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..: ESCENARIOS DE JAZZ: UN AÑO SIN EL BOGUI

   
 

Por Sergio Zeni. Fotografías por Pablo Neustadt.


“Hay que sobreponerse a trabas administrativas insensatas y
plagadas, en no pocos casos, de mala fe y corrupción.”

Entrevista a Dick Angstadt: “Impotencia. Estupor. Rabia”

Impotencia, estupor, rabia. Eso fue lo que sintió Dick Angstadt el día que el Ayuntamiento de Madrid decidió clausurar la actividad de su club de jazz, el Bogui. Probablemente lo mismo que sintieron músicos, aficionados y trabajadores de un local que doce meses después continúa sin poder abrir sus puertas al público por culpa de una licencia que tarda ya demasiado en llegar y que obligará al club madrileño, un año más, a ver el festival de jazz “desde la barrera”.

   

SERGIO ZENI: Está a punto de cumplirse un año de la clausura del Bogui Jazz por parte de las autoridades del Ayuntamiento de Madrid. ¿En qué situación estamos hoy?

DICK ANGSTADT: El Ayuntamiento de Madrid tiene toda la documentación requerida para reabrir el Bogui. La legalización administrativa para obtener una nueva licencia de actividad y funcionamiento ya ha concluido. 

     Este proceso se inició a principios del 2005, año en que realizamos obras (siempre por iniciativa propia, nunca por requerimiento del Ayuntamiento) para insonorizar y actualizar las instalaciones del local. Mi mujer y yo invertimos los ahorros de toda una vida de trabajo y asumimos un endeudamiento importante para asegurar el derecho al descanso y la seguridad de los vecinos según ordenanzas urbanísticas. Decidimos actualizar unas instalaciones vetustas para conseguir un local seguro y confortable para nuestros clientes que me atrevería a calificar como modélico y para nada problemático.

     Después de que nosotros atravesásemos un arduo proceso de tramitación para legalizar las instalaciones debidamente, el Ayuntamiento cerró el Bogui en respuesta a dos denuncias de una persona, supuestamente en calidad de presidente de una comunidad de propietarios vecina.

     Tengo suficientes indicios para saber que detrás del desmedido afán por hundir al Bogui existió un interés de tipo inmobiliario para que algunos vecinos pudiesen apoderarse del local. Existen muchas irregularidades tanto por parte del “representante” de los vecinos como en determinadas actuaciones de funcionarios del Ayuntamiento. Lógicamente, estudiaré con mis asesores todos los pormenores de este turbio asunto antes de emprender cualquier acción por vía jurídica.

    Ahora sólo me interesa que el Ayuntamiento cumpla con su obligación y me permita programar jazz en vivo.


Dick Angstadt a Sergio Zeni: “Tengo indicios para saber que detrás del afán
por hundir el Bogui existió un interés de tipo inmobiliario.”

SERGIO ZENI: ¿Qué sintió aquel día?

DICK ANGSTADT: Impotencia, estupor, rabia.

SERGIO ZENI: El cierre del club se produjo días antes de que comenzara el 25º Festival de Jazz de Madrid. ¿Qué ocurrió con las subvenciones que, supongo, recibió usted de nuestro Ayuntamiento para los conciertos que se iban a celebrar en el Bogui?

DICK ANGSTADT: El importe asignado al Bogui en concepto de subvenciones se basa en un proyecto que estudia y aprueba la comisión de jazz de la asociación de salas que programan música en directo, La Noche en Vivo. La cantidad asignada sirvió para sufragar parcialmente cachés y gastos de producción de los conciertos salvados (siete más una jam en “el Johnny”). Los conciertos dieron pérdidas al no producirse ingresos en conceptos de taquilla y barra. Además hubo que indemnizar a determinados artistas por gastos que ellos habían realizado en viajes, reservas de hoteles y otros conceptos. Las pérdidas ocasionadas fueron soportadas íntegramente por Bogui.

SERGIO ZENI: ¿Cree usted que el Ayuntamiento le está exigiendo a este club de jazz cosas que no le están exigiendo a otros locales de Madrid?

DICK ANGSTADT: Por supuesto. Con el Bogui el Ayuntamiento de Madrid tiene una cabezonada. Se equivocó dando por buena una falsa denuncia sin comprobarla sobre el terreno y luego actuó precipitadamente y de mala fe (justo a las puertas del Festival de Jazz de Madrid, el mayor acontecimiento del año, especialmente para un club volcado a programar conciertos de jazz en vivo como demuestran nuestros más de 320 conciertos anuales). Ejecutó una sentencia judicial sabiendo perfectamente que el expediente de regularización de obras realizadas se estaba tramitando dentro del lento entramado administrativo existente.

     Por segundo año consecutivo el Bogui deberá volver a ver el ciclo “Jazz con Sabor a Club” desde la barrera.  

SERGIO ZENI: Lejos de dar por perdida la batalla, usted ha redoblado sus esfuerzos, ha mantenido vivo su club a través de los conciertos de "Bogui En El Exilio" y recientemente ha anunciado su intención de crear una plataforma para defender el jazz en directo…

DICK ANGSTADT: Los conciertos en plan nómada desde el cierre hasta hoy han supuesto una especie de terapia, una huida hacia adelante. No sé muy bien ni cómo ni por qué me lancé, primero a salvar algunos de los conciertos concertados dentro del festival de jazz de noviembre y luego a programar otra docena de conciertos en diversos escenarios. En lo artístico tiendo a ser bastante impulsivo; me pongo en marcha guiado por sensaciones sin tener muy en cuenta a priori los numerosos obstáculos de tipo pragmático que suelen aparecer después.

     En cuanto a la plataforma para defender la música en directo, en un primer momento después del cierre hubo un clamor por parte de muchas personas y artistas afectados y surgió la idea de “La Columna Musical”. Se trataba de sacar la música a la calle como protesta por el cierre del Bogui. Sin embargo, no se llevó a cabo. Me vi condicionado por presiones asociativas que aconsejaron prudencia. Me equivoqué. Debería haber sacado la música a la calle entonces. Ahora entiendo que lo que planeaba sobre el cierre del Bogui en aquel momento era miedo. Ni hubo entonces ni hay ahora voluntad alguna para afrontar un desafío realmente preocupante que tenemos todos los negocios de ocio nocturno que programamos música en vivo. Se entremezclan actividades subvencionadas a través de proyectos artísticos con asuntos de índole puramente técnico-administrativo que hacen peligrar nuestra continuidad. Sabedor de nuestra precaria situación, el Ayuntamiento nos controla absoluta e impunemente. La impotencia y la desidia se cogen de la mano augurando un desenlace incierto.

     Me siento defraudado y en cierto modo anestesiado por ese inmovilismo asociativo.


“No nos han arrebatado un club de jazz: nos han privado de vivir alrededor de una  idea,
una manera de disfrutar el jazz en caliente y en las distancias cortas.”

SERGIO ZENI: Debe ser difícil mantener esa prudencia que le aconsejan después de un año con el Bogui vacío perdiendo dinero todos los meses…

DICK ANGSTADT: Los costes soportados durante un año se componen del alquiler del local, sueldos e indemnizaciones al personal y artistas, seguros sociales, seguros de comercio y responsabilidad civil, gastos de gestoría, honorarios facultativos de asesoría técnica para tramitación del expediente, honorarios de arquitectos, honorarios de abogados, mantenimiento de la protección contra incendios, mantenimiento del sistema de alarmas y otros varios. Todo ello significa la quiebra técnica de la empresa y la más absoluta ruina para mi mujer y yo, que nos vemos obligados a hacernos cargo de varios créditos con entidades financieras.

    A mi entender existe un agravio comparativo cierto, público y notorio. Yo me veo obligado a resolver un asunto “meramente de papeles” (según el Jefe de los Servicios Técnicos de la Junta Municipal de Centro) en una situación de precinto, cuando un importante número de locales con diversas actividades están tramitando nuevas licencias o modificando las existentes, pero ejerciendo siempre su actividad.

SERGIO ZENI: ¿Cómo se las ingenia un pequeño club de jazz para ofrecer en su programación figuras internacionales como Ken Vandermark,  Barry Harris, William Parker, George Garzone, John Lockwood, Gilad Atzmon, Scott Dubois, Gebhard Ulmann o Robert Glasper por mencionar sólo a algunos?

DICK ANGSTADT: Con ilusión y trabajo.  Moviéndote a través de sensaciones, de emociones. Aceptando el juego de la improvisación.  Entendiendo el jazz como una expresión única, como un sentimiento que unos cuantos artistas transforman en un regalo para el alma, como algo que nos ayuda a “tocar el cielo” durante un ratito… Pero principalmente dando rienda suelta al riesgo, a la curiosidad, a las ganas de dejarte sorprender aunque algunas veces te puedan dejar indiferente.

SERGIO ZENI: En nuestra entrevista anterior de Escenarios de Jazz, Fernando Marco destacaba la importancia que tiene en la formación de un músico de jazz la posibilidad de tocar en directo. En este sentido podríamos decir que la esquina de Barquillo con Piamonte cumplía también una importante labor educativa a través de sus jam sessions

DICK ANGSTADT: Se logró en muy poco tiempo y casi sin darnos cuenta una especie de feeling que permitió que la música fuera la única protagonista noche tras noche. No sólo durante las jams; en cualquier momento podían ocurrir momentos irrepetibles donde todos nos alimentábamos con algo distinto e inesperado. Aparecían artistas de enorme nivel nacional y mundial y se fundían en una piña alrededor de su arte. No nos han arrebatado un club de jazz; nos han privado de vivir alrededor de una  idea, una manera de disfrutar el jazz en caliente y en las distancias cortas.

SERGIO ZENI: Viajemos un momento al pasado. ¿Cómo llega usted a la idea de tener un club de jazz?

DICK ANGSTADT: Hay veces en la vida, pocas, que tienes un flechazo. El jazz y yo lo tuvimos repentina e intensamente. Nunca se me había ocurrido montar un club de jazz. Nada de lo que había hecho anteriormente me había preparado para ello. Fue algo imprevisto, no planeado y el porqué sigue siendo un misterio para mí. Ahora, después de un año en el limbo, anulado en muchos sentidos, pienso a veces que todo fue un precioso sueño, aunque  luego se ha convertido en una penosa y sangrante pesadilla.

SERGIO ZENI: ¿Hay que estar un poco loco para dedicarse a esto?

DICK ANGSTADT: El jazz en un pequeño local por sí solo es inviable empresarialmente. Es imposible cuadrar las cuentas. Obligatoriamente tienes que encontrar soluciones que generen ingresos que te permitan subvencionar los conciertos en directo. Los artistas y el público eso no lo entienden. No importa. Tanto los unos como los otros tienen un papel vital en la vida del club y es el empresario quien tiene la obligación de encontrar la manera de enriquecer su oferta artística a pesar de los muchos obstáculos, sobre todo los de tipo administrativo en el Madrid que nos ha tocado sufrir.


“Sabedor de nuestra precaria situación, el Ayuntamiento
nos controla absoluta e impunemente.”

SERGIO ZENI: ¿En qué momentos siente usted que vale la pena desplegar un esfuerzo tan grande?

DICK ANGSTADT: Cuando acabas una noche extenuado, agotado y, sin embargo, sabes que un puñado de gente ha compartido ese rato tan distinto, tan nuestro; te olvidas de los sinsabores, las incomprensiones, las mezquindades y sabes que el músico volverá porque allí puede desplegar su arte y absorber el de otros colegas que igualmente volverán porque sienten ese espacio como algo suyo, algo necesario y no estarán solos porque sus fans, esos moteros del jazz estarán allí para escucharles, para alimentarse una vez más con caviar disfrazado de jazz.

SERGIO ZENI: El Bogui ha enseñado siempre una extraordinaria diversidad en su programación. Dentro de ese eclecticismo, ¿tiene usted algunos estilos favoritos?

DICK ANGSTADT: Me llega sin esfuerzo el llamado jazz clásico, el interpretado por los maestros del género, tanto en sus versiones puramente instrumentales como el adornado por grandes vocalistas. Me enganchan especialmente el swing de una big band y ese triangulo equilátero compuesto por piano, contrabajo y batería; no deja de sorprenderme su síntesis, su fuerza. Soy algo nostálgico y respeto ese rico legado. Pero también me atrae, y me intriga cada vez más, el jazz vanguardista de ahora, el de la improvisación más brutal, el que se asoma a un precipicio y da un salto al vacío. En él busco algo único, irrepetible, enérgico. Sobre todo disfruto con la armonía y la intensidad, al margen del estilo.

SERGIO ZENI: ¿Cómo ve el jazz hecho en España, qué cosas cree que deberían mejorar?

DICK ANGSTADT: Cuando llegué a España a finales de los años 60, el vino español se vendía poco y mal fuera de nuestras fronteras. Se decía que viajaba mal. Algo parecido ocurre hoy con el jazz “made in Spain”. Los artistas consagrados de aquí son unos desconocidos en otros países. Al igual que con el vino español, que ahora sí viaja fuera, hay unos cuantos jazzmen españoles que han conseguido salir fuera, para ampliar conocimientos principalmente. Pero también para actuar en conciertos, en colaboraciones con colegas extranjeros, en grabaciones. Este verano nosotros pudimos programar tres conciertos del Natalia Calderón Quartet en Costa Rica, Guatemala y la Republica Dominicana, con master classes incluidas. En estos días actuará Marta Sánchez con su trío en Argentina, Chile y Uruguay. En ambos casos hemos tenido que superar una cierta resistencia a contratar jazz y, sobre todo, jazz español. Pero ahora nos reclaman para el próximo año. Al igual que en la Eurocopa futbolística, creo que “podemos”.

SERGIO ZENI: ¿Qué le parece la política cultural de la capital de España con respecto a la música en directo… si es que ve algún tipo de política cultural en este sentido?

DICK ANGSTADT: Creo que en Madrid tenemos una pobre estructura institucional para fomentar el arte y muy particularmente la música. Acabo de regresar de un encuentro con colegas franceses, belgas y suizos en Ginebra... Estamos a años luz en cuestiones como sensibilidad y apoyo institucional. Ellos gozan de interlocutores que aquí son prácticamente inexistentes. Y mucho me temo que vamos a peor.

SERGIO ZENI: Supongo que usted estará al tanto de las legislaciones que en otros países favorecen el mecenazgo, los patrocinios de actividades culturales por parte de las empresas privadas… ¿Señalaría algunas de esas leyes como ejemplos a seguir?

DICK ANGSTADT: La más importante sería la fiscalidad comprensiva con el mecenazgo, la deducción de aportaciones económicas destinadas a fomentar el arte. La filosofía yanqui que yo he vivido de cerca es la de las universidades que apoyan con generosidad a la cultura, principalmente a través de donaciones de sus antiguos alumnos, bien sea personalmente o a través de fundaciones privadas. Echo en falta más complicidad desde el sector privado y de particulares puesto que el público está bastante viciado.

SERGIO ZENI: Dicen que de todo se aprende, ¿qué le han enseñado a usted la clausura del Bogui y lo que vino a continuación?

DICK ANGSTADT: Que algo huele mal en este Madrid que nos quieren cambiar ejerciendo un control desmedido. Estamos atenazados por un entramado administrativo ineficaz e inservible para el ciudadano, manejado por demasiados funcionarios que en su conjunto son insensibles, además de quedar impunes tras sus actuaciones. Ellos demuestran una nula consideración para con el empresario que arriesga su dinero para crear riqueza... El pequeño empresario se ve obligado a realizar un esfuerzo titánico para sobreponerse a unas trabas insensatas y plagadas, en no pocos casos, de mala fe y demostrada co-rrup-ción (el mal llamado Caso Guateque es posiblemente sólo la punta del iceberg).

     No vislumbro ningún indicio de que algo vaya a cambiar para mejor. Pero no me rindo. Sé que, como siempre ha ocurrido a lo largo de su tortuoso camino, el jazz seguirá cociéndose en este Madriz a pesar de la desidia de nuestros administradores y del desinterés del GPM (Gran Público Madrileño). Como dice un amigo y prestigioso músico, “después del holocausto nuclear, sobreviviremos únicamente las ratas y los músicos de jazz”. ¡Pues eso!

   
   
Texto: © 2009 Sergio Zeni
Fotografías: © 2009 Pablo Neustadt