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POLO ORTÍ & GARY BURTON QUINTET
XXVI Festival de Jazz de Madrid

  • Fecha: 14 de noviembre de 2009.
  • Lugar: Teatro Fernán Gómez (Madrid).
  • Componentes:
    Polo Ortí: piano
    Gary Burton: vibráfono
    Julian Lage: guitarra eléctrica
    Scott Colley: contrabajo
    Antonio Sánchez: batería

  • Comentario:

    Gary Burton es un músico extraño, sin duda. Amanuense de un instrumento tan poco usual como el vibráfono, comenzó como sideman de Stan Getz, fue uno de los primeros encargados de fusionar jazz y rock, y ha liderado cuartetos y quintetos donde, entre los años 60 y los 90 ha sonado de forma oscura (A Genuine Tong Funeral, 1968), introspectiva (Ring, 1974) o alegre (Cool Nights, 1991). En dichas bandas ha dado cobijo a numerosos talentos, especialmente guitarristas (Larry Coyrell, Mick Goodrick, Pat Metheny, John Scofield, Kurt Rosenwinkel) y además ha sido profesor, decano y vicepresidente ejecutivo de la Berklee School Of Music. Curiosamente Burton apenas compone, nutriéndose de piezas ajenas para sus grabaciones. En 1989, bajo el título de Reunion, publicó un disco extraordinario donde temas de los miembros del grupo (Pat Metheny, Mitchel Forman) convivían con los de un joven estudiante de Berklee, el canario Polo Ortí. Este sábado pasado, catorce años después, Burton y Ortí compartían escenario y liderazgo en el presente Festival de Jazz de Madrid y, cómo no, recordaban esos temas.

    Esos y otros. El concierto comenzó y acabó como el último CD de Burton (Quartet Live, 2009), abriendo con el “Sea Journey” de Chick Corea (con el que también comenzaba su Passengers de 1976) y cerrando con el “Syndrome” de Carla Bley. Entre medias, más composiciones de altura (“Gorgeous”, de Mitchel Forman, “Test Of Time”, blues de Makoto Ozone, el mítico “My Funny Valentine”), a destacar las del pianista (“Tiempos felices”, “Aprisa y corriendo” –rebautizada como “Quick And Running” en Reunion) y el “Early” de Julian Lage. Ortí acaparaba el micrófono, presentando temas y músicos, pero era Burton el que llevaba todo el liderazgo de la banda, dando entradas y asumiendo los primeros solos. El vibrafonista hizo gala de esos altos estándares de trabajo que, en esta ocasión, le han llevado a ensamblar a la perfección una cantidad importante de arreglos para una gira de tan solo tres conciertos (Las Palmas, Madrid y Milán). La banda sonaba especialmente compacta. Scott Colley y Antonio Sánchez forman una de las mejores secciones rítmicas de la actualidad, y así lo demostraron desde la primera nota. Colley era una auténtica roca, firme y preciso. Sánchez es lo mejor que le ha pasado al jazz en los últimos años. Francamente cuesta describir con palabras una actuación tan formidable. Pletórico de técnica, de gusto y de oído, el mexicano estaba siempre pendiente de sus compañeros, llevando los solos en volandas y explorando con curiosidad en sus propias improvisaciones. Toda una garantía.

    En cuanto a los tres solistas, Polo Ortí enfocaba sus solos de forma más armónica que melódica, concibiéndolos como cascadas de notas que llenaban todo el espacio. En eso contrastaba con la visión puramente lírica de Burton y Lage. El primero recorría las láminas de su vibráfono en ambas direcciones, siempre buscando frases coloristas muy bien diseñadas. El segundo ya empieza a dar miedo con sus 21 años. Poco a poco se va desprendiendo de la figura de Pat Metheny, encontrando su lenguaje propio y explotándolo al máximo. Lage jugó con búsquedas conceptuales, centrándose en materiales concretos y abusando muy poco de clichés y frases preconcebidas.

    En manos de otros, la idea del concierto podría resultar demasiado plana y lineal: composiciones de tempos cercanos proyectadas con continuas secuencias de solistas (mínimo tres por tema) y sobre un colchón de sonoridades de jazz fusion acústico. Lo cierto es que el grupo supo dotar a semejante propuesta de interés, acariciando los oídos del respetable y ofreciendo ideas improvisatorias arriesgadas y siempre con final feliz. Nunca se equivocaban, y no era porque no fallaran, sino porque no dudaban.

    El “Little African Flower” de Duke Ellington hizo las veces de bis, y ya. No es que el concierto supiera a poco, pero apetece ver más a menudo a músicos de tamaño calibre por estos lares. Escucharles es todo un lujo.

    Texto © 2009 Arturo Mora Rioja