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MAITE DONO & BALDO MARTÍNEZ / JD ALLEN TRIO
VII Complujazz 2010

  • Fecha: 10 de julio de 2010.
  • Lugar: Museo del Traje (Madrid).
  • Componentes:

    Maite Dono & Baldo Martínez:
    Maite Dono: voz
    Baldo Martínez: contrabajo

    JD Allen Trio:
    JD Allen: saxo tenor
    Gregg August: contrabajo
    Rudy Royston: batería

  • Comentario:

    Contra todo pronóstico este año de crisis hemos podido disfrutar de una nueva edición, séptima ya, del festival de jazz de la Universidad Complutense, el Complujazz. Enhorabuena a los responsables. Este año el evento no se ha celebrado en el bello Jardín Botánico de la Ciudad Universitaria, sino en el no menos bello Museo del Traje, situado a escasos cientos de metros de aquél.

    En una calurorísima noche esta jornada final apostaba por el riesgo con una propuesta nacional y otra estadounidense, saldadas con desigual resultado. Para abrir boca, el nuevo proyecto del siempre inquieto Baldo Martínez, un dúo con una colaboradora habitual, la cantante y actriz Maite Dono. Ambos han presentado recientemente el CD Sons-Nús (“sonidos desnudos”), que abraza por igual al jazz, al folclore y a la poesía (siempre en gallego). El arranque del concierto complutense fue toda una tarjeta de presentación: “Hein’ Dir” combinaba una inocencia melódica típica del folk con cierto aire a Ornette Coleman, mostrando desde el inicio el impresionante nivel vocal de Maite Dono y el contrabajístico de Baldo Martínez. A partir de ahí la música fluyó en distintas direcciones. Él se apoyó en un pedal de loop sobre el que secuenciar figuras rítmicas y sucesiones de armónicos, utilizó diversos efectos sobre el sonido acústico de su instrumento sin desvirtuarlo y aprovechó su virtuosismo siempre a favor de objetivos artísticos. Ella se apropió del escenario, acariciando con su dulzura melódica y desconcertando con sus gritos desgarrados, sus susurros evocadores y su tarareo de niña traviesa. El lirismo y la belleza daban paso al teatro contemporáneo, el jazz y el folk al avant-garde y la experimentación extrema. Baldo asumía su responsabilidad de único instrumentista con un buen hacer envidiable, y Maite aprovechaba la rocosidad rítmica y armónica de su compañero para evolucionar a su gusto. “Tradalah” cerró un espectáculo de altísimo nivel donde calidad, atrevimiento, improvisación y raíces se dieron la mano de forma orgánica. ¿No debería ser esto, hoy en día, el jazz?

    Minutos después el escenario fue tomado por un trío de saxo (con el único acompañamiento armónico de un contrabajo), el de JD Allen, tenor muy activo en la escena neoyorquina y que sustituía al inicialmente anunciado Fly Trio (Mark Turner, Larry Grenadier y Jeff Ballard). La disposición de los músicos en el escenario, con un enorme vacío a su derecha, evidenciaba la ausencia de un piano. La música sugirió lo contrario, concebida para esta formación y aprovechando la libertad de la misma. Durante más de una hora sin descanso (los temas se sucedían casi sin respiro, y sólo hubo una brevísima presentación al final) los tres músicos abordaron un repertorio donde cabían el hard bop, el funk y el jazz modal, pero que tenía como faro el espíritu de John Coltrane, especialmente del Coltrane más folclórico y espiritual (Africa/Brass, A Love Supreme, Crescent). Una influencia demasiado pesada, visto lo visto. Allen recreaba inflexiones, dejes improvisatorios y fraseos de Coltrane hasta el punto de hacerse totalmente predecible, pudiendo asombrar tan solo a los que no estuvieran familiarizados con la discografía de Trane. El de Detroit enhebraba su discurso sin prisa y con suma eficacia, pero más que explorar parecía recorrer caminos transitados una y otra vez, por él y por otros. Una pena, porque el nivel de los tres músicos era soberbio. El contrabajista Gregg August hizo un trabajo excelente, siempre concentrado, escuchando a sus compañeros y ofreciéndoles el soporte que necesitaban. Rudy Royston se mostró frenético en la batería, aportando un continuo contraste con la languidez de su líder. Fue el único que tomó riesgos de vez en cuando, saliéndose del guión sin miedo a equivocarse.

    Tras casi tres horas el concierto, y con él el festival, llegó a su fin. Reiteramos las felicitaciones a la organización, y seguimos haciendo hincapié en la idea de que, al final, la mayoría de clubes, festivales e iniciativas que sobreviven a estos tiempos difíciles son los que ya estaban aquí antes de las vacas gordas. Y que sigan por mucho tiempo.

    Texto © 2010 Arturo Mora Rioja
    Fotos © 2010 Sergio Cabanillas