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GERI ALLEN TRIO WITH CARMEN LUNDY & MAURICE CHESNUTT

  • Fecha: 11 de julio de 2007.
  • Lugar: Centro Cultural de Caja Cantabria, Santander.
  • Componentes:
    Geri Allen: piano
    Darryl Hall: contrabajo
    Kassa Overall: batería
    Carmen Lundy: voz
    Maurice Chesnutt: claqué
  • Comentario: Los últimos proyectos de Geri Allen hasta la fecha parecían algo inconexos. Esta discontinuidad en su carrera ha sido una característica, no siempre negativa, desde su llegada desde Detroit a la escena de Nueva York a principios de los ochenta. Se dio a conocer con su paso por los ahora reconocidos como seminales cuartetos y quintetos de Oliver Lake en esa década, y su participación en las primeras bandas del M-Base. Fue la primera teclista de los Five Elements de Steve Coleman, y también colaboró en los primeros grupos de Greg Osby y Gary Thomas. En esa misma época, comenzó una carrera como líder un poco irregular: sus dos primeros discos fueron acústicos, e impecables, uno en solitario, otro en trío; después comenzó a experimentar con toques de soul en su tercer disco, el más cercano al movimiento M-Base en su concepto; luego formó un trío bastante estable con la fabulosa rítmica de Tani Tabbal y Jaribu Shahid, con los que actuó por todo el mundo y publicó otro disco, imperfecto pero interesante. En esa misma época la llamaron Charlie Haden y Paul Motian para formar con ella otro trío fundamental para entender la revisión del Free Jazz desde los noventa. El mismísimo Ornette Coleman la incorporó a su banda para grabar con ella dos discos, en una de las rarísimas apariciones de algún pianista en su discografía.

    Su matrimonio con Wallace Roney y la participación en los discos de éste hacen que parte de su público malinterprete sus siguientes producciones como un retroceso hacia una música más tradicional, con trabajos como The Nurturer (1991) y Maroons (1992), hoy día contemplados, con la perspectiva del tiempo pasado, como ejemplos perfectos del nuevo Free Bop o mainstream más moderno que define la música de jazz de estos tiempos que corren desde entonces. En los noventa graba con Ron Carter y Tony Williams y toca con ellos en Japón, y tras unos cuantos proyectos un poco irregulares, aterriza en el nuevo siglo con discos desiguales en trío, y un intento de actualizar experimentos con voces y letras comprometidas con la reivindicación de los derechos civiles de la gente de su raza en su país. Otro de sus proyectos recientes es la creación del Mary Lou Williams Collective para reivindicar la importancia de esta artista en la historia del jazz, con conciertos y un disco realmente impresionante, que hacen ver el buen momento en el que se encuentra su carrera.

    Hace unos años pasó por Europa con un quinteto, intentando actualizar los arreglos de su antiguo Open On All Sides, su proyecto cercano al soul, con resultados, al menos en el concierto que abría esa gira en el Festival de Vitoria, desastrosos. Lo peor que uno pueda esperar de una artista con cierta tendencia a la dispersión apareció reconcentrado en un despropósito en el que incluso se la pecibía como una instrumentista vulgar.

    No obstante hay muchas cosas admirables que ha ido haciendo en esta desigual carrera donde es cierto que es difícil, tal vez desde sus dos primeros, encontrar un disco perfecto. La mayoría de esas buenas ideas, y mucho más, es lo que por fin consigue ofrecer en este espectáculo impresionante, mucho más que un simple concierto, en el que consiste la nueva gira cuya primera cita vimos hace unos días en Santander.

    Como obertura a semejante asunto, un tema en trío a tumba abierta con reminiscencias de los fabulosos conciertos con Tabbal y Shahid de los ochenta, y ese sabor de los mejores temas de aquel desigual, pero a veces mágico, Twilight que publicó con ellos. Toques de sintetizador muy leves, y ese fluir increíble al piano, absolutamente peculiar, con esa distribución de los acentos en los lugares más inesperados del compás, que hace de su música una versión rítmicamente original de la de su mayor influencia como pianista, Herbie Hancock. Darryl Hall, muy discreto pero supereficaz al contrabajo, es un músico terriblemente inteligente que sabe adaptarse muy bien a este concepto rítmico. Sus líneas son muy uniformes, dejando que sea la líder la que acentúe el compás, sin taparla, y cuando es él mismo el que acentúa, lo hace enfatizando esa manera inconfundible de Geri Allen de tocar los riffs.

    En el segundo tema, Allen presenta al cuarto miembro de este grupo que es, en realidad, un auténtico cuarteto. Y es que lo que Maurice Chesnutt hace no es bailar fantásticamente claqué, lo cual en sí ya hace muy curioso el espectáculo, sino "tocar" con sus pies como un miembro más del grupo. Algo asombroso, momento, además, muy adecuado para que muestre sus capacidades la otra nueva estrella de esta banda, el jovencísimo batería Kassa Overall. Casi no hay palabras para describirlo. Un Adonis estilo Dexter Gordon apenas un poco más bajo que aquél (andará por el metro noventa o noventa y cinco), lleno de elegancia y con unos ojos verdes que no pasaban desapercibidos para el público femenino, bailando con su batería de manera infernal. Unas figuras en los dos platos ride aparentemente muy primitivas, llenas de energía, al estilo de las de Max Roach, llenas de matices. Como Roach, busca en sus tambores siempre ese sonido muy africano, muy rítmico y con la afinación muy grave, y al igual que a aquel, le puede siempre un drive inmenso que empuja al resto del grupo a veces casi hasta en exceso. Una auténtica locomotora. Geri Allen ya había grabado hace veinte años con un bailarín de claqué "The Dancer", un tema que siempre había estado en su repertorio, pero aquí la aportación del bailarín al grupo era realmente algo extraordinario, mimetizándose por completo como un músico más, y acompañando a la líder de manera pasmosa para rematar la sensacional sección de ritmo.

    Dos temas más adelante, Geri Allen presenta a Carmen Lundy, una cantante a la que pocas veces he escuchado tan integrada en un grupo y un concepto. "Well Done", el primer tema que canta en el último disco de Allen, tuvo toda la magia que en la grabación se echa de menos, y el solo de Overall y el dúo de éste con Chesnutt fueron aquí espectaculares. Su "One More River To Cross", basado en un poema de Langston Hughes, sonó también mucho mejor que en la grabación de ese tema por Carmen Lundy con su propio grupo. Su música enlaza perfectamente con esas mismas inquietudes en la de Geri Allen, que en su solo hizo una preciosa cita al "I've Known Rivers" de Gary Bartz. Los scats flotando en el tempo de Lundy combinados con ese aspecto también flotante de la música de Allen hacían un efecto tremendo.

    El espectáculo tiene un ritmo impecable. Lundy desaparece tres temas, en dos de los cuales disfrutamos del cuarteto (y de un solo fenomenal de Hall), y vuelve para rematar la actuación con el tema larguísimo, y lleno de intensidad, que da título al disco de Allen, Timeless Portraits And Dreams. Tras el aplauso sincero de un público entregado, un bis maravilloso con un tema en el que Lundy se convierte con su scat en otro miembro de un quinteto perfecto. La sensación que uno tiene cuando asiste a algo así es la facilidad de los grandes músicos, cuando dan en el clavo con algunos de sus proyectos, para agradar sin hacer ninguna concesión, impactar con fórmulas sencillas y efectivas que relazan su grandeza. Puede que no lo haya hecho siempre, pero desde luego esta vez, Geri Allen ha dado en el clavo.

    Resaltar además la belleza de la sala, su perfecta acústica, y el público atento y respetuoso de Santander, que llenó la sala convocado por el excelente reclamo de una programación admirable en esta serie de conciertos relacionados con la Universidad de Verano en esta ciudad. Una iniciativa perfecta, a seguir como ejemplo, que tendrá un futuro sin duda vista su excelente programación.

    © Jorge López de Guereñu, 2007