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    V FESTIVAL MUSICAS DEL ALMA

LARRY WILLIS & MIGUEL ANGEL CHASTANG BAND (TRIBUTO A ELVIN JONES)

  • Fecha: 26 de febrero de 2005
  • Lugar: San Javier (Murcia)
  • Componentes:
    Larry Willis (piano)
    Miguel Angel Chastang (contrabajo)
    Joe Ford (saxo alto y soprano)
    Eddi Henderson (trompeta y fliscorno)
    Steve Davis (trombón)
    Al Foster (batería)
  • Comentarios:
    —Diego Ortega Alonso

    —Javier Manzanares Hernández


  • Comentario:

    Antes de decidirme a escribir esta reseña, tuve la ocasión de leer otra que envió José Miguel Sebastián aquí, a Tomajazz, y que podéis encontrar en http://www.tomajazz.com/conciertos/2005/02/willis_chastang_foster_vall05.htm aunque en este caso de lo que se trataba era de homenajear a Elvin Jones, empresa harto complicada dada la trayectoria del que sin duda ha sido uno de los pilares de la batería contemporánea en el jazz. Pero ahí estaba Foster, escondido tras sus enormes platos Paiste colocados en posición horizontal, regalando al público su eterna sonrisa que asomaba muy de vez en cuando por entre los huecos existentes entre los mismos. Y arropando a Foster, el séquito de excelentes músicos, no menos interesante, rellenando de hormigón musical los espacios dejados por el constructor de sonidos que es Al.

    El escenario estaba en el extremo de una gran carpa de loneta situada en el Parque Almansa, estupendamente acondicionada, dadas las condiciones climatológicas de la noche, con el frío y el viento como protagonista: contaba con un enorme conducto de aire acondicionado, y había grandes mesas bastante espaciadas, también había una barra con bebida a precios razonables, y el sonido y la luz eran estupendos. Si a todo eso le añadimos el precio del concierto (sólo seis euros, en taquilla), llegaremos a la conclusión de que esta gente de San Javier son unos verdaderos maestros en el arte de la organización. Más de uno y de dos debería tomar nota.

    El concierto comenzó con sendas versiones de los Jazz Machine de Elvin Jones, concretamente fueron tres los temas que interpretaron, algo fríos al principio, en opinión del humilde servidor que escribe estas líneas, quizás debido al cambio de última hora que sufrió la formación: en cartel, se presentaba a Frank Lacy al trombón, pero se cayó del mismo en el día del concierto y Tommy Berenguer fue el sustituto al frente de este instrumento. A mi, personalmente, me gustó bastante este chico, no se acongojó en ningún momento, pese a estar rodeado de figuras. Es más, hubo pasajes del concierto en los que disfruté realmente viéndolo tocar ese instrumento que tanto me gusta, como es el trombón: "el contrabajo de los vientos" como lo llamó aquel. Al Foster fue calentando al personal a golpe del platillo, y ante la desesperación de la mayoría, por no poder coger la instantánea del rostro del cabeza de cartel. A la salida del concierto bromeábamos con el hecho de que habíamos ido a ver a Al Foster, y nos íbamos de allí sin haberle visto la cara. Anécdotas aparte, huelga decir que realizó un concierto impresionante, para variar, ciñéndose perfectamente al papel de intérprete de su instrumento, que además, es el instrumento de Jones, el gran protagonista ausente (y presente) de la noche.

    A continuación Larry Willis se dispuso a presentar a los músicos, y después anunció el Blue in Green de Miles, tema que interpretaron en cuarteto, apartándose Ford y Berenguer momentáneamente de la formación. Pero inmediatamente después, y apenas dejando unos pocos segundos al público para saciar su sed de aplaudir, se marcaron una memorable interpretación de Freddie Freeloader, pero antes me he de detener en el tema del aplauso en el jazz.

    Es común del público de jazz aplaudir después de cada solo, por muy simple que fuere, ya casi se ha convertido en una costumbre, a mi parecer desagradable e, incluso, bochornosa, puesto que rompe el hilo conductor del argumento musical, a mí al menos me lo rompe. Hasta tal punto lo rompe que lo que debería ser un concierto para disfrutar de la música en directo, del placer de sentir las notas, recién creadas, entrar por los oídos de uno y no tener, a veces, ni tiempo para asimilarlas ante la inminente llegada de otras aún más frescas. Y después de esa avalancha, después de esa tempestad de notas que contiene un solo, el oído pide esos instantes de silencio, de calma, que existen entre que sale un instrumento y entra otro, pero no. Ahí está el público de jazz, que se quiere tomar esos momentos como suyos y se los quita al músico y al que quiere oír al músico, rompiendo, como decía antes, el hilo argumental del tema, tomando sus "instantes de publicidad", aplaudiendo porque es la costumbre. Tanto aplauso enfría al músico, y al público, que llega un momento que aplaude por aplaudir, y cuando realmente hay que aplaudir, cuando existe un momento realmente culminante, el público de jazz está tan harto de aplaudir que lo hace igual que cuando el solo ha sido, cuanto menos, medianamente aceptable.

    Creo que el público de jazz debería aprender mucho del público del flamenco, mucho más respetuoso para con los artistas. El público del flamenco entiende de base, que el cantaor y el acompañamiento, requieren una concentración extrema para poder sacar de sí todo lo posible, y cuanto mayor sea la concentración del artista, mayores serán los beneficios que obtendrá el público, y es por eso que el público flamenco exige respeto para con los artistas sobre el escenario, y en ese respeto se incluye el silencio durante la actuación. Siempre hay tiempo de aplaudir con fuerza al finalizar el tema, y también se nos puede escapar algún suspiro, olé o aplauso en determinados pasajes de un tema, puesto que somos humanos y no podemos evitar la admiración que nos puede llegar a producir la grandeza del arte frente a nosotros, pero lo que sí es seguro es que el público flamenco no regala el aplauso, como sí hace el público de jazz. Y no siempre el aplauso se puede traducir en señal de respeto o admiración, a mi me resulta, en demasiadas ocasiones, señal de "como éste aplaude, yo también".

    Volviendo al concierto, quería detenerme especialmente en el momento culminante que fue, sin duda, el Freddie Freeloader de Miles Davis. En este tema fue Joe Ford el que se llevó la palma, implacable en su interpretación, sonaba tan coltraniano que arrastró a Foster hacia sus mismos derroteros, o sea, hacia los acompañamientos de Elvin Jones, el homenajeado, haciendo vibrar al personal con un frenético ritmo. Tommy Berenguer volvió a estar estupendo, y Larry Willis aportó un toque pianístico muy coreano, con muchos saltos de notas, latinizando y calentando la atmósfera musical mientras Berenguer y Chastang se ocupaban de darle solidez al tema y agarrarlo para que no se escapara de la melodía que todos conocemos al dedillo, porque Ford estaba realmente suelto, se montaba en el trance y se iba a preguntarle a Coltrane si lo estaba haciendo bien. Luego bajaba y, por cómo tocaba, seguramente le tuvo que decir que sí. Una auténtica maravilla, sí señor, y la sordina de Henderson para cerrar el Freeloader. Y Chapeau para los seis.

    Tras el I Have a Dream de Hancock, interpretaron un tema del propio Larry Willis, que a mi me volvió a parecer muy en la onda de Corea, pero este ciclo, digamos que Davisiano, se volvió a cerrar con otro tema de los Jazz Machine, el Three Card Valley, para finalizar con este homenaje a Elvin Jones que, sin ser un concierto impresionante, sí que nos ha dejado con algunos pasajes realmente memorables y que servirán para recordar buenos momentos de jazz. Como el regalo de Willis, el único bis, de Duke Ellington, Single Petal of the Rose, sencillamente, precioso.

    Diego Ortega Alonso.

    Es muy de agradecer que un ayuntamiento como el de San Javier esté contribuyendo a la promoción del jazz tal y como lo está haciendo los últimos años. Sin embargo no resulta raro que se esté cayendo en los mismos errores, que, por otro lado sufren la mayoría de festivales.

    En primer lugar he de comentar que este tipo de homenajes no me gustan, creo que el mejor homenaje que se le puede hacer a un músico es no hacerle homenajes, por lo menos no del tipo a los que estamos acostumbrados, en los cuales no se presenta un proyecto musical concreto, sino que se realiza una jam session.

    Dicho esto entenderéis que me dirigiera al concierto sin esperar mucho de él, sabiendo con lo que me encontraría y sin esperanzas de disfrutar un verdadero proyecto musical.

    El concierto se realizaba en una estupenda carpa situada en el parque Almansa, en la cual nos podíamos sentar alrededor de una mesa y tomarnos una copa mientras disfrutábamos del concierto. Los medios, impresionantes, la comodidad muy buena, repito que este ayuntamiento hace muchas cosas muy bien a este respecto. El precio estupendo, 6 euros, que a los aficionados de las grandes ciudades les parecerá un precio ridículo. Quizá, por poner algún pero, la carpa resultara demasiado grande, pero hay que entender que de este modo se puede usar para mayor cantidad de eventos.

    Tras anunciar a los músicos observamos que Frank Lacy no ha podido venir y que ha sido sustituido por el trombonista Toni Berenguer, que por cierto, cumplirá la papeleta de forma bastante aceptable.Comienza el concierto con un tema de la mujer de Elvin Jones, perdón por no recordar el nombre aunque tampoco sabría si lo escribo correctamente. Primer problema, la trompeta de Eddie Henderson no se oye, usa sordina harmon y parece que la toqué dentro de una cueva de la cantidad de eco que tiene, los técnicos tardan casi todo el tema en arreglar el asunto, evitando también la sonorización tipo Rock que provoca que el contrabajo y la batería se oigan por encima de todo lo demás. A partir de aquí, el sonido muy bien, los medios para conseguir un buen sonido sin duda estaban ahí.

    El concierto comienza frío, el grupo no termina de sonar compacto, tenemos grandes individualidades, por supuesto, pero hay algo que falla. Miguel Angel Chastang cumple como el que más en intentar conseguir un buen concierto (por cierto, ¿por qué no traer a este chico con su grupo?), sin embargo los temas se suceden, conservándose la misma tónica. LLegamos a mitad del concierto donde se tocan dos temas del famoso Kind of Blue, se aprecia a los solistas notablemente más cómodos que en algunas de las otras composiciones en las cuales se aprecia que resultaban menos conocidas por casi todos. En concreto Eddie Henderson, no está, ni mucho menos, al nivel al que puede estar durante estas composiciones menos conocidas (aun así, sin duda alguna Henderson es muy bueno, ¿por qué no traerlo con su proyecto, su grupo y su música?). Al Foster, como era de esperar, realiza toda una demostración de como se puede tocar la batería, incluyendo guiños al maestro al que se homenajeaba.

    Aun así, al finalizar el concierto tengo sensación de que hay algo que ha faltado, de que las expectativas que se crean cuando uno ve a grandes músicos encima de un escenario no han sido satisfechas, y es que me encuentro valorando un concierto, que en realidad no lo ha sido, ha sido una buena jam session y quizá así deberíamos valorarla. Esto, sin duda, cambia mucho las cosas, pero es que no me hago a la idea de ir a un sitio tan bien montado, tan bien organizado, tan anunciado, etc.. a ver una jam session de grandes músicos. Al final siempre termino esperando oir algún tipo de proyecto musical, de ahí la pequeña decepción.

    Y es que hasta los más grandes, cuando hacen conciertos hacen conciertos, y cuando hacen jams hacen jams, cosa por otro lado enormal. Y eso se nota, aunque no sea responsabilidad directa de los músicos. Sigo animando a los organizadores a que apuesten más por verdaderos proyectos musicales.

    Javier Manzanares Hernández