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ANTHONY BRAXTON STANDARDS QUARTET (2003)
  • Data: 19 de novembre de 2003 / 19 de noviembre de 2003
  • Lugar: Grande Auditório da Culturgest, Lisboa, Portugal
  • Hora: 21h30
  • Músicos:
    Anthony Braxton – saxofones / saxofones
    Kevin Norton – bateria / batería
    Kevin O´Neil – guitarra
    Andy Eulau – contrabaixo / contrabajo

Resenha - Reseña 

Portugués: Eduardo Chagas / Español: traducción:Diego Sánchez Cascado - José Francisco Tapiz


  • Resenha : Anthony Braxton é uma espécie de renegado do jazz no sentido mais comum do termo. Este "atrevimento" tem-lhe custado alguma incompreensão por parte do público em geral e mesmo dos braxtonianos conectados com o lado mais jazzy do grande criador. Porque é efectivamente de um grande criador que se trata, tanto da música clássica contemporânea, da chamada new music, ou do jazz, modalidade esta última com a qual Braxton joga, desde Chicago, um interessante jogo de escondidas.

    À partida para um encontro a este nível importaria enquadrar previamente memórias e expectativas pessoais na história recente, que conta ter Anthony Braxton surgido na cena musical no final dos anos 60, e que se interessou pelo estudo dos compositores europeus do Séc. XX, a par do desenvolvimento das suas próprias investigações sonoras. Estas viriam a desembocar na gravação dos seminais For Alto e Three Compositions of New Jazz, e prosseguiriam com a participação no quarteto Circle de Chick Corea – todos importantes marcos na formação estética e musical do saxofonista e compositor.

    Braxton já tocou música com todo o tipo de formações, desde sax solo à grande orquestra sinfónica, interpretando composições suas ou de terceiros. Neste último caso, com especial preferência pelas obras de grandes nomes do jazz ou do song book americano, que têm em comum o facto de se terem tornado populares ou de apropriação colectiva – os vulgarmente chamados standards.

    A partir da posição relativa que assumiu ao logo dos anos, a qual lhe permitiu estar dentro e fora do jazz, Braxton, motivado por prováveis assomos de saudade do convívio com os materiais que lhe circulam no sangue, parece sentir ciclicamente necessidade de descer ao povoado e fazer das suas. E faz bem.

    O quarteto que se apresentou no auditório da Culturgest, em Lisboa, no âmbito da colaboração estabelecida com o Festival de Jazz de Guimarães, constituído por músicos com quem o compositor convive há alguns anos, é reincidente na abordagem de standards. Daí a naturalidade e a segurança com que progrediram na exploração musical. Kevin Norton, Kevin O´Neil e Andy Eulau, músicos dignos de pertencer à vasta trupe de Braxton, estiveram sempre à altura, com abundância de ideias e soluções harmónicas por vezes arrevesadas, tão bem construídas que mal se dava por elas.

    Por outro lado, a estratégia escolhida contribuiu para sublinhar a simplicidade dos propósitos: tocar apenas jazz, e jazz do melhor. O processo escolhido também se conjugou com qualidade da matéria-prima a trabalhar: Braxton desenhou os temas, recortou as melodias com nitidez, acompanhamento leve e estrutura mínima, quais pilares de um edifício em restauro, e, a partir desse ponto, tratou de encher as fundações à vez com o som substância dos seus três saxofones de eleição, soprano, alto e sopranino.

    E que som! Braxton veio a Lisboa mostrar que está em boa forma criativa. Conseguiu impressionar pela espantosa capacidade de articulação das complexas frases musicais, das melodias e contra-melodias organizadas em cachos de notas, e exibir as suas características velocidades de execução e de raciocínio. Avançou determinado sobre territórios que, tendo embora nome na placa, são de todos, como as cantigas da rua. Da balada de extrema doçura, ao mais insinuante hard bop, a todos o mestre revolveu com a "electricidade" do seu saxofone, aspecto que se revelou fundamental na transformação dos clássicos (nada se perde, nada se cria...). Alguns ficaram mesmo com melhor aspecto do que quando nasceram, pareceu-me.

    Se alguma coisa de consensual restou no final do concerto – nas conversas de átrio houve quem dissesse estar "à espera de mais", ou de "outro Braxton" (?!) –, talvez tenha sido o provável ponto mais alto do concerto, o monumental solo de sax no tema Mr. PC, que ficou na memória da noite como paradigma da arte maior do saxofonista, veiculada na proposta arrojada de tocar Coltrane à Braxton.

    No final, ficou a sensação agradável de ter testemunhado que Anthony Braxton continua a ser essencialmente um esteta da forma e um explorador que redesenha espontaneamente o seu próprio mapa após cada nova incursão, mesmo quando esse trabalho consiste "apenas" em reelaborar sobre formas alheias.

    Eduardo Jorge Chagas


    Comentario: Anthony Braxton es una especie de renegado del jazz en el sentido más habitual del término. Esta “osadía” le ha originado cierta incomprensión por parte del público en general y por parte de los propios braxtonianos conectados al lado más jazzy de este gran creador. Porque, en efecto, se trata de un gran creador tanto de música clásica contemporánea, la llamada “new music”, como de jazz, modalidad esta última con la que Braxton juega, desde Chicago a un interesante juego del escondite.

    El inicio para un encuentro de este nivel habría que encuadrarlo previamente en la memoria y en las expectativas personales dentro de la historia reciente: Anthony Braxton surge en la escena musical de final de los años 60 y se interesa por el estudio de los compositores europeos del siglo XX, a la vez que realiza sus propias investigaciones sonoras. Esto desembocaría en la grabación de los seminales “For Alto” y “Three Commpositions of New Jazz” y seguiría con la participación en el cuarteto Circle de Chick Corea, importantes marcos todos ellos en la formación estética y musical del saxofonista y compositor.

    Braxton ha tocado música con todo tipo de formaciones, desde saxo solo a gran orquesta sinfónica, interpretando sus composiciones o las de terceros. En este último caso tiene especial predilección por las obras de grandes nombres del jazz o del “song book” americano, que tienen en común el haberse hecho populares por medio de la apropiación colectiva –los comúnmente llamados standards.

    A partir de la posición que ha asumido a lo largo de los años, la que le permite estar dentro y fuera del jazz, Braxton, motivado por los probables signos de melancolía derivados de la convivencia con los materiales que corren por su sangre, parece sentir cíclicamente la necesidad de bajar al pueblo y hacer de las suyas. Y hace bien.

    El cuarteto que se presentó en el auditorio de la Culturgest en Lisboa, en el marco de la colaboración establecida con el Festival de Jazz de Guimarães, está constituido por músicos con quien el compositor convive desde hace algunos años, es reincidente a la hora de abordar los standards. De ahí la naturalidad y seguridad con la que procedieron a la exploración musical. Kevin Norton, Kevin O´Neil y Andy Eulau, músicos dignos de pertenecer a la numerosa troupe de Braxton, estuvieron siempre a la altura, con abundancia de ideas y de soluciones armónicas, a veces intrincadas, pero tan bien construidas por el empeño que les dedicaban.

    Por otro lado la estrategia contribuyó a resaltar la simplicidad de sus propósitos: tocar solo jazz y jazz del mejor. El proceso escogido se conjugó con la calidad de la materia prima escogida para trabajar. Braxton diseño los temas, recortó las melodías con nitidez, acompañamiento leve y estructura mínima, como los pilares de un edificio en restauración, y a partir de ese punto trató de ampliar su estructura a la vez con el sonido-sustancia de sus tres saxofones elegidos (soprano, alto y sopranino).

    ¡Y qué sonido! Braxton vino a Lisboa a mostrar que está en buena forma creativa. Consiguió impresionar por la magnífica capacidad de articulación de complejas frases musicales, de las melodías y contra-melodías organizadas en racimos de notas y exhibir sus características velocidades de ejecución y raciocinio. Avanzó con determinación sobre territorios que, al tener ahora su nombre en una placa, son de todos, como las canciones de la calle. De una balada de extrema dulzura al más insinuante hard-bop, el maestro los descompuso todos ellos con la “electricidad” de su saxofón, aspecto que se reveló fundamental en la transformación de los clásicos (nada se pierde, nada se crea...). Algunos incluso quedaron con mejor aspecto del que tenían cuando nacieron, a mi modo de ver.

    Si hubo algún consenso al final del concierto –en las conversaciones entre el público escuché a alguien decir que “¡esperaba más!” o a “otro Braxton” (?!)- es que el punto álgido de la actuación fue tal vez el monumental solo de saxo en el tema “Mr. PC”, que quedó en la memoria de la noche como paradigma del arte mayor del saxofonista, vehiculada en la valiente propuesta de Braxton de interpretar a Coltrane.

    Al final, quedó la agradable sensación de haber comprobado que Anthony Braxton continúa siendo esencialmente un esteta de la forma y un explorador que vuelve a dibujar espontáneamente su propio mapa antes de cada nueva incursión, incluso cuando ese trabajo consista “solamente” en reelaborar a partir de formas ajenas.

    Eduardo Jorge Chagas Traducido por Diego Sánchez Cascado y José Francisco Tapiz