>> VOLVER A TOMAJAZZ

 
 

 

   

LEM – 14º FESTIVAL INTERNACIONAL DE MÚSICA EXPERIMENTAL
14º Festival de Música Experimental LEM

  • Fecha: 1 a 17 de octubre 2009.
  • Lugar:Varios espacios: auditorio La Fontana-Espai Jove de Gràcia, Espai EArt, auditorio Caixafòrum, Elèctric Bar (Barcelona).
  • Componentes:
    Formaciones vistas: Carme Garrigó (con Afrika Martínez), La Orquesta del Caballo Ganador, Za, Vialka, Freenètics, Impro-nit (Aixònoéspànic + Marek Choloniewski), Faraón, Projecte Kalduk-Tejero, Qa’a.
  • Comentario: A la programación del 14º LEM (a la edición 13ª no pude asistir pues tuvo lugar en algún pliegue temporal acaecido entre 2008 y 2009) no le ha sentado mal la crisis. Es cierto que ha sido la edición más breve de entre las últimas, pero eso les ha venido bien pues han optado inteligentemente por ser el escaparate de una serie de experiencias musicales que han surgido en Barcelona en los últimos tiempos. Qué mejor que enmarcarlas dentro de un mismo certamen para poder valorar no sólo a cada una de ellas sino para poder hacerse con una idea de algunas de las cosas que están ocurriendo en la ciudad. Más o menos pudimos seguir todas las formaciones de aquí, con la excepción de Bèstia Ferida (hablaremos en breve de ellos) y el renovado proyecto Misaluba, esta vez presentado como Quinteto de Madera, y del que tan buenas cosas se oyó decir a los que sí asistieron. También se ha contado, como es habitual, con la presencia de músicos de un país invitado, que en este caso ha sido Polonia. Ha sido una presencia pequeña, tres días, uno de ellos con uno de los músicos como invitado de la Impro-nit. Lamentablemente, tampoco pudimos asistir ni al solo de Krzysztof Knittel ni a la actuación del cuarteto Freight Train. De cualquier manera, ahí va lo visto.



    Carme Garrigó + Àfrika Martínez
    Fotografía © Cecilia Vázquez

    Le tocó abrir el LEM a la percusionista Carme Garrigó, acompañada de la bailarina Afrika Martínez, en una actuación un tanto opaca, grisácea. Garrigó es una percusionista de formación clásica y técnica impecable. Se rodeó de una “jaula” de percusiones compuesta de vibráfono, campanas tubulares, timbales, platos, gongs, etcétera, y tocó los distintos instrumentos con soltura. Y quizá eso fue lo único destacable, su estupendo toque porque en ningún momento supo crear un tejido musical capaz de atrapar. Las evoluciones junto a la bailarina resultaron erráticas. Tardaron en despegar, y cuando las cosas parecían estar más armonizadas entonces la sustancia musical era pobre. O, al menos, pobre respecto de lo que cabría esperar de alguien como Garrigó. Me sonaba un poco a muestreo, y creo que lo experimental no consiste en eso. Al final me preguntaba, ¿para qué tanto instrumental si al final tampoco le ha sacado partido a nada? ¿No la hubiera ayudado centrarse sólo en un par de cosas para poder exprimirlas (musicalmente hablando)? Demasiada alforja para tan poco viaje.


    Orquesta del Caballo Ganador
    Orquesta del Caballo Ganador
    Fotografía © Cecilia Vázquez

    La Orquesta del Caballo Ganador (OCG) supuso una cierta decepción con respecto a las expectativas que tenía, expectativas venían tanto por el planteamiento de la Orquesta, inspirado en las enseñanzas acerca de la improvisación conducida de gente como Butch Morris, John Zorn o el mismo Agustí Fernández, como por la presencia en la OCG de algunos músicos que militan en formaciones interesantes. Esa noche la orquesta contó con miembros de las dos bandas fundadoras, Za y Estrategia lo Capto, además de otros de Tarántula, Nisei, y algún freelance que se añadió: en total eran 10 sobre el escenario (saxo, trompeta y trombón, dos guitarras, bajo y batería, violín, cello y electrónica). El conductor habitual, Fer Junquera no estuvo y quizá ese detalle influyera (tampoco puedo asegurarlo pues era la primera vez que los veía). Se realizaron tres conducciones, la primera y la tercera dirigidas por Papa Dupau, de Za, y la segunda por el DJ Dani Blue. Las tres adolecieron de inconsistencia. Estuvieron demasiado embobadas en la sorpresa, en los elementos más folklóricos del tema este de las conducciones, con exceso de aspavientos y cambios (quizá la de Blue menos). Me pareció un poco patilla, y al final cansaba. Es cierto que la idea de darle un toque gamberril al asunto es buena, y seguro que a veces les sale bien, pero creo que no fue precisamente la otra noche. Estilísticamente la cosa fue una ensalada de rock, punk, ruido y algo de jazz, como era de esperar. En fin, volveremos a intentarlo con ellos en el futuro. Si aciertan, y son capaces, pueden estar muy bien.

    Za
    Za
    Fotografía © Cecilia Vázquez

    En contrapartida, lo de Za dos días después fue la ostia. Ya hace tiempo que se habla de ellos y siempre con buenas palabras. Recientemente dejaron de ser un trío ya que Happy A se ha marchado a vivir fuera de España. Y lo que podría haber sido un hándicap para sus actuaciones recientes, no lo fue para nada. En lugar de cubrir la baja, Papa Dupau y Spazzfrika ehd se han liado la manta a la cabeza (o si prefieren, el turbante) y han decidido seguir solos. Hicieron una actuación brutal, que empezó en el puro paroxismo y acabó en él también. Mientras Papa Dupau saltaba de la percusión a la guitarra o la trompeta, berreando de vez en cuando, Spazzfrika ehd, sentado tras la batería, dio toda una lección de fuerza e ingenio. Su forma de tocar es realmente subyugante. Está totalmente inscrita dentro del rock, pero sabe añadir cosas ajenas e ideas completamente inesperadas con una naturalidad pasmosa. La impresión es que dentro de Za –hoy, la otra noche–, de sus experimentos y combinaciones iconoclastas, la batería tiene además de un papel propulsor un rol autentificador. Es decir, con una batería de rock al uso no serían tan creíbles esos paisajes naïf que pintan con humor espasmódico y trazo grueso, y que pueden llevarte del corazón de África hasta la Asia interior, pasando, claro, por el descarrilamiento de un vagón de metro. Za es uno de los pocos –y buenos– grupos que tenemos por estos lares de ese rock evolutivo del que de vez en cuando hablamos por aquí. Tienen buena actitud, imaginación y vigor.

    Vialka
    Vialka
    Fotografía © Cecilia Vázquez

    Tras Za, y para cerrar la primera semana de LEM, saltaron al escenario el dúo francés Vialka. Es raro que una banda o músico repita en este festival. Ha pasado, pero pocas veces. Es una política de la organización que me parece bien. Vialka han sido de esos pocos señalados (aunque este año, si no me equivoco, también repetía Marek Choloniewski). La actuación que dieron en el LEM de 2007 dejó muy buen sabor de boca y aquí los teníamos de nuevo. La propuesta de Vialka no es nada compleja. La virtud de la misma reside en la sencillez de ir recogiendo ritmos y melodías provenientes de distintos folklores para presentarlos con un formato fuerte y compacto: guitarra, batería y voz tocados con efusividad punk. Tienen algo, un poco, de The Ex, en ese sentido de enriquecer y ampliar los horizontes del punk rock, aunque sin ese fuerte componente de improvisación e investigación acústica de los holandeses. Pero Vialka han sabido trazar su propio camino. A todo ello hay que añadir un componente político fuerte, extravagante y personal. No se va a encontrar en ellos lugares comunes, denuncias tópicas, o ilusorias visiones de alianzas y bondades. Ellos meten la cabeza bajo tierra pero no para esconderse sino para salir con las raíces entre los dientes. Buena segunda actuación de Vialka en el LEM para mostrarnos eso que algunos llaman “turbo-folk”.

    La orquesta del caballo ganador. Fotografía © Cecilia Vázquez
    Freenètics
    Fotografía © Cecilia Vázquez

    La segunda semana fue la mejor, con la agradable sorpresa de Freenètics y la gran actuación de la Banda de Improvisadores de Barcelona (cuya reseña se ha hecho aparte, http://www.tomajazz.com/conciertos/2009/10/bib_lem.html). Freenètics es un trío badalonés fabuloso. Saxo bajo, trombón y violonchelo forman este peculiar proyecto de sonoridad pura y grave. Esencial de verdad. Sospecho que se trata de un proyecto montado un poco ex profeso para el LEM. Un proyecto propuesto por el saxofonista Ferran Besalduch (me consta que tiene otros igualmente interesantes e inusuales para la escena de aquí), y en el que le acompañaron el chelista Joan Antoni Pich (miembro de la formación de contemporánea Barcelona 216 y del Virus String Quartet) y un trombonista que no era el anunciado y del que desconozco el nombre. Actuaron en el patio del Espai EArt, donde comenzó colocándose Pich al fondo del mismo. Ya tocando, desde detrás del público surgieron los sonidos del saxo bajo y el trombón. Pasaron por entre el público hasta flanquear el chelo. Durante la actuación, volverían a pasear entre el público. Y, al final, desaparecieron por el mismo sitio que habían aparecido. Cuento esto porque fue algo más que una puesta en escena ya que uno de los planteamientos del trío es amoldarse a los espacios tanto física como musicalmente. Y ya que nos hallábamos en un patio al aire libre, en una templada tarde de otoño, el conjunto de finas influencias que desplegaron fue desde el folk-jazz suave y penetrante, como el que desde California despachaban Giuffre o Brookmeyer (especialmente el trombonista me lo recordó), hasta corpulento blues-funk de Chicago o San Luis (con Besalduch sosteniendo ahí el palo mayor). Pero hubo otras sonoridades incatalogables. Fragmentos surreales, portamentos disonantes moldeados con finura, o cosas que bebían de la música contemporánea, todo adaptado a ese momento y lugar concreto. Pich estuvo muy versátil, alternando un arco melodioso y un pizzicato limpio, en plan Friedlander. Él, en buena medida, facilitaba esos cambios de registro eliminando cualquier aspereza. Así, Freenètics brindaron una actuación única, e irrepetible, una tarde de octubre en un patio interior del barcelonés barrio de Gracia. No podía haber sido de otra manera. Se me hizo corta.

    Aixònoéspànic + Marek Choloniewski
    Aixònoéspànic + Marek Choloniewski
    Fotografía © Cecilia Vázquez

    La tercera y última semana se inició con la Impro-nit que el trío Aixònoéspànic (+ un invitado) realiza un miércoles al mes en el bar Elèctric. Esta vez le tocó a Marek Choloniewski, uno de los miembros de la exigua delegación polaca que recaló en el LEM. Creo que ha sido una –sino la que más– me ha gustado de las 4 o cinco Impro-nits a las que he asistido (llevan más de un año, o sea que deben ir por la 15ª). Y me parece que una de las claves estuvo en lo bien que se integró Choloniewski, que iba provisto de un laptop, un pequeño teclado y un aparato construido por él que se llama MCOS (Multi Controller Optical System), un sensor visual que convierte los movimientos en sonido. Se le vio contento, participativo, bien adaptado a cualquiera de los pasajes que Nubla, Guitart y Samsó iban creando. Además, me pareció que incluso el trío en sí estuvo mejor ensamblado que en otras ocasiones (ya sabemos que esto de la impro va como va). Samsó, que venía de hacer un buen trabajo el sábado anterior con la BIB, estuvo especialmente bien, atento y poniendo cosas interesantes sobre el tapete. En fin, que las Impro-nits siguen siendo una buena alternativa para algunos miércoles, dependiendo siempre de cómo esté esa noche Aixònoéspànic y de cómo se integre a ellos el o los invitados.

    Faraón
    Faraón
    Fotografía © Cecilia Vázquez

    Ya el último día se presentaron otros tres proyectos recientes. El primero de ellos, Faraón, es un vehículo de José Roselló, batería de los desaparecidos 12twelve, que para la ocasión se hizo acompañar de la guitarra y efectos de Jaume L. Pantaleón, también ex 12twelve. Se trata de un proyecto elaborado a partir de elementos de post-rock, experimentales y ambient. El set comenzó de una forma un tanto brumosa por dos razones: la primera, por la cualidad de los efectos, y la segunda, porque anduvieron un ratillo dando palos al aire. Es decir, no tanto por el sonido como por la indefinición surgida de las pruebas que un tanto desacertadamente iban barajando los músicos (ahí Roselló estaba más ocupado con la electrónica). Las capas de sonidos y efectos se superponían demasiado gratuitamente. Estaban bien logrados pero no bien ensamblados. Hacia mitad del concierto las cosas se fueron enderezando. Roselló, ya en la batería, hizo unas cosas muy interesantes con las escobillas, especialmente sobre los platos, y a partir de ahí, y hasta el final, desarrollaron un tema largo, que lentamente iba creciendo y variando. Mientras Pantaleón proponía unos colchones de efectos y anillos sobre los que punteaba relajadamente, Roselló desbrozó una sucesión de juegos de baquetas que me hicieron pensar en Nick Mason. Toques de goliat, redobles estilizados, de vez en cuando con alguna sincopa inesperada, y un drive firme pero que transmitía una sensación de arrastramiento. De hecho, el sonido de Pantaleón también remitía al de David Gilmour. Así que todo ese largo bloque recordaba, no sé si ellos lo buscaban o no, a los Pink Floyd de principios de los 70, los de “Careful with that axe, Eugene”, “Set the controls for the heart of the sun” o “Echoes”. A tenor de lo visto, este proyecto más que Faraón debería llamarse Pompeya.


    Projecte Kalduk - Tejero
    Fotografía © Cecilia Vázquez

    A continuación, el Projecte Kalduk-Tejero, puesto en marcha por la saxofonista Mireia Tejero y el bajista y compositor Ramón Calduch. Como en todos los proyectos de Tejero, hay un componente escénico y teatral importante, aquí surgido de una especie de repaso al mundo del miedo, tomando referentes cinematográficos, literarios y musicales. Los músicos vestidos de negro y maquillados. Presencia en el escenario de 7 zombis que lo ocuparon buena parte del concierto (por si las moscas había ido provisto de mi hacha). Una bailarina que realizó una estupenda actuación en una versión del tema principal de la película La semilla del diablo. Y proyecciones, a veces como desencuadradas, de films de suspense o terror (recuerdo, por ejemplo, Los chicos del maíz, basada en el relato de Stephen King). Musicalmente, e igualmente en consonancia con los gustos y trayectoria de Tejero, todo sonó muy neoyorquino, muy no wave (arranques y crescendos dramáticos a lo Teenage Jesus; o Contortions, especialmente en un brioso jazz-funk que se marcaron), y un pelín ochentero. No es un marco que a mí me seduzca especialmente, pero no se trata para nada de un proyecto de andar por casa, se ve que se lo curran y que están por mejorarlo. Y, bueno, ya sólo por el tema de Komeda, que supieron cómo apropiárselo, me sentó bien este Projecte.



    Qa'a
    Qa'a
    Fotografía © Cecilia Vázquez

    Con Qa’a tuve otra decepción. Llevan tiempo funcionando, la gente habla bien de ellos, y presentan una buena hoja de servicios: ganaron el Off Lem de 2007, y han pasado por festivales de toda índole, desde el Cap Sembrat de 2007 hasta el Primavera Sound de este año, pasando por el Sónar de 2008. Pero, lo cierto es que su actuación me pareció pomposa, grandilocuente. El material de su reciente primer disco Chi’en, parte del cual puede oírse en su MySpace, resulta mucho más estimulante que lo oído esa noche en el concierto. No sé si no estaban finos, pero para mí la cosa fue exasperante. Tampoco es que sea una banda cuyos planteamientos me resulten atractivos, pero sí comparto el gusto por algunas de sus referencias (Can, Faust, This Heat, Glenn Branca…). Lo que no comparto, insisto en que me refiero al concierto, es su lectura reductora, ese pasarlo todo por el cedazo de algo que no va más allá de un rock –más bien discreto– con ínfulas. Pura apariencia sostenida sobre la gesticulación y una aparatosidad vacía, inerme. En fin, mala despedida para un LEM que me deja muy buenos recuerdos (Za, Vialka, Freenètics, la BIB).


    Texto © 2009 Jack Torrance