www.tomajazz.com | perfiles

 
 
   

..:: JAZZPAÑA: DEBATE ABIERTO*

   
 


El jazz en España vive un momento histórico. El número de practicantes aumenta año tras año, los festivales crecen como setas por el mapa nacional e incluso los conservatorios abren sus aulas a una música vejada durante decenios. Una realidad que, sin embargo, no contenta a sus protagonistas. La plataforma “Nuestro Jazz” es el altavoz para unificar las voces de un debate necesario.

Por Carlos Pérez Cruz (Noviembre 2003)

FORO DE DEBATE SOBRE EL ARTÍCULO

 

   


Jorge Pardo
(© Fotografía: José M.Horna)

El malestar de la familia del jazz en España ha sido una constante desde que servidor tiene conciencia. Ausencia de “bolos” (los pocos a precio de risa), marginal difusión mediática, ausencia de locales... ;múltiples razones que hacen de la profesión jazzística todo un ejercicio de heroicidad. Quejas “sotto vocce”, quejas particulares, que perdían fuerza desde el momento mismo de ser enunciadas. El momento presente busca cambiar tendencias y unificar voces. La creación de la Plataforma “Nuestro Jazz” es, de alguna manera, un intento de sindicar el jazz español, algo que a otras disciplinas artísticas (el cine, como ejemplo más obvio) les ha proporcionado resultados más que notables. La unión hace la fuerza.

El primer paso público se dio el pasado mes de julio con la presentación de un manifiesto de apoyo a “Nuestro Jazz”. La ausencia de músicos españoles en las programaciones de grandes festivales (fundamentalmente destinados a músicos norteamericanos sustentados por multinacionales) se expone como una de las quejas de base. Una realidad que, en opinión de la plataforma, limita el derecho del aficionado a “conocer lo que se hace aquí y tener así oportunidad para elegir”. Queja que parte de un presupuesto: el elevado nivel artístico de las propuestas europeas y, por extensión, españolas. Una mayor presencia en medios y apoyo institucional se exponen como claves para el cambio.

El manifiesto no es más que un punto de partida, una idea inicial sobre la que vertebrar posteriores acciones. Sus consecuencias están por ver pero, al menos, ha conseguido de partida generar un debate en torno a cuestiones que son básicas para el crecimiento de la cultura de la improvisación en España. Vayamos por partes.

FESTIVALES

La bonanza climática del verano español facilita la celebración de festivales de todo tipo y condición. Esta estación concentra el mayor porcentaje de festivales de jazz de todo el año. Lejos quedan los tiempos del “monopolio” vasco (Getxo, Vitoria y Donostia). En este momento prácticamente todas las comunidades autónomas tienen su hueco veraniego para el jazz: Canarias, Murcia, Madrid, Valencia... ¿Ha beneficiado esto de alguna manera al jazz en España?

Pocos festivales que incluyan la palabra jazz en su definidor cumplen con la definición. Los festivales económicamente más fuertes aseguran su presencia anual con figuras ajenas al género: Van Morrison, James Brown, Compay Segundo (en paz descanse)... ;nombres atractivos para el gran público pero que poco o nada tienen que ver con el arte de la improvisación. El programador tiende a defenderse con la razón de asegurarse la salvación económica del certamen y poder así programar otros conciertos que sí sean jazz. Incluso, se considera fórmula de acercamiento del jazz al gran público. Al respecto, el guitarrista argentino (residente en la actualidad en Barcelona) Guillermo Bazzola (en una entrevista de Diego Sánchez Cascado para la revista electrónica “Tomajazz”)  lo considera “una estúpida ilusión (...) creen que porque le vendan a Björk o a Norah Jones y le digan que eso es jazz, la gente va a decir: “¡Ah! Me gusta Norah Jones, me gusta el jazz, por lo tanto me gusta el Art Ensemble of Chicago”.

Una vez salvada la cuota de la concesión popular, al otro lado nos espera un panorama con tendencia a la desolación. Sin entrar en mayores consideraciones al respecto (por todos conocidas), ¿no sería más honesto llamar festivales de música a muchos de los llamados de jazz?

Directamente afectados, los músicos españoles critican su ausencia de los mismos. Consideran de un alto valor publicitario su presencia en ellos. En la actualidad se están realizando estudios para certificar lo reclamado, pero una simple mirada basta para constatar la ausencia. Por ejemplo, en la pasada edición del Festival de Jazz de Vitoria, de las veintidós actuaciones programadas en los escenarios principales (aquellos que cuentan con grabación de Televisión Española y Localia Televisión) sólo tres contaron con la presencia de músicos españoles. De ellos uno fue el grupo aficionado “Steamboat Jazz Band” (música dixieland) y sólo Chano Domínguez, con su sexteto, puede presumir de haber presentado su propio proyecto (al amparo de su actuación conjunta con Wynton Marsalis). La tercera de las actuaciones, a nombre de Pat Metheny, contó con la presencia de Jorge Pardo, Carles Benavent, Tino di Geraldo, Marc Miralta... o de quien calificó de “un poco racista” la política de programación de Vitoria, Perico Sambeat. Tampoco el jazz hecho en Europa tuvo mejor suerte. Dos conciertos: Jean-Michel Pilc Trío y Esbjörn Svensson Trío (¿consideramos británica a la Dave Holland Big Band?).


Perico Sambeat
(© Fotografía: José M.Horna)

Presume el director del certamen gasteiztarra, Iñaki Añúa, de su “Jazz de Medianoche”. Las “jam sessions” de madrugada en el Hotel Canciller Ayala, “el mejor jazz after-hours del mundo en el mes de julio” (en palabras de Añúa), tienen truco: “poner un trío base no demasiado local para que los músicos se encuentren a gusto”. Palabras que ponen en entredicho directamente la calidad del músico local. Entre ellos, Pablo Martín (contrabajo) y Víctor Celada (batería) son jóvenes nombres de sobrada solvencia. Su presencia en Vitoria, limitada este año a la programación de pubs.

El incremento del número de festivales no afecta directamente al jazz español. Ejemplo evidente es la siempre problemática Comunidad de Madrid que, sin contar durante años con un festival en condiciones, presume ahora de al menos dos en verano (Galapagar y Collado Villalba) y otro en otoño (Madrid capital). Sometidos siempre a los avatares de la política, la sierra madrileña vio con asombro cómo la posible desaparición de “GalapaJazz” derivaba en el nacimiento de “ViaJazz” para contraatacar con el resurgir del primero. ¿Dos mejor que uno? Si atendemos a nombres como Trío Mocoto, Jorge Ben Jor, Bill Wyman´s Rhythm Kings... mejor ninguno. ¿Españoles?. La Fábrica de Tonadas (proyecto de músicos de jazz en torno al cantante pop Santiago Auserón), Vicente Amigo y Diego “El Cigala”. Nombres con eñe, pero sin jazz.

El ciclo “emociona!!! Jazz”, que se desarrolla en la capital, incluye únicamente tres nombres españoles entre los aproximadamente veinticinco conciertos programados: Ximo Tebar, Juan Manuel Cañizares y Larry Martín Band. Si sumamos el agregado Festival de Jazz de Ciudad Lineal son dos más: Natalia Dicenta y el grupo Dead Capo. ¿Razones? Según su director, Luis Martín, una anécdota de la pasada edición puede explicar los motivos: “El año pasado, en la programación de "emociona!!! Jazz" se nos ocurrió algo tan elemental como integrar a los clubes, que son el vivero del jazz. Eran cuatro clubes en Madrid. Todos pensábamos que iban a poner un artista nacional. Curiosamente tres de aquellos cuatro pusieron actuaciones de artistas extranjeros porque, según ellos, los artistas españoles no vendían”. Pero, ¿cuál es el motivo de que no vendan? Los músicos de jazz en España “no tienen todavía suficiente entidad”. Una mirada a la web oficial del ciclo (www.promocionmadrid.com) nos dice lo siguiente: “Es de resaltar que emociona!!! Jazz ha apostado desde el principio por divulgar el trabajo de los jazzistas que viven y trabajan en Madrid, de manera que los músicos de aquí encuentren un hueco en un festival que quiere ser el escaparate del jazz venido de cualquier lugar del mundo, pero que no olvida a la ciudad en la que ha nacido”. Textual.

La plataforma reclama una presencia del 50% de proyectos “de aquí” en los festivales; una cuota inspirada en experiencias como la francesa. Éste es quizá uno de los puntos más controvertidos. Establecer una cuota de obligado cumplimiento no garantiza el nivel de las propuestas, aunque podría ser un importante estímulo e impulso. Al respecto de la cuota las opiniones son diversas. El saxofonista y flautista Jorge Pardo parte de la idea de que “la denuncia es real. El colectivo de músicos españoles pinta poco para los programadores de los grandes festivales. Vienen muchos artistas de fuera, con dinero público, pero no se invierte en la cantera. Es algo denunciable. Lo de la cuota es la pescadilla que se muerde la cola, un círculo vicioso que no se sabe por donde romper. Si estos artistas, que son desconocidos para el gran público, no salen a la palestra es difícil que el público tenga acceso a su música. ¿Dónde cortar? Evidentemente a mí este rollo de cuotas me suena a chino. Se debería solucionar con una mejor intención”. Para el baterista Marc Miralta “lo importante es la música, da igual de donde venga. Pero no me gusta quejarme. Yo estoy contento porque puedo hacer buena música con músicos de todas partes. Quizá sí que hay festivales que no quieren poner músicos españoles... que hagan lo que quieran. Si te quejas parece que seas la víctima y yo no me siento víctima.” Cuotas o no, la realidad porcentual salta a la vista.

Si dejamos de lado la polémica de la presencia o no de nuestros músicos quedan más cuestiones de importancia por plantear. ¿Significa un mayor número de festivales una mayor diversidad de programación? La respuesta lleva consigo un rotundo no. A excepción de honrosas excepciones como Getxo, la mayor parte de festivales nutre su programación de artistas en gira. Las multinacionales del jazz (Blue Note, Verve, Sony...) desembarcan en península e ínsulas productos destinados a la recaudación europea. Los carteles del verano reflejan unos y otros los mismos nombres que vuelven, verano tras verano, con proyectos para el consumo masivo.

¿Dónde encontrar la diversidad? Pocos festivales o ciclos de jazz en España apuestan por una programación personalista donde no abunden los clichés y lo obvio. Con 22 años de historia el Festival de Jazz de Terrassa es uno de los más equilibrados en su oferta. Una combinación de actuaciones locales, nacionales, internacionales, conferencias, exposiciones... que se prolongan a lo largo de casi un mes, con el atractivo añadido del marco de club que ofrece la Nova Jazz Cava. Sin embargo, salvo excepciones muy contadas, su contenido no escapa a la corriente dominante o “mainstream” del jazz y sus nombres internacionales son, de manera predominante, norteamericanos.

Europa es quizá, a día de hoy, el continente que más está haciendo evolucionar el lenguaje de la improvisación. La riqueza y antigüedad cultural europea ha enriquecido el jazz con la  expresión de las peculiaridades locales y regionales. Además es en Europa donde se encuentran algunos de los más importantes músicos de la corriente “free” o libre improvisación. Con semejantes premisas se entiende que un programador que atienda a criterios artísticos debiera tener en Europa uno de sus referentes fundamentales. Nada más alejado de la realidad.

Getxo ha sido el festival europeo por excelencia. Comparte antigüedad con Vitoria (veintisiete años) aunque su presupuesto, difusión y motivaciones son muy diferentes. El festival se articula en torno a grupos europeos de jazz. Sin ir más lejos la última edición tuvo entre su nómina a veteranos como el contrabajista Henri Texier, el batería Daniel Humair o el violinista Jean Luc-Ponty. La asistencia a esos conciertos es elevada (unas 600 personas el día de menor taquilla). Sin embargo, algo ha cambiado en Getxo. Las últimas ediciones han “violado” la exclusividad continental para incorporar una figura mediática americana. Branford Marsalis, Michel Camilo o Manhattan Transfer han sido sus nombres. Llenaron, pero su presencia suena forzada e injustificada, al menos, en términos artísticos. El ya mencionado “emociona!!! Jazz” es otro reducto donde el jazz europeo con lengua propia asoma su cabeza.

Pero si obviamos el DNI de los contratados, ¿dónde encontrar propuestas más allá del “mainstream”? Si para el jazz “ortodoxo” la vida es complicada, para las propuestas de vanguardia el panorama tiene tintes dramáticos. Festival y vanguardia no van de la mano en España. Escasas pinceladas en programaciones de brocha gorda. Los ejemplos de Andrew Hill o Misha Mengelberg en el festival de Donostia 2002 no son más que excepción a la norma.

El Teatro Central de Sevilla acoge uno de los pocos ciclos de jazz con vanguardia en programa. Entre sus hitos un directo discográfico de Masada (grupo liderado por el saxofonista John Zorn) o una actuación del imprescindible Cecil Taylor en 1999, a piano solo. Anthony Braxton y Ken Vandermark son las dos referencias para este año. Cinco días que se pierden en la inmensidad del calendario.

Curiosamente aquellos ciclos donde el cartel no incluye “jazz” en su denominador son los que muestran un abanico mucho más amplio de la realidad del jazz y la música improvisada.  Las “Nits de Música” en la Fundació Joan Miró de Barcelona, el festival “Periferias” de Huesca o el “Hurta Cordel” de Madrid como ejemplo. Mats Gustafsson, Ramón López, Agustí Fernández, Sun Ra Arkestra, Ken Vandenmark, Jamaladeen Tacuma... nombres que rara vez veremos en un festival de jazz y cuyos proyectos miran más por la evolución musical que por la concesión.

MEDIOS DE COMUNICACIÓN

La plataforma “Nuestro Jazz” exige la “presencia en la Televisión pública de un programa de jazz como ya existía hace años”. Ese programa no es otro que “Jazz entre amigos”, que comandó Juan Claudio Cifuentes “Cifu”. Durante siete años el programa sirvió de enganche para muchos de los actuales aficionados al jazz en España.  Doce años después no existe jazz de manera habitual en TVE (la de todos y para todos). Únicamente aparece en la parrilla de las madrugadas de agosto en La 2 con los resúmenes, sin presentación ni explicación alguna, de los festivales de Donosti y Vitoria. Presencia marginal y anual en el medio de comunicación más influyente de nuestros días. Pensar en un retorno del jazz a la televisión lo entiende el propio “Cifu” como “un pasaje para el Titanic”. ¿Cuántos programas de televisión duran más de tres meses hoy en día?


El autor de este artículo junto a
Juan Claudio Cifuentes "Cifu"

Más de lo público: “Tratamiento digno de los programas de jazz en la radio pública, en referencia sobre todo a los horarios de programación”. De nuevo, territorio Cifuentes. “Jazz porque sí” es el histórico referente del jazz radiofónico en España. Más de treinta años frente a las adversidades de ser un “freelance”. El programa nómada por excelencia de la radio española suena hoy en las ondas públicas de RNE (Radio Clásica, de Martes a Viernes, de 23 a 24 horas). Su hermano pequeño, “A Todo Jazz”, es un irresponsable adolescente de madrugada (Martes y Jueves, a partir de la medianoche, en Radio 3).

El resto de programas de jazz en la radio es un conglomerado de esfuerzos personales repartidos entre emisoras locales de escasa difusión sometidos, igualmente y en la mayoría de los casos, a horario nocturno del fin de semana. Muchos de esos locutores del jazz ni si quiera reciben una compensación económica a un esfuerzo al más puro estilo “amor al arte”.

La prensa escrita es objeto de deseo promocional. Las pequeñas discográficas españolas y los músicos no pueden competir con el todopoderoso marketing de las grandes compañías y “rezan” por una crítica a un disco o concierto. Una buena crítica en prensa puede abrir las puertas de la contratación. La realidad de muchos programadores habla de su incapacidad y desinterés para el criterio propio.

Rara vez la prensa nacional en sus suplementos o secciones culturales encuentra espacio para el jazz. Las pocas reseñas de conciertos tienden a cubrir el cupo con figuras internacionales en gira. Las discográficas son monopolio de multinacional. Sólo los grandes festivales (y no todos) tienen columna con foto. La objetividad del crítico está, en algunos casos, contaminada por el buen trato del organizador. La opinión privada no escribe en papel. Como confesó (en privado, claro está) un compañero “existe un pacto de no agresión no escrito (...) a todos nos interesa el festival”. Jornadas recaudatorias.

El gran medio del siglo 21 es Internet. Un caudal de información que, en lo que se refiere a jazz, cuenta con páginas de lo más dispar. Pocas de jazz en castellano con información actualizada. Un primer intento plausible fue “JazzRed”. Creada por Cayetano López, nació en septiembre de 1996 para dejarlo en marzo de 1999. Esta página alojó un importante caudal de información, conciertos, discos, artículos... Un año después, otro aficionado al jazz, José Francisco Tapiz, puso desde Pamplona la primera piedra de la que hoy por hoy es la página de jazz en castellano más completa con información en constante actualización: “Tomajazz” (www.tomajazz.com). Esta página se ha convertido en un referente dentro de los aficionados al jazz en España y de habla hispana. Incluso ha habilitado un directorio de músicos de jazz en España como herramienta de promoción. Otras páginas como “Apolo y Baco” (www.apoloybaco.com) o “Jazz in Spain” (www.jazzspain.com) aportan su granito de arena en la difusión de esta música de creatividad. Por supuesto, todos ellos esfuerzos personales sin ningún tipo de ayuda o promoción institucional.

Internet cubre en la actualidad lo que la radio no ofrece: programas de jazz. Aunque la dispersión es generalizada (por la propia naturaleza anárquica de la red) quien disponga de una buena conexión puede acceder a programas en habla hispana realizados tanto en España como en Sudamérica. La página web www.purojazz.com es buen ejemplo de ello al ofrecer la posibilidad de escuchar hasta seis horas semanales de programación. El responsable es el periodista chileno Roberto Barahona.

La tradicional dispersión e incomunicación de los aficionados al jazz en España se está empezando a subsanar a través de la red. El desconocimiento de nombres, discos, conciertos..., provocado por invisibles barreras geográficas, encuentra solución en los foros. En ellos sus miembros comparten informaciones, opiniones y todo tipo de cuestiones de interés jazzístico. Incluso generan movimientos migratorios: cita de sus miembros en conciertos. Se pone cara y se disfruta de una afición ahora común, antes individual. Buen ejemplo de foro activo es “Jazz_sp”. Interesados, clickear en: http://es.groups.yahoo.com/group/jazz_sp/

INSTITUCIONES

En un momento en el que los servicios públicos van desapareciendo en beneficio de lo privado, el jazz, como música de escasa repercusión social, necesita del amparo institucional para su supervivencia y, sobre todo, su crecimiento. Instituciones y España, ¿palabras de difícil convivencia? Una vez más las opiniones tienen personalidad propia.

“Jazz y España se llevan bien. Las instituciones suelen tener relaciones de conveniencia con todas las formas de expresión y llevarse mal con los artistas” dice el escritor y periodista Carlos Sampayo. El también periodista Chema Chacón considera que “el jazz no tiene apoyo suficiente por parte de las instituciones públicas, en ningún país. Las ayudas con dinero público para festivales y/o músicos son, comparativamente, ínfimas; aunque, seguro que lo mismo diría cualquier persona vinculada a otro colectivo diferente de artistas. Porque invertir en cultura no ha sido, precisamente, lo que más preocupe a un gobierno. Así las cosas, todo queda entre los propios profesionales, agentes y aficionados; entidades privadas (asociaciones, emisoras de radio, universidades, clubes...), financiación de firmas comerciales, etc.”.

La financiación pública de proyectos tiene, entre otros, los referentes de la Orquesta Nacional de Jazz de Francia o la UMO Jazz Orchestra de Finlandia. En España, en lo que a orquestas se refiere, sólo las relativas al mundo de la música “clásica”, en su versión profesional y joven. Existen orquestas para la formación clásica, además de la nacional, en Euskadi, Catalunya, Andalucía... ¿Dónde está la Orquesta Nacional de Jazz de España en sus dos versiones? De reciente aparición la “Pirineos Jazz Orchestra”, una big band conformada por músicos de tres regiones: Aquitania (Francia), Euskadi y Navarra. Un proyecto de naturaleza privada con subvención pública de los gobiernos de las tres regiones. Sin embargo, hoy por hoy, la realidad económica no permite más que ser una formación dependiente del “bolo”, alejada del crecimiento creativo que supondría una labor de trabajo, cuando menos, semanal.


Pirineos Jazz Orchestra

La única actividad institucional realmente destinada a la promoción de nuestros músicos viene de la mano del Injuve (Instituto Nacional de la Juventud) con la promoción anual de tres jóvenes grupos. Su repercusión está limitada a participar en la Muestra de Jazz de Ibiza, el festival de Getxo y alguna actuación en clubes de jazz españoles.

Las reclamaciones de la plataforma recogen como aspiración el “apoyo de la administración (...) para el desarrollo de nuestro jazz, tanto en España como en el extranjero”. Se propone el Instituto Cervantes como vía para la promoción internacional de los proyectos patrios.

EDUCACIÓN

El jazz ha vivido siempre una contradicción pedagógica. Música de improvisación con aspiraciones académicas. Un lenguaje musical que nació de la calle y que ahora se desarrolla en las aulas. 

De muchos estudiantes es conocida la sensación “bicho raro” de ser músico con aspiraciones monkianas. Clases con retratos de Bach y Mozart pero ni una pista de Monk, o por qué no, de los Beatles (¿acaso no son ya unos clásicos?). Música del siglo veinte resumida en la media hora final de la última clase del curso, impartida en base a los clichés habituales que se le suponen.

En la actualidad algunos conservatorios están empezando a incorporar el jazz como especialidad de estudio. Algo que muchas escuelas privadas ya hacían, sin obligación legal,  desde años atrás, entendiendo la improvisación no como una obligación estética si no como un recurso técnico. Las escuelas de música moderna han cubierto durante años el hueco académico. Jazzle (Donostia), Taller de Musics (Barcelona) o la Escuela de Música Moderna (Madrid) son algunos de sus exponentes. El carácter privado de muchas de ellas obliga a un fuerte desembolso económico imposible de afrontar sin una beca.


Taller de Mùsics
(Fotografía: web Taller de Mùsics)

A pesar de que la última ley de educación introduce el jazz en los programas de estudios de los conservatorios, su aplicación no ha sido todavía efectiva en gran parte de los centros. “Nuestro Jazz” incluye como exigencia este apartado. Algunas justificaciones encuentran causa en la falta de profesorado. Quienes sí han dado el paso, han chocado frontalmente con una realidad obviada durante decenios: el jazz tiene gancho. Navarra lo ha comprobado. El grado superior salvado por los del “swing”. La directora del centro justificó su incorporación bajo la premisa del interés de los jóvenes en la música moderna. Ejemplificó con datos: “sólo uno de cada diez discos vendidos es de música clásica”. ¿Cuántos de los nueve son de jazz?

Puntuales en el tiempo, pero fundamentales para la formación y la convivencia, los cursillos han crecido en número en estos últimos años. Zarautz, Sevilla o Valencia son algunos de los actuales referentes para la vivencia del jazz. Cursos de semana donde el mayor valor radica fundamentalmente en el contacto de unos con otros. Músicos de comunidades sin tradición que encuentran durante siete días y siete noches la posibilidad de vivir y pensar en jazz las veinticuatro horas. Tocar y escuchar. Más allá del valor teórico de los mismos (limitado por su duración) los cursillos son el vivero para el nacimiento de proyectos. El tú a tú del alumno con el maestro (muchas veces también ídolo) ha impulsado más de una carrera.

DISCOGRÁFICAS DEL JAZZ

Un disco de jazz en España es para su creador una simple tarjeta de presentación, al menos en su valor de mercado. Todos son conscientes de que una edición discográfica supone gastos. Recuperarlos ya es todo un éxito. El beneficio final estimado en base al número de conciertos contratados.

Además de las multinacionales con distribución en España, varias son las discográficas y distribuidoras ibéricas que dedican esfuerzos al jazz. Satchmo y Fresh Sound, en Catalunya, son prácticamente los únicos sellos de jazz en exclusiva. El resto de esfuerzos comparten géneros. Caso de Xingra en Galicia, Nuevos Medios desde Madrid o Karonte, también desde la capital.

Josep Ramon Jové, productor de Satchmo, encuentra las principales dificultades “en la infraestructura del mercado discográfico español. Satchmo es un sello que tiene prestigio por la calidad de sus producciones, pero se ve frenado por la ausencia de una distribuidora que sea capaz de defender el jazz español para que esté en todas las tiendas”. También lo institucional entra de lleno en la supervivencia de las discográficas. Su reflejo metafórico, en el pequeño comercio frente al gran almacén. ¿Ayudas institucionales? “Sólo tenemos reconocimiento institucional dentro de Catalunya. Pensar en una ayuda del Ministerio de Cultura suena todavía a utopía. Las subvenciones son necesarias”.

¿Cuáles son los criterios de una discográfica en España para editar jazz? Según Jové, al menos en lo que a Satchmo se refiere, “la calidad” es el primero de ellos. “A partir de ahí valoramos que haya una cierta inquietud por estar en los tiempos que corren. Las propuestas revisionistas no nos interesan demasiado”. Precisamente de exceso revisionista parece quejarse parte de la afición española. El sentir de algunos se resume a la perfección en el pensamiento del periodista y crítico Jesús Moreno: “El nivel técnico y el numero de músicos que se dedican al jazz en nuestro país ha aumentado considerablemente en los últimos años. La avalancha de discos es abrumadora, pero creo que la falta de propuestas e interés es la tónica  general. Los discos parecen ejercicios de clase cuando no gratuitos. (...) Echo en falta frescura, ideas, riesgo, unas dosis de locura y mucha libertad”.

Las dificultades del aficionado para encontrar jazz español en las estanterías de una tienda lo son también para encontrar aquellos sellos internacionales con propuestas independientes. Ante la ausencia de distribución, Internet es herramienta básica. Cada vez más músicos venden su música por la red. Para “Nuestro Jazz” necesario “articular un procedimiento de ayuda que no repercuta exclusivamente en los sellos discográficos, para permitir la edición del trabajo de los músicos”.

CLUBES Y ASOCIACIONES

Por mucho que le ofrezcan grandes escenarios mediáticos, el músico de jazz donde más cómodo se encuentra es, sin lugar a dudas, en el club. No sólo los músicos. El aficionado militante del jazz (no confundir con agregados de verano) quiere contacto directo con la música. Aunque en muchas ocasiones tenga un inconveniente: el ruido. Pregunten si no a quienes tocan en Altxerri (Donosti).

Antaño el club era sala de estudios. Programado durante semanas, el músico crecía sobre el escenario. Hoy, tres días consecutivos son toda una hazaña. Para todo un veterano como el baterista Peer Wyboris esta situación plantea como problema que “el músico no se puede desarrollar. No conoce la presión de defenderse después de un mes en que ya todo el mundo te conoce y tienes que hacer algo diferente. Además el público ya no conoce a nadie. Antes venía un músico y los aficionados se avisaban los unos a los otros. Quince días después ya discutían sobre lo que les gustaba y lo que no. Hoy no, hoy los músicos van, tocan como locos y se van. Mañana otra cosa”.

Otras cosas son las que ocupan la programación de los llamados clubes de jazz. La exclusividad no da renta y otros géneros suenan bajo el luminoso de “Jazz Club”. El Jamboree confiesa: “jazz and dance club”. Tras el “chin ti chin”, el “unch unch unch”. Al menos, jazz a diario. Barcelona imán de desencantados. Madrid quema y muchos huyen a la condal. La oferta desbordada por la demanda. Exceso poblacional.

Muchas ciudades sin club encuentran jazz en el esfuerzo “sin ánimo de lucro”. Las asociaciones son plausibles iniciativas de ciudadanos que alargan su jornada laboral para que el resto conozca, disfrute y, en definitiva, se acerque a lo que es su pasión. El caso salmantino de “Amajazz” resulta de inusual eficacia. “Once “chalaos” que trabajamos desinteresadamente”. Pablo Rodríguez, secretario, tiene voz y voto en las decisiones del órgano de representación de una asociación con unos doscientos socios de pago (al módico precio de 36 € anuales que pagan oficina y gastos de mantenimiento y papelería) y medio millar de simpatizantes. Sus actividades reparten esfuerzos entre conciertos didácticos, seminarios, conferencias... y conciertos. Conciertos que son “Muestra Nacional de Jazz” un mes al año y Festival Internacional en otoño. “Amajazz” también puso “Jazz en la Calle” de la mano de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento. Ahora, “hemos sido apartados”.

Hay más. “Amajazz” probó este año la fórmula concurso de jóvenes/aficionados. La duda es: “¿podremos continuar organizándolos”? Dinero manda y “Amajazz” lo encuentra (amén de las cuotas) en la Obra Social de Caja Duero. Su respaldo financia el mantenimiento de la web (www.amajazz.com), el boletín “Impressions” (para clubes colaboradores y socios, además de estar disponible en parte en la web) así como los gastos de programación. En el recuerdo actuaciones internacionales (Chico O´Farrill, Chucho Valdés, Sclavis/Romano/Texier...) y  nacionales (David Mengual, Jorge Pardo, Abe Rábade...). “Amajazz” como modelo de gestión y criterio ¿institucional?

LOS MÚSICOS Y SU MÚSICA

Después de todo lo dicho, queda el ejercicio de autocrítica. Sabemos que las condiciones en las que los músicos desarrollan su carrera y proyectos no son las adecuadas pero, ¿cuál es el nivel de nuestros músicos? ¿Es su música interesante?

Las posibilidades de estudio son mayores ahora que en tiempos de los pioneros del jazz en España. Sin embargo, parece que la frescura que antaño caracterizó muchos de los proyectos se está perdiendo en la actualidad, a pesar de la mayor formación académica. Incluso el “invasor” jazz norteamericano sigue siendo el principal modelo de imitación. Mucho “hard-bop” y poca personalidad.

La Universidad de Berklee (Boston) ha sido y sigue siendo referencia para muchos estudiantes españoles. Iñaki Askunze, Abelardo Rábade, Mikel Andueza... son sólo algunos ejemplos con nombre que vivieron la aventura bostoniana. De Berklee han salido algunas de las grandes figuras del jazz USA. Nombres como Joe Lovano o Pat Metheny han creado escuela. La clonación estética de alumnos es crítica común. El pianista Kenny Werner, que estuvo allí como compositor en residencia, tiene la clave: “puedes enseñar a la gente cómo tocar pero no puedes enseñarles por qué tocar. Y el resultado es que tienes gente que toca sus instrumentos muy, muy bien, pero nadie necesita escucharlos. No tocan ese elemento espiritual, que es el que hace a la música importante”. Muchos nombres del jazz español actual carecen de ese por qué.


Ramón López
(© Fotografía: Carlos Pérez Cruz)

La línea “mainstream” del “hard-bop” es también común en el resto de Europa. El “book” sigue siendo referente como material de estudio y también de conciertos. Sin embargo, parece que el número de músicos que apuestan por un lenguaje diferencial es mayor que en nuestro país. Contados artistas se desvían del camino principal. Agustí Fernández, Chefa Alonso, Ramón López, Baldo Martínez, Josetxo Goia-Aribe, Dead Capo, Akafree..., solistas y grupos que conforman la delantera de la vanguardia en unos casos y del folklore en jazz en otros.

Si algún folklore determina la peculiaridad del jazz en España, ese es el flamenco. Nuestra imagen sonora más exportada ha y se ha “contaminado”.  Lo que en un momento fue experimento, se ha convertido en la actualidad en fórmula. Tres grandes referentes: Chano Domínguez ocupa número uno en la lista de éxitos de la contratación; Paco de Lucía es la figura máxima, el ídolo a venerar; Jorge Pardo, el más camaleónico de los tres.

La aceptación del “jazz-flamenco” ha producido, a menor escala, el fenómeno que no hace mucho provocó la música celta. Su auge vino acompañado de numerosas ediciones discográficas de escaso valor. Para Jesús Moreno la fórmula “no ha terminado de funcionar, ya que lo veo más como fusión-jazz/flamenco-pop y eso termina siendo ni chicha ni limoná. Me parece que ha quedado como la bailarina o el toro de plástico para poner encima del televisor”.

Con el “jazz-flamenco” se produce una situación, cuando menos, curiosa. Para muchos músicos españoles se ha convertido en otro “enemigo” además del jazz USA. No tocarlo, cierra puertas. Para otros, las abre. Sevilla, epicentro de lo flamenco, ofrece escenario para el encuentro internacional. De los discográficos (“Cruce de Caminos” y “Pasajes”) de los Perico, Colina y compañía con la Armenia de Arto Tunçboyaciyan, la América de Jeanne Lee o la Italia de Paolo Fresu, al futuro encuentro escénico en 2004 de Miralta y Núñez con el maestro Dave Holland.

Otros folklores peninsulares e insulares han tenido reflejo en proyectos discográficos y escénicos. Baldo Martínez ha sabido conjugar la tradición gallega con el jazz sin caer en folklorismos. Lenguaje contemporáneo con sabor rústico. Josetxo Goia-Aribe canta con su saxo en la profundidad de los valles de Euskalherría. El eco es Garbarek.

Una delgada línea delimita lo que unos consideran “free-jazz” y otros “libre improvisación”. Sea como fuere, Ramón López y Agustí Fernández son nuestras dos bazas fundamentales. El primero viajó a Paris hace casi veinte años. Su viaje recompensado con un reconocimiento europeo, casi anecdótico en España. Batería sola, duos con sierra musical, la música de la Guerra Civil... nada de lo que Ramón toca deja indiferente. Una gran virtud en el arte. Agustí Fernández y su piano han compartido escenario con figuras referenciales como Peter Kowald, Assif Tsahar o el propio Ramón López. Su criterio programador guía las “Nits de Música” de la Fundación Joan Miró de Barcelona.


Javier Gallego (Dead Capo)
(© Fotografía: Mercedes Garijo)

Para romper la estética “mainstream” de la “east coast” catalana y valenciana, desde Madrid ha surgido un proyecto insólito. Dead Capo constituye la respuesta a la “plegaria” de aficionados aburridos. Música irreverente y divertida que convierte a Ornette Coleman en vanguardia de fácil digestión. Un primer paso hacia la diversidad.

EPÍLOGO

Un estudio de estas características no puede ser nunca objetivo. Pretender algo así es conceder veracidad a la utopía. Todos tenemos nuestra verdad y con ella hablamos. Sin embargo escuchar la enriquece y complementa. La plataforma “Nuestro Jazz” expone la suya. Una verdad en beneficio de la comunidad de músicos españoles de jazz que, cierto es, merece mejor tratamiento. Defender a ultranza el jazz español puede llevar a excesos patrióticos. Sin embargo, abrir el debate, entre todos los agentes que conforman nuestra pequeña gran comunidad del jazz en España, debe servir para dar un definitivo paso adelante en una disciplina artística que hoy está lejos de poder sentirse tratada con dignidad. El inconformismo es vitamina del crecimiento.


* Este artículo ha sido publicado originalmente en en número Otoño-Invierno 2003 de la revista "Más Jazz"

© Carlos Pérez Cruz, Tomajazz 2003