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BENNY GOLSON / ANTONIO SERRANO
XXIV Festival de Jazz de Madrid

  • Fecha: 22 de noviembre de 2007.
  • Lugar: Centro Cultural de la Villa (Madrid).
  • Componentes:
    Antonio Serrano: armónica.
    José Reinoso: piano.
    Horacio Fumero: contrabajo.
    David Xirgu: batería.
     
    Benny Golson:  saxo tenor.
    Lynne Arriale: piano.
    Thomas Heidepriem: contrabajo.
    Keith Copeland: batería.
  • Comentario:
    Antonio Serrano
    Quienes en estos años hayan escuchado a Antonio Serrano marcarse un tango junto a Luis Salinas, José Reinoso o Federico Lechner, deben haber considerado la aparición de su último disco, Armonitango, como un paso natural. Cuando uno se asoma a la música rioplatense, no es extraño acabar atrapado por la fuerza centrípeta de Astor Piazzolla, a quien está dedicado el álbum que el armonicista presentó en el Centro Culrural de la Villa.
      
    El cuarteto abrió con “Milonga del ángel” y ya desde el primer solo de Serrano, quedó claro que el madrileño jugaba de local. El público lo arropó con sus aplausos y lo apoyaría entusiasmado a lo largo de toda la noche.
     
    En manos de Serrano, las páginas del bandoneonista argentino suenan más libres y ligeras que en sus versiones originales, y alcanzan su mayor valor cuando se alejan de lo que podría ser una transcripción del fueye a la armónica para perderse por senderos más personales. La fidelidad a las formas de este autor siempre resulta peligrosa, acaba produciendo un Piazzolla descafeinado.
     
    Entre los temas interpretados –sin tantos acentos flamencos como en el disco– destacaron, además de la milonga mencionada, clásicos piazzolleanos como “Contrabajeando” o “Lo que vendrá”. Mención aparte para la versiones de “Adiós, Nonino”, a dúo con el pianista uruguayo (con quien Serrano también tejió un precioso medley tanguero), y de “Libertango”, en trío, con una gran introducción a cargo de Horacio Fumero.
     
    Los solos de Serrano, versátiles, vivaces y contundentes, no dejaron dudas sobre la extraordinaria técnica del líder. Su primera presentación en el festival de su ciudad fue calurosamente celebrada por un público que lo despidió en pie.
     
    Tras el descanso, el concierto de Benny Golson tardó bastante en ser el concierto de Benny Golson. El líder apareció en escena recién en el cuarto tema, cuando el trío llevaba ya más de media hora sobre las tablas. Estaba claro que las intervenciones del veterano tenor iban a ser cuidadosamente dosificadas.
     
    Lynne Arriale, Thomas Heidepriem y Keith Copeland habían iniciado lo que sería un recorrido plagado de standards con “Dolphin Dance” de Herbie Hancock, “Just In Time” de Jule Styne (con una vertiginosa mano derecha de la pianista) y “I Loves You, Porgy” de Gershwin. El trío, en el que destacaron la velocidad de Arriale y los solos de Heidepriem, consiguió, dentro de un lenguaje bastante conservador, momentos de una punzante vivacidad.
     
    El repertorio de Golson no sorprendió. Allí estuvieron éxitos tan sonados de su carrera como “I Remember Cliford” (uno de los puntos más altos de la noche, con el tenor soleando un lamento atercipelado), “Whisper Not”, “Sweet Georgia Brown” o la coltraneana “Mister P.C.”
     
     Benny Golson Benny Golson

    Una alarmante falta de originalidad en los arreglos fue lastrando el discurrir del concierto con una estructura que se repitió hasta el hartazgo: exposición del tema en cuarteto con protagonismo de Golson, desarrollo a cargo del trío, solos (siempre en orden piano-contrabajobatería) y regreso de Golson para poner el punto final.
     
    Con esta rutina, los solos, ya de por sí excesivos y de escaso vuelo, acabaron siendo tediosos, especialmente los de Copeland, siempre secundados por gestos del líder que simulaba asombrarse con el despliegue del batería.
     
    Las intervenciones del septuagenario saxofonista fueron muy medidas y con el volumen controlado, pero con un innegable buen gusto, mientras que la dirección del grupo (y del sonido) estuvo en todo momento bajo la atenta mirada de Arriale.
     
    Un bop de sabor añejo, rancio por momentos, que dividió a la platea. Mientras unos aplaudían pidiendo un bis, otros tantos abandonaban sus butacas, decepcionados con una propuesta enferma de convencionalismos. Con “Blues March” de propina acabó una actuación demasiado apagada para un nombre de tanto lustre.

    Texto © 2007  Sergio Zeni
    Fotos © 2007 Pablo Neustadt