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PEDRO ITURRALDE
VII Semana de Jazz de Caja de Ávila

  • Fecha: 22 de Noviembre de 2005.
  • Lugar: Avila
  • Hora: 20:15
  • Asistencia: lleno
  • Componentes:
    Pedro Iturralde: saxos, clarinete, piano
    Mariano Díaz: piano
    Carlos Carli: batería
    Miguel Ángel Chastang: contrabajo
  • Comentario:
    Maestro Iturralde
    El cuarteto que dirige el maestro navarro abrió anoche la VII Semana de Jazz de Caja de Ávila con un concierto magnífico en el que sus protagonistas dieron una lección de calidad y entrega

    Pedro Iturralde, maestro de músicos, cimiento fundamental del jazz en España, ofreció anoche en Ávila, liderando al cuarteto al que presta su nombre, un concierto sensacional, una lección de música de esas que se disfrutan desde el sentimiento y desde la razón, de esas que dejan huella en quienes tienen el privilegio de escucharla.
    Inauguraba la presencia de Pedro Iturralde Quartet la VII Semana de Jazz de Caja de Ávila, con el Auditorio lleno (a las 20,15 se cerraron las puertas porque el aforo estaba ya completo) y una expectación casi reverencial que en absoluto se vio defraudada... todo lo contrario, porque el cuarteto, con un genial y entregado Iturralde a la cabeza, dio toda una lección de buen hacer.
    Tras arrancarse con un trabajo ‘prestado’, el concierto se centró en la interpretación de temas compuestos o arreglados por el propio Iturralde, la mayor parte de ellos incluidos en Etnofonías, un disco a través del cual rinde homenaje a las músicas tradicionales de varios lugares del mundo, adaptándolas al jazz.
    Se abría este capítulo, que Iturralde definió como «un viaje por el mundo a través de la música», con la ya ‘clásica’ Suite Helénica, una obra maestra que rinde homenaje a esa música griega que tan bien conoce y en la cual supo descubrir fuertes nexos con el flamenco. El intenso y fascinante «viaje» continuó luego por Portugal (con la interpretación de la obra Solideo), Andalucía (tierra de la que sonaron los temas de Manuel de Falla Nana y La danza del fuego fatuo del Amor Brujo) y Francia (con El himno al amor de Edith Piaff, al final del cual se ‘colaron’ unas notas de su inolvidable La vie en rose).
    Y entonces Iturralde, que cierra los ojos cuando entra en comunión con sus instrumentos para ser uno solo con ellos, desvelarles el alma y compartirla con sus oyentes, sorprendió al público con un inesperado regalo que se sumaba al uso indistinto, siempre magistral, del clarinete y de los saxos tenor y soprano. Los músicos que le acompañaban (Mariano Díaz al piano, Carlos Carli a la batería y Miguel Ángel Chastang al contrabajo) abandonaron el escenario, «porque los jóvenes se cansan», bromeó el maestro, y él se puso al piano para interpretar, como solista, un homenaje a Federico García Lorca en el que hizo sonar una de sus Baladas y el Zorongo gitano. El público, ya entregado desde hacía mucho tiempo, encontraba un nuevo motivo para el disfrute y el agradecimiento por tanta entrega en esa velada magnífica.
    Volvió a reencontrarse el cuarteto sobre las tablas del Auditorio y, de nuevo al completo, atacaron una parte de las Danzas fantásticas de Joaquín Turina (nueva parada en el sur de España), interpretación en la que cupieron, regaladas durante unos instantes, otras obras maestras de la música clásica o tradicional española, como el inolvidable Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo.
    Tras tanta entrega hubo un bis, reencuentro con el público para el que Iturralde eligió un bellísimo tema de la chanson francesa: Les feuilles mortes.
    Más de noventa minutos que se pasaron en un suspiro. Una hora y media de música magistral que, además de un concierto, fue una intensa experiencia.

    © 2005 David Casillas