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LEM – 15º FESTIVAL INTERNACIONAL DE MÚSICA EXPERIMENTAL

  • Fecha: 14 a 30 de octubre de 2010.
  • Lugar: Varios espacios: La Fontana-Espai Jove de Gràcia, Biblioteca Jaume Fuster, La Caldera, Elèctric Bar, MACBA, iglesia de Santa Maria de Gràcia, Centro Cívico El Coll-La Bruguera; Barcelona.
  • Formaciones: Les aus, The Man with a Hyena, Carles Andreu, Vrak’Trio, Tarannà, LUMMM, Mr. Hubba, Le enfance rouge, Pierre Bastien, Sax.org, Grus, Patrice Soletti, Kristoff K. Roll.

  • Comentario:
    El otoño es la estación por antonomasia del reencuentro. Indefectiblemente marcada desde nuestra  infancia por el retorno escolar y posteriormente (y eso va como va) por la reincorporación a la rutina laboral después del paréntesis estival, la misma naturaleza otoñal nos recuerda con la caída de las hojas el ineludible desplome hacia la normalidad seguida por sus inevitables castañas. El festival LEM, cita no diré que obligatoria pero sí ineludible para muchos de nosotros, se pone en marcha (o activa sus dispositivos, como gusta decir a sus responsables) cada mes de octubre con la puntualidad de los boniatos. Se reproducen en este marco los tics familiares del reencuentro con los compañeros escolares de toda la vida (y aquí me refiero tanto a los que formamos parte del público como a los invitados a subir al escenario, diferencia no siempre muy precisa), que nos explican sus aventuras veraniegas y la aparición de algún que otro nuevo personaje que queda, en brevísimo tiempo, asimilado por la efusividad y trato cercano que destila toda la producción del festival, auténtica y agradabilísima marca de la casa.



    Les aus


    El LEM 2010 comenzó con dos energéticas entregas, las propuestas por el dúo Les aus y el trío The Man with a Hyena. Les Aus llevan ya unos cuantos años funcionando, y funcionando del mismo modo, lo que por una vez no es necesariamente malo. Durante todo este tiempo han elaborado un lenguaje simple a partir de diversos estilos rockeros, atravesados siempre por el eje vertebrador de la improvisación. Punk, hardcore, pizcas de noise y krautrock, etc. etc.; todo ello removido, no agitado. Me explico. No se percibe en ellos una vocación de combinar o mezclar esos u otros elementos porque "mole" o haya de hacerse, sino que más bien se trata de cosas que llevan en el equipaje ambos músicos y que aparecen o se cuelan en los desarrollos con naturalidad. El hecho de improvisar favorece esta impresión, pues no en cada uno de sus conciertos se detectan todas sus influencias. Es verdad, como de hecho ocurre con ellos, que con un planteamiento como este se puede caer en el riesgo de la irregularidad, pero creo que es un riesgo que merece asumirse cuando el premio, que con frecuencia también se da en ellos, es el de la grata sorpresa. A mí, en particular, siempre me resultan refrescantes, independientemente de si tienen un día mejor o peor. Los ritmos del batería Arnau Sala tienen a veces un componente de math-rock que, no obstante, él sabe transmitir sin la aridez que caracteriza este subgénero; mientras que, por su parte, el guitarrista Dalmau Boada puede crear imaginativos y funcionales pretextos con limitados recursos.




    The Man with a Hyena


    El segundo concierto de ese primer día fue el de los arrolladores The Man with a Hyena, un trío de free jazz que había debutado el abril pasado en el ciclo “Músiques disperses”. El saxofonista Tom Chant, el contrabajista Javier García y el baterista Dani Domínguez coinciden, además de en este trío, en la Banda de Improvisadores de Barcelona y en el octeto IED8. Se conocen, pues, bastante bien, lo que les permite minimizar las diferencias estilísticas y musicales que hay entre ellos en pos de crear una zona común de libre desarrollo. De hecho, decir que hacen free jazz no es del todo exacto, pues si bien es a lo que más suena su música en una primera impresión, a medida en que se piensa en ella se va descubriendo un territorio franco y bastardo de mucha mayor enjundia. Respecto a ese primer concierto mencionado, que fue devastador (algo más de una hora seguida sin dejar de tocar), en esta segunda aparición pudimos tomar nota de varias cosas. Por ejemplo, del veloz interplay que existe entre el contrabajo y la batería, en algunos momentos vertiginoso. O, también, del amor por los saxofonistas clásicos del free jazz que siempre saca a relucir el inglés Chant en este proyecto, más que en otros en los que participa. Lamentablemente, no es este un país para música como la que ellos practican, que seguramente sí encontraría la continuidad deseable en cualquier otro de por aquí cerca.





    Carles Andreu (con Joan Saura, Miquel Àngel Marín e Ignacio Lois)


    Mi primer encuentro con el LEM de este año fue el recital-concierto de Carles Andreu, que tuvo lugar en el auditorio de la Biblioteca Jaume Fuster. El heterodoxo poeta-rapsoda cantó el poema La Tabacaria de Fernando Pessoa acompañado por otros no menos heterodoxos músicos: Joan Saura al sampler, Ignacio Lois a la guitarra acústica y Miquel Àngel Marín al clarinete. Los tres, viejos conocidos del LEM, se habían unido a Andreu para estrenar este espectáculo en el festival Bouesia que se celebra en las tierras del Delta de l’Ebre cada verano. Digo esto porque el sello de este festival, una mezcla explosiva del calor mas salvaje, mosquitos de palmo y medio y la natural idiosincrasia de un territorio fronterizo entre el agua y la tierra firme, entre Cataluña y Valencia, impregna cada una de sus producciones hasta la médula. Una alegría desacomplejada y silvestre flota durante esos días por los escenarios del festival (y aquí conviene decirlo, castigado injustamente por la tacañería de las instituciones, incapaces de apoyar propuestas culturales que descentralizan el territorio). Y ese espíritu fue el que precisamente se pudo respirar en su actuación, auténtico soplo de aire fresco en la plomiza y estirada ciudad de Barcelona. A medio camino del cabaret postmoderno y de la orquesta de pueblo, con sus dejes de jota a la que Marín es tan aficionado, un imaginativo y siempre sonriente Saura, el buen hacer de Lois y la rapsodia de Andreu, cercana a veces a los cantos de un bardo y a veces a los de un pregonero de ayuntamiento, el poema de Pessoa se encontró, creo que felizmente, navegando por el filo de la ausencia de estilo. O de la pluralidad de voces y formas que de ello se deriva. Y es que Càntic divers de la llengua catalana enamorada del poema ‘Estanc’ de Fernando Pessoa poeta plural portugués, fue precisamente un ejercicio de heterogeneidades sin veleidades y un ejemplo de que lo cercanamente humano es siempre bello (o al menos bonito).





    Vrak'Trio

    Tarannà


    El día 21 de octubre se pudieron ver en el escenario de La Fontana, dos propuestas provinentes del lenguaje del jazz: Vrak’Trio, formación catalano-francesa, y el septeto barcelonés Tarannà. Había escuchado a los primeros hace cosa de un año en la programación de Arco y Flecha, y a Oriol Roca, su más que solvente baterista, en unos cuantos proyectos paralelos, entre los que cabe destacar el dueto que forma con el sardo Paolo Angeli. Y si bien de esa primera vez no recuerdo nada positivamente destacable, su concierto para el LEM fue de lo mejor del festival. La combinación excéntrica de los tres instrumentistas –Roca a la batería, Etienne Lecomte a la flauta y Laurent Guitton a la tuba- y sus usos perversos de los instrumentos (una batería dada más al acento melódico que a su papel más rítmico; una flauta veloz y arrastrada que apenas se dedica a la melodía; una tuba que más allá de marcar los bajos se escapa en deliciosas fugas de instrumento solista), dieron al concierto un tono cambiante y trepidante. Pasando de ritmos contundentes y casi bailables, a fragmentos dislocados donde el trío parece haber encontrado un espacio y un idioma excéntrico, un tanto frío y espeluznante, en el que navega la mar de cómodo. Justo al contrario de Tarannà. El septeto dominado por una potente sección de vientos (dos saxos, trompeta y trombón), respira por los cuatro costados un gusto por la melodía ‘caliente’ –digamos-, que a veces coquetea con lo tradicional y muchas veces con lo rockero en su vertiente setentero-progresiva. Se les ha querido encontrar cierta conexión con el sonido layetano y es cierto que pueden establecerse algunos paralelismos: cierta idea compartida sobre lo que es el jazz fusión, aunque practican un sonido mas contundente, con derivas a la improvisación y menos sabroso, y su preocupación por lo tradicional es en todo caso secundaria (no así su proyecto paralelo Tarannà Cobla). Sin embargo Tarannà, al igual que la protoprimigenia Orquestra Mirasol –la que grabó Crónica d’un temps con Ovidi Montllor- nació con la intención de trabajar con una voz solista i abordar temas de índole social y demás problemáticas realistas. Pintades d’amor i de guerra, su segundo disco se orientó en este sentido y contaba con una voz femenina y las letras del líder del grupo, Sisu Coromina. No obstante la formación que pudimos ver en el LEM fue puramente instrumental, y salvo algunos momentos de brillante salto al vacío, su show se hizo largo, excesivo  y opaco.





    LUMMM

    Mr. Hubba


    El viernes 22 estuvo dedicado a la improvisación electrónica suave y apacible. El dúo LUMMM (Carola Ortiz a la voz y el clarinete y Guillermo Rizzotto a la guitarra. Los dos envueltos en un permanente delay) actúo en La Caldera en un ambiente más que propicio. Su diálogo demostró una evidente sintonía entre los dos. Sin embargo, la cálida sonoridad a la que llegaron a los diez minutos pareció encallarse ahí para quedarse dando vueltas insistentemente en lo mismo. No digo que practicasen la repetición como sistema, sino que se hicieron fuertes en la nebulosa de los ecos y cojines atmosféricos para desembocar en ninguna parte. Más tarde, en el Elèctric Bar, reaparecía Mr. Hubba (Guillermo Martorell), una de las mitades de Mr. Hubba y el Mono Inventor, grupo especialísimo que dejó de funcionar como tal hace un par de años. Martorell se lanzó a la improvisación con un sintetizador y una guitarra escondida tras un muro de pedales. Fueron dos las derivas instrumentales que llenaron los cuarenta y cinco minutos del concierto. Improvisaciones monocordes que sumieron al respetable en una modorra no del todo desagradable, aunque se echó de menos el colorismo que Miguel Yuste (el Mono Inventor) aportaba con sus sintetizadores. Lo de Martorell fue mas bien un entrenamiento en vivo que le servirá, según explicó, para afrontar su regreso como Mr. Hubba a la composición de nuevos temas. Ese día nos instaló en una árida carretera donde flotaba una muy leve pero persistente melodía pop.




    L'enfance rouge

    Pierre Bastien


    El país invitado de este LEM fue Francia. Tres propuestas se presentaron en el auditorio del MACBA. Una velada dedicada al poeta Gil J. Wolman y al movimiento letrista (a la que no pude asistir), y los conciertos de dos veteranos de la escena alternativa: el grupo L’Enfance Rouge de François Cambuzat y Pierre Bastien y su orquestina mecánica. L’Enfance Rouge sonaron trasnochados, a pesar de que se esforzaron en rellenar de decibelios el pequeño auditorio del museo. El trío rockero (Chiara Locardi al bajo, Jacopo Andreini como baterista y Cambuzat a la guitarra) se ha apropiado de una especie de discurso que tiene algo de paramilitar (todos ellos con su uniforme de riguroso negro, sus carteles en las que una mujer mira altiva y amenazante –en plan anuncio de un equipo de fútbol- empuñando un AK-47), en todo caso se propone como guerrilla (ellos usan esa terminología tan militar para situarse a la “vanguardia” del rock) sonora, desatascadora de oídos y conciencias, o algo así. En todo caso, el resultado fue un tanto decepcionante, a pesar de que Andreini (sin duda el más cañero de los tres) le daba a la batería que daba gusto y Cambuzat, con su pinta de Elvis malvado, diera saltos, brincos y otras posturitas por doquier. Musicalmente, L’Enfance Rouge repite la fórmula que los hizo célebres allá en los noventa (ese punk rock duro y liberado en ritmos y melodías que pusieron sobre la mesa grupos de Alternative Tentacles y Dischord), aunque sin garra. Al menos esa noche. Poco ruido y pocas nueces. En cambio Pierre Bastien consiguió situarse mas allá de la literatura y referencias que ha generado (que si Raymond Roussel, la patafísica, sus colaboraciones con Pascal Comelade y Robert Wyatt...). Su máquina (un autómata-orquesta) cobra autonomía mas allá de la anécdota, y la relación entre ambos, salpicada por el descontrol y el error, se construye a base de unos ritmos tambaleantes vestidos con una al parecer errática, pero deliciosa melodía de pocket trumpet. Bastien no es un virtuoso de la trompeta, pero desde luego no le hace falta serlo para prestidigitar con esas frases juguetonas sacadas de boleros, calipsos y demás canción melódica, a las que les saca la punta hasta extremos insospechables.




    Sax.org




    Sax.org, el inefable dúo formado por Ferran Besalduch, al sopranino y saxo bajo, y Wenceslao Guarro, al órgano de tubos, nos sobrecogió en una localización poco habitual para un concierto de música de vanguardia, como fue la iglesia de Santa Maria de Gràcia. Tras una introducción en la que el organista Wenceslao Guarro ensambló varias piezas de música sacra y cosas propias, apareció al cabo de unos 8 minutos y desde la otra punta de la iglesia, la llamada penetrante del sopranino, cambiando repentinamente el centro de atención del público en un efecto sin duda muy bien logrado, horadando el espacio que tan pacientemente había ido creando el órgano. Esto es uno de los rasgos característicos del trabajo de Besalduch, el examen e integración de los diversos espacios en los que actúa como una variable más del discurso musical. A partir de este momento referido, el órgano tubular y el más pequeño y agudo de los saxos se estuvieron interpelando mutuamente, como más tarde ocurriría con el saxo bajo, y tras una introducción en solitario de éste al inicio de la segunda de las dos largas improvisaciones que hicieron. Musicalmente, Sax.org nos abocó a un lugar misterioso, en el que las sonoridades místicas del órgano –y de su historia– se encontraban con las sonoridades inquietantes de la música contemporánea, provocando una especie de extrañamiento embriagador. Cerraron su actuación con un breve bis, que presentaron invitando a la audiencia a que fueran abandonando la iglesia durante la interpretación de esa última pieza. Un gran concierto, de esos que ofrece cosas que uno no suele ir a buscar.




    Grus




    Y he dejado para el final el concierto de Grus, que en formato de cuarteto actúo en el Centre Cívic del Coll. Había visto a los Grus originales (Ferran Fages y Lali Barrière) en el ciclo “Músiques disperses” que organiza Usted es un Colectivo, en la que fue su segunda aparición pública. Por aquel entonces Fages a la guitarra y Barrière al curiosísimo guitaret y multitud de pequeños instrumentos, navegaban por una especie de música ruidista con trasfondo pop que no acababa de despegar. Sin abandonar esta fórmula, y acompañados por Olga Ábalos al saxo y la flauta y Ebú a la guitarra atmosférica y el lapstick guitar, esta vez la cosa bien valió subir hasta los confines de Gracia con el Carmel. El guitaret ha adoptado el papel de un bajo de baja densidad, pero que dibuja firmemente unos ritmos repetitivos a lo progresivo, mientras la guitarra de Fages se dedica a rellenar los espacios a base de contratiempos y síncopas –y algún que otro machetazo subido de tono-. Por su parte un Ebú irreconocible –conocida es por estos lares su tendencia al guitarrismo AOR- lo envolvía todo con una densa y suave nube guitarrística. Ábalos jugó con las ruedas repetitivas y marcadamente rítmicas de su saxofón, y estuvo mas suelta con la flauta. Todo sonaba a un post-rock de mentirijillas, casero, delicioso y lento, lentísimo...

    Grus (pero recibidos a través de las ondas herzianas). El concierto de Grus tuvo lugar en el marco de la Ocupación –simbólica– de Radio Gràcia, cuya sede está en el mismo Centre Cívic de El Coll-La Bruguera. Esta conjunción favoreció que se retransmitiera en directo, una práctica agradable y que desde hace unos años distintos colectivos de la ciudad están recuperando (caso de los 25HOMBRES con sus des-conciertos). La música de Grus me llegó pues a través del fluido aéreo y así la pude asociar con texturas blandas, tiernas. Sonidos epifánicos. Ralentizados pero recompuestos de alguna forma, como siempre en Fages. Casi sin hilvanar melodía alguna. Armónicos desperdigados. Tejidos rítmicos en malla que evolucionan. Notas sostenidas suavemente mediante glissandos. Una serie de recursos para dar una sensación de calma aparente. A veces invistiéndose de la cualidad del rock, con temas concretados o al menos partes de ellos. Y una pieza para armónicas, cuatro esta vez, que me recordó una imagen del film de José Luis Guerín Innisfree: una armónica dejada sobre una silla, a la intemperie, en un cottage en ruinas, y la brisa tocándola.


    Patrice Soletti



    El último día, dedicado también a propuestas experimentales provenientes de Francia, en este caso del colectivo Sonorités de Montpellier, se saldó con desigual balance. Por un lado, el guitarrista Patrice Soletti no logró generar interés en ningún momento, por más que lo intentó con ahínco durante las tres piezas que interpretó. Tres piezas que basó en tres técnicas extendidas distintas: la desafinación, la percusión sobre el cordal a manera de tabla y el arco, las tres envueltas y apoyadas en el feedback más o menos controlado. Es cierto que hizo las cosas con tesón y que se esforzó por tratar de establecer algún tipo de nexo, algo que favoreciera su seguimiento o que fomentará el interés; pero también lo es que fracasó estrepitosamente, que en ningún momento se formó esa tensión, esa vía de comunicación. Curiosamente, de las tres piezas aún me quedaría con la primera, la de las desafinaciones mediante imán, es decir, la más aleatoria, en la que paradójicamente menos podía hacer el músico por controlar la situación: de ahí surgieron algunos sonidos que, aunque momentáneamente, sí reclamaban la atención.

    Kristoff K. Roll




    Para acabar, lo de Kristoff K. Roll fue otra cosa. Este dúo, continuador en cierto sentido de las brillantes enseñanzas de Luc Ferrari, que es toda una escuela, mostró esa convicción que tenía el compositor galo en la capacidad del sonido como una fuente inacabable de sentidos y relaciones, de estados de ánimo y de arrebatos. Su idea de combinar sonidos sintéticos o generados con grabaciones recogidas por ahí, de improvisar tomando como base indistintamente campos afines como son la electrónica o la música concreta. Existe en ellos, como en Ferrari, y lo mostraron bien el otro día, una noción geográfica, topográfica. Una gran abstracción que nunca pierde del todo unas referencias concretas, como en los mapas. Es la secuenciación, el tránsito que se va dando entre sus distintas marcas, y la resultante final en dónde se haya el esplendor y la imagen completa de su práctica sonora.

    Y así concluía el LEM 2010, un poco en la línea del anterior, una línea marcada por la crisis y, quizá desprendiéndose de ello, por la idea de hacer de escaparate de una serie de propuestas experimentales y de interés que poco a poco se vuelven a dar en la escena local. En este sentido, se ha puesto aún más de relieve la forma de correa que tiene la difusión de la música experimental en Barcelona, con un evento como el LEM que alimenta o se alimenta de otros pequeños ciclos o programaciones estables (Músiques disperses, Cabaret Hofmann, etc.), y así constantemente, preservando en la medida de lo posible un ecosistema tan precario.
    Texto © 2010 E. Pacheco / Jack Torrance
    Fotos © 2010 Cecilia Vázquez