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MEETING OF THE GHOSTS
Ciclo “Músiques disperses”

  • Fecha:Sábado, 27 de septiembre de 2008.
  • Lugar: Heliogàbal (Barcelona).
  • Componentes:
    Albert Giménez (guitarras eléctrica y española)
    Ramón Solé (guitarras eléctrica y española)
    Rafael Zaragoza (guitarra eléctrica)
  • Comentario: He de confesar que sentía una gran curiosidad por ver qué hacían estos tres guitarristas juntos. Viejos conocidos del ambiente musical de Barcelona desde los años 70, nunca habían tocado los tres juntos pese haber compartido un buen número de compañeros de bandas y grupos. Rafael Zaragoza “Zarita” y Albert Giménez habían tocado a principios de los 80 dentro del conglomerado que fue Naïf y del que surgió un estupendo disco doble. Algo después, Zarita y Ramón Solé funcionaron un tiempo como dúo. Pero, poco más y, desde luego, nunca como trío.


    De izquierda a derecha: Ramón Solé, Rafael Zaragoza y Albert Giménez.
    © 2008 Jack Torrance

    Hay dos cosas que me gustaría destacar previamente. Una, que los años 70 fueron concitados por activa y por pasiva. Y, dos, la combinación de 3 guitarras, un instrumento y una combinación por los que siento debilidad. En cuanto a lo primero, no era extraño. Los tres estuvieron en algunas de las bandas barcelonesas para mí mejores de aquella década: Zarita en Slo-Blo y Secta Sònica (siempre junto al gran Gato Pérez); Solé en BAF y Tropopausa; Giménez en Suck Electrònic Enciclopèdic, Macromassa y Neuronium (los inicios de estos últimos pues luego, tras la marcha de Albert, se convertirían en un pestiño). Todo esto en cuanto al bagaje personal, pero aún hubo algo más y más íntimo, las referencias, lo que llevan en el corazón. Hubo algunas citas bien significativas. Un homenaje a Bacharach* con el que abrieron, una preciosa versión de Hanillo de Música Dispersa, o comentarios fugaces a temas de Iron Butterfly y hasta de Deep Purple. Y en cuanto a lo segundo, en fin, sólo decir que el abajofirmante está en esto de la música en el fondo por las guitarras que escuchó de adolescente. Vaya un saludo a todo aquello pues.

    Entrando ya en materia, por lo dicho hasta ahora parecería que la sintonía entre los estilos de Giménez, Solé y Zarita debería ser total. Y nada más lejos de la verdad. A pesar de ser del mismo lugar y pertenecer a la misma generación, las características de cada uno son bien distintas, incluso dispares, como lo eran Secta Sònica y Tropopausa, o cualquiera de estos y la nutrida carrera en solitario de Albert Giménez. Cada uno de ellos ha tenido y tiene sus características particulares. Zarita, en consonancia con lo que ha hecho, se mostró el más jazzero y estructurado, los temas cuando se esbozaban surgían de sus cuerdas. Giménez, en contraposición, se contuvo sin dejar de ser el indómito del grupo, el que trajo huidas y algunas soluciones inesperadas. Solé, finalmente, estuvo entre líneas, acertado, atento y desempeñando tal vez el papel más complicado (debió tocar más la española de lo que hizo).


    De izquierda a derecha: Ramón Solé, Rafael Zaragoza y Albert Giménez.
    © 2008 Jack Torrance

    Así que el primer problema, del que los tres músicos fueron conscientes desde el primer ensayo, según declararon, estribaba en hacer congeniar sus diferentes sensibilidades y maneras de tocar (la admiración entre ellos ya existía). Y una de las cosas que más valoro de esa noche es como plantearon el encuentro a la luz de lo que acabo de decir. Y no fue por la vía de la batalla sino del entente, del cederse espacios y alturas. Y probablemente fue también este el aspecto en el que más flojearon. Normal: este era el punto crítico de la noche. Cómo iban a escucharse entre ellos y a ser escuchados en su escucha. Pero, insisto en que la valoración a mi juicio es positiva. Creo que si abundan pueden acercarse a ese consenso que los podría convertir en un trío estable de entidad (mucha gente y con mucho menos que decir que ellos lo hace).

    Musicalmente, el resultado fue un fluido de ocurrencias y gustos tras lo cuales se apreciaba el quehacer de cada uno. Hubo algunos momentos libres y hubo efluvios layetanos, pero sobre todo la música transmitía calma y sensaciones en el fondo agradables. Respecto a cosas que sonaban layetanas, en el fondo no lo eran tanto me parece. O quizá sí. A fin de cuentas, tal vez lo layetano no sea más que un clima, una temperatura y una luz, un modo más que un estilo. Pero, de hecho, el único que tuvo que ver con aquella movida era Zarita, a menos que consideremos Tropopausa y su disco homónimo como pos-layetano, lo que no es nada descabellado. Pero, vuelvo a decirlo, la impresión que tuve es que lo que había de layetano en el aire provenía de esa manera de tocar taimada y mediterránea, de andar suelto, con las manos en los bolsillos, o de montar en tranvía. Y cuando Solé, pero sobre todo Zarita, se quedaban demasiado en ello, ahí estaba Giménez para dar un volantazo y vuelta a empezar, y después, a la inversa.

    Y esa idea de ciclo es la que me queda. ¿Qué otra cosa no es un trío de guitarras sino un círculo? Y ellos lo cumplieron y lo cerraron por lo que, a pesar de ciertos bajones, vacilaciones y pequeñas incongruencias, demostraron ser un trío de guitarras de ley. Y eso era lo más difícil.

    © 2008 Jack Torrance

    * Fue What’s New Pussycat? y fue especialmente emocionante, aunque no fuera Raindrops Keep Fallin’ on My Head, en el triste día en que nos enterábamos de la muerte de Paul Newman, un cineasta de tomo y lomo, que dirigió las estupendas El efecto de los rayos Gamma sobre las margaritas y Harry e hijo, y que hilvanó papeles como el del desgraciado abogado de Veredicto final (RIP).