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KURT ELLING / DEAD CAPO
30º Festival de Jazz San Juan Evangelista. “El Jazz de hoy, el sonido de la belleza y la libertad”

  • Fecha: 12 de noviembre de 2011.
  • Lugar: Colegio Mayor San Juan Evangelista (Madrid).
  • Componentes:

    Kurt Elling

    Kurt Elling: voz y pandereta
    Mads Baerentzen: piano
    John McLean: guitarra eléctrica
    Clark Sommers: contrabajo
    Ulysses Owens: batería

    Dead Capo
    Marcos Monge: saxo tenor
    Javier Adán: guitarra eléctrica
    Javier Díez-Ena: contrabajo
    Santiago Rapallo: batería

  • Comentario:


    Llenazo absoluto en el San Juan Evangelista. El Johnny demuestra una vez más que la calidad no está reñida con el éxito. Como en las mejores noches de John Scofield o Dave Holland, el auditorio presentó una entrada excepcional. Tanto el patio de butacas como el anfiteatro se poblaron de una afición mezcla de juventud y veteranía, de militancia jazzística y eclecticismo.

    La velada combinaba dos propuestas diametralmente opuestas: del glamour, elegancia y perfección de Kurt Elling –cantante, poeta y artista como pocos– a la energía roquera desbocada de los Dead Capo, banda local de larga trayectoria. Como ya ocurrió en alguna otra ocasión, el telonero fue teloneado. Bajo atronadores aplausos, la banda de Elling arrancó con un swing decidido (el “Steppin’ Out” de Joe Jackson), dispuesta a ofrecer un concierto memorable. Lo consiguieron con creces. El cantante de Chicago ha venido a nuestro país con cierta asiduidad en los últimos años. Siempre ha situado el listón bien alto, pero anoche superó todas las predicciones. Sin la compañía de su pianista y director musical Laurence Hobgood (sustituido por el eficiente danés Mads Baerentzen), Elling dirigió al grupo con precisión y resolución, marcando tempos, entradas, solos y finales. De forma insultante, a menudo usó técnicas que en otras ocasiones reserva con cuidado (agudos extremos, largos solos en scat o rápidas escalas que cubren grandes tesituras). No necesitó calentar, ya en ese primer “Steppin’ Out” nos regaló una improvisación de altura.

    Por encima de lo que se podía esperar, Elling utilizó recursos muy originales. En varios temas él fue el encargado de crear backgrounds para los solos de batería, sin otra referencia armónica sobre el escenario –difícil, muy difícil labor para un cantante–. En su versión de “Stolen Moments” el solo en scat contó únicamente con la presencia del contrabajo como acompañante. Más tarde se enzarzó en un divertidísimo diálogo con la batería, donde hizo gala de una sana teatralidad, frotando el micrófono contra la solapa de su traje, utilizando un papel arrugado como elemento de percusión e incluso marcándose una especie de baile flamenco. Ulysses Owens le respondió con imaginación y jocosidad. Tanto el batería como el contrabajista Clark Sommers ofrecieron calidad, disciplina y creatividad. En general el grupo, hasta entonces un trío, rayó a gran altura, con los arreglos muy bien estudiados y muy bien ensayados.

    En “L’estate (In Summer)” apareció sobre las tablas el guitarrista John McLean (también de la escena de Chicago) para abordar uno de los mejores solos del concierto. Pausado, melódico y muy técnico, lo construyó de abajo arriba, eligiendo cada nota con cuidado y culminando en un clímax que devino en catarsis entre las butacas. Pero el momento más emocionante llegó, cómo no, con “The Waking” (del CD Nightmoves). El bello poema de Theodore Rothke cantado por Kurt Elling con el mero acompañamiento del contrabajo y algo de percusión se llevó la mayor ovación de la noche.

    Hacia el final de la velada el cantante hizo suyo el contorno melódico de “Skylark”, standard interpretado hasta la saciedad, y que incluyó un buen solo, trabajado con tesón, de Clark Sommers. El final apoteósico vino de la mano de Stevie Wonder y su “Golden Lady”, versión incluida en el último disco de Elling, The Gate. El grupo, tan elegante en su vestir como en su tocar, se vio obligado a galardonar al público con un bis, “I Wish I Knew”. Kurt tuvo que salir a saludar una vez más. Genio y figura.

    Ante tal panorama, y tras quince minutos de descanso, los Dead Capo se enfrentaron a una difícil situación, como comentó el contrabajista Javier Díez-Ena al inicio de su concierto. Elling había dejado un formidable sabor de boca, y la sonoridad del grupo local era muy distinta a la de los estadounidenses. Aún así los madrileños se emplearon a fondo y desplegaron todo su arsenal de “rock surfero” instrumental. Los Capo dan la mano a cualquier género musical marchoso y divertido. Guiños al stomp, al manouche, al Dixieland o a la música klezmer se envolvían de una sonoridad cercana a la de las bandas sonoras de las películas italianas de los años setenta. No era solo la construcción de los temas la que determinaba esas sonoridades, sino también el timbre de los instrumentos, muy marcado en el sonido histriónico del tenor de Marcos Monge y en la sucísima distorsión de la guitarra de Javier Adán. Tras doce años de historia el grupo tenía mucho que decir. Originales como “Cicatrizando el aire”, “Polvoriento”, “Sunny Garcia” o la balada “Sirope” compartieron set list con versiones adaptadas del “Well, You Needn’t” de Thelonious Monk, el tema central de la película Blade Runner o el de Atraco a las tres.

    Como quiera que el contraste fue muy grande, que se iba haciendo tarde y que las estridencias de los Dead Capo no fueron muy bien recibidas por parte de algunos aficionados, el auditorio se fue vaciando poco a poco, entre tema y tema, con respeto pero con decisión. Quizás el grupo estuviera fuera de lugar, quizás fuera el público, quizás la culpa recayera sobre el bueno de Kurt Elling, que acabó fulminantemente con nuestras reservas perceptivas y emocionales. Lo cierto es que Dead Capo tienen fans, y gracias a su apoyo incondicional llegaron a interpretar un bis. Kurt mediante, también era su noche.

    Texto y fotos © 2011 Arturo Mora Rioja