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George Avakian: Miles y yo

 
   

« Mi encuentro con Miles fue bastante inhabitual –fue él quien me lo recordó, lo había olvidado. Debió ser en 1947 –no estábamos seguros. En aquella época yo daba clases por la tarde, de historia del jazz, en la universidad de Nueva York. A menudo invitaba gente para que diera conferencias. Aquella tarde, Sterling Brown –un poeta negro de Washington que daba clases en la Howard University– vino a hablar de la poesía del blues. Al terminar la conferencia decidimos ir a escuchar jazz a la calle 52.

Dizzy Gillespie tocaba en el Three Deuces. Nos sentamos a una mesa. Había una fotógrafa que recorría esa calle y fotografiaba a la gente. Cuando alguien le pedía una foto un chaval que trabajaba con ella se iba a toda prisa al laboratorio para revelarla en una hora. Cuando nos vio a Sterling y a mí nos tomó por turistas y nos propuso hacernos una foto. Acepté. Unos minutos antes Dizzy me había presentado a un joven que también había venido a escucharle: ¡Era Miles, que se había sentado a nuestra mesa y que salió en la foto! Ya le conocía de nombre. Era un tipo de apariencia tranquila pero no tenía ganas de grabar con él: circulaban demasiados rumores sobre sus problemas con las drogas.

Pasó el tiempo y empezó a llamarme regularmente, con insistencia: quería grabar conmigo

- ¡No, termine diciéndole, tienes un contrato en vigor!

-Vence pronto.

Desconfiado, me puse en contacto con su mánager y con su abogado: descubrí que acababa de firmar con Prestige.

- Miles, le dije, ¿qué me has contado?, ¡Te quedan tres años de contrato!

- Venga George, ¿qué es un contrato? ¡Estoy seguro de que lo puedes arreglar!

Miles era optimista, pero era imposible arreglarlo. Un año más tarde fui al Festival de Jazz de Newport con mi hermano, Aram. Miles tocó un set muy breve, sólo dos temas, pero el segundo era una versión de "Round Midnight" absolutamente mag-ní-fi-ca. Mi hermano se volvió hacia mí y me dijo que tenía que grabar a Miles como fuera.

Me puse a trabajar en el contrato con su mánager y su abogado. Finalmente Prestige aceptó que firmásemos un contrato y que Miles entrase en el estudio y grabase para mí con la condición de que las grabaciones no se publicasen hasta finalizar el contrato con Prestige. Era lo mínimo que podían exigir y yo no quería perjudicar a nadie.

Antes de firmar el contrato Miles y yo hablamos de las drogas. Le confesé mis temores al respecto.

- Estoy limpio, totalmente limpio, me dijo.

- Te creo Miles, pero tiene que durar, quiero hacer algo serio.

- Voy a seguir limpio.

Y cumplió.

Acabamos por firmar. Le dije que no sabía cuánto le podría pagar ya que era la primera vez que firmaba un contrato en el que no podía publicar los discos hasta transcurridos 18 meses...

- No es grave. Pero necesito 4.000 dólares.

Era una historia con una mujer, entre otras cosas. Nos pusimos de acuerdo.


Miles Davis y George Avakian en el estudio.

La primera grabación de Miles Davis que pude publicar en el sello Columbia fue "Sweet Sue", un tema grabado para What is Jazz, el programa de televisión de Leonard Bernstein. Miles lo tocaba al estilo "cool", mientras que otros lo hacían al estilo latin jazz, swing, etc.

Empezamos a pensar en lo que podríamos hacer después. Así tomo forma ‘Round About Midnight, que quería hacer debido a mis recuerdos de Newport. Creo que olvidé hablar de ese momento mágico en el texto del disco: en aquella época, me dije que todo el mundo ya lo sabía. No tenía en cuenta a las generaciones futuras... Era la época en que el grupo de Miles se había estabilizado con John Coltrane, Paul Chambers, Red Garland y Philly Joe Jones.

El responsable de promoción de Columbia se había apasionado por Miles. Decidimos repetir lo que habíamos hecho con Dave Brubeck un año antes: una especie de programa especial destinado a seducir a la gente de Time, Newsweek, Life, etc. La operación fue muy eficaz para que Miles fuera conocido fuera del mundo del jazz.

Pero quedaba un problema: ¿cómo íbamos a lograr desmarcar los discos que íbamos a publicar de los ya existentes en Prestige? Había que alejarse del quinteto que ya habíamos utilizado en 'Round About Midnight… Así que pensé que teníamos que basarnos en lo que se hizo en Birth of the Cool con Capitol, pero ampliando el noneto. Se lo comenté a Miles y le pregunté a quién quería como arreglista. Nos pusimos de acuerdo en el nombre de Gil Evans y propuse que nos viésemos los tres para almorzar y hablar del proyecto.

Nos citamos en el Lindy’s, un restaurante muy frecuentado por gente del espectáculo. En la mesa de al lado, un grupo de actores de Broadway que no tenían ni idea de quien era Miles, no paraban de reír. Miles se lo tomó bien. Era un tío tranquilo, nada que ver con la imagen de arrogante que más tarde tuvo la gente de él. Ahí se decidió la instrumentación y Gil eligió una fórmula con 19 instrumentos. Tuvo la idea de encadenar los temas – yo ya lo había echo para una serie de discos de piano, la "Piano party series" con Erroll Garner, entre otros.

Una vez el disco grabado me puse a pensar en el título. Quería definir a Miles como un músico adelantado a los demás... De repente me dije: "He’s miles ahead!" (¡Está varias millas por delante!). Así es como se encontró un título al disco (Miles Ahead).

A Miles no le gustaba el diseño de la portada original. Se trataba de un velero con una chica sentada en la proa del barco sobre un fondo de cielo muy azul.

-Sí, está bien, me dijo, pero ¿por qué no una chica negra? Se lo hubieras podido pedir a Frances.

Frances era su novia en aquel momento, una chica preciosa.

-Escucha Miles, vamos a centramos en la idea de un barco que adelanta a todos...

-George, hay que cambiar la portada.

-Lo podemos hacer, pero me estás pidiendo que pare la producción cuando estamos vendiendo entre 20.000 y 30.000 ejemplares por semana y ya tenemos impresas unas 200.000 portadas...

-¿De verdad? Entonces, si hacemos una nueva portada ¿echamos por tierra los envíos de discos a las tiendas?

- Sí

- Entonces, déjalo.

© Christian Gauffre- Jazz Magazine

   
   

Publicado en "Jazz Magazine" y traducido por Juan Carlos Hernández y Diego Sánchez Cascado