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..:: MARC DUCRET: Palabras sobre el acompañamiento de los objetos sonoros

   
 


Para quien oyó y tal vez apreció su concierto en el AMR en trío con Tim Berne y Tom Rainey, Marc Ducret es este guitarrista que despliega la música como un mapa de la ternura. Las innumerables referencias se borran en provecho de la composición y la actuación hace surgir un cine imaginario. Esta noche, los tres del gran satán compartieron el arte de coger al público de la mano, de invitarle a la escucha y al viaje. Un don que es parte integral de toda música de concierto y también del “free” cuando es servido caliente y no recalentado. Citado en el vestíbulo de un hotel de los Pâquis [nota del traductor: barrio de Ginebra donde se encuentra el AMR] entre el concierto de Lausana y el de Ginebra, Marc Ducret habló de su trayectoria y habló estupendamente de la música bajo todas sus formas. Hay que saber que el guitarrista francés estuvo mucho tiempo al servicio de los demás antes de liderar sus propios proyectos que no se resumen en absoluto a la escena francesa y a su divismo. Panorama con un autodidacta consagrado que sabe tomarse la música al pie de la letra.


   


Christian Steulet: ¿Cuando “caíste” en la música?

Marc Ducret:
Al principio, no quería en absoluto hacer música. Mi entorno familiar no es ni musical ni artístico. Me puse a tocar la guitarra de niño porque todo el mundo la tocaba. Quería acompañarme para cantar un poco, sin siquiera plantearme la idea de que se convirtiese en algo serio. Más tarde, en la universidad, alguien me propuso realizar una sustitución en un grupo de rhythm’n’blues que tocaba para bailar. Era un grupo bastante bueno y me fui con ellos de gira. Tuvimos muchos problemas y estuvimos de gira durante casi un año. Cuando regresé, no se me pasaba por la cabeza volver a la universidad ya sólo sabía tocar la guitarra. Y ya no paré desde entonces...

Christian Steulet: Te defines como un autodidacta. ¿Que representó esta forma de aprendizaje?

Marc Ducret: Representó dos cosas. Primero, una especie de frustración en comparación con gente que uno supone tiene unas bases sólidas, enseñadas de forma inteligente y no recogidas anárquicamente en discos o a merced de errores. Luego –y esto lo entendí más tarde– el hecho de que todas estas cosas recogidas aquí y allá, las aprendí de verdad. No teóricamente, sino de forma absoluta. La mayoría de las veces, recibiendo grandes ostias, ¡lo recuerdo muy bien! Hay muy pocas cosas que poseo en este oficio, pero las que poseo, me las he apropiado, y sé por qué (risas).

Christian Steulet: ¿No fue, en cierto modo, una vuelta a la tradición oral del jazz?

Marc Ducret: Yo no uso el término jazz. Es una palabra que no me gusta. Y la improvisación no me interesa más que otras cosas. Improviso o no: no me molesta tocar un concierto entero de música escrita. Pero es verdad que lo oral, la memoria, tienen un protagonismo importante en mi manera de practicar la música. Si me hubieran enseñado a leer y escribir música cuando tenía cuatro años, tal vez utilizase menos mi memoria.

Christian Steulet: ¿A partir de qué momento empezaste a componer y a actuar con tus propios proyectos?

Marc Ducret: Empecé a escribir pequeñas cosas, elementos de formas copiados de gente que admiraba, hacia los 18 o 19 años. No he dejado de hacerlo, pero hay muchas cosas que nunca he utilizado. No tengo un cariño especial por mis propias obras. Sencillamente, si hay un problema rítmico que me divierte y no hay piezas disponibles que me ayuden a resolverlo, pues compongo una. Pero no tengo la impresión de levantar catedrales. ¡Hago pequeños Mickey Mouse! En cada nuevo proyecto, intento hacer algo diferente. Cada uno de mis discos es diferente de los anteriores. No hay nada peor, a mi modo de ver, que la monotonía. El intento de repetir las mismas cosas, si no está subordinado a una meta muy precisa, me aburre bastante rápidamente.

Christian Steulet:¿Cuáles han sido hasta ahora tus trabajos a tu nombre?

Marc Ducret:
He hecho bastante cosas en trío, con contrabajo y batería, y también varios quintetos, en especial con piano y trombón. Era un grupo llamado “News From The Front”, con percusiones, guitarra, trombón y trompeta, con Yves Robert y Ralph Robertson (1). Ha habido otros muchos proyectos pero, desde hace un tiempo, actúo fundamentalmente en solitario y con mi nuevo trío con Bruno Chevillon al contrabajo y Eric Echampard à la batería. Con este trío he grabado mi último disco y saldré de gira con ellos cuando haya terminado ésta. Por lo demás, siempre tengo dos o tres cosas sobre el fuego, dúos y proyectos con Tim Berne. Tenemos varios otros encuentros previstos este año, por ejemplo, una música que escribió para un cuarteto de saxos suizo, el “Arte Saxophone Quartet”.

Christian Steulet: ¿Cuál el punto de partida del trío con Tim Berne y Tom Rainey?

Marc Ducret: Son dos músicos que conozco desde hace ya 12 años. Trabajé con Tom Rainey en Alemania y me dije que alguna vez tendríamos que hacer algo en trío. Dimos un concierto cerca de Lyón, hace 3 años. Las cosas salieron bien y grabamos un disco en directo en los Instants Chavirés en París (3). Sólo tocamos tres conciertos y cada uno volvió a sus cosas. Como los promotores no se pelean para organizarnos giras, decidimos reunirnos para una serie más larga de conciertos y grabar un nuevo “Big Satan”, ya que Tim Berne y yo tenemos bastantes nuevas piezas. El simple hecho de que no hayamos trabajado desde mucho tiempo y que estemos satisfechos con el trabajo realizado hoy demuestra que existe una química que funciona bien entre los tres.

Christian Steulet: En efecto, me impresiona vuestra fuerza de convergencia durante el concierto. ¿Es algo trabajado o espontáneo?

Marc Ducret: No hemos trabajado este aspecto, pero forma parte del modo que tenemos, Tom , Tim y yo, de contemplar la música. Creo que cada cual en su rincón debe tener esta facultad. Para nosotros, hacer música tiene que significar esto, porque sin trabajarlo realmente, muchas veces esto es los que se produce cuando actuamos juntos. Las tensiones se resuelven siempre en esta convergencia, tocando para nosotros mismos o ante un público.

Christian Steulet: Comparándote con un músico que me encanta, Ornette Coleman, encontré en vuestro concierto el espíritu de la harmolodía. ¿Ha tenido importancia esta escuela para ti?

Marc Ducret: Conozco muy poco a Ornette Coleman y no he tenido la oportunidad de trabajar con él. Pero me parece que la harmolodía puede ser una manera de hacer música para mí. Hay varios modos de hacer ruido de modo significativo y muchos músicos con quienes he trabajado tienen la facultad de juntar expresiones a priori bastante diferentes. En el fondo, siempre es lo mismo: trabajamos con formas de expresión, objetos sonoros. El objeto sonoro no es lo más importante, sino la manera que tenemos de acompañarlo, de llevarlo a algún sitio. La sinceridad y la honestidad tienen mucho que ver en este proceso. Un mismo ruido puede significar cosas radicalmente diferentes.

Christian Steulet: Cuando compones para este trío, ¿traes composiciones muy terminadas?

Marc Ducret: Son composiciones muy terminadas porque en estos momentos es mi modo de trabajar. Y también porque se necesita un cierto equilibrio: no puedo aportar una forma standard o abierta. Me parecería inoportuno tocarla junto con una pieza de Tim Berne que dura 35 minutos y que es una larga suite con muchas partes escritas. No porque sea estúpido combinar algo escrito y algo improvisado, sino porque nuestra manera de trabajar juntos consiste en combinar partes muy organizadas con partes mucho más indefinidas durante las cuales tenemos que encontrar juntos la manera de llevar al oyente hasta la próxima página escrita. Me parecería un poco extraño en este proceso considerar como terminado algo que justo después haríamos oír como una improvisación o una transición. Pero bueno: digo esto tal vez porque estoy metido dentro. Me gusta componer formas que dejo abiertas para la interpretación de los demás. Pero la verdad es que no tenemos mucho tiempo para ensayar y organizar las cosas. Por tanto, está bien estar suficientemente organizados...

Christian Steulet: ¿Es específico de tu trabajo en trío esta labor de arquitecto, de organizador de ambientes?

Marc Ducret: Completamente. Estamos siempre construyendo o deconstruyendo cosas, planos sonoros. Es casi la base de nuestro trabajo. Mi preocupación es la misma cuando trabajo con mi otro trío: organizo planos sonoros para los demás. Es lo contrario de John Abercrombie, por ejemplo. Él parte de unos planos fijos y realiza variaciones. Sus variaciones son apasionantes en la medida en que el plano no se mueva. Mientras que para nosotros, las variaciones son las del plano, incluso si la expresión puede coincidir. Si alguien transcribiera las notas, estoy seguro de que encontraría a veces dos frases idénticas, pero enfocadas de manera radicalmente diferente. Es como en el cine: trabajo sobre las luces y los planos. Contemplo realmente mi música como la dirección en cine.

Christian Steulet: ¿Tienen un protagonismo importante los elementos extra-musicales cuando empiezas una nueva “puesta en escena”?

Marc Ducret: Todo el rato. O bien he hecho mucha música “programática” sin dar el programa, lo que no es nuevo. Y en los otros casos, siempre tengo un programa. Hay siempre un punto de partida que, en mi caso, a menudo es literario. Hay referencias constantes, que son a veces sonoras o discográficas, pero que intento atenuar luego. Hay temas enteros donde se pueden encontrar millones de citas. Pero como estas citas están sacadas de su contexto, no son audibles. Se desvanecen y yo soy el único que puede reconocerlas. Pero es muy importante para mí. Es una manera de recoger elementos y hacer un collage. El resultado no salta a la vista porque proviene de universos diferentes. Es algo que me gusta mucho.

Christian Steulet: ¿Es un trabajo de sampleo sin los medios de la electrónica?

Marc Ducret: Me parece que hay una cosa bajo el hueso del cráneo, una herramienta más potente que varios McIntosh... La memoria es una cosa, pero mi trabajo recurre esencialmente a la memoria sensorial. La memoria del hecho no es memoria. La verdadera memoria, es la que duda si se acuerda realmente del hecho, que no sabe si lo soñó. Es la que atribuye una sensación a unos datos en bruto. Por eso el trabajo realizado a partir del ordenador me interesa bastante poco. O bien este trabajo debe ser modificado por algo más vivo, mucho más deslabazado.

Christian Steulet: ¿Compones también para grandes formaciones?

Marc Ducret: Durante dos años y medio tuve una orquesta con diez músicos. La orquesta se llamaba “Seven Songs” y el programa “From the Sixties”. Me encantaba esta formación porque funcionaba a partir de recuerdos de canciones que escuchaba en los años sesenta. Todo tipo de canciones... La composición era un juego a partir de dichas canciones. Claro está, el resultado se alejaba bastante de los originales, lo que planteó problemas divertidos a algunos organizadores o a ciertas personas entre el público que creían que íbamos a tocar “Abbey Road” tal cual, con los coros. Me gustaba mucho hacerlo y acabo de escribir una música para un quinteto con dos pianos, trombón bajo y una cantante lírica. Si me das la pasta, me lanzo a crear una música para una orquesta ilimitada. ¡Adoro esto! Pero la mayoría del tiempo, es una cuestión de medios.

Christian Steulet: ¿Diferencias entre la composición y la improvisación?

Marc Ducret: Para nada. Sinceramente, no logro considerar la improvisación como una composición tocada muy rápidamente, que deja poco tiempo a la corrección. A partir de esto, hay varias consecuencias que conocemos, muchos matices en la manera en que uno toca, en la interacción con los otros músicos. Siendo un poco quisquillosos, se puede encontrar lo mismo en Schubert, pero a más largo plazo. Es la cuestión de la elasticidad de la reacción. Dicho esto, no estoy en absoluto de acuerdo con los discursos sobre la espontaneidad de la improvisación y el lado anquilosado de la composición. ¡Hace mucho que esto se terminó!

Christian Steulet: ¿Cuándo empezaste a actuar en solitario y por qué?

Marc Ducret: Bastante tarde, empecé hace cinco años y ahora tengo 42. El solo me apasiona porque es un trabajo completamente diferente. El interés profundo está en la gestión de la duración. Sería totalmente falso decir que dialogas contigo mismo, ya que estás solo –de hecho, tu discurso rebota contra la nada: un silencio al tocar en solitario no tiene nada que ver con un silencio en trío. Un silencio en trío, incluso si los otros tampoco tocan, es un silencio compartido. Mientras un silencio en solitario, es algo extremadamente expuesto. Es precisamente lo que quiero mostrar. He hablado de ello con varios músicos que han tenido esta experiencia y sé que uno a menudo se siente asfixiado por el hecho de tocar en solitario. Uno está ahogado por el tiempo que pasa y la necesidad de hacer algo. Si te callas, el silencio queda registrado: la música se convierte en silencio y ya no en la espera de algo. Esto da otra dimensión a los planos sonoros: se puede jugar con muchos puntos de vista diferentes, con la velocidad, el tempo, la intensidad. Al tocar en solitario, trabajo todavía más el aspecto rítmico de las cosas que con las demás formaciones. A priori, uno tiene el derecho de hacer cualquier cosa. Me he impuesto una pequeña limitación, una coacción, porque creo en la coacción como un factor que genera energía, sobre todo en las obras que permiten varias improvisaciones. Mi coacción al tocar en solitario, es trabajar más sobre células rítmicas que sobre temas realmente elaborados. Exploro mucho menos las formas. Intento hacer oír cómo puede desarrollarse una célula rítmica para convertirse en otra cosa. (4)

Christian Steulet: Hay un lado calidoscópico en este trabajo...

Marc Ducret: Todas las artes en las que el tiempo pasa, las “performing arts”, la danza, la música, el teatro, tienen algo de calidoscópico, ya que el tiempo pasa a la vez que uno disfruta de otra cosa. Es totalmente diferente de las bellas artes en las que se ofrece una obra acabada. Lo maravilloso es poder jugar con el hecho de que se toca una cosa una vez y no dos. Lo que se toca una segunda vez, es como los conejos que se reproducen, es una cosa que se toca ahora pero una cosa que ya se ha oído. ¡Así que no es la misma cosa! Es algo que ya pasó. Y el calidoscopio en todo esto... cuando es Mozart, no está nada mal, cuando es una obra de Molière, puede ser formidable. Pero cuando es Stravinsky o Bartok, alcanza un nivel maravilloso de complejidad que se convierte en algo totalmente transparente. Está tan bien acabado que tiene un aspecto un poco descuidado, esta manera de demostrar que este pasaje también tiene 354 compases, de casi disculparse de haberse visto obligado a respetar ciertas formas únicamente para que el edificio no se derrumbe. Esto puede llevar muy lejos y producir obras de arte extraordinarias.

Christian Steulet: ¿Cuál es para ti la diferencia entre oyentes y público?

Marc Ducret: Público, es un término de vendedor, de comerciante. No hay ningún problema en vender música y discos pero no es mi oficio. El público son compradores potenciales, un conjunto de gente que se consideran o son considerados como consumidores. No es lo que quiero transmitir tocando música y por esto prefiero considerar a la gente como oyentes. Se tiene tendencia a olvidar dos o tres pequeñas cosas: primero, en concierto, la calidad de escucha es primordial. No soy un hippie pero hace 25 años que actúo sin parar. He comprendido que la gente que tiene una actitud abierta, justa y sencilla, que se sienta y escucha, realiza un acto musical esencial. No parece gran cosa, pero con esto es con lo que se hace música. Es esto de lo que me sirvo. Cuando no lo tengo, toco y lo doy todo, pero me encuentro con un muro delante mío. Incluso cuando no tengo un público de especialistas, la calidad de escucha enriquece siempre aquello que circula entre la gente y yo. Lo otro que la gente no suele saber, y que nos guardamos mucho de decirles, es que el primer oyente de la música soy yo. La primera persona que oye la música es siempre quien la toca. Me doy cuenta entonces de si lo que toco corresponde de lejos o de cerca a lo que tengo ganas de hacer y esto ya es un juego calidoscópico. Y por eso no me gusta hablar del público porque sé que hay al menos una persona que va a oír la música y soy yo.

Christian Steulet: ¿Grabas a menudo la música que tocas?

Marc Ducret: No la grabo a menudo y me parece que la grabo demasiado (risas) ¡Odio escuchar mis grabaciones! Para mí el disco es un producto, del mismo modo que un cuadro o un libro son productos u obras de arte. No tiene gran cosa que ver con lo que se produce sobre el escenario en condiciones vivas y con gente que escucha. Puede hasta representar lo contrario, en la producción o en la manera de organizar las cosas. Mi concepción del disco es más la de un producto acabado que una fotografía, la conservación de un momento musical. O vivo plenamente un momento musical o hago otra cosa. No me interesa documentar un instante musical. Un disco, para mí, es algo que trabajo, que preparo –y lo irónico es que nunca he podido hacer el disco de mis sueños por culpa de los imperativos del mercado y de los estudios. Así que lo aplazo para la próxima vez, sabiendo que está bien así, porque esta tensión entre lo que me gustaría hacer y lo que no puedo hacer, me obliga a encontrar maneras de hacerlo, ¡cuando, de todas formas, no puedo lograrlo! Ocurre lo mismo en todos los oficios artísticos y creo que mantiene el artista en forma, le conserva la salud. Dicho esto, la grabación supone una cantidad muy pequeña en mi práctica de la música. Los encuentros tienen un protagonismo mucho más importante.

Christian Steulet: ¿Sigues trabajando con cantantes o tu música es ahora totalmente instrumental?

Marc Ducret: Aprendí el oficio con cantantes populares y me gané la vida así durante años. He tocado en bailes, canción melódica, mucho folclore, mucho estudio, teatro, y todo esto me enseñó a acompañar, tocar y componer. Pienso que he abarcado todo lo que es posible imaginar como abanico estilístico. Es algo que me encantaba y me sigue encantando. Ahora, lamento no trabajar más con cantantes. Recientemente, hice un disco con David Linx y algunos conciertos con cantantes masculinos y femeninos. Mi problema en este aspecto es la gran dificultad que existe para realizar algo con la voz. Nosotros, nos escondemos detrás de nuestro instrumento. La voz, no funciona así. Cantar de verdad es algo sagrado: no es sólo una herramienta que se utiliza para expresarse. Las raíces son mucho más profundas. Se mancha bastante fácilmente la voz cuando es manoseada. Escribir un tema malo, no es nada comparado a una mala canción. ¡Una mala canción, es algo espantoso! Hace poco, pedí a una cantante lírica que trabajase conmigo y fue realmente interesante. Aprecio mucho las experiencias de Aperghis, por ejemplo, o de Heiner Goebbels y Luciano Berio. El más destacado para mí es René Lussier y su “Trésor de la langue” (5) . Había una química en su espectáculo que era realmente mágica, en las relaciones entre su música y el texto y en la evocación de una amenaza imperialista sobre la lengua y el habla canadiense. (...)

Me apasiona la lingüística y la literatura en general. Es lo que quería hacer antes de “caer” en la música por casualidad. También veo que existe un problema típicamente francés que es la pusilanimidad hacia la lengua materna: mucha gente cree que la lengua francesa está amenazada. Esta actitud puede llegar bastante lejos en gente que no tiene por qué ser estúpida. Hay gente inteligente que piensa que hay que defender la lengua a toda costa. Pero hay dos formas de enfocar este “problema”: o bien se considera la lengua como una dinámica, se la ve tal y como es y se avanza con ella, o somos timoratos y nos replegamos sobre nuestra lengua. ¡Cuando pienso en lo que algunos escritores han realizado a este respecto! Por ejemplo, lo que hace Nabokov con su ausencia de raíces lingüísticas, su manera de poner algo de manifiesto para hacer emerger algo mucho más humano y doliente pero sin tirarse por el suelo y mostrar las tripas. Es exactamente lo que me llega en le trabajo de René Lussier. Estos artistas son capaces de utilizar herramientas de una banalidad desoladora para hacer surgir algo magnífico. Toqué una vez una música de Heiner Goebbels sobre Los celos de Robbe-Grillet, con un actor que decía partes del texto. Era magnífico: todo se desarrollaba en superficie, sin ningún comentario a cargo de la música. Un tío dice un texto, una música se desarrolla por debajo y, de repente, uno toma conciencia de que hay algo muy doloroso en el interior de todo esto. Pero nada es mostrado o explícito. Es algo que me apasiona tanto con Mozart como con Schubert, Bill Evans o John Lennon. Es posible enfocar la música de otra manera.

Christian Steulet: ¿Eres un verdadero ecléctico en el buen sentido de la palabra?

Marc Ducret: No sé si en el buen sentido, pero es verdad que soy terriblemente ecléctico. De los años sesenta y de mi trabajo con grupos de música popular he conservado muchos músicos favoritos. Ayer por la noche, escuchábamos a los Beatles, “Magical Mistery Tour”, y estábamos alucinados, Tim Berne, Tom Rainey y yo, por la calidad del trabajo, la inventiva, la sorpresa permanente y la miga que tiene esta música. Para mí, los Beatles son una referencia constante. Sigo escuchando mucho viejos discos de Genesis, Led Zeppelin, Hatfield and the North, Robert Wyatt que ha hecho cosas magníficas. Pero hay muchos otros: Hendrix, Aretha Franklin, Joni Mitchell, Otis Redding, James Brown, Al Green. No son sólo artistas que me gustaban de pequeño: no pasa una sola semana sin que escuche a Aretha Franklin y a los Beatles. Me gusta la verdadera música popular, en el sentido primero del término. Existen funciones para la música: si la música folclórica esta hecha para bailar es un error creer que hay que tocarla en el Royal Albert Hall con un público sentado. Y este error no lo cometen los músicos. Ellos van a su aire. Si la música militar hace que los militares desfilen bien, es buena. La mayoría de las veces, la música tiene las ideas más amplias que los músicos que la hacen, que los “públicos” o que nuestros propios gustos. Una música de circo magnífica para el circo es buena música. Me gustan los ruidos que hacen disfrutar, los ruidos que transmiten algo. Y me da igual que estos ruidos sean intelectuales o simplistas. Creo que la música es completamente independiente de los tristes disfraces que le ponemos. La música son ruidos en la cabeza de la gente. Y no tengo muchas ganas de limitar mi escucha a tal o cual cosa. Sigo siendo un adolescente: basta que me digan que voy a tener que comer verduras cocidas al vapor durante seis semanas para que tenga unas ganas increíbles de un filete poco hecho con patatas fritas grasientas.

Christian Steulet: Es cierto que tienes la suerte de trabajar en las dos orillas del Atlántico…

Marc Ducret: Sólo conozco una pequeña parte de la escena estadounidense. Es algo muy enriquecedor pero la escena belga es también apasionante y hay muchos músicos ingleses con importantes problemas de dinero pero que siguen haciendo una música magnífica. Hay que juzgar esta suerte en función de las personalidades que he conocido, artistas como Bobby Previte, Tim Berne, Michael Formanek y Tom Rainey. Acabamos de hacer un disco con un saxofonista tenor que se llama Tony Malaby, es genial y probablemente vamos a oírle mucho. También conocí a Django Bates. Para mí, Estados Unidos, es como desembarcar un día en Polonia y encontrar músicos fantásticos. El hecho de ir a Nueva York no es diferente que viajar a Bruselas...

Christian Steulet: ¿Qué música tienes actualmente en la cabeza?

Marc Ducret: Me gustaría tocar con otra gente. Es difícil estar siempre condicionado por el trío. Me encantan mis tríos, pero los monto también porque nunca tendré la pasta para montar un tenteto. Al cabo de un momento, es frustrante no poder oír dos pianos, un fagot... Tengo ganas de participar en experiencias con muchos más músicos y más timbres. Tengo ganas de meterme en un estudio, tomarme tiempo y grabar las cosas unas detrás de otras y montar paralelamente una gran orquesta.

Entrevista recogida por Christian Steulet en el año 2000, publicada en "Viva la Música", boletín mensual de dicha asociación. Gracias a esta asociación por los permisos para su edición en Tomajazz y a Juan Carlos Hernández y Diego Sánchez Cascado por su traducción.

NOTAS:
(1) Esta formación publicó un disco con JMT en 1996.
(2) Marc Ducret Trio: "L'Ombra di Verdi" (Screwgun 70010).
(3) Big Satan "I think they liked it honey" (Winter & Winter 1999). Marc Ducret (guitarra), Tim Berne (saxos), Tom Rainey (batería).
(4) Marc Ducret en el año 2000 tenía publicados dos discos en solitario: "Détail" (Winter & Winter, 1997) y "Un certain malaise (Screwgun 70005, 1998).
(5) Es difícil de encontrar en las tiendas de discos esta música del espectáculo de René Lussier editada en 1989 en el sello canadiense Ambiances Magnétiques (AM 015)


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Reproducido con permiso de la  Asociación A.M.R.(Association pour l’Encouragement de la Musique Improvisée) © Christian Steulet, A.M.R. 2003