LKV Trio

Fecha: 22 de febrero de 2003. 22:30

Lugar: Centro cultural del matadero (Huesca)

Entrada: A groso modo unas 300 personas.

Precio de la entrada: 7 euros (5,25 euros con carnet joven o tarjeta del circuito)

Músicos:


Comentario de Bernat Comerna

Comentario de Jesús Moreno Nasarre


Comenario de Bernat Comerna:

Nota: además del concierto de Huesca presenció al día siguiente el concierto en Barcelona

Fecha: 23 de febrero de 2003. 11:00. 

Lugar: La Paloma (Barcelona).

Entrada: A groso modo unas 200 personas.

Precio de la entrada: 18 euros (anticipada) 21 euros en taquilla.

Concierto en Huesca:

La sala estaba perfectamente acondicionada para el evento. El sonido de los instrumentos bien calibrado. La música se podía escuchar a un buen volumen y sin deficiencias. El público fué muy atento, respetuoso y respondió correctamente al trabajo de los artistas. La duración del concierto fué un tanto escasa, aproximadamente 1h 15'. Los temas tenían duraciones aproximadas a los veinte minutos aunque el bis de reglamento duró unos escasos dos minutos, como un epílogo.

El trio empezó el concierto con un tema de tempo rápido y suelto en pura improvisación a tres bandas. Puro dominio de los instrumentos y su música como un inicio de viaje donde ya no puedes volver atrás. Música como de vuelta de todo, como una resolución de complejísimos cálculos matemáticos aplicados a la música, a veces apasionada pero con cierta frialdad de fondo. Requería/captaba toda la atención del oyente para éste puediese asimilar todas las tramas y texturas musicales que la banda iba tejiendo con muchísimo tesón. Estas formas musicales tenían distintos aspectos pero todos abstractos. No era música fácil en absoluto pero si captabas su mensaje te veias inmerso en un mar de sensaciones.
LKV es el resultado de una buena sincronización y homogeneidad instrumental que crean un mensaje bien definido y propio.

Vandermark conseguía sacar de su saxo tenor y de su clarinete sonidos no atribuibles, a primera escucha, a esos instrumentos, como muestra palpable de su dominio técnico sobre ellos. En una ocasión tocó unos fragmentos utilizando únicamente disonantes agudos, otras veces hacía chasquidos con súbitos soplidos. Se entregó a fondo en su interpretación, lo que físicamente le debió llevar un buen gasto. Esta entrega es la que impresiona cuando se puede observar a un buen saxofonista emplearse a fondo con su instrumento. Me vino a la cabeza un flash de cierto parentesco interpretativo, mezcla entre frío a la vez que pasional, de Coltrane en su cuádruple álbum Live in Japan, cuya libertad no tiene límites.

Kessler "luchaba" figuradamente con su contrabajo. Las cuerdas de su arco estaban muy deshilachadas como muestra de su lucha, incluso en medio de un solo le saltaron sus gafas al suelo. También dió muestras de su inventiva técnica a la hora de tocar su contrabajo utilizando a veces el mango del arco para golpear ocasionalmente las cuerdas, otras veces utilizando los nudillos de las manos para sacar polifonías. Mucho nivel concentrado.

Lytton, con su característica pinta de profesor de física, estuvo magistral a la batería ya que con un modesto set, le sacó un buen partido. El charles era notoriamente más pequeño de lo normal. Muy rápido (que no apresurado) y directo. Era increíble ver lo que podia hacer con esa batería. Como si estuvienen varios baterías tocando simultáneamente. En cuanto a la percusión no se quedaba corto. Las partes de los temas con mayor presencia de percusión eran cuando más se abstraía la música. Llevaba toda una colección de objetos percutivos como ranitas de madera de distintos tamaños, rasquetas metálicas, escobas de nylon, una cadena de mediano tamaño que dejaba caer sobre los timbales, unos pequeños platillos con forma de platos combados, una placa metálica redonda del que sacaba un sonido agudo persistente y otros "juguetes" para sacar otros sonidos.

La banda tuvo un frío contacto personal con el público pero creo que al final notaron que su mensaje, por lo menos habia llegado. Tras el último bis, los espectadores nos quedamos un poco perplejos en parte por la densidad y calidad de la música interpretada, y por otra parte porque esperábamos que nos hubiesen obsequiado con algunos minutos más de su magia.

Concierto en Barcelona:

Al haber asistido a ambos conciertos, no me cabe otro remedio que recurrir a las comparaciones. 
Hubo varios puntos que hicieron que este segundo concierto fuera algo más desangelado. El sonido era mucho peor, ya que no estaba suficientemente amplificado. En este sentido, un músico profesional apuntó la posibilidad de que esto fuera debido a la petición expresa de los músicos. 
La sala era más grande por lo que se perdía acústica y sonido más directo. Con esto, tuve que agarrar mi butaca y acercarla hasta la segunda fila para escuchar mejor.
Habia público, presente en cuerpo pero absolutamente ausente en atención, cuya principal dedicación fué pasar de los oyentes y más de los músicos y dedicarse contínuamente a hablar entre ellos, reir alto, hacer ruido con los vasos. Éstas fueron otras razones por la que desplacé mi asiento.
No se si los músicos captaron esas malas vibraciones en parte del ambiente, el caso es que su actuación en Barcelona fué aún más breve que en Huesca, incluyendo el bis de dos minutos, aunque hay que reconocer que no bajaron su nivel de calidad y entrega y que el concierto también tuvo magníficos momentos.

Bernat Comerma


Comentario de Jesús Moreno Nasarre:

Nota: aparecido el día 24 de febrero en el Diario del Alto Aragón y reproducido con el permiso de su autor, Jesús Moreno Nasarre.

A punto estuvo este sábado, el saxofonista Ken Vandermark de colgar el “no hay billetes” en el Centro Cultural del Matadero, algo no habitual en una actuación de jazz. Y máxime porque la propuesta del trío que completaba con el bajista Ken Kessler y el batería Paul Lytton dista mucho de ese “jazz” de multinacional discográfica encarnado en vocalista de espectaculares piernas o bajo en calorías a lo “radiotres” con la que los programadores de festivales veraniegos –u otoñales- buscan (solo) este efecto. 

El LKV practica un jazz de urgencias expresivas. El expresionismo ayleriano pasado por la visión europea de Brötzmann, reinventándose en tiempo real. Mientras Paul Lytton utiliza su mínimo kit de batería como mesa de trabajo en la que despliega una variada selección de platos, muelles, cadenas y pequeños objetos de bricolaje para construir un discurso que por si mismo podría ser plenamente autónomo, Vandermark y Kessler van adoptando diversas formas de interacción. Los momentos de mayor descarga de fuerza, el contrabajo queda libre, sonando el grupo en la línea marcada por los clásicos tríos de la libreimprovisación europea, mientras que para los momentos de transición y cierta vuelta a las formas y relax se pasa al walkin. El tenor es el protagonista de los momentos más fuertes en alocadas carreras a un paroxismo sin posibilidad de continuidad, quedando para los más escurridizos o quebrados el clarinete.

Destacable del trío es su madurez. Aunque está dando sus primeros pasos como tal (tienen colaboraciones conjuntas en bandas como la Territory), en esta gira europea que ha traído por primera vez a España a Vandermark, el grupo suena fluido en una línea que en los últimos años esta resultando de las más fructíferas en el árbol del jazz. Este “nuevo proyecto de Vandermark” es un ejemplo más de los buenos resultados que da la fusión de músicos de la escena free/post free de Chicago con improvisadores europeos.  

La buena acogida de “propuestas de riesgo” como esta lleva a pensar que deberían tener mas espacio en los festivales al uso, pero al decir de aficionados que se desplazaron a Huesca desde otras ciudades esto no es extrapolable. ¿Será “la magia”?, ¿será el aire de la Sierra de Guara?... Todo un lujo que afortunadamente es apreciado.

Jesús Moreno Nasarre


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