>> VOLVER A TOMAJAZZ

 
 

 

   

GONZALO RUBALCABA

  • Fecha: 22 de julio de 2010.
  • Lugar: Teatro Colón (A Coruña).
  • Componentes:
    Gonzalo Rubalcaba: piano
  • Comentario:
    En plena era digital –¿o ya estamos en otra?– es un lujo escuchar de vez en cuando un piano en directo, sin amplificación…y, por supuesto, atendido por buenas manos. Es entonces cuando redescubrimos que el mueble susurra, crece y decrece, se emociona y transmite gracias a un lenguaje que es inherente a su propio mecanismo: los macillos percutores, la inmensa caja de resonancia, los pedales que suspenden el sonido o lo secan. Gonzalo Rubalcaba, quien ya ha recibido todos los calificativos elogiosos que se hayan inventado –incluyendo los de un servidor desde esta misma columna– es también un poeta en la suerte de explotar todos esos recursos, especialmente en los pasajes más callados, más íntimos, en los que, al tiempo que dialoga con las posibilidades de un tema o una idea, lo hace con las que le ofrece el instrumento. Después de haber puesto sobre la mesa toda esa estética detallista, se despachó a gusto con una versión magnífica de "First Song" de su compañero Charlie Haden. Su capacidad de transformarse, de enriquecer con digresiones en la tradición de Tatum o, por el contrario, de reducir lo grandioso a la expresión mínima (su mano izquierda por momentos se limitó a dar pequeñísimas puntadas) nos brindó un viaje que fue desde la pulcritud estilística del aria de las "Variaciones Goldberg" hasta un pasaje modal en el que tímidamente la mano derecha tiñó de blues la bella composición, para concluir con un canto casi fúnebre y de aroma chopiniano. Un despliegue similar llegó con "El manisero", aunque esta vez decantándose por juegos con la rítmica, un terreno en el que el cubano brilla especialmente: su forma de frenar en seco, de acentuar silencios y de romper el compás bien valdría un tratado. Algo más clásico y contenido se mostró en la hora del standard. "Here’s That Rainy Day" discurrió por cauces más melódicos y terrenales, pero también bellísimos. Al acabar la velada, con doble propina para todos los públicos, el piano sonreía, estaba exultante y ruborizado. No todos los días recibe caricias tan creativas, versadas y sentidas. Hoy ya estará padeciendo de nostalgia.


    Texto © 2010 Quinito L. Mourelle