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TINGVALL TRIO
Ciudad Lineal Jazz '10

  • Fecha: 13 de noviembre de 2010.
  • Lugar: Centro Cultural San Juan Bautista (Madrid).
  • Componentes:

    Martin Tingvall: piano.
    Omar Rodríguez Calvo: contrabajo.
    Stefan Dahm: batería.

  • Comentario:


    El jazz es grande. Pocas corrientes artísticas son capaces de convertir problemas en oportunidades de una forma tan clara. En contra de lo que rezaba el programa de mano (del que hablaremos posteriormente) y del anuncio por megafonía, el batería Jürgen Spiegel no pudo actuar en esta cita madrileña del Tingvall Trio, segunda en este año y en la historia del grupo. Spiegel no puedo viajar debido al inminente nacimiento de un hijo, dejando coja, a priori, a una formación tan cohesionada como esta, donde el conocimiento de los arreglos y de los compañeros de viaje es esencial. Su sustituto: Stefan Dahm, también alemán, más orientado al swing y habitual de big bands (buen lector de partituras, se deduce).

    El concierto arrancó igual que el primer CD del trío, con la melodía de “Sjörup”. El arreglo funcionaba, el trío caminaba de otra forma pero con soltura; Martin Tingvall y Omar Rodríguez Calvo sonreían e intercambiaban miradas de complicidad, el primero se dirigía a Stefan Dahm con indicaciones tan evidentes como naturales, y el batería desplegaba su arsenal de recursos, entre los que destacaba su capacidad de escucha y reacción. No sólo encajó a la perfección, además supo tirar del grupo cuando hizo falta. En apenas unos minutos todos habíamos olvidado la ausencia de Spiegel y estábamos, sencillamente, disfrutando del show.

    El repertorio, en esta ocasión, fluyó de forma más deslabazada que en el concierto del pasado mes de abril, con mayor presencia de temas de Skagerrak, la primera grabación de la banda. Los tres músicos exploraron sin fin en los finales de algunos temas (“Norrland Guld”), donde transitaron por diversos caminos estilísticos antes de dar la pieza por acabada. “Mustasch” animó al público, “Nimis” (la composición más antigua del repertorio) le relajó. Martin Tingvall movía sus dedos con soltura, desparpajo y control, cuidando cada nota y canalizando su discurso en expresivos trémolos y arpegios. Omar Rodríguez Calvo encandiló desde sus primeras notas, mostrándose no sólo como un evidente virtuoso del contrabajo, sino como bastión rítmico y solista imaginativo. Stefan Dahm se movía como pez en el agua, apoyándose en sus platillos y aportando su visión personal a las composiciones del pianista.

    Es aquí donde debemos mencionar una anécdota desagradable que, para colmo, se repetía. En la actuación que esta misma agrupación ofreció en el Museo de Arte Reina Sofía hace apenas unos meses, una señora se quejó de las presentaciones de Martin Tingvall, solicitando que fuera su contrabajista, cubano de nacimiento, quien se encargara de hablar “en español”. En esta ocasión otra señora (¿o fue, quizá, la misma?) interrumpió a Tingvall gritando “¡en español y clarito, que no te entendemos nada!”. Sorpresa, nuevamente, para el líder del grupo, apuro para Rodríguez Calvo, no habituado a presentar, y pésima imagen para esta nación, la de incultura, siesta y toros, la de país de pandereta, de la que no somos capaces de desprendernos. Por fortuna, más adelante, cuando el pianista aleccionaba al bajista sobre cómo presentar el siguiente tema, otro espectador pronunció un conciso “In English!”, afortunadamente secundado por otra parte del público, el que sí parece estar dispuesto a que la situación evolucione.

    Choques culturales aparte, el trío abordó dos de los temas estrella de Vattensaga, su último trabajo discográfico: “Hajskraj”, con el contrabajo simulando a un tiburón, y “Valsang”, donde imita a una ballena. Martin Tingvall, provisto nuevamente del uso de la palabra, anunció el final del concierto en clave de película de terror, de la mano de “Trolldans” y “Monster”. “I hope everybody understands” (“espero que todo el mundo me entienda”), decía el pobre. Tras el obligado bis, los tres componentes de la banda estuvieron un buen rato firmando discos.

    Por desgracia las sensaciones negativas no acaban con la anécdota de la señora. Es aquí donde debemos referirnos al programa de mano del concierto, un tríptico a todo color cuyos textos eran burdas traducciones literales, aparentemente realizadas por un software traductor de los que se puede encontrar fácilmente por Internet. ¿No se lo creen? Hagan click en estas imágenes, por favor:


    Texto y fotos © 2010 Arturo Mora Rioja