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    ERIK TRUFFAZ & LADYLAND QUARTET
24º FESTIVAL DE JAZZ SAN JUAN EVANGELISTA “A NUEVA ORLEÁNS, CON EL CORAZÓN”
  • Fecha: 28 de Octubre de 2005
  • Hora: 22:00.
  • Lugar: C.M.U. San Juan Evangelista, Madrid.
  • Entrada: Tres Cuartos
  • Componentes:
    Eric Truffaz, trompeta
    Manu Codjia, Guitarra
    Michel Benita, contrabajo
    Philippe Garcia, bateria
    Mounir Troudi, voz y violín.



      

  • Comentario: Entrada más que aceptable en una noche desapacible y lluviosa para observar las evoluciones del trompetista francés Erik Truffauz, que presentaba en Madrid su último proyecto, Saloua.
    El concierto comenzó como suele ser habitual con los aproximadamente 25 minutos de retraso para que pudiera llegar todo el mundo.
    Con Erik a la cabeza y sus músicos después presentados uno a uno, el concierto comenzó con el tema Gedech. Según palabras del propio Erik significa un mensaje de paz, en el que Mounir Troudi puso la parte más espiritual, con su voz recitativa y de oración como queriendo comunicarse con el ser supremo, con su vestimenta de creyente musulmán y gesticulación llena de expresividad y sentimiento. Erik –descalzo todo el concierto- hizo sonar su trompeta abierta a espacios infinitos y potentes. Tanto, que sorprendió por lo enjuto de su ejecutante. Y es que la música de este trompetista francés se debate entre los muchos estilos que uno pueda imaginar, entre los que podemos encontrar el hip-hop, reggae, ambient, rock, la música étnica o el rap y cuyas influencias van desde Miles Davis -¡cómo no!- pasando por Jon Hassel o Marcus Stockhausen.
    El segundo corte, composición de Troudi, fue un pequeño homenaje para su esposa-Inés; comenzó Erik a lo Jon Hassell -próximo visitante del Johnny- con su trompeta electrificada consiguiendo efectos ambient, donde se mezclaron el rock y música árabe -a través de su tan desconocido como espléndido guitarrista Manu Codjia, que consiguió sonidos y ecos de una Alhambra imaginaria y cósmica perdida en el tiempo.
    Rodeado de músicos como el ya señalado Manu Codjia -fuertemente ovacionado a lo largo de toda la noche- y cuyas influencias podemos encontrarlas en otros guitarristas como el que pronto visitará este colegio Bill Frisell o Allan Holdsworth. “Capaz de romper el cuerpo de los espectadores en dos”, con su sonido demoledor y rock de alto voltaje, disonancias, distorsiones, samplers e improvisaciones, es igualmente capaz de conseguir efectos lisérgicos que pueden recordar aunque sea de lejos a otros guitarristas como el noruego Terje Rypdal.
    De su batería Philippe García me gustaría señalar su contundencia y fuerte pegada pero con la suficiente inteligencia y control para no caer en el aturdimiento del oyente. Sorprendió sin embargo que no tuviera su momento para improvisar a solo.
    De Mounir Troudi decir que tuvo su momento cuando tomó el violín -¡más que un violín parecía un esqueleto!- y, quedándose solo en el escenario comenzó a tocar, a recitar e incluso a orar. Su instrumento nos llevó en ese momento, con sus reverberaciones y ecos, por las mil y una noches. Su voz y su violín causaron silencio y respeto entre el público.
    De Migüe Benita, como le presentó Erik, el músico más conocido de cuantos forman su grupo, lleva tiempo grabando para el también sello francés Label Bleu. Con su “esqueleto de contrabajo” llevó el ritmo de forma precisa, contundente y manejó el arco con finura y sólo cuando fue preciso. Tuvo su momento estelar al salir en solitario para interpretar el primero de los bises con que fue solicitado insistentemente el grupo.
    Tomó el “contra” y se puso a golpearlo como si se tratara de un instrumento de percusión y jugó con su ordenador sampleando su sonido para acercarse a la música libremente improvisada.
    Todo el grupo intervino en el segundo bis para algarabía del público, con la participación de Troudi que se convirtió en animador con su manera de bailar y cantar, haciendo partícipe a todos por medio del replicar sus cantos.
    En resumidas cuentas un concierto que entusiasmó a unos y no gustó tanto a otros, pero que a nadie decepcionó.

    Enrique Farelo