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:: CECIL TAYLOR Entrevista por Jason Gross(Enero 2001)

   
 

 

Traducida por Efrén del Valle. Con el permiso de Jason Gross de Perfect Sound Forever, dónde fue publicada inicialmente en la red

 

   

¿Cómo describir una conversación con uno de los músicos más revolucionarios del siglo pasado? Pocos músicos de cualquier género han explorado todo el registro tonal de un teclado del modo en que lo ha hecho Cecil Taylor. De hecho, su ferocidad era tan precursora que daba más efecto al concepto de ritmo que prácticamente cualquier baterista. Su mezcla de sensibilidad jazz y música clásica contemporánea instigó ambas tradiciones y jamás volvieron a ser las mismas. Junto con Ornette Coleman y John Coltrane, Taylor ayudó a promover un punto de inflexión en la historia de la música. La vanguardia y el free jazz serían impensables sin sus innovaciones y es un testamento a su trabajo que siga formando parte de la corriente principal junto a muchos artistas de la actualidad.

Al igual que otros gigantes como Miles Davis, los alumnos de sus grupos representan el Quien es Quien de los grandes músicos. Jimmy Lyons, Archie Shepp, Sunny Murray, Steve Lacy, Roswell Rudd, Ronald Shannon Jackson, Max Roach, William Parker, Derek Bailey, Leroy Jenkins, John Tchicai y Alan Silva son sólo unos cuantos en este grupo de élite. Y eso sin mencionar sus colaboraciones y sesiones con el propio Trane, el Art Ensemble y Tony Williams.

Ahora celebra 45 años de carrera artística, además de su septuagésimo cumpleaños, con una gira mundial. Taylor no se contenta con dormirse en los más que merecidos laureles y practica al piano constantemente y siempre le regala al público piezas nuevas. Es un hombre multidisciplinar: canta, recita poesía, baila y toca en sus conciertos.

Me llevó más de un año concretar una entrevista con él. ¿Pero quién no tendría paciencia con una leyenda de su estatura? Al reunirme con él en su restaurante favorito del East Village (donde el personal le saludaba como si perteneciese a la realeza), estaba preparado para quedar deslumbrado y no decepcionó. Hablando de todo, desde sus héroes infantiles, sus cantantes favoritos (que son una gran influencia para él) a sus colaboradores predilectos normalmente en una sola pregunta, la conversación con Taylor fue un reflejo perfecto de su música- en vez de fluir con linealidad, lo hizo libremente y con dinamismo. ¿Podía esperar menos de él?

Esta entrevista se publicó originalmente en el número 19 de la revista Signal To Noise (Otoño de 2000). Muchas gracias a Jimmy McDonald, John Grady y Pete Gershon por ayudar a organizarla.

 

JG: Este ha sido un año interesante para ti, ya que has tenido la oportunidad de volver a contactar con varios de los bateristas clave con los que has trabajado durante años: dúos con Max Roach en la Universidad de Columbia, con Elvin Jones un álbum el año pasado y un par de actuaciones posteriores, más tarde con Andrew Cyrille y ahora con Tony Oxley en el Den Haag.

CT: Cuando me paro a pensarlo, me doy cuenta de que nunca me había sucedido tener cuatro bateristas distintos en ese período de tiempo… Y todos ellos tan distintos y parte de la historia. Andrew es magnífico. Es una persona maravillosa y una parte importante de mi vida musical. Andrew, que podríamos decir que forma parte de mi, es un gran músico de acompañamiento, un percusionista superlativo y una de las personas más sensibles que conozco. Tocar con el Sr. Jones por cuarta vez fue una gran experiencia musical. Como ya sabes, en septiembre tocó básicamente con mazas y escobillas. Cuando toqué con él, la característica musical más unificadora fue que tocábamos como si fuésemos una sola persona. Entiende la música que construyo, su dinámica, los aspectos formales. Y la última vez fue incluso mejor. Con el Sr. Roach fue fenomenal tocar en Columbia frente a diez mil personas. Y Tony Oxley... es maravilloso estar con él. Es inmenso en lo que hace, en su concepción del sonido. Pero me estoy dejando a Derek Bailey, que estuvo impresionante (durante su colaboración en primavera con Taylor) en el Tonic. Fue, bueno, un histérico. No creo que haya nadie parecido a Derek. Así que he sido muy afortunado.

JG: ¿Tienes planes de trabajo con algún grupo amplio?

CT: Lo que necesito ahora es encontrar una situación en la que pueda organizar una corporación o un instituto para conseguir dinero y poder presentar la música. Por ejemplo, Derek (Bailey, guitarrista británico y colaborador ocasional) organizó una serie de conciertos en el Tonic. Me gustaría hacerlo, pero me gustaría que estuviese subvencionado. Porque sí que tengo ideas para un grupo grande. Tuve un grupo de cuarenta y dos miembros en la Knitting Factory. ¡Y también en Frisco! Los italianos querían que hiciese lo mismo con su Instabile Orchestra. Recibí una maravillosa llamada de una persona relacionada con la Sun Ra Arkestra y me dijo que Sunny quería que yo dirigiese al grupo. Pero no es cosa mía, es la banda del maravilloso Marshall Allen. Pero he estado escribiendo. Estuve tres semanas durante mi primera actuación en Florida, con ocho músicos. Escribí mucha música y la interpretaron muy bien.

JG: ¿Cómo preparas la música para tus actuaciones?

CT: Bueno, me encanta ensayar, simplemente porque eso es preparación, parte del proceso de planificación… No hay nada "libre" en todo esto; es la construcción de voladizos y pilones inclinados. Soy un gran seguidor de Santiago Calatrava, el arquitecto estructural español. Si miras los planos de muchas de sus construcciones parecen plantas o animales.

JG: ¿Diseñó edificios?

CT: Puentes. Ha hecho otras cosas, estaciones de tren... Porque se trata de organizar el espacio. Y si miras a un puente, no puedes dejar de prestar atención a las connotaciones espaciales y rítmicas, particularmente cuando se trata de puentes con vigas tubulares y, para mí, su exponente más destacado es Calatrava. No creo que haya puentes con vigas tubulares en este país. Lo intentó en Boston, pero no lo consiguió; en Frisco lograron una pobre imitación. El primero se hizo en Alemania, si no me equivoco, después de la Segunda Guerra Mundial.

JG: Sé que también te interesan la coreografía y la literatura.

CT: Sí, debido a la idea de la coreografía, el teatro Kabuki y los bailarines de zapateado. Mi madre me llevó a ver a Bill Robinson, a los fantásticos hermanos Nicholas. Mi madre me preparó para todo aquello. Me llevó a ver bailarines, me dio libros de Schopenhauer. Cuando tenía diez u once años hablaba francés y alemán. Tuve mucha suerte.

JG: En este momento, ¿ves el piano casi como una extensión de ti mismo?

CT: ¡Sí, debería serlo! Es parte de la meditación y el baile. Al utilizar los músculos haciendo ejercicios, el cuerpo se convierte en una construcción. Para bailar, uno debe conocer la relación entre los dedos y los brazos, en espacio y duración… La idea del ritmo existe en todos nosotros. En el modo en que hablamos, en la forma en que late el corazón, en como caminamos… A veces, cuando funciona muy bien, te preguntas "¿quién está al piano?". En ocasiones te pierdes, pero siempre tratas de alcanzar ese nivel de trascendencia.

JG: Hablemos de tus primeras influencias. ¿Quién te viene primero a la cabeza?

CT: Bueno, mi madre me llevó a ver a la gran Ella Fitzgerald… Recuerdo cuando me senté en el Teatro Paramount en 1944 y quedé impresionado por su improvisación en "Lady Be Good". Y después conocer a Babs Gonzales, que verdaderamente revolucionó el concepto de las letras en aquella época. Es interesante que la gente no piense en la relación entre Babs y los mejores músicos de rap. Pero cuando escuchas a Babs y oyes las cadencias, su presencia en cuanto a distribución de las palabras y sección rítmica, es increíble.

Por supuesto, cuando uno oía a Billy Eckstine cantar "Stormy Monday Blues", sabía que era otro punto de vista, pero siempre dentro del marco de la música, siempre creciendo. Y después escucharle interpretar "Goodbye", que creo que era el tema musical de Benny Goodman, o escuchar el arreglo de Mary Lou Williams de "Roll’em" para la Benny Goodman Orchestra, cuando todo el mundo hablaba sólo de "Sing, Sing, Sing". Al oír "Roll’em" te dabas cuenta del genio de Mary Lou Williams.

Lo más maravillosos de Billy Holiday es que no importaba lo que ocurriese... Verla cuando yo tenía doce años, entender que no sólo era sensual, y que la sensualidad no podía separarse del modo en que se movía y cantaba. Billie estaba justo en medio de cualquier ritmo y su cuerpo lo demostraba. Y en la última actuación suya que v, su majestad había cambiado a un pianista rítmico por Mat Waldron y su voz había cambiado, y también su físico, pero no su pasión. Otra persona muy similar era Chet Baker. En Berlín finalmente vi aquella película en la que era joven y guapo, "You Don’t Know What Love Is". Billie cantaba "You Don’t Know What Love Is" en aquel álbum con sección de cuerdas, al que ciertos críticos eruditos, y uno en particular, le dieron un aprobado bajo. ¡Ja, ja! Y yo ya me he cargado cuatro copias del disco.

JG: Es interesante ver que los cantantes hayan tenido tal efecto en tu trabajo. ¿Y qué hay de los instrumentistas que han sido importantes para tu concepción musical?

CT: (el saxofonista de la banda de Ellington, Johnny) Hodges era inmaculado. Y Ben Webster tenía un gran sonido. La Orquesta Ellington... Supongo que tenemos nuestros favoritos. Ellington era el maestro, y si escuchas "Ring Them Bells" en 1929 y "Diminuendo" y "Crescendo" a mediados de los años treinta y después cómo la interpretaba Paul Gonsalves en aquel increíble solo con la Cosmic Band (un grupo reducido de Ellington que grabó "Cosmic Scene" para Columbia en 1958) con Paul y Clark Ferry y el maestro al piano. O aquel disco seminal, "Subtle Slough", primero realizado por Rex Stewart con las implicaciones rítmicas de (Jimmy) Blanton al contrabajo. Después cuando Ellington tocó "Cross the Track Blues" con aquella maravillosa apertura de Barney Bigard, que sigue siendo mi clarinetista favorito, y el paso de Ellington del piano rítmico a la moderada lógica con que tocaba acordes con espacios intercalados. (risas) ¡Qué hombre, qué hombre!

Ya sabes, toqué en el grupo de Johnny Hodges una semana en 1955, en Chester. Aquella experiencia fue tan maravillosa, tan placentera, que ni siquiera toqué el piano los cuatro primeros días hasta que el maravilloso (trombonista de la banda de Ellington) Lawrence Brown me dijo: "Eh, Cecil, el piano tiene 88 teclas. Estaría bien que tocaras alguna de vez en cuando." (risas) Y, por supuesto, la banda de Basie era más ligera y su concepción del motivo, que la palabra "riff" no alcanza a describir, era la naturaleza orgánica de su magia.

¡Y Miles era el demonio en persona! Pero menudo talento, menudo talento. Y qué evolución creativa en aquellos tiempos de genuflexión ante Diz y Bird. Y aquel gran disco que hizo el maestro Bird era únicamente el tema básico de "Embraceable you", y Bird interpretó aquel solo extraordinario. Después escuchamos a Miles con sus pausas y supimos que aquello era el principio de una voz distinta. Poco después, "Birth of the Cool" con el gran maestro Gil Evans, y oímos la fluidez y el amor del Sr. Davis… Davis fue uno de los mayores organizadores de sonido que ha conocido este país.

Cuando piensas en virtuosismo, ¿cómo puedes eludir al gran Albert Ayler y lo que significó? Técnicamente, creo que nunca he escuchado a ningún saxofonista con ese tipo de articulación. Y Eric Dolphy era un hombre muy considerado, muy cálido… Yo tuve la suerte de estar presente en sus dos últimas actuaciones en Estados Unidos y le dije: "Eric, eres el primer nivel de grandeza." Algunos mueren demasiado pronto. Albert murió demasiado pronto. Cuando piensas en las implicaciones de aquel grupo, con el hermano de Albert condensando aquel sonido de trompeta, y la brillantez del conjunto…Hay un trompetista actual que se acerca a aquel sonido y es el (antiguo trompetista de la Taylor Unit) Raphe Malik.

Lo que digo es que tenemos una tradición muy rica hasta llegar a hombres como Bill Dixon, que es indudablemente una de las grandes voces de la música norteamericana actual. Tuvo el gran placer de escucharle junto a Tony Oxley y dos bajistas en Berlín el pasado noviembre. Absolutamente extraordinario. Más allá de lo que aquí se considera importante. Pero uno debe tener en cuenta la decadencia del negocio...

Es decir, lo que ha ocurrido en Norteamérica es una historia de logros. La música tiene sus raíces en América, en la tierra de América… El legado tradicional de la música que se hacía en África, que existe aquí gracias a los nativos americanos… Y cuando hablo de tierra, mi abuelo paterno era Kiowa, de la misma región que el maravilloso batería de Mingus, Dannie (Richmond). Y mi abuela materna, que creció en Long Branch –piénsalo- es un nativo americano… Tenía sangre Cherokee. Y el apellido Taylor, sí, es europeo. Pero también hay parte africana y americana, así que mis raíces en este país son muy profundas.

JG: Realmente has conocido y has tocado con muchos músicos importantes a lo largo de estos años.

CT: Creo que lo hemos pasado bien. Hay un libro titulado "The Most Beautiful House in the World", en el que el profesor Wharton y el planificador urbano Witold Rybczynsky narran la construcción de una nueva casa. Hay un capítulo que incluye la palabra F-U-N (diversión). Pienso mucho en ello. Lo que quiero decir es que la diversión se convierte en una celebración de aquellos que nos han precedido a nosotros y a lo que tratamos de hacer. Se convierte en una celebración de la vida y es una alegría poder intentar crear ese tipo de entorno musical. También pienso que en mi vida hay una cierta cascada de agua, o una ola, una marea. El tirón sólo se produce a través de cosas que los productores quizá no entienden. 

JG: ¿Hay músicos más jóvenes cuya música te interese?

CT: La gente no entiende lo que significa la técnica. Hablan sobre un estupendo trompetista de Nueva Orleáns. ¡Ese tipo no tiene técnica! El motivo por el que no tiene técnica es que no ha desarrollado un lenguaje. ¿Y el mediocre Roy Hardgrove? Un tipo listo, pero le escuché recientemente y no ocurre nada. ¡Será mejor que practique!

Escuché a un tipo interesante, un hombre llamado James Carter. La noche anterior la pasé con Calvin (Weston, baterista) y Jamaladeen (Tacuma, bajista) – miembros de su grupo eléctrico-. Me puse a ensayar y entró James Carter. Le pregunté algunas cosas. Me habló sobre su control del instrumento y pasó después a Eric Dolphy. Le pregunté qué pensaba sobre la música de Anthony Braxton. Bajó la cabeza y respondió: "¿Qué puedo decirte?"

Así que le dije: "Una cortesía merece otra. Estaré aquí esta noche cuando actuéis." Estaba entre bastidores y comenzaron a tocar, Jamaladeen y Calvin… ya sabes que hay una diferencia entre el blues y el rhythm and blues. Cuando comenzaron a tocar, ¡menuda intensidad su rhythm and blues! Carter estaba fuera del escenario y cuando entró me sorprendió con lo que hizo. ¿Sabes qué hizo? Tocó un sonido armónico, (lo imita), y salió del puto escenario. Después volvió con otro sonido. Y cuando comenzó a tocar, cuando tuvo que enfrentarse a aquella mierda del rhythm and blues, no se trataba de notas. Y cuando James hizo su obligatto, tío, no era sólo técnico, ¡era apasionado! Al final de aquel número, James interpretó su tema y demostró todo su control, y aquello significaba algo.

Aquí casi me echo a llorar. Comenzó una pieza solo. Tiene sentido del humor y sabía que se había ganado al público, así que comenzó a interpretar "Good Morning Heartache". Dios, casi me pongo a llorar. Pensé en Charlie Gayle, y sonaba a él, pero también a Don Byas. Después toco suavemente, incluso bossa nova…

Cuando se marchó, me quedé allí hipnotizado. Él me vio y se acercó a mí. Le dije: "¡Eh, toca un poco más de esa mierda!" (risas). Tengo que volver a escucharles porque su música está muy viva.

JG: Hemos estado hablando de distintos estilos musicales. ¿Alguna vez te sientes insultado cuando la gente emplea el término "jazz" para describir lo que haces?

CT: Ellingon le dijo al Sr. Gillespie: "¿Por qué les permites que llamen bebop a tu música? ¡Yo la llamo "Ellingtonia"! Es música americana que nunca existió hasta que la hicimos nosotros.