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..:: CARLOS SILVA

   
 


Carlos Silva es Doctor en Musicología en la Universidad Autónoma de Barcelona y está licenciado en composición en la Universidad de Chile (donde imparte clases en la actualidad además de en la Escuela Internacional de Música Projazz). Ha formado parte de las agrupaciones Pancho Molina y Los Titulares además de formar parte de grabaciones junto a Ángel Parra Trío o Cristián Cuturrufo. Recientemente ha presentado su primer trabajo bajo el título de "Sólo, dúo, trío".


Por Carlos Pérez Cruz (Enero 2004
)

   

P: Hablar de 30 años de jazz en Chile nos lleva inexorablemente a mirar a un 11 de septiembre de 1973. ¿Qué supuso desde tu punto de vista el golpe de estado de Pinochet a la vida social y cultural de Chile?

C.S.:
En primer lugar, el jazz en Chile tiene más de 30 años. El Club de Jazz de Santiago se fundó en 1943.  Segundo, lo que ocurrió fue que tanto el jazz como otros géneros musicales sufrieron modificaciones, algunos fueron prohibidos, como cualquier música que “oliera” a asunto político de izquierda. En el jazz no fue tan grave, puesto que los músicos, muchos de ellos, no estaban vinculados a la escena política nacional. En esos años, poco antes del golpe, habían visitado nuestro país  el pianista Bill Evans y Elvin Jones. Por supuesto que dejaron de venir muchos personajes emblemáticos del jazz, pero no fue hasta finales de los 80 que comenzaron a llegar otros músicos: Pharoah Sanders, Billy Taylor, Corea, Metheny, etc.

Ahora, evidentemente la escena cultural se paralizó y muchos grandes músicos chilenos tuvieron que salir del país, sea por asuntos políticos o porque ya no les convenía estar en un país que no les daba las garantías para seguir experimentando musicalmente, y todo lo que implicaba el desarrollo del arte y en este caso el jazz. Mario Lecaros, pianista de jazz, emigró a Barcelona, por ejemplo, y allá fundo el taller de músics con otros jazzistas.

En el caso mío y de mi generación, tuvimos que acostumbrarnos a conseguir discos regrabados de alguien que venía de fuera. Imagínate, si a ese músico o aficionado le gustaba algún jazzista que para uno, ahora, sea uno del montón, lo valorabas mucho. Algo era algo y muy valioso.
 

Por otro lado, comenzaron a florecer grupos que tomaron algunas raíces del folklore o el rock y lo mezclaron con el jazz, iniciando lo que se denominó posteriormente fusión (Álvaro Menenteau sabe mucho sobre esto).

P: ¿Cómo le afectó personalmente a Carlos Silva el golpe?

C.S..:
En esa época tenía 8 años, y mi familia no estaba comprometida políticamente. Pero te puedo asegurar que cuando entré a la adolescencia me di cuenta de lo que había ocurrido.

P: Cuando las dictaduras acaban la reacción natural de la población es el ansia de libertad. En ese momento los movimientos artísticos brotan con inusitada fuerza. ¿Fue el caso de Chile?

C.S.: Sí, como en muchos países. Te prohíben algo sin explicaciones y reaccionas con el efecto contrario. Pero en este caso, era justa la reacción, se habían atropellado los derechos humanos, las garantías civiles, todo, la expansión de la libertad artística.

P: ¿Cree Carlos Silva en la connotación sociopolítica de la música? Si es así, ¿qué retrato sociopolítico de Chile ofrece la música chilena?

C.S.:
Creo que todo músico comprometido con el arte, con querer hacer algo un poco distinto, una propuesta desde puntos de vista tales como los el pensamiento de libertad con la música, el jazz (aunque se diga que es una institución) y sus derivaciones hacia el free-jazz, cree en esta connotación. Eres parte de un colectivo, de un contexto social, de una época, de una cultura. Y si tienes un poco de solidaridad con el desarrollo del arte y no vas de asegurado intentado meterle el dedo en la boca al auditor, entregándole música ya probada y catalogada, puedes llegar a espacios de mayor amplitud artística. Pero no estoy seguro si eso te conecta con la realidad social de tu cultura.
No sabría decirte si en otros géneros musicales que se hacen en Chile los músicos tratan de expresar algo que tenga que ver con lo sociopolítico. Existe mucha moda y en el jazz también. Por ejemplo, la moda del Drum and Bass. Talvez esto y otras modas refleje lo que vivimos, la globalización a saco.

P: Muchos chilenos me suelen recordar la situación de este país en el “culo del mundo”.  Hacerse notar en el mercado musical del resto del mundo requiere un esfuerzo suplementario para músicos de países como Chile. ¿Qué cualidades pueden hacer del jazz chileno un jazz atractivo y diferenciado?

C.S..:
La honestidad y el trabajo duro y comprometido con el arte. Si te aprovechas de algunas raíces folklóricas, siento que estás agarrándote de elementos catalogados. Si te aprovechas del estándar de jazz, también. Si te aprovechas de tus vivencias, apostando al objeto estético sin concesiones, te aseguro a que no vendes mucho pero enriqueces tu espíritu. Bueno, muchos músicos de jazz han decidido desarrollar su música con elementos populares y los de moda, puesto que desean vivir de esto. Los respeto y entiendo. No es mi caso, yo no vivo de hacer jazz. Yo vivo de tocar piano en danza, dar clases de composición y contrapunto en la U. de Chile y un instituto de música, Projazz. Y de algunos conciertos de jazz.

P: Haznos un retrato en lo relativo a infraestructuras (locales, salas...) para tocar jazz en Chile.

C.S.: En Santiago. El Club de Jazz de Santiago (www.clubdejazz.cl) : se hace jazz tradicional y moderno. El Perseguidor (www.elperseguidor.cl) : jazz moderno y algunas tendencias de moda, un lugar muy abierto y especial. El Bar Thelonious(www.thelonious.cl) : un lugar para experimentar y también jazz de moda. Y después estarían los bares y restaurantes que en algunas ocasiones ofrecen jazz.  También, la Sala Master de la Radio de la Universidad de Chile.  
Hay bares de jazz en todo Chile, en Concepción, Temuco, Antofagasta, Coquimbo.

P: ¿Qué relación tiene el jazz con las instituciones?

C.S.: Se están abriendo las puertas, pero poco. Existe un organismo del Ministerio de educación, se llama Fondart, un fondo de ayuda económica para los proyectos de creación artística. Y también los ayuntamientos están valorando el jazz. Desde hace 4 años que todos los veranos se organizan festivales de jazz. Han venido algunos jazzistas estadounidenses, como Ralph Lalama o Bruce Barth.

P: En un momento determinado de tu formación estuviste en Barcelona. ¿Qué recuerdo tienes de tu estancia allí?

C.S.: Grandes amigos y apertura musical. Allá me doctoré en musicología (UAB), allá conocí a mi esposa, Cristina, quien vive acá en Santiago y seremos padres a principios de febrero. Amo Barcelona, viviría y creo que viviré en esa ciudad.



P: Acabas de editar recientemente tu primer trabajo discográfico y ya me hablan de un segundo en ciernes. ¿Es el momento de explosión musical de Carlos Silva?

C.S.: Pienso que se me abrió el cerebro para comenzar a entender hacia dónde debo dirigir mi trabajo musical, y si tengo claras algunas cosas no puedo perder el tiempo en pensar si realmente las tengo claras. Debo hacerlas, debo grabarlas.

P: De primeras la escucha del disco nos habla de un Carlos Silva inconformista.  Un disco con muchos matices que muestra un estado de transición, de búsqueda... ¿me equivoco?

C.S.: No, no te equivocas. Es un disco que intenta aproximarse a la sinceridad de un músico que ha vivido una dictadura, pero que ahora tiene ganas de expandir el lenguaje. Es un disco inquieto, inconformista. Traté de alejarme de los estereotipos. Mira, si me sintiera satisfecho, se acaban los discos y me dedico a otra cosa.

P: ¿Cuáles son las motivaciones el proceso de creación de Carlos Silva?

C.S.: Actualmente, la música, algunos compositores como Ornette Coleman, Anton von Webern; la poesía de un chileno que se llama Enrique Lihn. O los trabajos de J. Pollock, en pintura. No sé, el día a día. O más recargulao, tal vez, el juego entre reposo y tensión, reorganizando siempre mis herramientas cada vez que desee que mi música se transforme constantemente, hasta descubrir o, muy pretenciosamente, crear nuevos mundos sonoros.

P: ¿Cuál ha sido el proceso de formación de Carlos Silva?

C.S.: Comencé tocando en cabarés, pachanga (1984). Paralelamente ingresé a estudiar pedagogía y en ese tiempo conocí el jazz, sobre todo cuando vi una clínica de Pharoah Sanders  en Santiago, (1988) genial. Luego entre a unos talleres de jazz de Roberto Lecaros y después ingresé a la carrera de composición. En esta carrera aprendí muchísimo. Mi profesor, Cirilo Vila, un genio, estudió en París con Olivier Messiaen, y me enseñó que no existe un camino en la composición musical. Él me entregó las herramientas necesarias para que yo descubriera otras o, pretenciosamente, inventara. Más tarde, en 1998, me largué a Barcelona a hacer un doctorado en musicología. Allá armé un grupo de jazz con un saxofonista, Martí Serra, e hicimos jazz en Terrassa, La Cova del Drac, y en diferentes bares pequeños y algún pueblo cercano. Volví a Chile en el 2000, y estoy en proceso de desarrollo, a mis 38 años.

P: Además de los profesores de aula en la formación de los músicos de jazz son muy importantes los maestros del jazz que uno escucha. ¿Qué ídolos discográficos han formado a Carlos Silva?


C.S.:
Monk, Ellington, Ornette, Cecil Taylor, Hancock, Wynton Kelly, Archie Sheep, por nombrar algunos.

P: ¿Qué nos deparará tu futuro próximo?

C.S.
: El segundo disco y, espero, performances en Pamplona, no? 

© Carlos Pérez Cruz, Tomajazz 2004