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FRANÇOIS HOULE ELECTRO ACOUSTIC QUARTET

Tercera Jornada del Festival "Jazz em Agosto" 2004.



Resenha Havia à partida muita curiosidade para ver e ouvir este quarteto dirigido por François Houle, não só por ser apresentado pelo festival como um músico consistente, “…na senda de um John Carter…”, como ainda por ter recolhido nos bastidores, em conversas com alguns dos seus colegas canadianos, os mais rasgados elogios, quer em relação à obra quer à actividade como instrumentista. Acrescia ainda algum conhecimento da obra gravada que, corroboravam na totalidade, os encómios escutados.

Mas a verdade é que este quarteto foi sempre muito mais eléctrico do que acústico, o que de per si não é pecado nenhum. Pecado é, na minha opinião, não conseguir coordenar as tarefas e não conseguir, pelo menos, alguma complementaridade nos propósitos. Quando se escutam alguns ensembles de referência da música electro acústica, há quem toque e quem processe em tempo real. O que aqui aconteceu foi um compositor e clarinetista a processar o som do combo e a tocar ao mesmo tempo. Claramente, François Houle não tem o dom da ubiquidade e algumas das suas opções foram marcadas por uma grande falta de gosto.

A electrónica esteve sempre omnipresente, diluindo quase sempre o som do clarinete, tornando o registo do instrumento muitas vezes próximo de um sax midi e, quando o processamento abrandava, tornando perceptível o som do instrumento ou dos instrumentos, já que Houle ensaiou uns números com dois instrumentos, nunca dali saíram ideias novas ou inovadoras. O delay apareceu sempre no som do clarinetista e o exagero no reverb não deixava escutar alguns pormenores que provavelmente François Houle quereria evidenciar. Não se trata aqui de julgar o executante, que é claramente bom, mas é necessária uma boa dose de criatividade para não cair em lugares comuns e fazer com que o elemento electrónico ajude ou proporcione a combustão com os sons acústicos.
Parece-me que este projecto ganharia cor com a utilização de um trompete ou/e um trombone. Estes instrumentos têm um brilho particular que traria claramente mais valias a um projecto destes.

Houle insere alguns apontamentos vocais samplados que me parecem ad-hoc e sem sentido. Um deles, uma citação de Morton Feldman sobre a fama, o publico e o reconhecimento, parece-me totalmente descontextualizado.

Ron Samworth, que nos dois concertos anteriores que lhe vi, foi um músico identificado com a música tocada, aparece aqui perdido entre desvarios electrónicos e uma base rítmica que nunca se entendeu. A verdade é que o baixista Chris Terry nunca tocou, apenas dedilhou o seu instrumento para encher o som do grupo, procurando ressonâncias que não surtem efeito e não acrescentam nada ao som do grupo.

Até Dylan van der Schift, que me tinha impressionado na “Orchestra” e na banda da violoncelista Peggy Lee, foi aqui um músico sem ideias, que conviveu com dificuldade com os processamentos do líder. Parecia que a electrónica lhe tolhia os movimentos, ou melhor, que os tornava despropositados.

Para ilustrar aquilo que foi este concerto, eu diria que para fazer uma boa mayonaise, não basta ter bons ovos, bom vinagre, bom azeite e boa mostarda; há que saber fazer a mistura, senão ela deslaça. Foi o que aconteceu a esta banda. Deslaçou.


João Pedro Viegas


Comentario En un principio, había una gran curiosidad por ver y escuchar a este cuarteto dirigido por François Houle, no sólo por ser presentado por el festival como un músico consistente, “... tras los pasos de John Carter”, sino también por haber oído entre bastidores, en conversaciones con algunos de sus colegas canadienses, los mayores elogios de él, tanto en relación con su obra como con su actividad como instrumentista. A ello se añadía el conocer un poco su obra grabada que corroboraba en su totalidad las alabanzas escuchadas.

Pero la verdad es que este cuarteto fue siempre mucho más eléctrico que acústico, lo que en sí no es ningún pecado. En mi opinión, pecado es no conseguir coordinar las tareas y no lograr, al menos, cierta complementariedad en los propósitos. Cuando se escuchan algunas formaciones de referencia en la música electroacústica, las hay que tocan y procesan en tiempo real. Lo que aquí vimos fue un compositor y clarinetista procesando el sonido del grupo y tocando al mismo tiempo. Claramente, François Houle no tiene el don de la ubicuidad y algunas de sus opciones estuvieron marcadas por una gran falta de gusto.

La electrónica estuvo omnipresente, diluyendo casi siempre el sonido del clarinete, convirtiendo muchas veces el registro del instrumento en algo próximo a un saxo midi y, cuando el procesamiento disminuía, volviendo perceptible el sonido del o de los instrumentos, ya que Houle tocó algunos temas con dos instrumentos, de ahí nunca surgieron ideas nuevas o innovadoras. El “delay” apareció siempre en el sonido del clarinete y el exagerado “reverb” no dejaba escuchar algunos detalles que probablemente François Houle quisiese destacar. No se trata aquí de juzgar al ejecutante, que es claramente bueno, pero es necesaria una buena dosis de creatividad para no caer en los lugares comunes y hacer que el elemento electrónico ayude o proporcione una combustión con los sonidos acústicos.

Me parece que este proyecto ganaría color con la utilización de una trompeta y/o un trombón. Estos instrumentos tienen un brillo especial que claramente daría más valor a un proyecto como este.

Houle insertó algunos apuntes vocales sampleados que me parecieron fuera de lugar y carentes de sentido. Uno de ellos, una cita de Morton Feldman sobre la fama, el público y el reconocimiento, me pareció totalmente fuera de contexto.

Ron Samworth, que en los dos conciertos anteriores que le vi fue un músico identificado con la música tocada, apareció aquí perdido entre los desvaríos electrónicos y una base rítmica que nunca se entendió. Lo cierto es que el bajista Chris Terry nunca tocó, apenas utilizó su instrumento para participar en el sonido del grupo, aportando resonancias que no surtieron efecto y no ofrecieron nada al sonido de conjunto.

Incluso Dylan van der Schyff, que me había impresionado en la Orquesta y en el grupo de la violonchelista Peggy Lee, aquí fue un músico sin ideas, que tuvo problemas con los procesamientos realizados por el líder. Parecía que la electrónica dificultaba sus movimientos, o mejor, que los convertía en erróneos.

Para ilustrar lo que fue este concierto, diría que para hacer una buena mayonesa, no basta con tener buenos huevos, buen vinagre, buen aceite y buena mostaza; hay que saber preparar la mezcla, de otro modo queda deslabazada. Fue lo que le ocurrió a esta formación. Estuvo deslabazada.

João Pedro Viegas traducción por Diego Sánchez Cascado