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VIII FESTIVAL HURTA CORDEL
  • Fecha: 26 de enero al 1 de febrero de 2004
  • Lugar: La Casa Encendida, Madrid

  • Comentario: Un año más, y van ocho, el festival Hurta Cordel ha abierto en Madrid una ventana a las músicas improvisadas. Y por ella, se han colado durante una semana los aires frescos –que no fríos- de propuestas que normalmente, durante el resto del año, sólo llegan a la capital a cuentagotas. Una oferta variada que no sólo ha dado cabida a la música, sino también al cine (a través de proyecciones de vídeo) y conferencias.

    Al igual que en años anteriores, la oferta de esta edición ha resultado cuanto menos interesante y, parafraseando el lema de “Oro Molido”, fanzine especializado en estas músicas, permite “saborear la diferencia” de proyectos, actitudes, instrumentaciones y, en definitiva, sonidos.

    El festival se abrió el lunes 26 de enero* con el cuarteto británico formado por Lol Coxhill (saxo soprano y voz), Phil Minton (voz), Veryan Weston (piano) y Mark Sanders (batería y percusión), precedido por un magnífico vídeo sobre el malogrado Peter Kowald (¡qué músico y cuánta humanidad!). Ofrecieron dos improvisaciones –una primera extensa y otra más breve- de una música sin concesiones pero en la que hubo una gran variedad de ambientes, desde lo más árido a lo pastoral, todo ello fluyendo con una naturalidad sorprendente, sin ninguna brusquedad.

    El pilar del grupo fue Weston, magnífico pianista, quien pareció sustentar y orientar el discurrir de la música. De una técnica intachable, fue capaz de recurrir a la abstracción como a melodías tocadas con una delicadeza fascinante. Coxhill estuvo más apagado, pero demostró su entendimiento con Weston, precisamente en esas frases etéreas, casi angelicales, mientras que en los pasajes más agrestes pareció estar algo corto de reflejos o, más bien, simplemente cansado. Phil Minton es de esos “cantantes” (más bien cabría decir “vocalistas”) que en un primer momento levantan risas entre el público, al parecer poseído por múltiples personalidades que luchan por salir de su boca, a lo que acompaña un gestualidad impactante. Pero, aunque hubo momentos en los que no encontró realmente su sitio, su enorme registro vocal le permitió dejar detalles notables. Por último, Mark Sanders estuvo a un altísimo nivel, lleno de recursos, y fue junto con Weston la fuerza propulsora del cuarteto.

    El viernes le tocó el turno a “Zero Tolerance”, cuarteto italiano formado por Gianni Gebbia (saxo alto), Francesco Cusa (batería) y los dj’s Max Ferraresi y Fab Gregorio. Era una propuesta a priori atractiva que se quedó en un fiasco, en gran medida por culpa de los diyeis, que con su tapiz sonoro fabricado con ingredientes de lo más vacuo y trillado, lastraron toda posibilidad de que la música despegase hacia terrenos estimulantes. Gebbia, aunque parecía no tener un buen día, demostró ser un (muy) buen saxofonista**. Por su parte, Cusa sabe tocar la batería, y muy bien, pero prefirió desplegar su vena humorística: y no se puede negar que tiene mucha gracia, pero dejó demasiado de lado el aspecto musical. Claro que frente a la rémora de los dos dj’s, incapaces de proponer algo interesante y de reaccionar a lo que hacían Gebbia y Cusa, poco podía salir del encuentro.

    Por último, el sábado y domingo hubo doble sesión de Lawrence “Butch” Morris al frente de la Orquesta Foco (integrada en su mayoría por miembros del colectivo Música Libre, organizador de Hurta Cordel), en sendas “conducciones”. Recurramos a la definición que da el propio Morris de la “conduction”: “Vocabulario de signos y gestos ideográficos activados para modificar y construir un arreglo o composición musical en tiempo real”***. Durante los cinco días previos, Morris enseñó su sistema a un total de 25 músicos que ensayaron en un clima de gran disciplina –indispensable para lograr un resultado eficaz- de cara a desarrollar y mostrar lo aprendido en los conciertos del fin de semana.

    Sin ninguna partitura, sin ninguna indicación previa, bajo la batuta de Morris los 25 músicos, en un estado de concentración y atención máximas, desarrollaron una serie de improvisaciones/composiciones instantáneas en lo que fue, tanto para los intérpretes como para el público, un viaje sonoro caracterizado por el descubrimiento y la sorpresa constante. La orquesta fue, más que nunca, un organismo vivo que lanzaba sus tentáculos en todas las direcciones, que avanzaba, retrocedía, mugía, lloraba y... cantaba.

    Y aunque pueda parecer que este arranque lírico no esté justificado ante una música de difícil escucha como ésta, resultó realmente emocionante ver cómo Morris conseguía, a través de los músicos, construir todo un edificio musical ante nuestras mismísimas narices partiendo de la nada. Musicalmente, hubo momentos de titubeo pero también otros en los que se alcanzó la magia, porque lo aleatorio tiene, evidentemente, una enorme incidencia en esta propuesta. En unas interpretaciones en las que apenas hubo solos, resulta difícil destacar a algún músico, salvo a Morris y a la orquesta en su conjunto, ejemplares en su dedicación****.

    Diego Sánchez Cascado

    *Quien esto escribe sólo ha podido asistir a cuatro de las siete sesiones de este Hurta Cordel.
    **Basta escucharle en el disco “Pronto!” (Intakt), con Nils Wogram (trombón) y Xavier García (samplers, este sí que es un dj de los buenos).
    ***Ver www.conduction.us/
    ****La Orquesta Foco estuvo integrada por músicos de diversos niveles, desde consagrados como Baldo Martínez, Chefa Alonso, Merrán Laginestra o Javier Paxarino, a jóvenes con escasa experiencia.