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A solas con Kind of Blue


Portada de Kind Of Blue en LP. Versión stereo.

Escucho y pienso ahora detenidamente, y me doy cuenta de que siempre ha estado presente en mi vida, hasta tener la sensación de que me ha seguido, en el buen sentido de la palabra, durante mucho tiempo. Nací cinco días después de que terminara de grabarse, el 27 de abril de 1959, un periodo en pleno desarrollo del estilo hard bop, desde mediados de los años cincuenta hasta la década de los sesenta. Cincuenta años después, Kind of Blue es quizá uno de los discos de jazz, sino el más importante de la historia de esta música, sí, uno de los más recomendados entre los músicos, estudiantes y aficionados a este genero, aparte de lo que puede representar su aspecto comercial o incluso artístico. Entre otros motivos por ser un disco que, junto a otros de su talla como Milestones, marca un antes y un después en la ejecución de la música modal en el jazz y su aportación didáctica es indiscutible, sobre todo para los que quieren comenzar a entender este lenguaje propio y a la vez universal. ¿Que músicos, amantes y estudiosos de la música de jazz no cuentan con este disco en su colección? Creo que son pocos.

Decía que me ha seguido durante mucho tiempo, aunque suene algo exagerado y obsesivo, pero nada más lejos, porque antes incluso de conocer esta sugerente propuesta y de plantearme escribir estas líneas sobre el citado Kind of Blue, hace solo unos días, en una jam session, el padre de un músico buen amigo mío, que había cumplido 50 años recientemente, me preguntó si conocía un disco muy “famoso”, según sus palabras, del trompetista Miles Davis, que contenía un tema llamado “All Blues” y si sería posible obtener un ejemplar. Le dije el nombre del disco así como el año de grabación, entre otros detalles y comentarios, y le advertí de las varias reediciones que circulan en el mercado desde la original de 1959. Creo que terminaré regalándole el disco, lo más seguro. Días después me llegó por e-mail la propuesta de escribir unas líneas con este sugerente titulo de “A solas con Kind of Blue”, y aquí estoy, otra vez a solas con él. Pienso que es sólo una casualidad algo persistente.

Como inicié algo tarde mi acercamiento, con conocimiento de causa, hacia el jazz a principios de los ochenta, atraído e influido sobre todo por el estilo de fusión de aquellos años, recuerdo que no fue ni mucho menos trascendente para mí, la primera vez que escuché el disco, ya que mi interés se centraba más en la guitarra y ese estilo por entonces en boga. Aquella vez lo escuché en vinilo en casa de un amigo mayor que yo, que había vendido toda su colección de discos de rock y pop de los años 70 para poder seguir comprándose discos de jazz, no porque no tuviera dinero para mantener dicha colección, sino porque con el tiempo fue amando esta música de tal manera y entendiéndola tan profundamente que ya no era capaz de escuchar nada que no fuese jazz. Al final se hizo con una de las mejores colecciones de vinilos de jazz que he visto y he tenido la buena oportunidad de escuchar.

Dejo la inevitable asociación de la música con aquel tiempo pasado. El jazz está presente en los recuerdos y en aquellos años de aprendizaje, y Kind of Blue también, volviendo al aspecto didáctico que representa. Con el tema “So What” aprecio esos primeros cambios en la evolución de Miles Davis, su repercusión y lo que significa hoy en día para la música moderna. Junto al trompetista, el contrabajo de Paul Chambers, arropando sus silencios y fraseos, un colchón en toda regla, como diría el propio Davis. Un tema a tempo medio, de treinta y dos compases, basado tan sólo en un modo, el dórico, tocado en re, que modula a mi bemol en el puente, una estructura tonal, armónica y cadencial que adoptaría John Coltrane en su “Impressions”. Si eso no es abrir las puertas de la capacidad humana hacia la síntesis y la exploración musical como herramienta de expresión, ya me dirán ustedes. De hecho aún vemos sus resultados.

Sigo aquí, escuchando. “Freddie Freeloader”, un blues en si bemol, una frase de doce compases que se repite hasta completar los veinticuatro, cargado de acordes de séptima dominante, a un tempo medio slow, relajado. La exposición de la melodía sintetizada de Davis, junto con los saxofones, recorre todos los compases utilizando apenas ocho notas en el registro medio de su trompeta y deja paso a la improvisación del piano en manos de Wynton Kelly. Y para continuar, ¿por qué no una balada como “Blue in Green” y la compañía de un Bill Evans afanado en sus solos de piano? La nostálgica sensación ante lo simple se transforma en algo sencillamente bello, etéreo y profundo, casi imperceptible. Creo que no voy a escuchar el disco entero y en contra del refrán, sí que dejaré algo para mañana, cuando despierte de este letargo inducido pero consciente. Dejaré el elocuente tema con influencias flamencas de “Flamenco Sketches” para mañana o no, lo que sí puedo asegurar es que él estará ahí esperándome en una cita a solas, como ha sido siempre.

(…)

Once horas después he vuelto a mi cita con un pequeño desayuno y “Flamenco Sketches”, una pieza compuesta en gran parte por el pianista Bill Evans, en la que su presencia y creatividad es decisiva. Escuchar esos fraseos dentro de la escala española o hebrea y la escala frigia, con el piano y la trompeta, en un entorno puramente jazzístico, es como invitarte a explorar los comienzos de la fusión del flamenco con el jazz, convirtiéndose así en precursores de una música con ritmo creciente y actual, cada vez más presente. Un buen tema para comenzar el día.

 

   
   
© 2009 José Antonio García, Tomajazz