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..: TOM ZÉ: EL SENTIDO DEL HUMOR HECHO (BUENA) MÚSICA. Por Jorge López de Guereñu

El universo musical brasileño es enorme, prácticamente infinito. Sus estrellas más conocidas fuera de ese gran país son fenomenales artistas como Caetano Veloso, Gilberto Gil, Milton Nascimento, Carlinhos Brown o Marisa Monte. Son los dignos herederos de los históricos pioneros de las diferentes músicas populares que ha ido apareciendo allí a lo largo del siglo XX. Entre ellos, los maestros del choro como Pixinginha o Jacob do Bandolim, la samba de Cartola y Noel Rosa, y la bossa nova de Joao Gilberto, Jobim y Vinicius de Moraes. La música de la antigua colonia del país de los fados siempre ha tenido esa particular magia que resulta de la mezcla entre maestría rítmica y ese carácter único de la música del país, la saudade. Pero su música nunca es triste por sistema, ni se regodea en esa forma particular de melancolía. A menudo la aderezan enormes dosis de sentido del humor.

Zé es el maestro absoluto de este arte, aún más que su contemporáneo y amigo, también bahiano, Veloso. Su música es igual de intelectual y su actitud tan artística como la de sus compañeros en el movimiento tropicalista generado en Salvador en los sesenta, pero es mucho más divertida. Zé es en la música popular brasileña un fenómeno similar al de Tom Waits en el rock: un artista único, inimitable, y con un concepto sonoro absolutamente original por mucho que se base en las raíces más sólidas de la música de sus país. Waits funda la suya en un conocimiento profundo del blues, el country y la música clásica contemporánea norteamericana, y Zé es un experto del folclore. La recopilación que apareció hace unos años, tras su redescubrimiento, en la serie “Brazil Classics” (el volumen 4), es considerado por muchos músicos como el mejor disco de MPB que se pueda encontrar y el punto culminante de la Tropicalia. El volumen siguiente de esa serie, hecho tras su reaparición en escena, tampoco lo desmerece.

No es de extrañar que un músico así nunca fuese popular, aunque rozó la fama a finales de los sesenta, y se apartase totalmente de la escena. Tampoco que fuese descubierto por uno de esos artistas inquietos que no son muy frecuentes en el mundo del rock /pop occidental. David Byrne lo fichó para publicar un disco suyo, magnífico, como primera referencia de su sello Luaka Bop, y a partir de ahí ha continuado con una sucesión de discos extraños, fascinantes y divertidísimos. Muchos de sus temas son aparentemente tradicionales, pero llenos de recursos sonoros sorprendentes, a menudo creados con instrumentos inventados por él mismo, que añade a los numerosos instrumentos convencionales que es capaz de tocar mejor que bien. Entre ellos, todo tipo de guitarras, banjos, mandolinas y ukeleles en sus versiones brasileñas, además de piano y otros teclados, diversos instrumentos de cuerda y casi cualquier instrumento de percusión que a uno se le pueda ocurrir. Y a todo ello hay que sumar sus juegos con las voces mezcladas en todo tipo de formas y combinaciones, que recuerdan a veces a ese otro gran universo, el P-Funk, de ese otro gran humorista musical que es George Clinton.

Un artista así, con sólidas raíces en la música popular y valor para llevar esas formas tradicionales a la estratosfera, da lo mejor de sí mismo reinterpretándolas a su manera. Su trilogía al respecto, fantástica e indispensable, es esencial en su discografía. En 1976 la comenzó con Estudando o Samba, para rematarla cuarenta años después con los recientes Estudando o Pagode y Estudando a Bossa: Nordeste Plaza. El más antiguo de estos discos puede resultar algo más difícil de encontrar que sus maravillosas secuelas, aunque ha aparecido recientemente en Brasil emparejado con otro de sus primeros discos. Los tres merecen muchísimo la pena, con unas grabaciones complejas y llenas de matices, sonidos vanguardistas combinados espectacularmente con bonitas melodías, letras que no tienen desperdicio, ritmos tradicionales y unos arreglos nada convencionales y sofisticadísimos. A Zé se le ha llamado, con razón, el “dadá brasileño”, un artista vanguardista y original, que demuestra la riqueza enorme del folclore de su país convertido en música de vanguardia. Si hay una pega en estos discos es que hay quien ha ido sumergiéndose en la MPB buscando tras escucharlos algo parecido, pero este es un artista único e irrepetible. Como contrapartida, lo que uno va encontrando al bucear en ese mar infinito que es la música brasileña son multitud de estilos y artistas diferentes. Tantos, y de tanta calidad, que la aventura a veces resulta agotadora.

© Texto: Jorge López de Guereñu, 2011