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Sonando al mañana


Edición Original Vynil Masters en CD de Kind Of Blue. Año 2004.

Acordes misteriosos palpitan sosegados cuando la aguja encarrila el surco inicial de la superficie del vinilo, invitándome a bucear en un universo sonoro de tonalidades de ultramar y atmósferas suspendidas. El leitmotiv modal, acariciado por yemas de terciopelo sobre las robustas cuerdas del contrabajo, me escolta cuando embarco hacia mi Ítaca soñada.

Para cuando la trompeta empieza su primer solo, cabalgando un magistral acento de platillo que parece vibrar en un espectro de frecuencias nunca estimulado, la magia ya se ha vertido en mis oídos. La sensación de hipnotismo cristaliza, en un crescendo con forma de espiral, al ver la comunión que alcanzan los congregados, combinación lineal de los mejores factores de aquel tiempo y de esta música.

Lidera el Príncipe que revolucionó cinco o seis veces el jazz del siglo pasado. Aquel que sopló la trompeta siempre igual, mimetizándose con lo que creaba a su alrededor, novedoso en cada aproximación. Fiel muestra de que sólo pueden tocar poco los que saben tocar mucho y eligen no hacerlo. Labios articulando sin tensión las notas más tensas de la armonía.

El quinteto presiente como la impronta de un nuevo genio eclosiona la crisálida que, con pasos gigantes, alumbrará al hombre del amor supremo. El calado del tenor, de profundas y tirantes capas sonoras, da paso a un rebosante y directo alto que traza un discurso de redondo sonido aderezado con guiños de lógica aplastante.

El piano es acariciado por uno de esos individuos que parece ir de puntillas, procurando perturbar el mundo lo menos posible, y que utiliza su lirismo sereno en un ejercicio de honda prospección hacia la más pura esencia de la música. Para aquel hombre blanco la sonoridad es la clave, desprovista de artificios y brillos, rondando los semitonos, delicada en los ataques.

Dos nuevas manos relevan la palidez de las anteriores para, en un estilo más percusivo y extrovertido, ilustrar a un caradura entrañable.

El giro del plástico prosigue y los músicos fluyen como corrientes de energía configurando el caos inicial mediante sinergias de espontaneidad pura. Se trataba de un conjunto de personalidades demasiado fuertes, en plena autoafirmación de estilos y concepciones. Pero obró el milagro. Se registró el manifiesto.

La aguja afronta el surco más interno y la música se va esfumando lentamente hasta el completo silencio. Mi identidad de oyente se sorprende al descubrir, que, ilusoriamente, en su tendencia asintótica al infinito, la obra maestra parece haber concluido.

Da igual la escucha, cada vez es la primera. Es indiferente el corte, cada nota cuenta. Descubrir lo que contiene representa para las almas receptivas un móvil perpetuo de primera especie, un legado que, luego de un impulso inicial, sin necesidad de energía externa adicional, permanecerá vigente por eones.

Tras medio siglo esta grabación sigue sonando al mañana.

Kind of Blue.

 

   
   
© 2009 Pablo Swingkid, Tomajazz