www.tomajazz.com | perfiles

 
 
   

..:: GUILLERMO BAZZOLA (séptima parte)

 
   


D.S.: ¿Cómo contemplas el panorama jazzístico actual?

G.B.:
¿Aquí en España, en el mundo?

D.S.: En general.

G.B.:
Lo que está difícil en todo el mundo es lo que tiene que ver con la cultura. Creo que hay un gran descenso en las expectativas culturales de la gente y la clase dirigente, los que toman decisiones, son personas cada vez más brutas, más incultas. Hay como una cima del cinismo en la cual está claro que se busca que la gente no esté educada ni tenga acceso a la cultura. A nivel masivo, la educación, el arte, la música, están muy maltratados. Hay como un avance del cinismo, que trae consigo una gran decadencia. Hay un auge de la derecha en todo el mundo y una de las premisas de la derecha, del neoliberalismo, es destruir la cultura, destruir todo lo público -la salud, la educación, todo-. Pero hoy día también hay una reacción de mucha gente de a pie que está reclamando que no se desatienda del todo eso, no sólo reclamando sino generando lo que hablamos antes, formas propias de autogestión, sobre todo proyectos culturales... Porque se hace cada vez más difícil, has visto lo que pasó en Francia donde están cortando presupuestos de la cultura -y estamos hablando de Francia y no de un país cualquiera- y eso genera huelgas, grandes problemas. Y ni que hablar de países como la Argentina que están en un estado muy delicado. 

En España también pasan cosas muy ingratas en el campo de la cultura. Pero también a veces se abren algunas rutas... Esto sobre todo a partir de lo económico. Porque lo económico parece alejado de lo artístico pero en realidad es la forma de materialización de lo artístico. Puede haber grandes músicos pero si no hay conciertos o no se graban discos, esa música no llega a ser realidad nunca.

Por otro lado, yo creo que hay mucha buena música por ahí, y mucha mala música también. Pero hay mucha buena música que se produce hoy día. Yo veo muy buenos conciertos bastante a menudo y eso que escuché miles de discos y conciertos en mi vida. Y me sigue impresionando cierta gente, gente que conozco y gente que no conozco. Como ese concierto de Barry Guy que dio aquí [en solitario en el VII Festival Hurta Cordel, Madrid, 27-1-2003], también estuve viendo a la banda de [Dave] Holland, a Abercrombie, a Kenny Werner... Hay tanta buena música. Discos que uno escucha. Acabo de comentar para Cuadernos un disco de Gerry Hemingway muy bueno, con [Ellery] Eskelin, Devil’s Paradise, del sello Clean Feed. Se sigue haciendo música realmente muy buena. Creo que hay un poco de histeria a veces en cuanto a que se habla tan mal de la música que se hace, “que el jazz está agotado” y lo otro. Sí bueno, Coltrane y Miles Davis han muerto, lamentablemente...

D.S.: Sí, se dice que el jazz está esperando la llegada del nuevo mesías. Pero no creo que sea necesario, creo que este eclecticismo y esta variedad de estilos es algo positivo, aunque no haya una figura que sea el guía que muestra el camino. No creo que haya necesidad de eso.

G.B.:
La época de los milagros en el cristianismo fue hace muchos años. Pero hay tantos músicos. Hay músicos que aparecen cada tanto que a mí me gustan mucho. Tony Malaby, por ejemplo, me parece brillante. Me gusta mucho como toca. Hay un disco tan bueno de Marty Ehrlich donde toca él, Malinke’s Dance. Y el de [John] O’Gallagher, también [Axiom]...

D.X.: Y toca con Tom Varner, también, la verdad es que Malaby todo lo que hace es bueno, está con Chris Lightcap en Fresh Sound.

G.B.:
Y el disco de él, Sabino, es muy bueno. Luego hay músicos un poco mayores que siguen tocando muy bien, como Kenny Wheeler que cada vez que hace un disco es bueno y tiene setenta y pico de años. El año pasado vi a Jim Hall y Charlie Haden juntos y fue una maravilla. Y están Lee Konitz, Marc Copland, Kenny Werner. Tim Berne ha sacado unas cosas muy interesantes. Marty Ehrlich me gusta mucho: Song me parece un disco muy poético, no tan bueno como el otro [Malinke’s Dance], pero es muy bueno. Hay tanta gente....Por ejemplo, Luminous Cycles [de James Emery] es tan buen disco y Gerry Hemingway, Mark Helias cada tanto publican discos muy interesantes.

D.S.: Helias también con Malaby.

G.B.:
Con el trío Open Loose, con Tom Rainey, en el que estaba Eskelin originalmente.

D.S.: ¿Te gusta Eskelin?

G.B.:
Sí, claro.

D.S.: Su trío me parece un muy buen grupo y me gusta ver cómo ha ido evolucionando.

G.B.:
Es un tipo que tiene una cosa de cierta aridez, se nota que ha tocado jazz clásico, es muy jazzístico... Es muy buena música la que hay por ahí dando vueltas. Quizás, esté un poco, no en retirada, pero más constreñido el panorama. Por estas cosas que hablábamos, es más difícil conseguir trabajo, hay menos conciertos y eso hace que se resienta la actividad. A veces, para un chico joven no es tan tentador la idea de meterse a ser músico de jazz. Creo que también hay ciertas cuestiones que tienen que ver con la educación, un desdibujamiento del objetivo de lo que es el jazz. 

A veces se ha generado como una mitología sobre lo que debe hacer y saber un músico de jazz, que parece que hay que ser un estilista para tocar. Y es bueno que un músico sepa tocar bebop, pero no significa imitar a Charlie Parker. Es como la gente que dice que el jazz está muerto. “¿Y por qué dices eso?” “Bueno, porque en los festivales ponen a tal cosa”. “Pero con eso, ¿qué me quieres decir? ¿qué tiene que ver?”. En todo caso, eso se debe a que los tipos que están programando los festivales o manejando las grabadoras son unos inútiles, pero no que los músicos son unos inútiles. Está lleno de músicos inútiles, eso fue así toda la vida, pero también está lleno de músicos que hacen música realmente muy buena, muy interesante. [Joe] Maneri es un tipo muy mayor pero que en términos de publicidad de su obra es bastante joven. Y está su hijo [Mat], y son gente muy original. Y Copland del que te hablaba ahora tiene unos 50 años, o un poquito más quizás, pero ¿cuánto hace que está grabando discos que se venden o que están a la vista? Ahora HatArt ha sacado varios discos de él. Hay uno nuevo que no oí.

D.S.: ¿Uno con Michael Brecker?

G.B.:
Con Brecker y Abercrombie [Marc Copland And]. Supongo que debe estar bien. Y hay uno que hizo solo, otro con el trío con Jochen Rueckert, hizo dos con [Dave] Liebman que son buenísimos. Liebman es otro que sigue haciendo cosas buenas. Cada tanto saca un disco que quizás no sea tan bueno pero no se puede decir que no sea gente que no está aportando a la evolución de la música. Lamentablemente, por razones extramusicales el jazz se ha retraído un poco en cuanto a su difusión pero que se sigue haciendo buena música es innegable. El que diga que no, es porque miente o porque no sabe. Creo que en cierto punto se ha acabado la época heroica y mítica del jazz, pero se sigue haciendo música muy interesante. 

D.S.: Por otro lado, es muy importante el salto de calidad que ha habido fuera de Estados Unidos, en multitud de países en los que los músicos tan sólo eran buenos acompañantes de la estrella extranjera de turno. Pero ahora ves que en muchos países, no sólo los tradicionales como puedan ser Francia, Holanda, Inglaterra, hay músicos más que solventes.

G.B.:
Sí, Hay que prestar atención a eso. Creo que Estados Unidos sigue siendo el país que tiene el ambiente más desarrollado. Pero algunos países, como Inglaterra, de la que hablábamos antes, tienen esas comunidades de músicos, y de repente sale una versión nueva de la Dedication Orchestra donde hay músicos que uno conoce desde hace mucho tiempo, como que sigue en actividad toda esa escena de los setentas y ochentas.

Pasa que el jazz tiene también una característica –porque algunas cosas las hemos visto pero otras no hemos tenido la oportunidad de verlas-: mucha de la actividad musical no tiene necesariamente mucho que ver con la producción discográfica. Hay buenos músicos que quizás no graban tanto o que en disco no estén tan bien representados. ¿Cuánta gente que desconocemos tiene en realidad una actividad mucho mayor que la que está a la vista? A mí me ha pasado estar en Estados Unidos y ver, por ejemplo, el trío Paraphrase de Tim Berne, cuando todavía no habían grabado ningún disco y era increíble. Y puede haber grabado uno o dos discos, pero no son más representativos que el concierto que yo vi. Es más, capaz que sean menos.

El disco es como otro género. Se hacen buenos discos hoy día, eso es indudable, pero a veces existe la tendencia a pensar que el jazz son los discos. Yo creo que Miles Davis es mucho más que Kind of Blue. Porque hay un antes, un después y un durante. Lo fascinante de meterse en esa música es ver cómo esa mente llegó a concebir eso. La verdad es que a mí no me consta que la mejor versión de “So What” sea esa, probablemente haya habido otra que haya sido mejor. Pero la que quedó para la historia es esa. Hay tantas cosas que desconocemos que tienen que haber pasado... Son documentos de un determinado momento. Por suerte existen y llegaron a nosotros. Pero esa música, la música en general, no sería menos si no hubiésemos conocido eso. Sí debemos dar las gracias a que a alguien se le ocurrió grabar esa música y nos permitió aprender.

Hace tiempo leí -e incluso puse en un artículo porque me llamó mucho la atención- que en una entrevista a Jazziz o alguna de esas revistas, Keith Jarrett al hecho de grabar un disco lo llamaba como un “waste”, el “desperdicio”. Es como la materialización del hecho de ser músico o de la experiencia musical. Es algo intransferible, algo que está ahí, es una situación energética; no quiero entrar en la terminología New Age, pero cuando vemos un gran concierto en realidad no estamos tan pendientes de tal o cual nota, sino de todo lo que se está produciendo, de por qué ese tipo que está tocando hace que le prestemos atención. No sólo tiene que ver con que las notas estén bien o mal ubicadas. Yo vi a Barry Guy y sus gestos, su sonido, su respiración incluso se oía, se notaba que estaba haciendo un esfuerzo, pero un esfuerzo como quien está implicándose, no porque le costara tocar el contrabajo precisamente; se escuchaban bufidos cada tanto y nos estaba metiendo en su historia, estaba diciendo “por ahora el mundo real es éste”. Y eso es algo que pasa, cada tanto veo música que me llama la atención, aunque hay otra música que me parece un coñazo [risas]. Pero mucha música es realmente interesante y sobre todo música que uno escucha en directo.

Yo creo que el disco es otra cosa, un buen disco grabado en vivo ya es como algo superlativo, pero la situación de ver música en directo es distinta a escuchar un disco. Un filósofo o un pensador no puede reducir toda su sabiduría a lo que escriba en un libro. Un músico tampoco puede meter toda su musicalidad en uno de sus discos. En todo caso, en la medida que conozcamos a ese músico a través de muchos discos -por verlo en directo, por leer entrevistas- podemos entender un poco más cómo es la persona. O un disco puede ser una buena manera de interesarnos en la obra de ese músico: trataremos de buscar otros discos, de escucharlo en directo y leer lo que se escribe sobre él. Pero a veces creo que el disco es una muestra limitada. Hay buenos músicos que jamás han hecho un buen disco. Por ejemplo, no es literal lo que voy a decir, pero Eric Dolphy hizo muy buenos discos de bebop o de músicas aledañas al bebop, pero en realidad el único disco Dolphy-Dolphy que existe es Out to Lunch!.

D.S.: Cuando ves la discografía de Dolphy se te cae un poco el mundo a los pies, por la cantidad de talento que ha quedado tan poco documentado.

G.B.:
Claro, porque hay tantos discos de él donde es tan extraordinario y fabuloso lo que se escucha... Hay discos que son maravillosas sólo porque está Dolphy. Uno le escucha tocando con esos músicos suecos que lo acompañaban, que son músicos correctos, pero lo que ahí es sobresaliente es la presencia de Dolphy. Pero también cuando uno escucha un disco como Out to Lunch! uno se dice “Dolphy tenía todo esto para ofrecernos”. Dolphy tiene discos hermosos, como ese disco que me gusta mucho, con Freddie Hubbard, Outward Bound; es un disco encantador pero es un disco mucho más al molde tradicional del bebop.

D.S.: Me gusta mucho Far Cry.

G.B.:
Sí, pero es dentro de ese mismo molde. Ya Out to Lunch! es una cosa completamente distinta y fue lo único que pudo hacer porque a los pocos meses se murió.

D.S.: Hay ciertos discos redondos como Point of Departure de Andrew Hill, en el que tienes a músicos fabulosos, que estaban en un momento fantástico, composiciones magníficas, con una cohesión, aunque no fuese un grupo estable. Y afortunadamente Hill sigue grabando y todo lo que grabó para Blue Note es fantástico, pero...

G.B.: Yo tengo un favorito de Hill de esa época que es Smokestack...

D.S.: Con los dos bajos...

G.B.:
Con los dos bajos, el piano y la batería. Ese te diría que es casi el que más me gusta de todos. Point of Departure es monumental, mientras que Smokestack me parece una cosa tan clara, tan redondita, es tan distinto en realidad. Volviendo a Dolphy, ha sido mágico escucharlo -a mí me hubiese gustado verlo en vivo- pero tenía tanto para decir musicalmente -y tanto que en no pudimos escuchar- porque en Out to Lunch! estaba empezando a cambiar una gran cantidad de cosas, no sólo como instrumentista sino como compositor, como creador de un sonido y no pudo ser. Pero pudo ser eso y ya le vale...

D.S.: ...un lugar destacado en la historia.

G.B.: No, en la historia, no. ¡En el paraíso! [risas] Pero los discos son una cosa entrañable también, porque estaría faltando a la verdad si no dijera que mucho del jazz se hizo en base a discos. Porque Kind of Blue es un disco: esa música no hubiese existido sin la idea de alguien de grabar un disco con eso. Y mucha de la música de Andrew Hill partió de que al señor Alfred Lion se le ocurrió que el señor Hill debía grabar esas composiciones con ese grupo y otras composiciones con otros músicos. Así que para un músico el hecho de grabar discos también es muy educativo en el sentido de que, bueno, aquí somos todos muy geniales pero ahora debemos decir algo concreto. De acuerdo, usted es el más inteligente y el mejor escritor del mundo, pero ahora escriba algo y que se entienda. Se supone que un músico debe saber hacer un disco [risas]. Pero hay muchos músicos buenos que no han hecho carreras solistas y eso no inhabilita sus méritos. Quizás ese alguien no haya llegado a formular un discurso musical demasiado claro como para contagiar a otros y convencerles de que toquen esa música de tal o cual manera.

Pero volviendo a lo de los discos, yo creo que hoy día también se hacen buenos discos. La producción discográfica es un buen referente de lo que hay en música y cada tanto salen algunos realmente buenos. El Open Land de Abercrombie es un disco muy bueno, el Luminous Cycles de Emery, o Malinke’s Dance de Marty Ehrlich, o Angel Song de Kenny Wheeler, son unos discos de un nivel altísimo. O el Bill Evans que hizo Paul Motian. Son discos fenomenales que no tienen demasiado que envidiarle a los grandes discos de la historia. O en la década de los setenta, el Gnu High de Kenny Wheeler... Son discos que hay que conocer, porque son hitos, discos en los cuales hay un concepto absolutamente distinto de cómo tocar. No me parece que haya que estar llorando sobre la leche derramada o el paraíso perdido, pensando que después de A Love Supreme no ha pasado nada en jazz, porque no es cierto.


Pasa a siguiente página


© Diego Sánchez Cascado, Tomajazz 2003