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MASATOCHI KAMAGUCHI

  • Fecha: 13 de abril de 2012.
  • Lugar: Jazzman (Barcelona).
  • Componentes:
    Masatochi Kamaguchi: contrabajo
  • Comentario:
    Cuando algo comienza con una versión de “Ida Lupino”, un tema de Carla Bley que hizo suyo su ex Paul, uno ya sabe que se encuentra en el umbral de algo muy especial. Una versión, la que realizó Masa Kamaguchi, inquisitiva, que poco a poco iba desmigando ese grupo de notas dolorosamente enamoradas. (De hecho, el propio Bley ya inspeccionó, hurgó y puso en sospecha ese tema en una versión incluida en su influyente disco de piano solo Open, to love). Y si subrayo lo de haber iniciado la velada con ese tema de Paul Bley es porque el mero hecho de hacerlo ya presupone una cierta actitud. Es algo así como una declaración de intenciones que, si bien no necesariamente implica tener que seguir la línea musical del canadiense (elusiva y lírica), por lo que respectó a Kamaguchi la otra noche, sí lo hizo.

    El concierto, dividido en dos partes, tuvo una dinámica elíptica. El contrabajista japonés hizo de su concierto en solitario una especie de conversación consigo mismo, en la que más que una corriente continua había un diálogo entre los sonidos que creaban sus dedos y las pausas, no largas pero muy frecuentes, que había entre las secuencias de notas. El bajista se detenía, escuchaba algo que sólo él podía oír, y volvía. En fases cortas, otras más largas, y algunas que parecían completadas. En esos “huecos”, la actividad creadora no se detenía, y teníamos una ligera noticia de ella gracias a los murmullos que Kamaguchi no dejaba de emitir.

    Además, así como en muchos solos normalmente las cosas suelen terminar escorándose hacia algún estilo o género concreto, en el caso de japonés se deslizaron hacia un terreno muy personal y, para mí, bastante desconocido (un terreno, presumo, labrado tal vez con elementos orientales y hasta con alguna inflexión flamenca).

    Más tarde, esa misma noche, pensé que no había sido como cabría esperar de un concierto de contrabajo solo. No hubo arco, por ejemplo. Sólo pizzicatos y rasgueos. Más melódico de lo que se podía esperar, también. Fue como si Kamaguchi hubiera pensado en términos pianísticos. O como si un pianista hubiera hecho un concierto con un contrabajo (un pianista de una determinada estirpe, naturalmente).



    Texto © 2011 Jack Torrance