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OMAR SOSA QUARTET
CompluJazz '05

  • Fecha: 23 de Junio de 2005.
  • Lugar: Jardín Botánico de la Ciudad Universitaria (Madrid)
  • Hora: 22:15
  • Asistencia: Media entrada
  • Componentes:
    Omar Sosa (piano, voz)
    Miguel "Angá" Díaz (percusión, batería)
    Luis Depestre (saxos soprano y alto)
    Childo Tomas (bajo eléctrico, voz, percusión)

Omar Sosa

Luis Depestre
Childo Tomas
 
Miguel "Angá" Díaz
  • Comentario: Si la semana pasada comentábamos con alegría el devenir de la 1ª edición del Festival de Jazz de Móstoles, en esta ocasión hemos de celebrar la continuidad de un proyecto que comenzó el pasado año y que ya celebra su segunda edición: Complujazz 2005. 

    Para abrir el primero de los tres días de festival el cuarteto del pianista cubano Omar Sosa nos ofreció un espectáculo atrevido, donde lo latino y el fondo espiritual se fundió con el funky y el uso de enseres tecnológicos, todo ello sobre un contexto de improvisación en su más amplia acepción. Tras una larga introducción percusivo-vocal a cargo del bajista mozambiqueño Childo Tomas, embutido en un largo vestido rojo y negro, y con instrumentos de percusión atados a su tobillo izquierdo, los demás miembros de la banda se fueron incorporando: Miguel "Angá" Díaz se unía al ritmo de su compañero mezclando tumbadoras, cajón flamenco (con devaneo por bulerías incluido) y batería, Luis Depestre profería notas picadas en su saxo soprano y Omar Sosa, de blanco inmaculado, empezó a arrancar las primeras notas de su piano, sumiendo el concepto general en una especie de free jazz afro-cubano donde el desparpajo reinaba por encima de arreglos y preconcepciones. Esta fue una constante durante todo el show. La extensa introducción nos condujo hacia lo que iba a ser otra constante: temas rápidos sobre líneas de bajo funky donde los solos se entremezclaban, limitándose en muchos casos a pequeñas frases o simples motivos, utilizando para ello cualquier técnica instrumental, por poco ortodoxa que fuera. Así, Tomas golpeaba el mástil de su bajo eléctrico, utilizaba armónicos naturales y artificiales, arrastraba sus dedos a lo largo de las cuerdas o incluso aflojaba alguna de las clavijas; Angá mezclaba acompañamientos puramente jazzísticos con ritmos rockeros donde la caja jugaba un papel determinante, atmosféricos acompañamientos con los platos o patrones más cercanos a la tradición cubana, ejecutados con sus tumbadoras; Sosa, por su parte, apenas hacía uso de acordes, centrándose en frases tan rápidas como cortas, y aprovechando los efectos sonoros que había al otro lado de su Steinway. En ciertos momentos la visión general era la de una improvisación colectiva cuyo objetivo no quedaba muy claro, y donde el efectismo jugó un papel destacado. Sólo Luis Depestre demostró una mayor discreción, atacando sus solos de forma más estándar, y buscando con acierto fusionar los acentos de su fraseo con el fondo percusivo.

    Sobre el escenario los músicos disfrutaban de lo lindo, tocando y dejando de tocar cuando querían, levantándose de sus asientos y haciendo todo tipo de muecas y aspavientos. Depestre alternó saxo soprano con alto mientras controlaba los samplers que se introdujeron en algunos temas, y cuyo disparador tenía escondido tras su monitor. Las divertidas presentaciones a cargo de Omar dieron paso a un curioso diálogo entre las tumbadoras de Angá y su piano utilizado como instrumento casi percusivo, introduciendo objetos bajo la tapa y tocando las cuerdas de dicho piano con escobillas. Más temas de ritmo rápido donde Childo Tomas introdujo efectos en el sonido de su bajo, una introducción a-lá Pastorius para una balada donde Depestre se lució y el final con bis incluido bajo los rayos que alumbraban el encapotado cielo madrileño. De evolución desigual, este fue un concierto cuyo resultado musical quedó algo cóncavo, fortalecido por la pasión que los cuatro intérpretes demostraron sobre el escenario pero acusando una cierta falta de claridad, especialmente en lo que a la cuestión armónica se refiere. No obstante la respuesta del público presente fue satisfatoria y, como colofón, según acabó la música se puso a llover.

    © 2005 Arturo Mora Rioja