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MARQUET I MARC EGEA: "PLANTAR CARA A LA VIDA" + RASHMI BHATT & MARC EGEA
Ciclo “Trimestres de poesia - 2012”

  • Fecha: 19 de mayo de 2012.
  • Lugar: Heliogàbal (Barcelona).
  • Componentes:
    MARQUET I MARC EGEA: "PLANTAR CARA A LA VIDA"
    Marquet: voz, recitado
    Marc Egea: zanfona, loops, voz de acompañamiento
    +
    RASHMI BHATT & MARC EGEA
    Rashmi Bhatt: tabla, voz, pequeña percusión
    Marc Egea: zanfona, loops
  • Comentario:

    Dentro del ciclo “Trimestres de poesia” que organiza Usted es un Colectivo en la sala Heliogàbal de Barcelona, tuvo lugar una singular velada en dos partes muy distintas entre sí pero a la vez perfectamente complementarias. El nexo de unión entre ambas era el zanfonista Marc Egea. La primera de las partes es la que en origen estaba programada para ese día, y era el dúo que el actor y cantante valenciano Marquet tiene junto a Egea tomando como punto de partida la poesía primeriza del también valenciano Vicent Andrés Estellés (1924-1993). La segunda parte fue un ofrecimiento de última hora propuesto por Egea aprovechando la presencia en la capital catalana del tablista hindú Rashmi Bhatt.

    Como puede verse, el espectáculo poético-musical que proponían Marquet y Marc Egea se encuadraba perfectamente dentro del ciclo. Titulado con un actual y pertinente verso, “Plantar cara a la vida”, que es como concluía el poema de Estellés “El vi” (el vino), que tan bien musicó Xavier Batllés para Ovidi Montllor en el segundo LP de éste ( Crònica d'un temps , 1973); Marquet fue desgranando los poemas crudos, descarados, descarnados, con un punto de humor negro, y a veces amargos del poeta de Burjasot mientras Egea construía unos fondos sobrios y efectivos, echando mano de la música tradicional pero también del blues . La poesía de juventud del autor de la “Carta a casa”, que podríamos calificar de “migratoria” (en un sentido amplio, de inmigrante y de querer exorcizar la banal existencia), se nos presenta como si de un puñetazo se tratara con una actualidad brutal, excesiva, rabiosa. Escuchados ahora, sus versos no resultan extraños. Nos hablan de la vida cotidiana utilizando una lupa de asfixiante aumento, de inquietante claridad. Frente al statu quo actual, estos versos producen el vértigo de ver cuan difícil es moverse, crecer, mejorar. Los elementos cotidianos, desde la comida al sexo, pasando por el amor y la vida en primera persona, son tratados sin vergüenza alguna, extrayendo los detalles más domésticos y rutinarios (en eso consiste esa cualidad “pornográfica” que a veces se le ha adjudicado).

    Marquet recitó, declamó y hasta cantó los poemas de Estellés tratando de darles actualidad, convirtiendo algunos momentos en algo muy parecido a una sesión de slam poetry , aunque como ya he dicho tal vez no hacía ni falta, la vigencia de las palabras de Estellés es evidente. De hecho, algunos de sus poemas podríamos calificarlos hasta de punk sin temor a caer en la exageración. Egea, por su parte, proporcionó a las palabras un telón de fondo sensible y discreto, construido sobre pequeños loops de apoyo sobre los que dibujaba sus líneas melódicas. El blues que hizo nos permitió comprobar lo bien que en general casa este género con la poesía de Estellés (algo que Batllés ya había mostrado hace 40 años en el aludido tema “El vi”). Pero fue en el tema más largo que hicieron, “De vegades, després de certes coses, s'ha de tornar a casa” (a veces, después de ciertas cosas, se ha de volver a casa) en el que ambos artistas lograron mayor elocuencia, con Marquet recitando paso a paso el largo poema en medio de crescendos y diminuendos musicales, mientras Egea cantaba el verso principal separando estrofa y estrofa.

    Hay que agradecerles este espectáculo a Marquet y Marc Egea, pues nos pone frente a una voz necesaria e insobornable. ¡Cuánto se echa en falta hoy a hombres como Estellés! Como él decía, “si uno no tiene ni casa ni cama, cómo le piden que tenga patria.” Así estaban y siguen estando las cosas.

    Tras una necesaria pausa, que permitió al respetable rendir homenaje a aquel vino que tanto gustaba a Estellés, se volvía a instalar en el escenario Marc Egea, esta vez acompañado por Rashmi Bhatt. Fue un concierto breve pero muy sugestivo. Bhatt es un tablista hindú afincado en Roma con el que Marc ha tocado ya en varias ocasiones por Europa, aunque nunca lo había hecho en Barcelona. De hecho, Egea siempre ha pensado en hacer un trío con él y completarlo con algún soplador (podrían ser o bien el saxofonista Hayden Chisholm o bien el tenorista Jordi Molina), lo cual es una idea que visto lo de la otra noche podría resultar magnífica.

    Antes de todo, me gustaría hacer un comentario breve sobre la tabla. Primero, porque no es un instrumento que podamos ver y oír con frecuencia, y segundo, porque es sencillamente una maravilla. La membranas del dayan y el bayan (los dos tambores de que se compone la tabla) lo son “todo”. Tienen vida, responden a los dedos del tablista como respondería la piel del amante acariciado. ¡Nada que ver con la rigidez de los parches occidentales! Además, Bhatt empleó una peculiar técnica vocal –que explicó brevemente al público– que consistía en jugar rítmicamente con una serie de silabas cada una de las cuales se relacionaba con distintos ritmos de los dedos, aumentando las sensaciones de polirritmia y riqueza tímbrica.

    Musicalmente, la sesión se movió dentro de lo esperado: un gran círculo modal que se fue trenzando con paciencia. Egea disparaba mínimas bases en forma de anillo, para que el tablista y él mismo ya de solista pudieran desarrollar sus intervenciones con comodidad. Hicieron un tema de Egea, el festivo “Festuques i estipes”, perteneciente a su cd Karagöz & Hacivat (2006), sobre el que Bhatt se acomodó muy bien; y en general supieron encontrar una gran zona en común en la que confluían no tanto tradiciones –que también– como maneras de hacer –las de ambos músicos–, siendo quizá Egea el que aportó más territorios, mientras que Bhatt se amoldaba perfectamente. El concierto concluyó con una versión de “Et la roue de la vie” de Valentin Clastrier, que como se encargó de señalar Marc es el padre de la zanfona moderna, el que reinventó la vieja viola de rueda para situarla en el siglo XX y más allá.

    Un concierto doble compuesto de dos partes muy distintas pero que al final encajaron de maravilla. A más ver.

    Texto © 2012 Jack Torrance