que la música presentase en directo variaciones dinámicas aún más acentuadas que en el disco. Un inicio excelente para este Jazz em Agosto 2007.

    Si comenzó bien, continuó mejor el festival con el que fue, en mi opinión, el mejor concierto de la edición de este año. Con los franceses Hubbub, grupo que ha recibido grandes críticas con Hoop Whoop, disco que no conocía. La expectativa era grande.

    Cuando comenzaron a tocar, saltó a la vista que todos estaban situados muy próximos entre sí, sin hacer uso de toda la amplitud del escenario y la música les dio la razón. Se trata de registros densos, llenos de texturas, minimalistas. No existen notas, es puro sonido, lo que hace que esta música necesite de mucha atención. Es esotérica, misteriosa, sin aportaciones individuales de relevancia. No hay solos, todos los registros confluyen en un registro colectivo continuo. Es una distribución suprema. Todos los músicos ponen su individualidad al servicio de un sonido colectivo. Hay veces que el quinteto parecía tocar un único instrumento.

    La música, aún siendo impresionista, no tiene registros muy acentuados. Es curioso que, a pesar de contar en el escenario con dos saxofones y un batería que toca predominantemente con baquetas (sólo recurrió a las escobillas hacia la mitad del espectáculo), lo que haría presuponer un volumen sonoro elevado, la música tuvo un volumen “naturalmente” bajo.

    En definitiva, Hubbub presentó un concierto excelente, con una propuesta a medio camino entre el jazz y la música contemporánea, próxima a las corrientes reduccionistas y del casi silencio.

    El espectáculo de la noche del día 4, protagonizado por el grupo suizo Ronin, liderado por el pianista y teclista Nik Bärtsch no cuajó. El concepto está creado a partir de música completamente compuesta y distribuida por ese tirano implacable que es el tiempo.

    En la práctica, este concepto no funcionó por que lo que se escuchó en el anfiteatro al aire libre fue una mezcla de estilos musicales (funk, bossa nova, rock, lounge) envueltos en una mortaja chill out que se volvió molesta. El jazz no se pudo decir que estuviera presente en este concierte, pues presupone alguna improvisación y esta música estaba programada al milímetro. Con todo, se escucharon referencias más o menos explícitas a Miles Davis, Herbie Hancock o Weather Report. Sin embargo, fueron incoherentes y sin desarrollo, sólo estaban ahí, no se sabe bien para qué.

    La batería y la percusión estaban demasiado procesadas y, a mi parecer, ligadas a un metrónomo. El clarinete bajo se escuchaba poco y el clarinete contrabajo no es escuchaba en absoluto. Lo cual es extraño, ya que la sala tiene una acústica completamente cristalina, de una pureza extraordinaria. En definitiva, este proyecto suizo no dejó buen sabor de boca y, más allá de alguna coherencia sonora y estética (el grupo presentó en el escenario un diseño de luz propio), no consiguió convencer. Hubo algo de groove, pero al mismo tiempo, una gran falta de ideas.

    El día siguiente tuvimos la oportunidad de asistir a tres conciertos; en el primero, en la sala polivalente, tocaron Zíngaro y Jorge Lima Barreto. Estamos hablando de dos de los músicos más veteranos de la escena improvisada portuguesa. Unos músicos que grabaron en dúo el cd Kits en 1992 y que se reunieron sobre el escenario, no para revisitar ese universo, que consistía en la utilización de electrónica, sino para tocar totalmente en acústico, en un registro camerístico absoluto.

    Fue una sesión sorprendente, donde se confrontaron universos musicales totalmente distintos. Mientras Zíngaro tocó sus violines de una forma escolástica, Barreto preparó su piano utilizando una gran cantidad de utensilios y artefactos creadores de ruido. El violinista siempre está preocupado en explorar texturas y dinámicas, mientras que el pianista toca siempre más libre, de una forma totalmente intuitiva.

    Asistimos a una sesión interesante, que conforme pasó el tiempo evolucionó de pasajes más enérgicos a ambientes más pastorales con momentos de gran calidad artística, lo que hizo que este fuese, en mi opinión, el mejor concierto del día.

    Al final de la tarde subieron al escenario del auditorio 2 el grupo Low Frequency Tuba Band. Ideado por Sérgio Carolino, tubista portugués, y producido por Rui Neves, este grupo juntó a Carolino con la crema y la nata de los tubistas relacionados con la música improvisada. Sólo faltó Joe Daley, que tocó dos días más tarde en el grupo de Joe Fonda.

    El concierto tuvo un inicio prometedor, en un registro stompy style, en el que los músicos lanzaron preguntas y respuestas por secciones y con las que consiguieron crear momentos interesantes.

    Conforme transcurrió el espectáculo, a pesar de la excelencia de los participantes, se notó claramente que esta banda necesitaba más ensayos, puesto que no se trató de un espectáculo de improvisación libre sino de una visita al universo de algunos de los músicos de pop y rock de los años sesenta, setenta y ochenta. Hablamos de Jimi Hendrix, Frank Zappa y hasta de los Beatles. El problema es que este tipo de registro necesita un trabajo fino a nivel de los arreglos para ser verdaderamente estimulante; pero con tres días de ensayos no se logran milagros.

    Muy buena nota se mereció el trabajo de Marcus Rojas, que además de un excelente instrumentista ejerció muchas veces la función de maestro de ceremonias, resolviendo en muchas ocasiones conflictos de tempo.

    En definitiva, fue un concierto que pudo haber sido mucho más interesante de haber habido más tiempo para prepararlo, ya que estaban sobre el escenario cuatro maestros del instrumento. Nota también para las notas humorísticas con las que Jay Rosen fue acompañando su actuación, logrando alejar cierta monotonía.

    Por la noche, el anfiteatro al aire libre estuvo reservado para la gran decepción del festival: los noruegos de Crimetime Orchestra. Al escuchar Life Is A Beautifull Monster, disco grabado en 2004, pudimos disfrutar una explosión de energía controlada, bien pensada y ejecutada: sonido pujante, fresco e innovador que mezcla la dinámica del jazz con la brutalidad del rock en dosis ajustadas. En la noche del día 5, la Crimetime Orchestra no consiguió ser más que una banda deslavazada en la que la sección rítmica nunca consiguió apoyar a conjunto de instrumentos de vientos que mostraron ciertas cualidades. Ahí está la clave de la cuestión; en el disco tocaban Paal Nilssen-Love en la batería, Ingebrigt Haker-Flaten al contrabajo, Bugge Wesseltoft a los teclados y sobre todo Bjornar Andresen, el veterano contrabajista noruego que de alguna forma lideraba la banda y le confería su identidad.

    A Portugal vinieron los vientos y poco más. El batería Edun Kleive es una sombra de Nilssen-Love, y nunca se enteró de lo que pasaba en el escenario. Tampoco estuvieron inspirados los tres bajistas eléctricos, que crearon poco más que una masa sonora brutal sin un mínimo de definición o musicalidad. De hecho, se salvaron los vientos cuando intentaron ir por su cuenta.

    Fin de la primera semana y comienzo de la segunda. Y comenzó con el anfiteatro al aire libre el jueves día 9 que casi se llenó para escuchar al grupo Bottoms Out del contrabajista Joe Fonda, una formación original en la que el músico compone especialmente para instrumentos graves. Esta formación surgió en 2004 y grabó el disco Loaded Basses al año siguiente para CIMP, el sello de Bob Rush.

    Lo mínimo que se puede decir es que en Lisboa estuvieron tan inspirados como en la sesión grabada en Rossie. No es una novedad que Joe Fonda es desde hace muchos años uno de los contrabajistas más competentes del jazz moderno. Pero lo que tal vez pase desapercibido para el oyente menos atento es que su talento compositivo es también superlativo.

    Buenos instrumentistas y buenas composiciones suelen ser una fórmula infalible. Este sexteto, gracias al empeño y energía con que afrontó el espectáculo, tocando las composiciones de Fonda con creatividad y buen gusto, logró que el público cayese rendido ante él. Es interesante que esta música esté hecha de equilibrios; entre composición e improvisación, entre unísonos y solos, entre modernidad y tradición. Este tal vez sea el mayor secreto del éxito como compositor de Fonda. Otro de los secretos es tener escondido como socio en la rítmica a un batería sólido e inventivo, Gerry Hemingway, que ha evolucionado durante años a la sombra de un gran músico y pedagogo, Anthony Braxton.

    Lo demás fue una demostración de sentido común y buen gusto, con los restantes instrumentistas distribuyéndose de forma adecuada los momentos de las intervenciones individuales y cumpliendo a la perfección sus tareas como conjunto. Un espectáculo excelente.

    La noche del día 10 ofreció otro de los momentos álgidos del festival.

    Superados los recelos iniciales por programar en el anfiteatro al aire libre a un grupo como Quartet Noir, con un registro camerístico que requiere un sonido cuidado y una sala cerrada, asistimos al reencuentro de estos cuatro fantásticos improvisadores sin ninguna reserva y rendidos ante lo que hicieron en el escenario. Fue una sesión equilibrada, a pesar de que sobrase alguna (buena) actuación del saxofón a cambio de la, probablemente intencionada, discreción de Marilyn Crispell.

    Este cuarteto ni es una working band, ni se reúne para ensayar, aunque tocan juntos seguramente desde hace más de 10 años y en 1999 grabaron para el sello canadiense Victo el cd Quartet Noir, resultado de su presentación en directo en el Festival de Victoriaville. Fue toda una experiencia de grupo, con unas complicidades que crearon una atmósfera mágica y de gran consistencia artística. El grupo casi siempre es muy introspectivo en su forma de tocar y en los momentos de mayor tensión explota musicalmente de forma controlada. Es una música que alimenta su inmensa belleza con detalles y sutileza.

    El saxofonista Urs Leimgruber consiguió crear texturas complejas y bellas, más con el soprano que con el tenor. Fue él quien comenzó a marcar la dirección a seguir durante la primera parte del concierto, liderando una narración llena de variaciones dinámicas y de sutilezas melódicas.

    Fritz Hauser, batería que toca con Leimgruber desde hace más de 20 años, es un maestro de los pormenores tímbricos (recuerda en esto a Raymon Strid) y se conjunta de forma ejemplar con la contrabajista francesa Joëlle Léandre en el modo de crear una atmósfera densa y misteriosa que permite a todos los músicos explorar los límites de su instrumento. Un gran espectáculo.

    Debido a unos imponderables, Tomajazz no tuvo la posibilidad de asistir a los dos últimos conciertos de la última tarde de Jazz em Agosto 2007, pero según se comentó por parte de quien vio a la contrabajista Joëlle Léandre, ésta dio un recital extraordinario en donde interpretó composiciones de John Cage y Giacinto Scelsi compuestas especialmente para ella, alternadas con improvisaciones libres, terreno en el que, como es sabido, se desenvuelve perfectamente.

    Al final de la tarde del sábado 11 subieron al escenario del anfiteatro 2 los músicos del cuarteto vocal Timbre. Veamos lo que dice Eduardo Chagas de la actuación del cuarteto: “Mitad femenino (Lauren Newton e Elisabeth Tuchmann) y mitad masculino (Oskar Mörth y Bertl Mütter), el grupo, que ya lleva varios años realizando canto a cappella, se aproximó al escenario desde la entrada del auditorio lentamente y cantando notas largas y cercanas. Ya sobre el escenario cruzaron registros, timbres, amplitudes, dinámicas, ritmos y armonías para formar un atractivo conjunto sonoro, al que añadieron el humor, especialmente Bertl Mütter, quien imitó los sonidos del trombón”.

    Hablar de una forma totalmente objetiva del concierto que cerraba el "Jazz em Agosto 2007", a cargo del quinteto de Ornette Coleman en el gran auditorio lleno a reventar de la Fundación Calouste Gulbenkian no es tarea fácil. Primero por que Ornette es Ornette y, a pesar de tener ya una edad avanzada, su timbre y el empuje de su soplo están intactos. También porque el peso histórico de su presencia condiciona la opinión de este sentido aficionado. Pero aún así, vamos a intentar contar lo que aconteció con la mayor claridad posible. Ya he dicho que Ornette ha conservado la claridad de su discurso a lo largo de los años, lo que además era evidente en Sound Grammar, editado en 2006. En Lisboa también soltó por el auditorio sus frases rápidas e incisivas. Se hizo acompañar como es habitual, por su hijo Denardo a la batería, que no siempre estuvo a la altura de su progenitor. Comenzaba siembre muy bien los temas, con sentido del tempo y swing, pero muchas veces cometió más de una equivocación en mitad de la acción. Es curioso que siempre acabara bien. Ornette se hizo acompañar de tres bajistas, entre los que destacó Al McDowell, que tocó un bajo eléctrico con cuerdas piccollo y sonó en todo momento más como un guitarrista que como un contrabajista. Tony Falanga, compañero de Ornette desde hace muchos años, tocó sobre todo con el arco y al mando de un imponente contrabajo acústico. Estructuralmente estuvo bien a pesar de algunos devaneos clásicos, como citar pasajes de la Consagración de la Primavera de Stravinsky o de alguna suite para violonchelo de Bach, sin que pareciesen demasiado lógicos. Al lado izquierdo del maestro estaba Charnett Moffett al mando de un contrabajo eléctrico, sustituyendo a Greg Cohen respecto al disco Sound Grammar. Moffett tocó fundamentalmente en pizzicatto, pero más allá de tener un walking demoledor, se mostró demasiado poco motivado en la noche de despedida del festival y mostró algunos problemas de afinación. De cualquier modo los espectadores no salieron defraudados del auditorio, pues asistimos a un bellísimo espectáculo de jazz, que dejó en pleno delirio a una audiencia que no regateó los aplausos al veterano saxofonista y que lo hizo regresar para tocar la melodía más esperada por todos: "Lonely Woman", música icónica del gran The Shape of Jazz to Come, grabado en 1959 para Atlantic.

    Como es habitual, no sólo de conciertos vive el festival. En una programación equilibrada también cupieron dos documentales y dos conferencias impartidas por dos grandes figuras.

    La conferencia de Muhal Richard Abrams del 4 de agosto, fue más que un monólogo del conferenciante sobre el arte y la vida una conversación coloquial sobre todo lo que nos rodea. El músico estadounidense tuvo la capacidad de entablar diálogos con sus oyentes, estableciendo relaciones y pudiendo confrontar distintos puntos de vista y maneras de sentir. Terminó por convertirse en una conversación agradable, llena de puntos de interés.

    La conferencia de Ornette Coleman fue todo menos interesante. El músico acababa de llegar a Lisboa y se presentó ante la asistencia visiblemente cansado. Delante de sus oyentes habló durante poco más de media hora sobre el arte y la vida, pero sobre todo de la forma en que encuadra allí su religiosidad y su espiritualidad.

    Al contrario de lo que todos esperábamos Ornette no habló de música, hecho que contribuyó decisivamente a que el grupo de personas que fue a escucharlo saliese poco satisfecho con su alocución.

    También en el capítulo de las películas hubo diferencias de calidad. El documental Ornette, made in America, realizado por Shirley Scott, nos reveló el universo del músico en 1983, cuando regresó de un largo viaje a Marruecos para tocar con los Masters Mujicians of Joujouka. La película muestra imágenes de Marruecos, Fort Worth y Nueva York. Si bien es cierto que las imágenes hablan por sí mismas, los efectos y el diseño final de la realizadora en el montaje final se han quedado a día de hoy como unos amaneramientos absolutamente supérfluos.

    Sin embargo My Name Is Albert Ayler es un documental imprescindible para comprender el arte y la vida de uno de los genios más importantes e incomprendidos del jazz moderno. Dirigido por el sueco Kasper Collin en 2005, esta obra pasa revista a toda la vida de Ayler, desde su infancia en Cleveland, su tierra natal, pasando por el periodo en el que vivió en Estocolmo y donde tocó con músicos locales y estadounidenses que visitaban la ciudad, también por la época en que vivió y tocó en Nueva York hasta el momento en que fue encontrado, sin vida, en el río Hudson.

    Este es un documento de gran belleza y a la vez muy doloroso, pues muestra sin contemplaciones las dificultades que existían en la gran ciudad para seguir un camino de independencia creativa. El drama está acentuado por entrevistas que el director efectuó a su pareja, a su hermano Don Ayler y también a Sunny Murray, batería que entre otros grabó con Albert el seminal Spiritual Unity.

    En resumen, se podría decir que asistimos a una más que buena edición de uno de los festivales de jazz más importantes y plural del continente. Los eventos más o menos acertados no hacen que la importancia de este acontecimiento pueda resentirse. Es una referencia que claramente supera las fronteras del país y un ejemplo de pluralidad que es transversal a todas las corrientes y formas de sentir de esta música que tanto amamos. Lo que me da pie para una última y gratificante nota. Como espectador atento del festival desde hace al menos una docena de años, es gratificante ver que año tras año el público que asiste a los conciertos aumenta paulatinamente. Esto significa que epitafios como “elitismo” o “hermetismo” con que normalmente se tacha al festival no se ajustan a la realidad y que va siendo cada vez más interesante para un mayor número de personas. ¡Enhorabuena a la Fundación Gulbenkian!


    Texto © 2007 João Pedro Viegas