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MIQUEL JURADO: TETE, CASI AUTOBIOGRAFÍA
(Homenaje a TETE MONTOLIU)


Por SEBASTIÁN ÍÑIGO


Portada de Tete, casi autobiografía

En un año plagado de merecidos homenajes, el pasado veinticuatro de agosto se conmemoraba el décimo aniversario del fallecimiento del insigne pianista barcelonés Vicenç Montoliu i Massana, Tete Montoliu. Por tal motivo, Tomajazz entrevistó al crítico de jazz, periodista y escritor Miquel Jurado, quien, además de haber sido amigo personal de Tete, es el autor del libro Tete, casi autobiografía (Fundación Autor), obra que empezó a ser concebida en vida de Tete, pero que tuvo que ser acabada después de su muerte.

En este libro Miquel Jurado recoge una selección de anécdotas, comentarios y pensamientos de Tete Montoliu, contados por éste al autor en las muchas conversaciones que mantuvieron ambos a lo largo de varias décadas de amistad. A través de las 458 páginas que conforman la estructura narrativa, Jurado realiza un recorrido por la vida y obra del músico, desde su nacimiento hasta sus últimos días, mediante una detallada información sobre los diversos grupos que tuvo Tete a lo largo de su vida, así como de los locales en los que actuó y de los países en los que vivió. También describe las colaboraciones que Tete llevo a cabo con músicos internacionales, así como los festivales de jazz en los que participó, acontecimientos ambos que propiciaron el reconocimiento de Tete Montoliu como un gran músico de jazz a nivel internacional. Además, y adentrándose en la personalidad del artista, nos detalla algunos de los rasgos más sobresalientes de Tete Montoliu, desde sus fobias hasta sus aficiones, finalizando el libro con una relación minuciosa de los discos que grabó Tete Montoliu en su dilatada carrera como músico, bien como líder o como acompañante.



Monserrat García Albea, Miquel Jurado y Tete Montoliu


SEBASTIÁN ÍÑIGO: ¿Por qué el hecho de haber titulado al libro como Tete, casi una autobiografía, y no Biografía de Tete Montoliu o bien Autobiografía de Tete Montoliu a secas? ¿Por qué el adverbio "casi"?

MIQUEL JURADO: Bueno, en realidad el libro se empezó a escribir a dos manos, o sea, entre él y yo. Lo pensamos así; grabamos innumerables conversaciones en casete para después hacer una autobiografía, pero Tete cayó gravemente enfermo y la idea quedó totalmente aparcada por la tragedia del momento. Tete falleció y yo la recuperé tiempo después, sobre todo por la insistencia de su viuda, Montserrat García-Albea. Entonces, claro, no es una autobiografía porque no todo está contado en primera persona, hay cosas que no las ha explicado Tete y las explico yo, por decirlo de alguna manera. Por eso el "casi autobiografía".

SEBASTIÁN IÑIGO: Teniendo en cuenta que entre Tete Montoliu y tú había una diferencia de edad de dieciocho años, ¿cuándo y de qué manera lo conociste?

MIQUEL JURADO: Yo lo conocí siendo un fan suyo. Calculo que sería sobre el año 78 o 79 cuando lo conocí en el Satchmo, un club de Barcelona que estaba en los bajos de un restaurante erótico que se llamaba "Crazy Horse", y que pertenecía a los mismos dueños. Ellos, como eran grandes aficionados al jazz, montaron su propio garito, el Satchmo, un local muy reducido en el cual se podía escuchar jazz muy directamente y en petit comité. Aunque, claro, era un sitio totalmente deficitario, pero lo cubrían con las ganancias de arriba, del "Crazy Horse". Ahí, y de esa manera, fue como conocí a Tete Montoliu. Hablamos muchas veces, yo como fan y él como el gran pianista que ya era, puesto que era uno de los músicos que más tocaban allí. Posteriormente, la verdadera amistad nació en el año 80: en esos momentos yo estaba preparando una revista de jazz, en cuyo primer número quería que saliera en portada Tete Montoliu e incluir una gran entrevista con él. Le llamé por teléfono para hacerle una macroentrevista, que duró unos dos o tres días, y a partir de ahí nació una continuidad de visitas, hasta el punto de que cuando Tete estaba en Barcelona, dos o tres veces por semana, nos veíamos y tomábamos un café, o dábamos una vuelta, o simplemente escuchábamos discos.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Como producto de esa amistad, incluso le acompañaste en 1985 a un viaje a Nueva York.

MIQUEL JURADO: Hice varios viajes con él, sobre todo porque Tete era un ciego muy dependiente, no nos hemos de engañar. Dependiente de las cosas del día a día, quiero decir. Las mujeres de su vida, empezando por su madre, le habían acostumbrado muy mal, entonces no era el ciego típico que puede hacer un viaje solo; no podía, era imposible. Cuando le conocí siempre le acompañaba su compañera de entonces, Carmina Aymami, pero Carmina empezó a tener problemas físicos, primero una diabetes que después se complicó con otras historias, y esto le imposibilitaba hacer largos viajes, o incluso hasta cortos. Al no poder Carmina, yo acompañé a Tete Montoliu en dos viajes, tanto a Nueva York como a París, e incluso en una pequeña gira por Italia. Y también por muchos lugares de Cataluña. Él me llamaba y me decía: "Nen, ¿puedes venir conmigo a Lleida esta noche?", y yo le respondía: "pues, vámonos a Lérida". O sea, en este plan, no como acompañante fijo, pero... no obstante, el viaje a Nueva York en 1985, que es el que precisamente abre el libro, me marcó mucho porque fue una manera de descubrir que en Barcelona, donde yo trataba con Tete habitualmente, los vecinos y la gente de la calle le saludaban porque era un personaje relativamente público, como podía ser un ilusionista o un jugador de fútbol, pero nadie le valoraba por su música. Y, en cambio, llegamos a Nueva York y allí fue una especie de baño de..., no sabría explicarlo: la gente le paraba por la calle; llegábamos a un local y nos sentaban en la mejor mesa, nos invitaban, o sea, realmente Tete allí no era considerado como un catalán universal, expresión que tenemos en Barcelona y que me produce mucha gracia, sino que era considerado realmente como un gran músico de jazz. Allí comprobé que en una ciudad tan importante para el jazz como es Nueva York, Tete Montoliu era reconocido por su música.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: ¿Se puede decir, entonces, que Tete Montoliu fue un músico más reconocido fuera de nuestras fronteras que dentro de ellas?

MIQUEL JURADO: Musicalmente hablando, por supuesto. En Japón, por ejemplo, Tete Montoliu era, y todavía sigue siendo, un músico realmente muy apreciado. Aquí, como mínimo en Cataluña, se le apreciaba como personaje público; o sea, a todo el mundo le gusta que gente de su comunidad tenga repercusión internacional y se hable de él, lo que decía antes, "Catalán Universal". Pues Tete era un poco eso, un catalán universal, y, por tanto, la gente de su Cataluña, de su Barcelona, le querían y le admiraban por eso, pero no especialmente por su música. Yo siempre he estado convencido de que el ochenta por ciento de la gente que sabía quién era Tete Montoliu no había escuchado en su vida un disco entero de Tete; eso si dejamos a un lado los discos dedicados a Serrat y cosas de éstas, digamos, más populares.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Y sin embargo, Tete Montoliu fue el mayor defensor que hubo aquí del be bop ¿no?

MIQUEL JURADO: Sí, exactamente. Cuando yo conocí a Tete ya no era necesario defender el be bop, pero en los años cincuenta él fue uno de los grandes defensores del be bop. Se atrevió, incluso, a publicar artículos defendiendo el be bop en revistas como "Ritmo y Melodía" y otras revistas de la época, en las cuales el be bop era considerado como el gran enemigo del jazz. O sea, no sólo "no jazz" sino "el gran enemigo del jazz". Y Tete tenía las narices de defenderlo y, además, escribirlo en esas revistas, y de llamar a su primer grupo "Cuarteto Be Bop", lo cual también era en aquel momento toda una provocación.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Cuando en aquellos tiempos, quizás, los locales de Barcelona apenas programaban jazz, y seguramente muy poco be bop.

MIQUEL JURADO: Be bop en absoluto. Jazz se programaba bastante, porque en los años treinta y cuarenta en toda España, y en Cataluña en particular, había muchos restaurantes, muchas granjas, muchos locales que organizaban el doblete. Es decir: por las tardes amenizaban el chocolate con pastas de las señoras con jazz suavecito, muy asimilable, en el cual se mezclaban, tocadas de forma muy sui generis, melodías populares de la época; por las noches, después de la cena, si había espectáculo acompañaban al espectáculo, y al acabar el espectáculo se abrían las jam sessions con baile de jazz. La gente, por tanto, iba a bailar jazz "prebe bop", claro está. Esto en Cataluña era algo bastante normal, porque en esos momentos el jazz no estaba considerado como una cosa rara, ni intelectual, ni nada parecido, sino que era una música popular y la gente la bailaba; bailaba el fox trot, como bailaba el vals o como bailaba el pasodoble, por ejemplo.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Antes hacías referencia a un artículo que publicó Tete Montoliu en 1950 en la revista "Ritmo y Melodía", y que tú lo incluyes en tu libro, en el que Tete dejaba entrever claramente lo que para él tenía que ser la evolución del jazz, la introducción del be bop, etcétera. Pero estamos hablando de un Tete Montoliu que en aquella época tenía tan sólo 17 años de edad. ¿Quiere decir esto que ya desde una temprana edad Tete Montoliu era un músico adelantado de su época?

MIQUEL JURADO: Tete Montoliu tuvo mucha suerte en su infancia y en su juventud, puesto que tuvo una madre apasionada por el jazz y que coleccionaba discos. Eso en la Barcelona de los años treinta no era muy habitual, y mucho menos que alguien coleccionase discos, porque eran un objeto casi de lujo, y aun mucho menos que éstos fueran de jazz. Por otro lado, Tete tenía un padre músico, excepcional como intérprete, que combinaba la Orquesta del Teatro del Liceo con la Banda Municipal y con sus grupos de jazz y de músicas comerciales de la época; de hecho dejó algún disco de música comercial con tonos jazzísticos que aún se oye hoy con cierto agrado. Pues bien, como te decía, tuvo la suerte de vivir en ese ambiente, y tuvo la suerte también de que cuando él era un crío, con 14 años, su padre conoció a Don Byas, quien había venido a Barcelona para tocar en la misma orquesta en la tocaba su padre. Éste invitó un día a Don Byas a comer a su casa, y parece ser que Don Byas se enamoró de las paellas que hacía la madre de Tete, con lo cual se convirtió en un asiduo a la casa de los Montoliu, y allí el "nene" pudo, no sólo tocar jazz, sino conocer, hablar y ver como era un músico de jazz . Aunque Don Byas había venido a Bacelona para tocar música comercial, en aquel momento ya era uno de los pivotes de ese be bop que estaba empezando en los EE. UU. Por tanto, el hecho de conocer a Don Byas le marcó mucho como músico y como persona. Tanto es así, que le abrió las miras en el aspecto jazzístico, o sea, no quedarse sólo con el swing de la época, al tiempo que le abrió también las miras como intérprete: no importa el instrumento ni lo que hagas, sino cómo lo hagas.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Entonces, ¿se puede señalar a Don Byas como el primer referente del mundo del jazz en la vida de Tete Montoliu? Aparte de los discos que Tete oía de su madre, claro está.

MIQUEL JURADO: Exacto. Aparte de los músicos que él oía de la colección de su madre, sí, por supuesto. En ese sentido, él ya tenía los referentes de Duke Ellington y Fats Waller; pero, a nivel personal, desde luego que fue Don Byas su primer referente.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Tú cuentas en el libro que Tete Montoliu te había comentado que Don Byas le había enseñado fundamentalmente dos cosas: la primera, a tratar a una mujer, y la segunda, a beber coñac.

MIQUEL JURADO: Don Byas, en el año 47, año que pasó en Barcelona, desgraciadamente era ya un alcohólico impenitente. Ya entonces decía que lo mejor que había encontrado en España era a su primo González Byass. Se pasaba el día realmente alcoholizado. Se cuentan muchas anécdotas del paso de Don Byas por Barcelona. Una de ellas cuenta que, cuando estuvo tocando en la Parrilla del Ritz, un hotel de gran lujo, Don Byas llegaba tan alcoholizado a escena que se sentaba en su pupitre y se quedaba dormido. Entonces el músico de al lado le daba un codazo cuando le tocaba el solo, Don Byas se levantaba como una bala del asiento con el saxo en la mano, hacía sus doce o veinticuatro compases, y se volvía a sentar y a quedar dormido.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Permíteme que te comente, porque soy jerezano y conozco el terreno, que pongo en duda que Don Byas fuese familiar de los Gonzalez Byass; nombre, por cierto, de una de las firmas bodegueras jerezanas más conocidas.

MIQUEL JURADO: [Risas] Eso ya lo suponíamos todos. Pero, bueno, él lo iba diciendo siempre por ahí, aunque yo creo que lo hacía por ver si colaba la historia.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: A lo largo del libro haces un recorrido por la vida de Tete Montoliu y por su obra musical. En cuanto a su vida, el hecho de haber nacido ciego ¿en qué medida consideras tú que marcó su carácter? ¿Cómo era realmente Tete Montoliu como persona?

MIQUEL JURADO: Es complicado de explicar cómo era Tete Montoliu, puesto que si hablas con cien personas que le conocieron, cada una de ellas te va a dar una versión diferente. Y es así, porque yo me lo he encontrado. El ser ciego le marcó, por supuesto, eso es indudable. Hoy en día, un ciego puede desde utilizar un ordenador a esquiar o nadar, etcétera..., pero, una persona ciega en la Barcelona de los años treinta, y esto lo decía el propio Tete, además de ciega era considerada tonta. Es decir, el ciego era una persona a la que se le consideraba que no servía para nada. Entonces, él tuvo que luchar primero contra eso; después tuvo que luchar contra unos profesores que no querían enseñarle música porque era ciego y, por último, tuvo que luchar contra una sociedad que en ningún momento estaba preparada para los discapacitados. Todo eso marca un carácter desde dos puntos de vista: desconfianza y lucha. Desconfianza, porque no sabes lo que te rodea, por lo cual no te fías de nadie. Lucha, porque tienes que luchar para conseguir lo que quieres. Estas dos cosas le marcaron mucho. Hay una tercera que también le marcó a partir de los últimos quince años de su vida: una sordera que fue avanzando, y que a él le tenía muy asustado. Tete llegó a decir que, el día que me llegue a quedar sordo me tiro por la ventana, porque ciego y sordo ¿que puedo hacer en esta vida si no puedo ni siquiera escuchar música?. Afortunadamente eso no pasó. No obstante, a pesar de que Tete llevaba puesto un audífono de última generación y perfectamente diseñado, esa sordera provocó que Tete tuviese fama de persona que no quería hablar con la gente, de persona muy arisca, poco comunicativa, y muchas veces lo que ocurría era sencillamente que no se daba cuenta de que le estaban hablando, no se enteraba de lo que le estaban diciendo. Entonces había que acercarse a él y decírselo, tenías que hacerte entender.

Pero, salvando esos puntos, tenemos al Tete exigente; porque él era muy exigente. Eso hacía que casi todos los músicos le tuviesen en muy poca estima, porque Tete no se callaba una, y cuando un músico no funcionaba o cuando hacía lo que no le gustaba a él, pues se lo decía, y, claro, eso hacía que pocos músicos quisiesen tocar con él aquí en España, porque todos tenían miedo y todos acababan diciendo que Tete Montoliu era lo que era. En cambio, si traspasamos la barrera de su relación con el mundo exterior, Tete era una persona entrañable, una persona sumamente cariñosa con su familia y sus amigos, con su entorno. Era una persona muy detallista, se acordaba de todas las fechas y de todos los datos, él era el primero que decía cualquier cosa. El contacto que mantuvimos con él –mi familia y yo– fue siempre de una persona muy entrañable, una de las grandes pérdidas que he tenido en todos los años de mi vida.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Supongo que también sería una persona sensible, puesto que narras que cuando interpretaba la composición "Pel teu amor", literalmente se le saltaban las lágrimas.

MIQUEL JURADO: Sí. La canción que se conoce como "Rosó", y que por cierto no es tradicional, aunque aquí en Cataluña nos pensamos que sí lo es. El "Pel teu amor" es una canción que después de muchísimos años ha pasado a ser del acervo popular. Y sí, realmente con esa canción a Tete yo le he visto llorar en directo. Igual que tampoco quería tocar, y lo hacía muy pocas veces en directo, "Els Segadors", que es el himno nacional de Cataluña, porque también le emocionaba. A Tete, escuchar determinadas cosas, leer determinados libros, le afectaban en el aspecto positivo de la palabra afectar, y era realmente sensible con todo lo que era esa música. Tete, además, era una persona que leía muchísimo, aunque parezca increíble. Gran parte del dinero que ganó Tete lo gastó en hacerse traducir al sistema Braille las novelas de los autores que más le gustaban, porque se pasaba el día leyendo. Esto es una cosa que ya es difícil encontrarla en gente que tenemos vista y que sólo tenemos que gastarnos quince euros en un libro, pero, imagínate si tú tuvieras que hacerte traducir todos los libros de la gente que puedes suponer que te gustara. Eso ya implica un grado de sensibilidad, y de necesidad de trabajar esa sensibilidad, realmente muy alto.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Ahora que has mencionado a "Els Segadors"..., Tete era un hombre profundamente barcelonés y catalanista ¿no?

MIQUEL JURADO: Sí, por supuesto, ambas cosas. Y también barcelonista, puesto que amaba al Barça, su club de fútbol de toda la vida. Él era barcelonés y, por extensión, catalanista. Ahora bien, en los últimos años, cuando se habla de nacionalismos, y de catalanismo en particular, siempre se habla de nacionalismos excluyentes. Y hay muchos tipos de nacionalismos, aquí en Cataluña tenemos muchos, eso es verdad, y Tete era de este tipo de nacionalismo en absoluto excluyente, o sea, él era catalanista, pero sin ningún tipo de enfrentamiento con nadie. Al final de su vida se casó con una madrileña y se fue a vivir a Madrid; aunque, eso sí, si el Real Madrid ganaba la liga se ponía de mal humor. Pero esta era otra cuestión. Yo creo que el nacionalismo de Tete Montoliu era, como el de muchísimas otras personas, un nacionalismo no excluyente, todo lo contrario: abierto al mundo. Y creo que es un nacionalismo muy sano, y Tete así lo vivía. Él podía ser barcelonés, catalán y después ya era hombre del mundo, eso por supuesto.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Otra de las características de la personalidad de Tete Montoliu era la de ser un hombre con un gran sentido del humor. De hecho, él te comentó que cuando se iba a casar con Pilar Morales, una cantante de boleros que fue la primera esposa de Tete y madre de su única hija, Nuria, muchos le recordaban que Pilar era una mujer de piel negra, a lo que Tete respondía que él, cuando se miraba al espejo, también lo veía todo negro.

MIQUEL JURADO: Por aquélla época Tete iba un poco a contracorriente, o sea, era un rebelde. Por eso, cuando todo el mundo le dijo: "oye, no te cases con Pilar, que es negra", entonces Tete lo vio clarísimo, y se dijo: ¡ésta es la mujer! En cuanto a la anécdota que comentas de cuando él se miraba al espejo y se veía negro, esto lo contaba siempre el propio Tete. Él decía que era un músico negro, no por lo que tocaba sino por cómo se veía delante del espejo. Tete tenía un humor muy de ciego, porque después he conocido, gracias a él o a través de él, a otros ciegos, y he comprobado que los ciegos cultivan mucho el humor negro y, sobre todo, cuentan muchos chistes de ciegos. Y Tete tenía ese humor, y desde luego se lo aplicaba siempre que podía.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Hablando de Pilar Morales, ¿fue quizás ella una de las personas más sacrificadas en la vida de Tete Montoliu?

MIQUEL JURADO: Pilar Morales vino a España en 1955 con la orquesta de Jaime Camino, y con esta orquesta Tete la conoció en Madrid y se enamoró perdidamente de ella. Y sí, yo creo que Pilar Morales sacrificó por Tete su vida profesional, puesto que ella era una cantante de boleros con una voz sumamente profunda y muy potente, que pudo haber hecho grandes cosas en el mundo del bolero. Pero, en un momento determinado, dado que la carrera musical de Tete estaba en alza en toda Europa y la suya era aún incipiente en aquel momento, aunque podía tener futuro, uno de los dos tenía que sacrificarse o separarse. Como por entonces ambos estaban muy unidos como pareja, Pilar decidió dejar su carrera de lado y dedicarse a hacer de road manager de Tete Montoliu, acompañándole a todos los sitios y tal... Y aunque ella después grabó algún disco o alguna cancioncilla más, siempre fue como algo anecdótico. Por tanto, siempre nos quedaremos sin saber si la voz de Pilar Morales podía haber explotado o no, pero ella escogió la familia, escogió a su compañero, y eso siempre tendremos que agradecérselo.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Después de que se casaran, Pilar Morales y Tete Montoliu se fueron a vivir a Copenhague. ¿Por qué motivo?

MIQUEL JURADO: Estuvieron viviendo en diversos sitios, como en Copenhague o Berlín. Aunque antes comentaba que en la Barcelona de los años cuarenta existían granjas, hoteles y restaurantes que hacían jam sessions y cosas parecidas, en los años cincuenta eso dejó de existir prácticamente, y sólo se consumía música comercial. Lo que se dice jazz, jazz, era dificilísimo de encontrar en Barcelona, y sólo en un par de sitios y un par de veces a la semana. Entonces Tete, después de tener algunas experiencias europeas muy positivas en un par de festivales de jazz y de que el mismo Lionel Hampton le exaltara y le invitara a tocar en uno de sus discos y a participar en algunos conciertos con él, vio que él podía salir adelante haciendo sólo jazz. Y al plantearse esa decisión de hacer sólo jazz, evidentemente el corolario era marcharse de España. Aquí no se podía hacer sólo jazz, no se ha podido hacer prácticamente nunca, incluso hoy en día aún es muy difícil encontrar un músico que viva exclusivamente del jazz, por lo que Tete no tuvo más remedio que emigrar. El primer destino fue Berlín e inmediatamente Copenhague, donde había una visión jazzística muy importante, y allí fue donde Tete Montoliu comenzó a labrarse un nombre como gran músico y donde tuvo la oportunidad de tocar con los más grandes, como Dexter Gordon, Roland Kirk, Ben Webster... con éste último tuvo un cuarteto y grabó, incluso, varios discos.


Ben Webster - Tete Montoliu Trio. Getle Ben. Discos Ensayo

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Acerca de lo que acabas de mencionar, creo que conoces una anécdota sobre un álbum que grabó Tete Montoliu con Ben Webster, el que se tituló Gentle Ben. ¿Nos la cuentas?

MIQUEL JURADO: El álbum Gentle Ben lo grabaron en Barcelona en 1972, y lo sacó una casa de discos, Ensayo, que se dedicaba hasta ese momento a hacer cosas de música clásica. Esta historia me la comentó el dueño de una tienda de discos de Barcelona que todavía existe. El vendedor de la discográfica estaba acostumbrado a vender sus discos clásicos y al presentarle el disco de Tete y Webster le dijo: "mira tengo un disco de Tete Montoliu y un saxofonista norteamericano, pero no hace falta que te lo escuches porque es muy malo, se le escapa el aire por la caña".

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Tú comentas en el libro que Tete Montoliu era muy ordenado a la hora de escuchar música. ¿Cómo lo hacía?

MIQUEL JURADO: En la época en la que yo conviví con él, sí lo era. En esa época era muy ordenado porque en un momento dado llegó a una determinación, puesto que se dio cuenta que tenía muchos discos; aunque, eso sí, sólo tenía los discos que le interesaban. Los que compraba y no le interesaban, sencillamente los tiraba o los regalaba. Pues bien, un día se dio cuenta de que tenía mucha música y que posiblemente se moriría antes de poderla escuchar toda otra vez, cosa que desgraciadamente fue cierta. Entonces, decidió volver a escuchar todos los discos uno por uno. Y para hacer eso se puso una rutina: empezó a escucharla por orden alfabético y por instrumentos. Por ejemplo, trompetas: la "A", Louis Armstrong; después, la "B", Bix Beiderbecke, y así hasta el última letra del abecedario. Cuando terminaba con las trompetas comenzaba con los pianistas, por ejemplo, y así sucesivamente.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Con Tete Montoliu, por cierto, compartiste programa de radio en Catalunya Ràdio a principios de los años ochenta, ¿no?

MIQUEL JURADO: Exacto. Eso fue en 1983, el año en que se inauguró Catalunya Ràdio, la radio nacional de Cataluña, una emisora promovida por la Generalitat. Yo venía de la radio, había estado primero en Radio Club 25 de Tarrasa, y después pasé a Barcelona a la Cadena Ser y siempre que podía me llevaba a Tete para hacerle alguna entrevista. Aunque en la radio hacía otras muchas cosas, el centro de lo que hacía era el jazz, y por tanto siempre que podía pescar a Tete me lo llevaba; vamos, que me aprovechaba de él, en una palabra. El primer año de Catalunya Ràdio fue un año diferente en todos los aspectos, puesto que en cierta medida era crear una emisora de la nada. Nuestro director nos inculcaba que tenía que ser una emisora que tuviera el punto intermedio entre la BBC Cultural y Radio Pica, una emisora pirata que hacía música contracultural en aquellos momentos, y eso era lo que intentábamos. Por ejemplo, todas las noches teníamos un programa de jazz, que dirigía yo, y cada noche era un programa diferente. Y aquí fue donde enganché a Tete y le dije: "nen, hemos de hacerlo". Entonces a él le pareció una idea magnífica, a la que puso una sola condición: que no preparásemos nada. Tenía que ser un programa de jazz jazzístico, o sea, improvisado, y así lo hacíamos los domingos, aunque muchas veces tenía que ser grabado debido a las giras de Tete. Pero, aunque fuese grabado, lo grabábamos en tiempo real, sin repetir ni cortar nunca nada. Él y yo traíamos discos, los poníamos y los comentábamos. Nunca sabíamos ni lo que pasaría, ni de donde veníamos ni donde iríamos. El programa se llamaba "Al voltant del jazz: Converses amb Tete Montoliu" (Alrededor del jazz: Conversaciones con Tete Montoliu). El programa duró el primer año de Catalunya Ràdio, un año en el cual yo creo que los que trabajábamos para la emisora vivíamos al margen de los políticos. Acabado ese año, los políticos se dieron cuenta que tenían una emisora que no les servía para nada, y entonces decidieron meter mano y nos echaron a todos a la calle. Tanto es así, que el programa que hacía con Tete lo cortaron de un día para otro; no nos dieron ni tiempo para despedirnos de la audiencia. A Tete le ofrecieron seguir, porque, claro, no era lo mismo deshacerse de Miquel Jurado que de Tete Montoliu, pero Tete dijo que no.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: ¿Se guarda alguna copia grabada de aquel programa de radio?

MIQUEL JURADO: Yo tengo algún programa en casete, aunque grabado por mí. Pero en la emisora no se guardó nada. Precisamente, cuando hice la revisión para el castellano de la autobiografía, me puse en contacto con Catalunya Ràdio para ver qué es lo que había sobrevivido de mis programas con Tete, porque me hubiese gustado reproducir algunas cosas en el libro, pero desgraciadamente no se guardó nada.


Miquel Jurado y Tete Montoliu

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Si en 1983 colaborasteis en radio, en 1992 volvisteis a trabajar juntos, pero en esa ocasión en un libro. ¿Es así?

MIQUEL JURADO: Sí. El Ayuntamiento de Barcelona propuso en 1992, el año de las Olimpiadas, a diferentes artistas, intelectuales, científicos, etcétera, la creación de un libro, Diàlegs a Barcelona (Diálogos en Barcelona), en el que se recogían conversaciones que después de ser grabadas se transcribían y se publicaban en una colección. Y, entre ellos, nos propusieron a Tete y a mi que nos sentáramos a conversar. Esas conversaciones se grabaron y después se publicó en esa colección a la que aludía.
Fue un libro pequeñito, en el que no se retocó nada, salió tal cual como se había recogido en la grabación, pero que creó bastante polémica en su momento, puesto que en él opinábamos sobre, por ejemplo, las Escuelas de Jazz, de las cuales Tete era, repito que en aquel momento, bastante crítico, ya que consideraba que de esas escuelas salían músicos clónicos. Todo el mundo salía tocando como John Coltrane, pero nadie salía tocando como sí mismo, y eso a Tete, en esa sinceridad de la que he hablado anteriormente, le molestaba muchísimo. Lo dijo en el libro, y yo le seguí, por supuesto, porque también considero que no es bueno crear clones. Curiosamente, las mismas escuelas se dieron cuenta tiempo después de que el sistema no era el ideal, por lo que fueron cambiando, y afortunadamente en la actualidad existen muchas escuelas que pueden, si no formar a un músico de jazz, que yo creo que es bastante difícil, sí al menos dar como mínimo las bases para que un músico pueda tocar jazz. En su momento tuvimos, como digo, una contestación muy airada por parte, sobre todo, de Lluís Cabrera y el Taller de Músicos de Barcelona, aunque después se fueron aplacando las cosas y finalmente terminamos siendo todos muy amigos.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: En ese libro, Diàlegs a Barcelona, Tete sentenciaba quizás una de las cosas más contundentes de las que pronunció a lo largo de su vida: cuando un músico es mediocre y no lo sabe, es porque humanamente todavía es más mediocre.

MIQUEL JURADO: Eso es algo que Tete lo decía siempre. O sea, cuando se encontraba con un músico o le presentaban a un músico con el que tenía que tocar, Tete no le preguntaba por los músicos que le gustaba, sino que le preguntaba por las novelas que había leído últimamente. Si el músico respondía: "pues no lo sé, hace tiempo que no leo", Tete me decía: "¡uh!, malo, este músico no sirve, nen". Tete Montoliu decía que, a la hora de tocar, le influenciaba más un relato de Cortazar que toda la discografía de Charlie Parker. Y eso él lo valoraba mucho: que los músicos no se centraran sólo en sus cosas, sino que fuesen abiertos. Cuando íbamos a un concierto, Tete siempre me preguntaba: ¿hay algún músico por aquí?, y a continuación decía: los músicos no van a los conciertos, no van al cine, no van al teatro, no leen, no van a las exposiciones.... entonces: ¿cómo pueden hacer arte si no hacen todo eso?


Tete Montoliu. Palau de la Música Catalana. Piano Solo 21-03-1997

SEBASTIÁN ÍÑIGO: En tu libro Tete casi autobiografía haces un recorrido por la vida y obra de Tete Montoliu, y, entre otras de las muchas informaciones que ofreces, está la cuestión de la discografía de Tete Montoliu, desde que él formó su primer grupo, el Conjunto Tete Montoliu, pasando por Beb Bop Trío, Cuarteto Be Bop, hasta llegar a su última grabación, "Palau de la Música Catalana". Uno de los discos codiciados por los coleccionistas –aunque, con el paso del tiempo, Tete Montoliu llegó a avergonzarse un poco de su grabación– es el que Tete grabó en Holanda bajo el nombre de "Latin Quartet", grabación que creo que Discmedi está a punto de publicar, y en el que tú creo que tienes algo que ver. ¿Para cuando su publicación?


Tete Montoliu. Primeros pasos. Discmedi

MIQUEL JURADO: Bueno, no es que se vaya a publicar, es que ya se ha publicado. Hace aproximadamente dos meses que Discmedi lo sacó al mercado bajo el nombre de "Primeros pasos". Es un disco en el cual se incluye las dos grabaciones que realizó en Holanda Tete Montoliu con el Latin Quartet, en el año 1954. Es un disco bastante original y de una época concreta de Tete: la época pre-jazzística, de músico comercial con aires latinos, y sus primeros temas de jazz junto a Lionel Hampton. Curioso porque su primera grabación es un tema llamado "Superhombre", en el que cantan los cuatro miembros del grupo, y cuyo estribillo, algo demoledor, dice: "píntame de colores para que me llamen supermán" [risas]. Ahí está Tete, por única vez en su vida discográfica, cantando.


Tete Montoliu y su conjunto tropica. Eso es el Amor. EP. Columbia

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Lo que tocaban y cantaban en esa grabación era música latina ¿no?

MIQUEL JURADO: Sí, música latina. Ellos venían de las orquestas, sobre todo de la de Lorenzo González, con lo cual en ese disco aparecen temas de boleros y de mambos, al estilo de los de Pérez Prado. Ten en cuenta que Tete también tuvo un grupo que se llamaba "Conjunto Tropical", en el cual hasta la vestimenta tenía que ver con ese estilo de música. Evidentemente, esto ocurrió en una época anterior a la que Tete se dio cuenta de que podía y de que debía vivir sólo del jazz, pero son grabaciones que sirven para comprender la evolución de Tete Montoliu y su decidida apuesta, a partir de entonces, de dedicarse y evolucionar sólo en el jazz.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Por cierto, y hasta ahora no te lo había preguntado, ¿de dónde le vino el apelativo de Tete? ¿Es, quizás, el hipocorístico de Vicenç?

MIQUEL JURADO: No; no tiene nada que ver con eso. Simplemente ocurrió que al nacer Vicenç Montoliu, un tío de él dijo: "¡Oh!, ha nacido el Tete". En Cataluña se utiliza este término para designar al hermano pequeño de la familia, aunque en el caso concreto de Tete Montoliu era hijo único, pero también se le aplicó.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Por último, a ti te tocó vivir al lado de Tete los últimos momentos de su vida. Tanto es así que tú fuiste una de las pocas personas, uno de los amigos, que esparcisteis las cenizas de Tete Montoliu en su querida montaña de Montserrat.

MIQUEL JURADO: Sí, así fue. Es un recuerdo triste, pero también bonito, porque a él le gustaba mucho esa montaña, así como la coherencia de los monjes de Montserrat en su catolicismo y en su catalanismo. Aunque Tete no era católico, amaba la montaña de Montserrat, había ido allí muchísimas veces a conversar con los monjes y siempre nos dijo que quería descansar allí. Y allí le llevamos.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Además, y curiosidades de la vida, Tete Montoliu vivió muy feliz en los últimos años de su vida precisamente al lado de una persona que llevaba el nombre de su querida montaña, Montserrat García-Albea, con quien Tete se casó pocos años antes de fallecer.

MIQUEL JURADO: Sí, muy feliz. Yo le vi pasar por épocas muy buenas y muy malas, y después realmente muy malas, coincidiendo con la muerte de su anterior compañera, Carmina Aymami, época en la que Tete tuvo excesos con el alcohol. Drogas nunca, pero con el alcohol desgraciadamente sí. Tete se sumergió en una época realmente muy negra de la cual salió disparado gracias a Montserrat García-Albea, con la que vivió unos años felicísimos, representando para Tete una nueva juventud. Pero, desgraciadamente, cuando la vida le sonreía, cuando estaba en el mejor momento, tanto personal como musical, porque si escuchamos sus últimos discos notaremos que se salía del piano, reflejo de la vida personal tan rica que llevaba en ese momento, le sobrevino la enfermedad y después la muerte.

SEBASTIÁN ÍÑIGO: Miquel Jurado, muchas gracias por habernos atendido y por habernos contado tantas cosas acerca de Tete Montoliu, aunque haya sido sólo un aperitivo de todo lo que tú cuentas en el libro.

MIQUEL JURADO: Excepto estos últimos momentos en los que he tenido que recordar las cosas más tristes, ha sido para mí un placer hablar de Tete, y ojalá sirva para que los lectores saquen la conclusión de que Tete Montoliu era algo más que un disco que poner, ya que Tete era un hombre de grandes sentimientos, y que tal vez, si nos gusta su música, es por esos sentimientos que tenía detrás.

© 2007 Sebastián Íñigo, Tomajazz

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