Langston Hughes: Escritos sobre España y jazz
Escritos sobre España recopila la obra periodística y poética de Langston Hughes (Joplin, Misuri, 1902-Nueva York, 1967) escrita a partir de su estancia en España como corresponsal en la Guerra Civil para el Baltimore Afro-American. Con una prosa ágil y directa, Hughes, cuenta historias, peripecias, anécdotas, encuentros y entrevistas a la vez que retrata la crueldad de la guerra. El volumen se divide en cuatro partes: un prólogo presentando el perfil del autor, las crónicas de guerra, una parte del segundo volumen de su autobiografía Wonder as Wander -Me pregunto mientras paseo- (Rinehart and Company, 1956) con referencias a su estancia en España como corresponsal de guerra y los poemas dedicados a España. A esto se suma un corto anexo documental “México 1926”.
Langston Hughes fue una figura clave del Harlem Renaissance, un movimiento cultural que en las décadas de 1920-30 supuso la primera expresión en el ámbito del arte de la conciencia negra en Estados Unidos. Aunque fue un movimiento fundamentalmente literario, fertilizó la música, el teatro y las artes visuales. Artistas negros manifestaron y afirmaron su sentido de la modernidad desde elementos culturales e identitarios afronorteamericanos, poniendo en tela de juicio la autoridad del canon artístico anglo-sajón y cuestionando tanto su paternalismo como su racismo para con la comunidad negra norteamericana. Supuso tanto una afirmación cultural, como una exploración de la historia afroamericana, sus señas de identidad y sus expresiones artísticas. Harlem fue su centro de acción aunque rápidamente se extendió por todo el país. Significó un momento importante en la construcción de un relato histórico propio afronorteamericano y la primera vez que sus logros culturales atrajeron la atención del mundo artístico e intelectual norteamericano. Su peso se dejó sentir hasta muchos años después de su apogeo y sus ideas y planteamientos resonarían durante décadas en la comunidad artística afronorteamericana sirviendo de base para el posterior desarrollo del Movimiento por los Derechos Civiles. El blues y el jazz de Louis Armstrong, Duke Ellington, Bessie Smith, Fats Waller y Cab Calloway conformaron su banda sonora. Langston Hughes fue uno de sus protagonistas centrales, en su ensayo The Negro Artist and the Racial Mountain, sintetizó el espíritu del movimiento: “Nosotros, los artistas negros más jóvenes, ahora pretendemos expresar la individualidad de nuestra piel oscura sin temor a la vergüenza”. Hughes fue uno de los pioneros de la poesía jazz que intentaba trasladar la sonoridad y ritmo del jazz a la poesía escrita.
En el verano de 1937 viajó a España como corresponsal del Baltimore Afro-American para informar sobre el desarrollo de la guerra y la presencia de los negros estadounidenses voluntarios en las Brigadas Internacionales. Compañías como las Brigadas Abraham Lincoln y Washington estaban integradas por numerosos afroamericanos y contaban con comandantes negros al frente de tropas blancas, algo inaudito en ese momento en el segregado ejército estadounidense. Hablaba español que había aprendido en México -un factor determinante para su designación-, le encantaba España -donde había estado más de una década antes como marino- y simpatizaba con la República española. También llegó a un acuerdo con el Cleveland Call Post y la revista Globe para publicar artículos.
Al llegar a Europa pasó unas semanas en París donde asistió al Congreso Internacional de Escritores y de allí se desplazó a la frontera y después a Barcelona. El día que Hughes dejó París en dirección a España las bombas de aviones alemanes e italianos mataron a más de cien personas en Barcelona. Según cuenta en sus memorias, fue el peor bombardeo que sufrió la ciudad en toda la guerra. Desde París viajaba acompañado de su amigo Nicolás Guillén, poeta cubano y editor de la revista Mediodía en La Habana. De Barcelona se dirigió a Valencia donde pasó más de una semana antes de seguir hasta Madrid. Ya en Madrid se encontró con un frente de batalla muy próximo, una ciudad sitiada y bombardeada constantemente por los cañones fascistas.
A finales de octubre de 1937 el Afro-American comenzó a publicar las crónicas que Hughes enviaba desde España. En ellas subraya la falta de alimentos y describe con detalle la destrucción que la guerra estaba causando en Madrid, ofrece una combinación de vívidas descripciones de escenarios de ruinas con ocasionales estallidos de imágenes poéticas -cuando veía flores que aún brotaban entre los escombros de algún edificio bombardeado o niños jugando entre edificios reducidos a ruinas- junto a entrevistas con afroamericanos que luchaban por la República española. Sus descripciones de lo que ve son perturbadoras: “desolación”, “ruina” y el “hedor de la muerte”.
También cuenta entusiasmado, como se lee en la crónica que reproducimos, la alta estima entre los españoles por artistas y atletas negros americanos. Los aficionados al deporte aún hablaban de las asombrosas hazañas de Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de 1936, y encontró quién recordaba los combates de exhibición del campeón de boxeo de los pesos pesados Jack Johnson en Madrid. Hughes se las arregló para llevar consigo a España sus discos favoritos de jazz, Ellington, Benny Goodman, Jimmie Lunceford y Charlie Barnet que solía poner en el tocadiscos del hotel de la Alianza de Intelectuales donde se alojaba en Madrid. Una noche, cuando la artillería fascista bombardeaba Madrid, cuenta Hughes que, sonaba en la radio “Organ Grinder’s Swing” de Lunceford.
En el segundo volumen de sus memorias relata:
Los negros no resultaban extraños en España, ni llamaban la atención de un modo excesivo. En las ciudades nadie se daba la vuelta para mirarlos por segunda vez. La mayoría de los españoles habían visto rostros de color, y muchos de ellos mismos eran de tez oscura. Rastros evidentes de sangre morisca de los tiempos de la conquista mahometana persistían en la Península Ibérica. Abundan gitanos de piel cobriza como la Niña de los Peines. También había un buen número de portugueses de color viviendo en España. Y tanto en Valencia como en Madrid vi a negros de pura sangre de las colonias africanas, así como a muchos cubanos que habían emigrado a España.
Todos los negros con quienes hablé, cualquiera fuese su nacionalidad, coincidían en afirmar que en España no había la mas ligera huella de prejuicio racial. Decían que en este aspecto la situación era incluso mejor que la que se vivía en Francia, puesto que en París, pese a ser una ciudad encantadora, algunos de los grandes hoteles a cargo del turismo no registraban a huéspedes de piel oscura. Los músicos negros de jazz me contaron que les agradaba actuar en España, donde el público era muy cordial. Poco después de mi llegada descubrí que una de las estrellas de variedades más populares de Madrid era El Negro Aquilino, un cubano que tocaba tanto jazz como flamenco con su saxofón. Aquilino ya llevaba tres meses en el Teatro Calderón y compartía cartel con la famosa Pastora Imperio, la gran bailarina que permaneció en el lado republicano. Aquilino viajó por toda la España gubernamental, y era el gran favorito de los soldados para quienes tocaba en el frente. Cuando fui a entrevistarlo detrás del escenario para mi periódico, le pregunté acerca del color en España.
—¿El color? No le hace nada en España -me dijo.
Wonder as Wander (Rinehart and Company, 1956)
En el hotel de la Alianza de Intelectuales, Hughes, con la ayuda de dos colegas españoles, tradujo al inglés Romancero gitano y Bodas de Sangre de Federico García Lorca. Allí también entró en contacto con la mayoría de los escritores extranjeros que llegaron a España durante su estancia entre los que destaca a Ernest Hemingway. “Durante los meses que estuve en España conocí a más escritores americanos blancos que en ningún otro periodo de mi vida”. Ser corresponsal del Baltimore Afro-American significaba una cobertura económica de bajo presupuesto frente a los “poderosos corresponsales extranjeros” de los grandes periódicos y servicios de noticias que tenían ventajas que Hughes no tenía. Esos periodistas tenían coches o los alquilaban y podían comprar gasolina, un artículo escaso en el Madrid de la guerra. Hughes tenía que ir de un sitio a otro de la mejor manera posible, a menudo haciendo autostop en convoyes militares que se dirigieran hacia donde él quería ir. Tampoco frecuentaba el bar al que Hemingway acudía, el Aquarium, que era “demasiado caro para mí, ya que era el único bar de la ciudad al que le quedaba whisky escocés, y no mucho más”.
No abandonó Madrid hasta mediados de diciembre, cuando el ejercito de Franco amenazaba con cortar la carretera Madrid-Valencia y dividir la España republicana en dos partes. Hemingway y otros periodistas le ofrecieron una fiesta de despedida en el Hotel Victoria. Tras la despedida, él y Nicolás Guillén, salieron para Valencia donde estuvieron atrapados más de una semana hasta poder conseguir transporte a Barcelona. Una vez en Barcelona, Hughes fue a escuchar a la Orquesta Sinfónica Catalana interpretar Rhapsody in Blue de George Gershwin. Pocos días más tarde cruza la frontera hasta un pueblo francés de los Pirineos, donde, nada más llegar, pidió “una comida enorme”. Luego tomó el expreso nocturno a París. Antes de partir hacia Nueva York, fue a escuchar jazz en los cabarets de Montmartre en París. Había dejado sus discos de jazz en Madrid para que sus amigos de la Alianza de Intelectuales los pudieran seguir escuchando.
De entre las crónicas que Hughes escribió contenidas en el libro hemos seleccionado la del seis de noviembre de 1937 para el Baltimore Afro-American. Aparece entre las páginas 50 y 54 del libro. En ellas Hughes escribe de la recepción del jazz en España, de los músicos españoles y de El Negro Aquilino, un músico cubano que encuentra tocando jazz y flamenco en el Teatro Calderón de Madrid. «Suena en España «Organ Grinder’s Swing» sobre el estruendo de los cañones».
Suena en España «Organ Grinder’s Swing» sobre el estruendo de los cañones
(Afro-American, 6 de noviembre de 1937)
La gente de color no resulta rara en España ni llama demasiado la atención.
En pueblos pequeños pueden, o no, ser por un tiempo foco de una cordial curiosidad, dependiendo de si los aldeanos han visto antes un rostro de color. Pero la mayoría de los españoles se han topado alguna vez con un rostro de color. Para empezar, muchos españoles son ya de por si de tez bastante oscura, particularmente los del sur, donde arde el sol y África está a la vuelta de la esquina. Todavía persisten claros vestigios de sangre mora.
También abundan por todas partes gitanos de piel cobriza. En México vi una vez a un torero español que era lo que en Harlem se conocería como un «moreno». Y desde que llegué a España he visto muchos españoles de pura cepa que no habrían podido pasar por blancos en Estados Unidos, salvo por su pelo que, por lo general, es lacio.
También parece haber un gran numero de portugueses de color viviendo en España. Me he encontrado con ellos tanto en Valencia como en Madrid. Y del mismo modo, en sendas ciudades, he visto africanos de pura sangre procedentes de las colonias españolas. Sin mencionar a los cubanos que, especialmente a raíz de las opresivas dictaduras de su tierra natal, emigraron a la Península Ibérica.
Toda la gente de color, sea de la nacionalidad que sea, con la que he hablado en España coincide en afirmar que no hay el menor rastro de prejuicio racial. En este punto España es incluso mejor que Francia, ya que en París, con todo lo encantadora que es la ciudad, en algunos de los grandes hoteles que ofrecen sus servicios a turistas norteamericanos e ingleses se dan muchos aires a la hora de recibir a clientes de piel oscura.
En Valencia hablé con un joven estudiante de medicina de Guinea. Era un africano puro que había estudiado en España. Lo vi en la playa un domingo por la tarde bañándose con un grupo de amigos españoles, chicos y chicas. Pensando que quizá se tratase de un americano de las Antillas, miembro de las Brigadas Internacionales, me acerqué a él para indagar.
Al enterarse de que yo venía de Estados Unidos me preguntó inmediatamente por Harlem. Me dijo que había oído un montón de cosas acerca de Harlem y que esperaba poder visitarlo algún día.
—¿Para quedarte? -le pregunté.
—No creo que quiera quedarme -me dijo-. Me gusta España, pero quiero ver Harlem.
Me contó que era miembro del Ejército Popular y que por haber sido universitario, estaba estudiando para algún cargo de oficial. Me dijo que no había tenido noticias de sus padres en África desde hacía más de un año, desde que los fascistas se hicieron con el control de las colonias españolas, y que ya no llegaba el correo.
Le pregunté qué pensaba de la guerra y del gobierno del Frente Popular de España.
—Deseo de verdad que el gobierno gane la guerra -me dijo-. Están a favor de una política colonial liberal que brinda una oportunidad de desarrollo y educación para la gente de África. Del otro lado, con los fascistas, se encuentran todos los viejos duques, condes y traficantes que durante tanto tiempo han explotado las colonias para su propio beneficio, sin dar nada a cambio al pueblo.
«Los generales del bando franquista ni siquiera quieren que los propios campesinos españoles escapen de la servidumbre, nos han dejado solos en África. ¡Los mismos italianos que dejaron caer sus bombas sobre Etiopía han venido hasta aquí para ayudar a Franco a bombardear a los españoles!».
—Así es -dije-. Desearía tener algo de papel. Te entrevistaría para los lectores norteamericanos negros.
Pero estábamos con nuestros trajes de baño en la atestada playa de Valencia un domingo por la tarde, que es como Coney Island, un lugar no muy apropiado para mantener una conversación prolongada. El soldado-estudiante africano me prometió que iría a mi hotel mas adelante esa misma semana para concederme la entrevista que quería hacerle, pero antes del día señalado me fui a Madrid.
Ante la dificultad de encontrar un medio de transporte, pues no salían trenes para el interior, no me quedó otra que aprovechar la primera oportunidad que me salió azarosamente al paso. Me habría gustado hablar más con aquel muchacho hispanoafricano, y quizá pueda hacerlo cuando regrese a Valencia.
En Madrid, tal y como me enteré poco después de mi llegada, una de las estrellas teatrales mas populares de la ciudad es El Negro Aquilino1, ahora en su tercer mes en el Teatro Calderón, uno de los locales de vodevil más destacados de España. Las bandas de jazz de color y los artistas tanto de Cuba como de Estados Unidos han sido siempre muy bien recibidos en España, y los artistas de color que conocí en París me contaron que en tiempos de paz disfrutaban mucho tocando en España, que el público de allí era de lo mas cordial.
Aquilino, un cubano, lleva mucho tiempo por aquí, ha vivido los peores días de la guerra y es el gran favorito entre los soldados, para quienes suele actuar en el frente.
El jazz en España, como en el resto de Europa, gusta muchísimo, y a las orquestas españolas se les da mejor tocar hot music en el estilo auténtico que a la mayoría de las bandas de otras naciones europeas. En tiempos de paz los discos de Duke Ellington y de Cab Calloway se venden aquí como rosquillas.
En la actualidad están agotados y los nuevos no llegan, pero se pueden escuchar frecuentemente por la radio. De hecho, hace unas noches, durante uno de los potentes bombardeos que asolan Madrid, un proyectil de uno de los cañones franquistas cayó con estrépito en la esquina de nuestra calle justo cuando la radio del comedor empezaba a transmitir la versión de Jimmie Lunceford del Organ Grinder’s Swing.
Hace poco que están poniendo la película británica Song of Freedom de Paul Robeson, con Nina Mae McKinney, en los cines del vecindario, y los madrileños esperan que el pueda venir a cantar en persona a la España republicana. Gusta mucho.
En cuanto a los libros, los menos representativos sobre la gente de color parecen ser los únicos que se han traducido al español, o quizá debería decir mejor, los más sensacionalistas y exóticos. Magic Island de. Seabrook, Scarlet Sister Mary de Peterkin y los cuentos malos de Paul Morand sobre el atavismo. Pero nada escrito por los propios autores de color.
Fire in the Flint de Walter White, por ejemplo, o Along this Way de James Weldon Johnson, serían de un enorme interés para los lectores españoles en estos momentos en que se encuentran luchando con sus propios, tremendos, problemas sociales. No obstante, debido a la guerra, actualmente se publican muy pocos libros en España, y los viejos que continúan vendiéndose en las tiendas son típicos del comercialismo rentable de los tiempos pasados.
El gobierno del Frente Popular favorecerá, sin duda, ahora que las editoriales pertenecen en la mayor parte de los casos a los propios sindicatos, la selección de libros extranjeros elegidos para su publicación en España.
Los únicos libros representativos sobre la gente de color que se pueden encontrar ahora en Madrid son la antología africana de Blaise Cendrars y una excelente antología de poesía negra hispanoamericana editada por el poeta cubano Emilio Ballagas de La Habana. Se titula Antología de Poesía Negra, y contiene los mejores poemas escritos por o sobre gente de color en lengua española.
El claque es muy popular y siempre que salen bailarines de color en las películas, los jóvenes españoles hacen todo lo que pueden por imitar sus pasos; y también lo hacen muy bien porque el sentido español del ritmo no está del todo mal.
Entre los amantes de los deportes en Madrid todavía no se ha dejado de hablar de las últimas Olimpiadas y de las proezas de Jesse Owens y el resto de estrellas negras que asistieron a los Juegos. Sus asombrosas actuaciones en la más aria de todas las tierras, Alemania, hacen que los españoles sigan riéndose con regocijo, pues Hitler no es muy popular por aquí, ni mucho menos, teniendo en cuenta todos los bombarderos que ha proporcionado a los fascistas españoles para que los utilicen contra los trabajadores.
Los más ancianos recuerdan a Jack Johnson2 y sus combates de exhibición en Madrid de hace unos años*. Y dicen que hay un boxeador de color que una vez se enfrentó a el en el cuadrilátero y que sigue viviendo por aquí, pero, hasta ahora, no he sido capaz de localizarlo. En cuanto lo haga, saldrá en estas mismas páginas entrevistado y fotografiado.
Pero, en España, la gente de color más interesante que uno se encuentra (en el frente o en la Gran Vía de Madrid) no son ni boxeadores profesionales, ni escritores, ni artistas en los teatros.
Son hombres con uniformes, uniformes de color caqui, y la insignia de varios regimientos. Hombres de San Luis, Chicago, Harlem, Panamá, La Habana. Esos de quienes nunca habrás oído hablar en un libro (pero lo harás, a su debido tiempo, sin duda). Están en las Brigadas Internacionales.
Y no son mas que gente de los mas variados rincones del planeta que han venido a ayudar a la «gente corriente» de España en su lucha contra los tipos de nombres rimbombantes, tipos como el Duque de Alba, el General Francisco Franco y «El Duce».
Notas
- Existe unas grabaciones publicadas en 2014 en formato CD: Negro Aquilino. El saxofón humano. El creador del cante hondo en el saxofón y su rival Fernando Vilches “El Profesor”. 2014, Fresh Sound Records. https://www.freshsoundrecords.com/negro-aquilino-albums/6181-el-saxofon-humano-el-creador-del-cante-jondo-en-el-saxofon-y-su-rival-fernando-vilches-el-profesor-.html
- El boxeador Jack Johnson (1878-1946), fue el primer campeón mundial afroamericano en la categoría de pesos pesados.
Tomajazz: © Julián Ruesga Bono, 2024
Escritos sobre España. Langston Hughes. 2011, Madrid. La Oficina/BAAM.
Textos recopilados por Mireia Sentís y traducidos del inglés por Javier Lucini. Prólogo y traducción de los poemas de Maribel Cruzado Soria.
Año de edición: 2011
Editorial: La Oficina/BAAM
Páginas: 271
ISBN: 978-8493888657
Más obras de Langston Hughes en castellano
Además de este volumen, Escritos sobre España, se pueden encontrar en librerías dos trabajos de Langston Hughes traducidos al castellano: el libro de poemas Blues. Traducción de Maribel Cruzado Soria. (Pre-Textos, 2003) y el segundo volumen de su autobiografía Divago mientras vago. Traducción de Mariano Peyrou (Antonio Machado Libros, 2013). Sobre el Renacimiento de Harlen está el volumen Cuando Harlem estaba de moda de David Levering Lewis. Traducción de Javier Lucini (Biblioteca Afroamericana de Madrid / Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2014).
Más información sobre Langston Hughes
https://poets.org/poet/langston-hughes
https://www.poetryfoundation.org/poets/langston-hughes
https://nmaahc.si.edu/langston-hughes
https://www.laoficinaediciones.com/libros/escritos-sobre-espana/
https://www.tomajazz.com/web/?s=langston+hughes&submit=Search
Y además…
https://www.flamencobarcelona.org/el-nino-sabicas-y-el-negro-aquilino