>> VOLVER A TOMAJAZZ

 
 

 

   

METRO
Madrid

  • Fecha: 03 de febrero de 2009.
  • Lugar: Sala Clamores (Madrid).
  • Componentes:
    Chuck Loeb: guitarra eléctrica.
    Mitchel Forman: piano, teclados y samples.
    Mel Davis: bajo eléctrico.
    Wolfgang Haffner: batería.
  • Comentario:
    Había expectación por ver qué daba de sí el directo de Metro, uno de los grupos punteros del jazz fusión actual, en la presentación de su último disco Express (el verano pasado ya hicieron conciertos por España, pero en su “edición especial” (“Special Edition”) con vientos y sin el batería titular, el alemán Wolfgang Haffner.
     
    Chuck Loeb. Foto: Sergio Cabanillas
     
    El concierto ofreció de todo un poco y la abarrotada Sala Clamores fue testigo de un recital agridulce. El titular podría ser “excelente concierto con bastantes errores”. Loeb, Forman, Davis y Haffner son cuatro músicos soberbios, se conocen bien y ofrecieron momentos impagables, tanto individual como colectivamente. Por desgracia tres de ellos acababan de bajarse de un avión (el teclista llegaba desde Los Ángeles, ni más ni menos) y Mel Davis, octavo bajista de la banda en sus quince años de existencia, no había podido ensayar con el grupo al completo hasta la prueba de sonido. Su guerra particular con las partituras provocó momentos de caos armónico y formal, especialmente evidentes en “Nimbus”, composición del primer disco de la banda.
     
     
    Mitchel Forman. Foto: Sergio Cabanillas
     
     
    Pero centrémonos en lo bueno, que lo hubo y mucho. Como suele ser habitual en los directos de la banda, arrancaron con el loop de “Metrocafé”, del disco homónimo, donde fueron desempolvando sus arsenales para enfrentarse a “Rio Frio”, brillante composición de Chuck Loeb con evidentes reminiscencias del Pat Metheny Group, cuyos cuatros de batería, más largos que en la versión grabada, fueron de lo mejor de la noche, con un Wolfgang Haffner inspirado y atrevido. Al contrario que en el CD, el tema acabó en un nuevo arreglo de corte rítmico. El bajista, que portaba un espectacular instrumento de siete cuerdas, se reconcilió con el respetable en su solo sobre “Grand Slam”, para el que se apoyó en la técnica de slap. Guitarrista y teclista se iban soltando, y el cuarteto mostraba precisión y entendimiento en su sabio uso de dinámicas, que variaban ascendentemente tanto de manera progresiva como en puntos concretos de la ejecución. Mitchel Forman nos regaló una introducción memorable en “The Standard”, balada dedicada al tristemente fallecido Michael Brecker. El californiano combinó sonido de piano acústico con sintetizadores, fabricándose colchones armónicos sobre los que explayarse mezclando virtuosismo y sobrecogimiento, sorpresa y un aguzado concepto del silencio. Por desgracia Mel Davis volvió a empañar la interpretación al doblar tanto melodía como solo con su voz, bastante desafinada. “Big Bang Boom”, blues menor en el que los cuatro músicos se encontraron muy a gusto, cerró el primer pase con improvisaciones espectaculares de Chuck Loeb (su técnica de púa es francamente envidiable) y Wolfgang Haffner.
     
    Wolfgang Haffner. Foto: Sergio Cabanillas
     
    El segundo asalto funcionó mejor musicalmente, pero fue más deslabazado en lo que a estructura se refiere. La banda navegó en un repertorio algo incoherente, especialmente al final del concierto. En “Tell Me A Thousand Times” volvió el caos armónico, pero afortunadamente todo se olvidó gracias al momento de la noche: Chuck Loeb y “Field Of Diamonds”. Utilizando un pedal de loop en la introducción, que comenzó de la nada para ir elevando la intensidad poco a poco, Loeb tiró de distorsión en un solo épico, muy melódico y ejecutado con una perfección al alcance de muy pocos. Más que el momento de la noche, fue uno de los mejores instantes que se han disfrutado sobre un escenario de la capital en los últimos tiempos, y así lo hizo ver el público, envolviendo al guitarrista y a la banda en un atronador aplauso. Además Loeb dedicó el tema a Antonio Fernández, mítico locutor del programa radiofónico Área Reservada (tristemente eliminado de la parrilla de Radio 3 hace año y medio).
     
    Tras la explosión eléctrica Haffner y Loeb se quedaron solos en el escenario para abordar un dúo de jazz más tradicional: “Stomping At The Savoy”. Con las escobillas y una banqueta como todo material percusivo y ayudándose de los silbidos del público a modo de melodía, ambos obtuvieron merecido reconocimiento. Seguro que los aficionados más conservadores quedaron gratísimamente sorprendidos de las evoluciones de Chuck Loeb en un contexto más clásico, donde demostró un nivel guitarrístico privilegiado.
     
    Mel Davis. Foto: Sergio Cabanillas
     
    Tras estos momentos casi apoteósicos, con el final del espectáculo se incrementó la decepción. Cuando los asistentes esperaban un fin de fiesta por todo lo alto a costa de “Express”, fabulosa composición de Wolfgang Haffner que da título al último disco, el grupo finalizó con “Lolo Shuffle”, de Tree People. Los creadores de la banda, Loeb y Forman, volvieron sobre las tablas para dedicar un arreglado “My Funny Valentine” a Christina, hija del guitarrista residente en Madrid y, ante la insistencia del respetable, la banda al completo ofreció un segundo bis, cayendo en las comodidades del blues y confirmando ese sabor agridulce que se había dejado sentir a lo largo de la velada.
     
    Frío y calor, inspiración y desastre, estructura y desorden. Nadie en su sano juicio puede calificar de malo el concierto de Metro, pero los repetidos errores armónicos y el devenir final del repertorio le impiden merecer una buena opinión. También es cierto que Express es un disco superlativo y ponerlo en práctica en directo no debe ser tarea fácil, máxime cuando el jet lag y la falta de ensayos se apoderan de los sentidos. Por desgracia pocas bandas se dedican hoy en día al jazz fusión, y menos aún con la solvencia, entrega y calidad de Metro. Nos quedaremos, pues, con lo bueno, y deseamos que vuelvan pronto y en mejores condiciones.

    Texto © 2009  Arturo Mora Rioja
    Fotos © 2009 Sergio Cabanillas