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..: CARLOS LARA CID: LAS IDENTIDADES DEL JAZZ EN EUROPA (AVUI JAZZ 2005)

   
 



   

 

Hace cuatro años, una de las escasas revistas españolas especializadas en jazz, publicó un especial dedicado a los mejores músicos y discos editados en la década transcurrida desde 1990 a 2000. De los 10 mejores músicos de jazz contemporáneos seleccionados, tan sólo uno era europeo y el resto, lógicamente, norteamericanos. Representando a la vieja Europa, expresión apadrinada desde el otro lado del Atlántico y retomada por el imperio de la guerra y sus secuaces, estaba el gran trompetista italiano Paolo Fresu.

No pretenden ser estas palabras ningún reproche hacia la indudable calidad de quienes por su contrastada calidad constituyen lo más granado del jazz en la actualidad, léanse los nombres de músicos ilustres como Kenny Barron, Uri Caine, Steve Coleman, Dave Douglas, Brad Mehldau, Myra Melford, Bill Stewart, John Zorn, Joe Lovano y muchos otros que sería inútil citar, porque nos llevaría varias páginas hacerlo. Cada uno con su instrumento, por sí sólo, merece un lugar destacado en el Olimpo. Al hilo de esta reflexión, tampoco quiero caer en la vieja polémica aquella, cuando se llegó a hablar de un cierto “imperialismo” del jazz americano, que apenas dejaba resquicios para las aportaciones propias. Ya se sabe que el jazz americano siempre ha sido sota, caballo y rey. De vez en cuando está bien desenterrar el hacha de guerra, amistosamente hablando para defender lo nuestro, aunque si se trata de música creativa como el jazz, bienvenidos sean estos artistas, su influencia y su presencia cada vez más asidua en Europa y sus festivales, porque nos hacen disfrutar de su creatividad.

No pretendo, por tanto, que este artículo se convierta en una aportación opositora al jazz norteamericano desde una defensa a ultranza del jazz europeo, ni mucho menos. Sencillamente se trata, reconociendo la valía de aquellos músicos citados anteriormente y que afortunadamente podemos ver en los festivales que se celebran en nuestro país, de realizar un largo recorrido a través de un tren que se detiene en muchas estaciones, que se extienden de norte a sur y de este a oeste de Europa. Porque el jazz en Europa existe y como se viene demostrando a lo largo de varias décadas, es un jazz de primera categoría. Afortunadamente, ahora mismo, diferente al que se hace en Estados Unidos y que, por razones de indudable calidad, merece ser rescatado de los umbrales del olvido y pasar a un primer plano para los amantes de la música con mayúsculas.

Desde estas páginas intentaré resaltar, reconozco que con mi más subjetivo punto de vista y ante todo polémico, ya que en la confrontación de opiniones está la verdad, una serie de pistas que guíen al aficionado, desde el más avezado hasta el que está comenzando a paladear esta música, cuáles son los entresijos del jazz europeo, qué músicos y qué estilos son más representativos en la actualidad en el panorama jazzístico de este continente. El recorrido no puede ser exhaustivo, pero con unas cuantas pinceladas puede bastar.

Francia irradia su fascinación

Nuestra primera parada tiene que ser lógicamente Francia, centro neurálgico y piedra angular del jazz europeo. Con decir que es el único país del continente que cuenta con una Academia del Jazz está dicho todo. Pero antes hagamos un poco de historia. Durante muchos años, en el primer tercio del siglo pasado, hubo un músico que destacó sobre todos los demás, el guitarrista Django Reinhardt, quien con su quinteto del Hot Club de Francia, en el que le acompañaba el violinista Stèphane Grapelli, otra referencia fundamental para el jazz europeo, fue considerado como el mejor guitarrista de jazz del mundo. A pesar de que los ecos del ragtime se oían en muchos rincones europeos, el eurojazz apenas era tomado en serio en Estados Unidos. Hasta que llegó la década de los cincuenta, el estilo americano se impuso de una manera clara en los músicos que se decantaron por el jazz.

Llega el “eurojazz”

El saxofonista barítono sueco Lars Gullin, a quien se comparó nada menos que con Gerry Mulligan es una figura clave a partir de los cincuenta en el nacimiento del nuevo jazz europeo. Una de las particularidades de Gullin fue que, sin apartarse de la ortodoxia del jazz, consiguió ahondar en las raíces de la música folclórica sueca. Y es que una de las principales características que dio origen al nuevo jazz europeo fue que los músicos debieron recurrir a innovaciones significativas basadas en cada una de sus culturas de origen, aportando su propia visión que influyera en el propio vocabulario del jazz, para convertir su estilo en una propuesta personal e individual. Es en este elemento innovador donde se encuentra el punto de inflexión que dará lugar a lo que puede entenderse hoy en día como jazz hecho en Europa. Un lenguaje y un vocabulario musical heredado, pero con claras aportaciones culturales propias del país desde el que se elabora. Si el jazz se creó en su momento gracias a un cóctel que contenía música europea y elementos africanos, que dieron origen a lo que en su momento se conocía como jazz en Nueva Orleáns, a partir de la década de los cincuenta, a Europa no le queda más remedio que dar un golpe de mano y dejar su huella en una música que se extendía como la pólvora por todos los rincones del continente, gracias a la presencia sobre todo en Francia y en los países escandinavos de grandes maestros del jazz norteamericano huídos de su país en busca de mayor comprensión en Europa. Sydney Bechet, Miles Davis, Lou Bennet, Dexter Gordon, Kenny Clarke, Lucky Thompson, Johnny Griffin, Chet Baker, son algunos ejemplos de jazzmen atraídos por el público europeo, entre el cual pasaron grandes temporadas.

Hasta los años 70, los grandes músicos americanos siguieron dominando sin competencia el panorama del jazz en Europa. Apenas aparecían voces libres que marcaran el sello y la impronta europea. Aunque Francia contaba con grandísimos músicos de jazz como Pierre Michelot, Martial Solal, René Urtreger, Henry Renaud o Barney Wilen, su papel se centraba en acompañar a las grandes figuras del jazz americano que recalaban en Europa.

Y por fin, la liberación

Los primeros músicos que lograron liberarse de la dominación estilística norteamericana adoptaron el jazz-rock, el free-jazz y la libre improvisación como banderas reivindicativas de su propia manera de entender la música. El Inglaterra el primero que asumió la necesidad de quitarse el lastre norteamericano fue el guitarrista John McLaughlin. Uno de los pocos músicos franceses que no sucumbió a la ola free fue el pianista Martial Solal, acompañante durante muchos años del batería suizo Daniel Humair. Otro destacado músico, el saxofonista Michel Portal, al igual que otros colegas como Aldo Romano, Francois Jeanneu, Claude Barthélémy, Jean-Francois Jenny-Clark, Michel Benita, Louis Sclavis y Henri Texier, pasaron por diferentes etapas y actualmente continúan en activo compartiendo la escena jazzística francesa con músicos de nueva hornada como Bireli Lagrène, Franck Avitabile, Jacky Terrasson, Jean-Philippe Viret, Julien Lourau, Emanuele Cisi, los hermanos Belmondo, el franco-suizo Eric Trufazz, Sylvain Luc, Jean-Michel Pilc o el bosnio Bojan Z, afincado en Francia. Todos ellos constituyen referencias obligadas para conocer el rumbo del jazz francés actual. Además hay que añadir tres merecidos recuerdos especiales: uno para ese extraterrestre del piano que fue Michel Petrucciani, - ¡Cómo se le echa de menos...! - que elevó su estilo a los más altos niveles, consiguiendo estar a la altura de nombres honorables como Bill Evans o Keith Jarrett; otro caluroso homenaje para un personaje como Richard Galliano, quien con su acordeón ha sabido pintar, con su paleta multicolor, los mejores y más emocionantes sonidos y un tercer eslabón como es el violinista, Didier Lockwood, que con sus tributos a Stèphane Grapelli y sus viajes alrededor del silencio nos hace llorar de emoción.

El jazz que vino del frío

Sin lugar a dudas, el principal espaldarazo para el jazz europeo vino de la mano del productor alemán Manfred Eicher, quien a comienzos de los 70 fundó el sello ECM. Su leit motiv, “el sonido más bello después del silencio”, se convirtió en seña de identidad y todavía continúa, aunque en menor medida, de muchos músicos que cultivaban un cierto vanguardismo conectado en muchas ocasiones con la música clásica y los últimos coletazos del free-jazz. Su nómina de intérpretes es innumerable dentro del catálogo de músicos europeos, destacando por encima de todos ellos el saxofonista noruego Jan Garbarek, quien en múltiples ocasiones ha negado que la música que hacía para ECM fuera jazz. Reminiscencias de grandes espacios, sonidos de bosques, el lamento de las nubes, músicas evocadoras de otros mundos posibles, son las que nos brindan músicos de la talla de Kenny Wheeler, John Surman, Evan Parker, Tomasz Stanko, Carla Bley, Miroslav Vitous, Dave Holland, Eberhard Weber, Misha Alperin, Bobo Stenson o Terje Rypdal.

La música que nos evoca estos músicos proviene del frío ambiente que se respira en el norte de Europa. Sonidos para disfrutar en una sala, como si de un concierto de música clásica se tratara, pero que da buena cuenta de los derroteros que sigue el jazz europeo ya entrada la década de los 80.

Si ECM, supuso un soporte fundamental para muchos músicos europeos, en los últimos años han surgido varios sellos donde se concentran muchos quilates de calidad musical en su catálogo. Varias discográficas alemanas, ACT dirigida por Siegfried Loch, ENJA, a cuyo frente se encuentra Mathias Winckelmann y descubridor del trombonista alemán Nils Wogram, o Winter & Winter de Stefan Winter tienen en su nómina grandes músicos de jazz europeos. A ellas hay que añadir el sello suizo Hatology, con la Viena Art Orchestra como piedra angular y el también alemán sello Between the Lines, que capitanea el músico Franz Koglmann, que tiene en el saxofonista Gebhard Ullmann a una de sus mejores propuestas.

Es unánime la opinión de que el jazz nórdico está pisando fuerte en los últimos años. El fenómeno musical surgido del frío viene de las manos del pianista sueco Esbjörn Svensson, quien con su trío estable ha conseguido una vuelta de tuerca original y propia, otorgándonos gozosas veladas tanto en sus actuaciones como en su ya dilatada discografía. Se trata sin duda de otra realidad musical que no debe perderse ningún aficionado al jazz. Pero no es esta la única sensación del jazz sueco, porque merece también un lugar destacado el grupo Atomic, una formación que dará mucho que hablar en los próximos años.

Más música para el cuerpo: De norte a sur

Nuestro repaso por el jazz europeo se traslada al otro lado del Canal de la Mancha, en el este, en Inglaterra, donde los músicos agrupados en torno al sello Provocateur suponen las referencias más interesantes del momento. A destacar sobre todo la trombonista Annie Whitehead, el saxofonista Andy Sheppard o el director de orquesta Colin Towns como apuestas más arriesgadas.

Pero donde el jazz ha calado con mucha fuerza en los últimos años ha sido en Italia, país en el que el trompetista sardo Paolo Fresu, junto a otros músicos de la talla del saxofonista Gianluigi Trovesi, el acordeonista Antonello Salis, el pianista Enrico Pieranunzi, el batería Roberto Gatto o el saxofonista Pietro Tonolo, han sabido continuar con la herencia marcada por los grandes clásicos del jazz transalpino como el trompetista Enrico Rava, el saxofonista Massimo Urbani o el contrabajista Giovanni Tomasso, quien tiene en Ricardo del Fra y Furio di Castri, dos aventajados discípulos.

Desde Portugal nos llegan los cálidos sonidos de la cantante Maria Joao acompañada por el piano de Mario Laginha y el contrabajo de Carlos Bica. En Austria, la citada Viena Art Orchestra, que acaba de cumplir sus primeros 25 años de existencia o el guitarrista Wolfgang Muthspiel, trascienden las barreras de las músicas posibles y nos trasladan a otros mundos sonoros. Y en un país con menor tradición jazzística como Grecia, el pianista Vassilis Tsabropoulos, acompañado por el bajista nórdico Arild Andersen, nos transportan a los paisajes imaginarios del reino de Achirana.

Amigo, este ha sido un condensado viaje alrededor de la media noche del jazz, ya que el espacio no da para más. Un viaje iniciático al que te invito encarecidamente que no renuncies si verdaderamente gustas de buscar la belleza en este mundo en el que no queda más escapatoria que la música y la palabra. Evidentemente, como se suele decir en estos casos, no están todos los que son, pero sí son todos los que están. Músicos todos ellos de extrema calidad, sensibilidad creativa elevada al máximo nivel, donde no falta la experimentación, el riesgo y la apuesta por lo novedoso. Atrévete a descubrirlos. En palabras de Miles Davis, “el jazz, si no evoluciona está condenado a morir”; el jazz europeo ha sabido encontrar su propio camino, evolucionar hasta terrenos resbaladizos, pero de los que sabe salir airoso, dejándonos con el placer en la boca como la sensación que se vive después de haber podido saborear un buen vino añejo que sabe a gloria. Larga vida al jazz europeo.

© Carlos Lara Cid, 2004.