www.tomajazz.com | perfiles

 
 
   

..:: GUILLERMO BAZZOLA (última parte)

 
   


D.S.: Para terminar, me gustaría que me comentases un poco el hecho de que eres músico pero también realizas una labor como periodista, saber primero cómo la contemplas pero sobre todo cómo puedes compaginarla a la hora de enjuiciar el trabajo de compañeros tuyos con los que luego puedes llegar a colaborar. O te pones en su lugar y dices no le voy a echar por tierra un trabajo porque sé lo que cuesta realizar un disco...

G.B.:
Yo a veces he leído cosas tales como “tal disco de Brad Mehldau es una porquería”. Quien eso dice no tiene ni idea. Puede parecerle horrible pero no se puede decir que es una porquería. Que a mí me parezca horrible un disco de quien fuera no me autoriza a decir que es horrible. Porque no es manera de hablar del trabajo de otro, me parece que es indecoroso.

Segundo, no me gusta comentar música que no me gusta, que no me parezca digna de ser comentada. Hay gente que me dice “¡Eh! Te gusta todo”. Pero es que por lo general trato de comentar música, no tanto que me guste, sino que me parezca que merece ser escuchada. Creo también que la persona que acepta el trabajo de reseñador de discos tiene que tener la responsabilidad de saber que lo que importa es el disco hecho por fulano o mengano y no lo que yo digo. Si a mí me gusta o no me gusta, a usted qué le importa. En todo caso, algo dejaré traslucir, pero no es importante. Si a mí me dan a comentar un disco de Hemingway, yo estoy hablando del disco de Hemingway, no de que a mí me gusta o no me gusta. Entonces, si yo tengo que decir algo positivo o negativo tengo que fundamentarlo. Si no, es una irresponsabilidad de mi parte, es robarle el dinero a la gente. Y hacer un daño innecesario a un músico que se ha tomado el trabajo de componer una cantidad de música, lidiar con un productor, armar un grupo, grabar y todo eso. Es mucho más trabajo hacer eso que escribir diez líneas sobre un disco.

Por una cuestión de asepsia trato de no comentar discos de gente con la cual yo tenga una relación personal cercana. No me veo comentando un disco de Ernesto Jodos o de Enrique Norris, salvo que yo quiera verdaderamente recomendar a alguno de ellos, cosa que no tengo ningún problema en hacer. Si es algo que hace un amigo músico, no voy a dejar, aprovechando la posibilidad de que otra gente me lea o me escucha, de recomendar algo. Es un gesto que va más allá de lo musical.

A veces se puede llegar a producir una situación incómoda cuando hay cosas que a uno no le gustan, son los riesgos de hacer eso. La cuestión ética es esa. Yo no soy el abogado de ningún músico, ni el defensor, pero alguna música me gusta recomendarla. Si oigo a un músico que no es conocido y es interesante voy a decir por qué me parece interesante y a recomendar su escucha. Ese músico puede ser amigo mío o no. Puede llegar a haber una situación un poco embarazosa; yo no conozco personalmente a Hemingway o a Jackie McLean, pero somos colegas, somos músicos y entiendo lo que ellos como músicos sienten. A ninguno le puede gustar que venga un don nadie a decirle que lo que hacen es una porquería. Aparte que eso me descalifica a mí, no le descalifica a él.

Es un bonito trabajo porque a mí me permitió aprender muchas cosas. Me obligó a prestarle atención a una música que tenía dejada de lado, me obliga a descubrir nuevos músicos y músicas que yo, por las propias, no había conocido, en algún caso por falta de interés o por falta de medios, tampoco tengo el dinero para comprarme todos los discos del mundo.

D.S.: ¿Y esta labor te ha permitido tomar cierto distanciamiento como para poder analizarte mejor a ti mismo, a tu música?

G.B.:
Claro, sí porque uno escucha la música y además lee las entrevistas, entonces uno se va metiendo cada vez más en la dinámica y aprende muchas cosas. El otro día hablábamos de John Lewis a quien yo, hasta hace unos años, lo tenía como el pianista del Modern Jazz Quartet, que había participado en el bebop. Pero la historia del tipo es realmente muy interesante: él, con Gunther Schuller, dirigía unas escuelas de verano en Lennox y ahí apareció un personaje llamado Ornette Coleman, y les gustó lo que hacía. Así que lo becaron para que estuviera y Ornette Coleman preparó sus trabajos y después, como Lewis era el asesor musical de los hermanos Ertegun en Atlantic Records, lo recomendó. Y entonces como que el viejito este tan recatado y elegante, que tocaba a Bach con bajo y batería, terminó siendo el propulsor de un salvaje como Ornette Coleman. Esas cosas a uno como músico realmente le educan, porque lo hacen pensar en los caminos insondables. Esto excede a la música, lo que más se aprende a medida que se saben cosas es cuánto uno no sabe, para lo único que sirve saber cosas es para saber cada vez menos cosas.

A mí siempre me gustó escuchar música, ¿qué voy a hacer? La mayoría de los músicos amigos y colegas míos por quienes he sentido afinidad musical a lo largo de los años son gente que realmente escucha y conoce mucha música, que no necesariamente se compra tantos discos, pero que es gente muy fina escuchadora. Son músicos con quienes nos recomendamos discos. Es un mito eso del músico que no escucha música. Bueno, sí, hay psicoanalistas que nunca se han analizado, esas aberraciones existen, pero no puede ser músico alguien que no tenga sensibilidad para la música. Es una perogrullada. Y la sensibilidad para la música no quiere decir conocerme de memoria los nombres de los integrantes de un disco, eso es enciclopedismo que no me parece malo en sí, yo de hecho tengo bastante memoria, pero no puedo objetar el hecho de que alguien no la tenga. 

Lo que me parece es que cuando uno quiere hacer música, en realidad está manifestando un deseo de expresar algo, uno quiere expresar las cosas de una determinada manera. Y al conocer distinta música uno va encontrando respuestas o ideas, claves de cómo hacer ciertas cosas, que no necesariamente tienen que ver con la imitación. Si yo, por ejemplo, quiero tocar jazz en la guitarra y descubro que el señor Jim Hall y el señor Wes Montgomery tocan maravillosamente bien -y de hecho lo hacen-, y considero que la guitarra se toca pura y exclusivamente como ellos lo hacen, al final me convertiré en un mero imitador. Quizás, a veces puedan existir ciertos músicos con los cuales uno tenga demasiada afinidad y, esto es como el tema del alcoholismo, un alcohólico con no beber puede llevar más o menos una vida normal [risas]. A mí me encanta Jim Hall y me encantaría homenajearlo pero tampoco me pondría a imitar sus solos. Puedo aprenderme algo y hacerle un regalito, yo le he dedicado un tema a Jim Hall que nunca lo grabé, pero si voy a hacer mi disco de tributo a Jim Hall o a Wes Montgomery copiándole el sonido, la guitarra, los efectos... Para eso, que la gente ahorre tiempo y se compre directamente tantos discos de Jim Hall o Wes Montgomery que hay por ahí.

Creo que a veces es delicado el tema de dedicarse a escuchar mucha música porque a uno le gusta y estudia a ciertos compositores y ciertos improvisadores. Y efectivamente, si no se está atento, uno puede decir ahora voy a escribir al estilo de tal o cual. Pero hay recursos de toda esta gente que se pueden usar perfectamente. La otra vez leía la entrevista a Tim Berne en la que decía que Julius Hemphill tenía un grupo en el cual le gustaba tocar los arreglos de Gerry Mulligan. Y no por nada Hemphill luego armó el World Saxophone Quartet o su sexteto de saxos, porque él también tenía un sonido orquestal pero lo pasó por su tamiz. Y los primeros discos de Tim Berne son bastante a la Julius Hemphill, y ninguno de ellos estaba imitando a ningún otro.

D.S.: Y Berne hizo un disco de homenaje a Hemphill, y es un disco totalmente de Berne.

G.B.: Es un disco en el cual no está imitando en absoluto a Hemphill. Uno va viendo también que todos estos músicos que a uno le gustan, los músicos creativos que a uno le gustan, son músicos muy estudiosos que conocen realmente bien la música de cierta gente al menos y que han visto millones de conciertos y que tienen muchos discos. No me puedo creer que Tim Berne sea un tipo que no tiene una gran discoteca -o John Zorn, que tiene millones de discos- y que escucha muy atentamente muchas cosas. Que a mí me interesen ciertos aspectos de la música búlgara no quiere decir que yo me haya transformado en un folclorista búlgaro. Pero hay elementos rítmicos que he escuchado que son muy interesantes y que me sirven, no para hacer esa música, pero para entender mejor la mía. Todos tenemos alguna música dentro.


© Diego Sánchez Cascado, Tomajazz 2003