El Festival de Jazz de Sigüenza por Javier de Cambra (La Razón) 1

El Festival de Jazz de Sigüenza por Javier de Cambra (La Razón)

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La verdad sobre el caso Sigüenza

La V edición del Festival de Jazz de Sigüenza se cerró con toda satisfacción el pasado lunes a ermita llena en cada una de sus veladas. Una población de 5.000 habitantes y un conjunto histórico excepcional abriga este certamen que ha encontrado su lugar en el panorama con propuestas arriesgadas. Y tiene un público que lo sigue año tras año, residentes y también visitantes ex profeso para el festival. Pero un muy leve incidente del que se dio un relato abracadabrante ha dado la vuelta al mundo en la red. En la Ermita de San Roque, no habilitada para el culto, dio la señal de partida Digital Primitives, un trío comandado por Cooper-Moore, que en esta banda se aplica a instrumentos de cuerda y viento de fabricación propia. Junto a los vientos de Assif Tsahar y el baterista Chad Taylor levantó música de precisa originalidad hasta acabar cantando con el público. La siguiente jornada presentó dos dúos: la Brigada Bravo & Díaz en la que la guitarra de futuro de Antonio Bravo se une a la zan- fona (medieval) para el siglo XXI de Germán Díaz, con temario del cancionero de la guerra civil y una fiesta de la percusión con dos bateristas, el francés Daniel Humair y el español Ramón López, habitual colaborador de grandes músicos internacionales. Dos estilos bien distintos y el mismo sentido de los sustantivo, el control del tiempo que impide el fárrago. Para la clausura, el saxofonista californiano Larry Ochs con su última formación, Sax & Drumming Core, con trompeta, piano/teclados y dos baterías. Una potente maquinaria de improvisación abierta, música de la sorpresa, también, pues no se encallan en los momentos de intensidad arrebatada, a los que sucede la calma.


De charanga y pandereta 


Vayamos a los hechos. La ermita cuenta con una pequeña  estancia donde está el control de entradas. Luego, otra gran puerta, la ermita. Pues a este ese vestíbulo se dirigió un asistente, reclamando el importe de su entrada, afirmando que lo que se oía no era jazz sino música contemporánea, lo que tenía desaconsejado psicológicamente. Al no ser satisfecho de inmediato, llamó a la Guardia Civil, compareciendo dos agentes del cuerpo. En un momento y urgidos por el reclamante entraron a la ermita, donde al cabo de un minuto salieron con el alcalde, que se levantó al verlos. Preguntado al respecto por el reclamante, uno de los agentes expresó:  «Esto no es jazz». El concierto no fue interrumpido, los músicos se enteraron del leve asunto al término de su actuación y apenas en las últimas filas pudo verse algo de este movimiento.
Un diario madrileño publicaba una crónica con escaso relato puntual de los hechos y vocabulario de grueso calibre y en nada ajustado a realidad: «Larry Ochs despertó tras una noche de pesadilla», «(el concierto)… a punto estuvo de ser cancelado manu militari por la autoridad competente», «La que se formó fue de órdago», «uno de los uniformados (…) sometió la música de Ochs a una suerte de juicio sumarísimo…» . Chascarrillos que aquí han dado a todo tipo de malentendidos que vienen de mal explicados y que el diario británico «The Guardian» reproducía al día siguiente. De allí a la red y la rechifla universal del Guardia Civil que acude para dar juicios sobre jazz. En fin, tricornio para acabar con tanta charanga y  pandereta. Eso podía desprenderse de una crónica que ha conducido a todo equívoco. Vi a Ochs a la mañana siguiente, excelente aspecto y humor: el triunfo ante  un público receptivo y entusiasta. Y en Sigüenza, donde da gusto pasear, parar en cantinas y en templos y acudir al festival.

Javier de Cambra.© La Razón, 2009

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