Joëlle Leandre. Forteresse de Salses. 2010-10-16. © Joan Cortès, 2016

Joëlle Léandre, o de cómo llegar a la improvisación más radical desde la música clásica. Por Pachi Tapiz

Por Pachi Tapiz y Joan Cortès.

 

 

Joëlle Leandre. Forteresse de Salses. 2010-10-16. © Joan Cortès, 2016
Joëlle Leandre. Forteresse de Salses. 2010-10-16. © Joan Cortès, 2016

 

En 2016 la contrabajista Joëlle Léandre cumplió 65 años en plena efervescencia creativa. A una edad en la que muchos pensarían ya en jubilarse y aparcar sus trastos, parece que no va a ser el caso de esta fuerza de la naturaleza. Desde hace ya unos cuantos, todos los años se publican varias grabaciones en las que participa, en una mayoría de casos con proyectos y encuentros inéditos. Su actividad en directo, si bien no ha recalado en los últimos años en España -en 2015 su única actuación en nuestro país fue en el Museo Vöstell de Malpartida en Cáceres, y en 2016 no ha pisado nuestros escenarios-, sí que la lleva a lo largo de la mayor parte del año desde su Paris de residencia a multitud escenarios -tanto en Francia como en el resto de Europa y Norteamérica. Sin embargo tras una de las grandes damas de la Improvisación Libre hay algo más que la libertad de dejarse llevar por el instinto. Como he escuchado y leído más de una vez -y he podido constatar siempre que he tenido ocasión-, una grabación de Jöelle es un valor seguro, así que a continuación sigue un relato resumido (la mejor expresión lo son sus grabaciones), del inicio de su carrera: una artista apasionada y apasionante que comenzó su formación en la música clásica.

El primer encuentro de Léandre con la música fue con una flauta de plástico en Primaria, y con el consejo de sus profesores el siguiente paso fue comenzar con el piano en el conservatorio de Aix. Un instrumento con el que se formó durante no demasiado tiempo. A los nueve años un afinador de pianos les comentó a sus padres que en el Conservatorio de Aix-en-Provence se iban a dar clases de contrabajo. Su hermano Richard fue quien pasó en primer lugar por allí, y siete meses después esta música zurda cambiaba las 88 teclas por las cuatro cuerdas del mayor de la familia de los instrumentos de cuerda, un instrumento que ejerció en ella desde el principio una atracción inexplicable pero inexorable.

Su formación en música clásica (en 1969, con dieciocho años fue al Conservatorio de Paris), tendría un efecto notable a lo largo de su carrera: más adelante comentaremos su contacto con algunos tótem de la música clásica de su tiempo. En lo relativo a su práctica instrumental le proporcionó unas bases de gran ayuda como son la seguridad, la facilidad de leer a primera vista, y los múltiples movimientos de la música clásica estudiados en su formación -cuestión que debería ser obligatoria para todo estudiante que pase por un Conservatorio- una gran confianza a nivel técnico.

En esos años esta era una joven reflexiva, radical y reivindicativa, involucrada políticamente -pertenecía al Partido Comunista-, que entre sus lecturas incluía a Lenin, Bakounin y Maiakovski. Una de las lecturas que más le influyó en esa época fue el libro de partituras gráficas Silence de John Cage, así como For The Birds, de este mismo autor, una obra acerca de la poesía del sonido, que tuvo también una gran importancia en su devenir. Es en esos años en Paris cuando comienza a ver su mundo musical según dos prismas: el de la música clásica y el del jazz. En el primero están von Dittersdorf y Dragonetti. En el del jazz los conciertos en directo en el Riverbop con músicos como Aldo Romano, François Jeanneau, o Jean-François Jenny Clark; también el American Center en donde escuchó a Anthony Braxton, Bill Dixon, Frank Wright, Frank Lowe o Alan Silva: es en ese momento cuando descubre el free jazz, en el que encuentra una clase distinta de energía, una enorme libertad acorde con sus pensamientos. Otro local en el que escucha a músicos como Vinko Globokar o Michel Portal es el New Phonic Art, en el que estos músicos recibían encargos para crear música contemporánea y trabajar con Pierre Boulez o Diego Masson, mientras a la vez experimentaban con la improvisación.

Resulta muy interesante cómo la artista, tanto en entrevistas como en la obra Solo. Conversations with Franck Médioni realiza una distinción entre la música de estos artistas, y el jazz como una música Afro-Americana que le encanta, pero que no es su lenguaje. De esa manera, aunque en 1971 ya tenía un gran bagaje como oyente, indica que ese es el año de su descubrimiento del jazz cuando en la rivera del Sena se queda prendada de la portada de Bowin’, Singin’ Slam de Slam Stewart en la que aparecía un contrabajo. Esta grabación le llama la atención por su alegría y la forma de tocar, pero especialmente por la técnica con el arco de Stewart, que lo tocaba como si fuera un músico europeo de la clásica. Esa manera de tocar estaba muy alejada de la forma de tocar en su formación como música del clásico. Significó el descubrimiento de otra música, de otra manera de relacionarse con el instrumento. En esos momentos la música clásica no le otorgaba al contrabajo toda su importancia, de modo que su repertorio era muy limitado. Sin embargo en el jazz se escuchaba de un modo completamente diferente, e incluso se podría convertir en el protagonista. Para esta artista el jazz se convirtió en una manera de mirar el mundo, y en esos años fue equivalente a un estado mental en el que creatividad, libertad y revolución estaban unidos, de tal modo que el jazz la atrapa irremisiblemente y los contrabajistas Charles Mingus, Paul Chambers, Jimmy Garrison y especialmente Scott Lafaro son los músicos que más escucha. También el Free Jazz se convierte en una música muy importante y algunos de sus artistas como John Coltrane, Eric Dolphy, Bill Dixon, Don Cherry, Misha Mengelberg y Michel Portal.

Otro aspecto que tuvo una gran influencia en su formación fue la nueva directiva adoptada por el Ministerio de Cultura Francés que hicieron obligatorio que en los Conservatorios se estudiase música del siglo XX. Desde el primer momento la música Contemporánea le interesó puesto que otorgaba un nuevo rol al contrabajo, de modo que se convirtió en el lienzo para un nuevo mundo de sonidos. En esos años finales de su carrera comenzó a colaborar con distintas orquestas como freelance en vez de intentar tras graduarse a los 21 años, conseguir una plaza fija en una orquesta sinfónica, lo más habitual entre los contrabajistas. De ese modo colaboró durante nueve años en el ensemble de música contemporánea L’Itinéraire, con el que interpretó música de Luciano Berio, Giacinto Scelsi, Mauricio Kagel o Karlheinz Stockhausen. Como modo de vida realizó sustituciones en la Orquesta Filarmónica de Radio France, la Orquesta Nacional de Francia o el Ensemble Intercontemporain de Michel Tabachnik. Lorin Maazel o Leonard Bernstein son algunos de los directores con los que trabajó durante esos años.

En 1975, un grave accidente de coche en el que resultó quemada le provocó una larga convalecencia. En ese año conoció a Olga Bernal, una autora americana, amiga personal de Beckett y en contacto con gente de teatro tanto en los Estados Unidos como en Francia. Ella fue la que le animó a viajar, de modo que contactó con múltiples universidades Norteamericanas, para finalmente conseguir una beca del Center for Creative and Performing Arts en la Universidad del Estado de Nueva York, Buffalo. En 1976 fue cuando viaja a los Estados Unidos y tiene lugar un renacimiento en su carrera.

Mientras residía en los Estados Unidos para disfrutar de su beca, perteneció a un conjunto de cámara de seis músicos dirigido por Morton Feldman, en el que tocaban John Tillbury o Robert Dick, y con el que interpretaban música del propio Feldman, y especialmente de John Cage. El encuentro con este músico, un día de invierno de 1976 en su loft en Nueva York, fue decisivo. A lo largo de ese momento la artista tuvo una estrecha relación con este compositor, que en 1985 le compuso la pieza para contrabajo titulada “Ryoanji”. Otro músico cuyo encuentro se puede calificar como fundamental fue Giacinto Scelsi, al que conoció en persona en Roma en 1978, y que es un compositor para el que la improvisación juega un papel fundamental en la creación de sus composiciones. En esos momentos ya había tocado alguna de sus piezas como “Okanagon” (un trío para arpa, gong y contrabajo amplificado), y en 1976 este creador le había dedicado “Maknongan”. Con esta amplia formación en la música clásica, un espíritu libre (“soy una rebelde”) y abierto, y con cierta dosis de suerte fueron surgiendo encuentros con algunas de las principales figuras de la improvisación en el jazz. En 1982 estaba dando un concierto en Londres en cuarteto con Lindsay Cooper, Maggie Nicols e Irene Schweizer. El trombonista George Lewis estaba en el concierto, le gustó lo que vio y le recomendó que fuera a Nueva York a ver al guitarrista Derek Bailey. En ese año ganó una beca Villa Medicis Hors les murs y eligió ir a Nueva York durante un año. Al llegar vio un anuncio en el Village Voice en el que vio que estaba actuando el grupo Company de Derek Bailey. Fue a ver al grupo en concierto y después de la actuación la invitó a tocar un día en su casa, tras lo que siguió participar en un concierto de Company junto a John Zorn, Bill Laswell, Cyro Baptista, Evan Parker y Peter Brötzmann. Unos años más tarde, en 1985, Anthony Braxton la invitó a tocar en su quinteto. Estos contactos fueron decisivos y muy creativos, aunque entre todos esos encuentros destaca la importancia del papel de Derek Bailey, con su forma radical de afrontar la improvisación libre. Otro encuentro importante tuvo lugar con el contrabajista Peter Kowald en 1978. Léandre estaba dando un concierto en solitario en Londres, y le comentaron que Kowald tenía ganas de tocar con ella. De esto surgió un dúo, y tras visitar al contrabajista en Wuppertal, Alemania, surgieron más contactos con músicos de la escena Free de Alemania del Este y de Berlin como Alexander Von Schlippenbach, Günter Baby Somer, Gunter Hampel, Conrad y Johannes Bauer, de modo que en los años 80 tocó mucho más en Alemania que en Francia.

A partir de aquí sigue la carrera de una artista que a día de hoy ha registrado más de ciento cincuenta grabaciones y que ha tocado con lo más granado de la improvisación. Steve Lacy, William Parker, India Cooke, Nicole Mitchell, Vinny Golia, Fred Frith, Akosh S., Mat Maneri, Marilyn Crispell, Roy Campbell, Kevin Norton, Barre Philips, Ramón López, Sylvie Courvoisier, Susie Ibarra, Carlos Zingaro, Urs Leimgruber, Paul Lytton, Pascal Contet… Si hay algo que llama la atención en su discografía es su disposición a tocar y grabar con músicos conocidos, pero también con grupos y músicos mucho menos reconocidos (al menos a nivel popular puesto que una gran parte de ellos tienen un gran trabajo tras de sí), como el grupo SPUNK, Jérôme Bourdellon, Elisabeth Harnik o Serge Teyssot-Gay. A pesar de ello tanto la voz de su contrabajo, como su propia voz (es característico escucharla acompañándose cantando), consiguen transmitir una sensación de libertad a sus obras como pocos artistas son capaces. Si hubiera que recomendar alguna grabación de esta gigante de la improvisación, quizás habría que comenzar con lo que haya de venir, por ejemplo la caja de ocho CD A Woman’s Work del sello Not Two en la que aparecen distintos conciertos en el club Alchemia de Cracovia, y de otros lugares en compañía de Agustí Fernández, Evan Parker, Fred Frith, Laurent Newton, Jean-Luc Capozzo, y también en solitario. Aunque si, estimado lector, tienes la oportunidad de introducirse en su mundo por medio de alguna de sus múltiples grabaciones, no lo dudes, porque posiblemente te atrape y no te deje escapar.

Artículo modificado en agosto de 2018. El artículo original fue publicado en el número 42 de la revista +Jazz (diciembre de 2016). Reproducido con permiso del director de la revista, Ernesto Schmied.
Texto: © Pachi Tapiz, 2016
Fotografía: © Joan Cortès, 2016

 

 

 

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