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..: CHEMA SAIZ: EL TRÍO ES LA FORMACIÓN DONDE MEJOR ME ENCUENTRO

   
 


Nuevo encuentro entre Saiz y Tomajazz, en esta ocasión a través del correo electrónico. Entre los asuntos que tratamos no podía faltar el disco que el guitarrista madrileño registró este año con Toño Miguel y Borja Barrueta. Pero antes Chema nos permitió conocer un poco el ayer y el hoy de ese aficionado que todo músico profesional lleva dentro. Aquí nos habla de sus gustos, de sus hábitos, de los conciertos que últimamente no ha querido perderse y recomienda algunos discos para todo aquel que quiera tomar nota. Como complemento a la entrevista, encontraréis las palabras de Arturo Mora Rioja incluidas en el cuadernillo de Trio Album.

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La primera escuela.

«Tuve la gran suerte de ir conociendo el jazz paralelamente a su evolución en la historia, más o menos. Lo primero que cayó en mis manos fue un disco del Hot Club de Francia llamado Swing ’35-‘39, y por un lado me parecía increíble lo que oía, y por otro, la música la comprendía perfectamente, como a cualquiera le pasaría, así que disfrutaba observando como encajaban esas maravillas musicales que hacían Django y Grappelli en esas canciones tan sencillas y tan bonitas. Un amigo me habló de Joe Pass y por casualidad encontré en Madrid un disco suyo (hablamos del año 79), el Virtuoso 2, de guitarra sola. No daba crédito a mis oídos, y menos crédito aun a que, de la gente que conocía personalmente, no le gustaba a casi nadie. Y llegó el tercero en discordia: Wes Montgomery, de quien lo primero que oí fue parte de sus grabaciones en Paris en 1965. La reacción a estas escuchas fue casi inmediata: comencé a descifrar nota por nota lo que hacían. Y fue esta mi primera gran escuela de jazz. Esto difícilmente se hubiera dado si antes no me hubiera empapado de los discos que mi padre tenía de los Indios Tabajaras, expertos en embellecer todavía más las melodías más bellas del mundo (que a fecha de hoy para mí casi lo siguen siendo), si no me hubieran comprado el single “Entre dos Aguas” de Paco de Lucía, y después el LP Fuente y Caudal, y si no hubiera integrado con compañeros del instituto formaciones dedicadas a la música folklórica española, y por tanto, si no hubiera buceado en lo que hacían los grupos folk de moda entonces, como Nuevo Mester, Jarcha –que me encantaba–, incluso Mocedades y Nuestro Pequeño Mundo. Me gustaba sacar las melodías armonizadas para luego cantarlas nosotros. Ni hubiera ocurrido si no hubiera estudiado, aunque a mi modo –o sea, mal– la guitarra clásica, ni hubiera ocurrido si no hubiera participado entre los 9 y los 13 años en el coro de la iglesia tocando cada domingo una pieza clásica en la parte de la consagración, y por supuesto no hubiera ocurrido si mi padre, que era músico semiprofesional, y mi hermano mayor no me hubieran enseñado los primeros acordes y las primeras canciones».

«El primer concierto de jazz que me impactó fue en el Café Manuela de Madrid cuando vi al Hot Club de Madrid, cuyo repertorio era casi el mismo que el del de Francia. Me dejó completamente boquiabierto. En el mismo lugar poco más tarde vi –y esto él no lo sabe– a Ángel Rubio, y tampoco di crédito. Éste me contó que su guitarrista preferido era Jim Hall, de quien no hace falta decir que no era fácil encontrar un disco suyo, y por una feliz casualidad di con –yo creo– el mejor: Live. Desde que, por aquella época, conocí el jazz, me embebí de él durante unos diez años más o menos, en los que no me interesaba ningún otro tipo de música. Especialmente me encantaba el be bop y sus evoluciones y ramificaciones. Fue Charlie Mingus quien me llamó especialmente la atención en cuanto a la expresión de la música. Él y quienes trabajaban para él: Danny Richmond, Eric Dolphy (especialmente), Ted Curson, Booker Ervin… Yo lo vivía como una forma muy visceral de tocar, con constante juego y comunicación; más tarde escuché a Abercrombie, Metheny y Scofield, en los 80, y me dejaron boquiabierto, cada uno con su estilo; después conocí a Lennie Tristano y aun hoy sigo sin creer lo que oigo cuando le oigo; Monk también me llamó especialmente la atención, así como Jim Hall. Y a mediados de los 90 retomé la carrera que había poco más que iniciado, de guitarra clásica, cuyo grado superior lo terminé en el 99. Evidentemente eso me hizo tomar mucho interés por la música llamada culta, o clásica».

El aficionado que hoy convive con el profesional.

«Últimamente me atraen mucho Chris Potter, Adam Rogers, Charlie Haden, Steve Swallow, Terence Blanchard… Y voy a citar a Perico Sambeat, cuyo último disco, Ziribuye, me parece una obra de arte: impresionantes composiciones, arreglos, improvisaciones, y todo ello hecho con un magnífico buen gusto. Pero lo cierto es que hay decenas de músicos con los que disfruto especialmente en los últimos tiempos. Ahora me estoy acordando de Brad Melhdau tocando a piano solo. Me suele gustar aquello que teniendo base en la tradición aporta elementos novedosos y que agrada. La novedad por la novedad, si no tiene sentido musical –sentido para mí, claro– no me interesa».

«Realmente todo lo que escuche va a influir tarde o temprano, directa o indirectamente, y en todo, además de en la condición de guitarrista, en la de compositor: en la de músico en general. Y vaya por delante que no es el jazz lo único de lo que me alimento. Escucho e interpreto otros géneros».

«Por supuesto escucho música clásica, especialmente Bach, Debussy, Stravinsky, Borodin... La verdad que la lista es bien larga. Pero quisiera resaltar que en las últimas semanas estoy enamorándome de la música de Federico Mompou. Es increíble lo que ese hombre ha escrito. Me lo hizo escuchar una entrevista que leí a Ismael Dueñas. Escucho también a Hendrix, a los Screamin’ Headless Torsos, Björk, Tower of Power, música hindú, árabe, turca... La verdad es que me levanto por la mañana y me puedo poner a Wagner, a Nat King Cole en español, a Pedro Guerra o a Coltrane».

«A la hora de elegir discos, a veces lo hago porque he leído alguna recomendación en una entrevista. Otras, porque el líder me ofrece total garantía. Por ejemplo: si me encuentro un disco nuevo de Scofield, va a la saca inmediatamente, porque me da igual lo que haga: siempre son genialidades. Otras veces me arriesgo sin conocer al líder pero conozco a los músicos que lo acompañan. Lo más generalizado es tener en cuenta las recomendaciones hechas por músicos a los que admiro».

«A decir verdad, no estoy a la última de lo que hay en el mercado, y de hecho no es mi prioridad adquirir lo último que ha salido. Creo que lo único que he oído de 2005 y 2006 es lo de Sambeat, lo de Blanchard y lo de Potter, y desde luego los recomiendo los tres».

«En cuanto a conciertos, últimamente he visto a los Torsos, a Javier Vercher, a Rosenwinkel, a Sambeat, a Concha Buika, a Baldo Martínez… Me han gustado todos, pero especialmente Los Torsos y Rosenwinkel. Son espectáculos excepcionales, de verdad».

Álbum en trío.

«En Trio Album hay once temas originales que están tocados con mucha frescura. Eso quiere decir que los temas los conocíamos poco más que del papel, aunque esta vez sí hubo un par de ensayos, y esto hace que bucees en cada tema sin saber muy bien lo que te vas a encontrar, lo cual para mí es un atractivo; son composiciones muy normales, con armonía corriente y estructuras corrientes, sin ningún ánimo de malabarismo musical, lo cual supone que al no erudito también le llega la música, cosa que me interesa mucho. Hay cuatro baladas, lo cual a mí me sugiere que el disco tiene cierto carácter intimista, y ello se contradice un poco con el directo, donde ocurre más bien lo contrario. Es el primero de no sé cuántos discos que haré a trío. La verdad es que es la formación donde mejor me encuentro».

Toño y Borja.

«La música estaba compuesta antes de juntarnos para el disco, unos temas más recientes y otros menos. No está diseñada especialmente para trío, ni para Toño y Borja, sobre todo porque a este último no le conocía. A Toño sí, tocó una vez en mi grupo con una solvencia bien sobrada y con un diez en profesionalidad. Ni por asomo suponía lo fantásticamente que me iba a llevar con ellos musicalmente, y personalmente debo decir que son encantadores. Para mí les pasa un poco lo que a la música, que son personas normales (lo cual agradezco), sencillas y no te miran por encima del hombro porque uno viva en Nueva York estudiando con Patitucci y otro esté solicitado por toda España para tocar. Me encanta que sea la cordialidad y no la prepotencia la que nos una».

«El haber dado con ellos para el disco fue fruto de una feliz casualidad. Estaban pensadas otras personas, lo que no pudo darse por incompatibilidad de fechas y algún otro contratiempo. Cuando hablé tanto con uno como con otro, la verdad es que lo único que me ofrecían era facilidades: disponibilidad para ensayos, implicación y entrega máxima en el proyecto, acuerdos económicos, la cordialidad de que hablaba. En fin, que estoy encantado. Este trío no es un proyecto puntual. Mi idea es que dure mucho tiempo y que esto no haya sido nada más que el comienzo».

Los arreglos.

«Con respecto a los arreglos, son míos, aunque Toño y Borja durante el viaje musical toman el timón de vez en cuando y al final hemos ido por otro camino al mismo sitio, o a veces hemos llegado a diferente lugar. Con esto digo que ellos han retocado bastante las ideas originales».

Jazz auténtico en una sola jornada.

«La verdad que el hecho de haber tenido que registrar todo el material en un día sí que influye, y no positivamente, porque de hecho hay unas cuantas cosas que las hubiera hecho otro día, pues ese día no salían muy bien. Y sí, hay un cierto estrés, que entre otras cosas anula el disfrute de la grabación. Pero bueno, se aprende de la experiencia con el objetivo de hacerlo mejor en la siguiente. Aunque luego uno se siente muy bien después de haber hecho el disco en un día: eso habla de que es un disco de jazz auténtico, con sus riesgos asumidos, con unas cosas más bonitas y otras menos, sin trampas… y eso es lo que hay».

La producción.

«A la hora de producirlo he tenido dos suertes. La primera que Joan Ballesté, director del sello Satchmo, se comprometió a publicar el disco en 2006, sin ni siquiera haberlo oído (era imposible, no existía) y lo cumplió. La otra, que Sergio Cabanillas se ha implicado también en la producción tanto económicamente como en otros hechos, como por ejemplo la fotografía. Además, creo que es quien más ilusionado está con el proyecto, y debo agradecerle a él muchos de los conciertos que hago, así como entrevistas y eventos varios. Se podría decir que es el primero que de verdad ha creído en mi música y que la defiende y ensalza como nadie lo había hecho hasta entonces».

Nuevos proyectos.

«Ahora estoy grabando para la ONJE (Orquesta Nacional de Jazz de España) unas obras que su director y compositor, Ramón Farrán, denomina “Jazz Sinfónico Español”, en las que no toco la guitarra eléctrica, sino la española, más bien la flamenca. En este disco de próxima publicación hay grandes figuras internacionales del jazz, así como de flamenco. También integro el grupo del baterista Carlos González, Sir Charles + Cinco, en el que se expone un proyecto con la obra de Oliver Nelson».

©Sergio Zeni, Tomajazz, 2006


¿Qué es arte? ¿Qué es música? ¿Qué es jazz? ¿Dónde acaba la interpretación y comienza la improvisación? Cuestiones todas ellas sin clara respuesta, siempre han provocado las delicias de teóricos extremistas, estandartes de la sinrazón dedicados en cuerpo y alma a encendidas discusiones abocadas de antemano al fracaso. Me hubiera encantado ver a esos portadores de inexistentes dogmas en la sesión de grabación de este CD. A buen seguro habrían abandonado sus demagógicos monólogos para centrarse en la escucha y el disfrute, en la sensación y el sentimiento, en el aprendizaje y la admiración. Y es que todo ello tiene cabida en este Trio Album, cuarto proyecto discográfico del guitarrista Chema Saiz, en el que vuelve a confirmarse como un valor seguro dentro del nuevo jazz europeo, demostrando su continua evolución hacia la conjunción de sabia experiencia e insolente atrevimiento.

Para adentrarse en esta aventura musical, Saiz cuenta con los compañeros de viaje ideales, jóvenes con contrastado bagaje, academicismo al servicio del riesgo y mucha, mucha frescura. La sección rítmica refuerza el diálogo musical de su líder llevándole y dejándose llevar por él. Al contrabajo y bajo eléctrico sin trastes (el popular fretless), Toño Miguel muestra una asombrosa claridad de ideas, precisión al servicio de lo inesperado y un fraseo de articulación poderosa. El bilbaíno Borja Barrueta, pura imaginación, efectúa durante todo el disco un impecable ejercicio de escucha y reacción, respondiendo inmediatamente a las evoluciones de sus compañeros, subrayándolas y haciéndolas subir peldaños en el escalafón expresivo. Por si fuera poco, las composiciones son la guinda del pastel, completando un todo donde contraste y cohesión se dan la mano con naturalidad, dejando espacio para la calma, la intensidad, la reflexión, la risa, la liberación de tensiones y el sobrecogimiento más estremecedor.

La atmósfera cálida del primer corte, “Floralba”, deviene del trabajo armónico y el aprovechamiento de espacios sobre métrica ternaria sutilmente marcada. La diversión viene de la mano del shuffle en un “Marketing” (anteriormente conocido como “Canción que parece comercial pero que luego no lo es”) donde destaca el juego de caja de Borja Barrueta sobre la línea cromática que aparece durante todo el tema. En la increíble adaptación del clásico popular “Que llueva (la Virgen de la Cueva)”, partiendo de una melodía sencilla, Chema conforma un paisaje original y sofisticado, rítmicamente atractivo y candidato a provocar obsesión por su escucha en la mente del oyente. La primera frase del solo de guitarra es una auténtica obra de arte por sí sola, el acompañamiento abierto del contrabajo aporta un brillo especial y la parte previa a la vuelta final de melodía ofrece una excelente muestra de batería moderna, en la línea de los trabajos más innovadores del jazz actual. Es el aro de la caja de dicha batería el que manda en “Latín”, el guiño sudamericano donde Saiz prueba distintos timbres gracias a su colección de pedales de efecto, y donde Toño Miguel nos deja una improvisación fantásticamente construida. “Melodía natural” es una balada a la que no haría justicia el término "atmosférica", debido al peso de su contenido. Abierta y sensible, contempla cómo la sección rítmica bisela con sumo cuidado las líneas melódicas del líder, reaccionando con clase a los reclamos musicales de éste. Y si alguien echaba de menos la velocidad, la puede encontrar en “Mero trámite”, compañera de tránsito de complejos desplazamientos rítmicos en la melodía y no exenta de diversión en algunos pasajes.

Nuevo momento para la relajación con la entrada de contrabajo a “I814075” (número de serie de la guitarra que lleva acompañando a Chema Saiz desde 1982), cuya economía de acordes supone un descenso de revoluciones para los oídos. Algo grande se está fraguando, y es nuevamente Toño el que cierra este tema y abre el siguiente, “Malos modales”, con una introducción solemne y melódicamente cautivadora. Ideal punto de partida para la pieza más extensa del CD, una obra de arquitectura neo-jazzística donde Chema aprovecha la libertad de la armonía modal para explorar territorios inusuales, haciendo un sabio uso de desarrollos motívicos y huyendo de la pirotecnia y la dificultad injustificada en un tema que podría invitar a ello, dada su movida métrica en 6/8. Solos largos y muy bien construidos, con paciencia y cambios de dinámicas, riffs de contrabajo libremente ejecutados, enorme trabajo de Borja Barrueta a la batería (solo incluido), precisión en los obligados rítmicos, … Y, para contrastar, “Buenos modales”, donde el uso de la guitarra española aporta colores distintos sobre una curiosa estructura métrica de compases entrelazados de 3/4 y 5/4. “Todos iguales” aporta el punto cercano al funky. Bajo eléctrico y buen ambiente para ir acabando y, tras el aire marcial y decidido del redoble de caja inicial, un buen solo de contrabajo nos acerca a “Mambrú”, recreación de la canción tradicional “Mambrú se fue a la guerra” cuyo delicioso arreglo ya presentara Chema Saiz en su Solo album de 1999, pero que toma nuevas dimensiones en esta interpretación en trío, donde los delicados arpegios de guitarra se ven arropados con finura y elegancia.

Así es Trio Album, un disco con pasajes oscuros conceptualmente encuadrables dentro de la visión contemporánea del jazz practicado en el Viejo Continente, con baladas sutiles donde la aparente sencillez invita a escuchar cada nota, con divertidísimas evoluciones que harían sonreír a una piedra y, lo más destacable, con una sensación de cohesión estructural poco común en una obra tan variada. Creador ante todo, es increíble cómo Chema Saiz es capaz de adaptar el lenguaje de la guitarra a cualquier contexto musical, eliminando barreras preconcebidas y ampliando considerablemente el rango estilístico de una formación tan habitual hoy en día. Interpretación, acompañamiento e improvisación son abordados con tanto nivel de detalle y, a la vez, tanta naturalidad, que a veces cuesta creer que sólo estemos escuchando tres instrumentos. He aquí una excelente muestra de jazz moderno donde los análisis formales no tienen más sentido que el puramente descriptivo, donde arte y entretenimiento se funden en un todo compacto, y donde las preguntas pertinentes no son ¿es arte? ¿es jazz? ¿hay improvisación?, sino ¿cuándo graban el próximo?

© Arturo Mora Rioja