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Kind Of Blue

Es fácil imaginar lo que a uno se le ocurre cuando le sugieren escribir algo para celebrar el aniversario del disco más famoso de Miles Davis y del jazz en general. Todos tenemos nuestros recuerdos de cómo empezamos a aficionarnos a esta música, y entre ellos siempre está el descubrimiento de discos tan emblemáticos como éste. Además, hay pocos ejemplos de grabaciones que capten tan rápido la atención de cualquier oyente, aunque sea un profano. Cuando alguien nos pregunta por algún disco de jazz para comenzar a escuchar esta música, es uno de aquellos en los que siempre pensamos. Las primeras experiencias escuchando esta grabación son siempre interesantes, como lo son las últimas cuando uno lleva ya muchos años escuchando esta música.

Los discos que uno va redescubriendo en su colección aportan otro tipo de placer, pero no es éste el caso. Se puede volver a escuchar de manera que nos suene muy distinto, pero poco nuevo se puede encontrar en algo que la mayoría de nosotros hemos estudiado tan a fondo durante nuestra juventud. Cualquiera que toque cualquier instrumento y tenga un mínimo interés en el jazz ha escuchado sus temas y sus solos hasta la saciedad.

Se escucha con una sonrisa desde su introducción hasta su enigmático final. En realidad, todo lo que sucede después de ese comienzo tan peculiar está ya más que anunciado en esas misteriosas notas de Evans y Chambers. Como en otros dos de mis discos favoritos de esa época dorada del jazz (¿y cuál no lo es?), parece estar resumido por entero en su arranque. Es, como Monk’s Music y Kelly Blue (blue, blue, siempre el blues), uno de esos discos que terminamos de escuchar con un suspiro. Nos recuerdan ese misterio de la gran música anunciada desde sus primeras notas, pero que sigue sin resolverse a su fin. Sin una respuesta concreta, nos introducen en un mundo nuevo de sensaciones que iremos buscando en otros. Pocos nos darán tantas en una misma grabación.

Son discos de iniciación en el rito de disfrutar de la mejor música grabada mientras esto aún se haga, al menos en discos o cedés. En estos tiempos tan revueltos la propia definición objetual de la grabación musical se tambalea. Aun así, un objeto sonoro como éste todavía demuestra toda su vigencia. Que alguien se baje de internet algo como Kind Of Blue parece obsceno, no puedo ni imaginarlo, tiene aun menos sentido que el sexo virtual. Como tampoco se lo encuentro a esas nuevas ediciones con temas añadidos, o cualquier otra cosa que altere su rotundidad. Miles decía que, sencillamente, entró al estudio con su grupo para grabar unos temas más. Fuese así o no, el resultado de aquello es una obra de arte perfecta, a la que no le sobra ni le falta nada. Su título, aunque no fuese su intención cuando lo eligió, lo dejó bien sentado: pudo ser de muchas formas, pero no podía ser de otra manera.

 

   
   
© 2009 Jorge López de Guereñu, Tomajazz